3 d’oct. 2013

“La dama de Cachemira” de Francisco González Ledesma: original asesino y alta dosis de absurdo

 La dama de Cachemira (RBA 2009; primera edición de 1986) es una extraña -mejor, especial- novela negra. No acaba de convencer,  aunque a su favor diré que si quien lee es de gusto negrotampoco podrá soltarla. Una obra perro hortelano.
Sólo por la pluma que la parió, Francisco González Ledesma (Barcelona, 1927), maestro del género policíaco, periodista, guionista –humanísimo hombre de letras-, bien merece esta obra una oportunidad lectora.

Un asesino en silla de ruedas en Barcelona

El escenario de La dama de Cachemira, es, por supuesto, Barcelona. En la elección del malo González Ledesma es ciertamente original: un asesino en silla de ruedas. Detrás, la pena y automática adhesión que generan mujeres vapuleadas por la vida que, pese a sus infortunios, mantienen sus sueños.
Sueñan con un hombre que las quiera como una mujer quiere que un hombre la quiera. Sueñan con viajar a lujares lejanos y exóticos. Sueños, amor y vidas marginales que, en la coctelera, producen asesinato. Capeando estos temporales, como buen equilibrista de la más sórdida Barcelona, el bueno de Méndez.
La dama de Cachemira fue Premio Mystére a la mejor novela negra publicada en 1986. Distinción para un autor que, en su precoz nacimiento literario, conquistó más quereres fuera que dentro de su país. Los tiempos de la censura franquista y la frustración de los creadores. Un hombre hecho a sí mismo. De origen humilde, madre modista y que estudió gracias al mecenazgo de su tía. Un intelectual que, cuando cosechó premios internacionales y alcanzó cotas de alta responsabilidad (fue director jefe de La Vanguardia), nunca dejó de ser un chaval del barrio de Poble-Sec.

¿Demasiada dosis de absurdo?

Los recelos avanzados al inicio de esta terapia de novela vienen de que el famoso y, en los círculos de la literatura negra, querido Méndez  -el policía protagonista- no logra establecer la complicidad esperada con el público. Demasiada la dosis de absurdo (propia del género) que el autor inyecta a Méndez y, en general, al tono de la novela.
El resultado de esa sobredosis de absurdo es que la picaresca intrínseca a este tipo de antihéroes detectivescos que protagonizan las mejores sagas de la literatura negra en España (el Pepe Carvalho de Manuel Vázquez Montalbán o el listísimo despojo humano de El laberinto de las aceitunas y posteriores de Eduardo Mendoza) se desvirtúa. La sonrisa que provocan éstos no acaba de llegar con Méndez.
Surrealismo muy particular en las relaciones y navegación por los bajos fondos el de Méndez. Se disuelve, se pierde la fuerza y esencia del humor que caracteriza a las novelas que siguen este esquema. El detective quiere resultar entrañable y granjearse nuestra simpatia desde esa mezcla de patetismo y alto calibre humano pero… le cuesta.  El efecto no es de alcance universal, como el que consiguen otros homólogos suyos pícaros negros.
Rosa Valle. Terapia de letras, 3 de octubre de 2013

2 d’oct. 2013

Peores maneras de morir de Francisco González Ledesma

Francisco González Ledesma (Barcelona 1927) es un escritor y periodista barcelonés que se dedicó primero a la abogacía y luego al periodismo en el periódico La Vanguardia hasta dedicarse por entero al género policial,  es considerado como un Maestro de la novela negra española de corte social. Él creó al inspector Ricardo Méndez  y son  11 libros los publicados;   Peores maneras de morir es el onceavo , es el canto del cisne del inspector Méndez, su última aparición. González Ledesma ha tardado 3 años en escribirlo y estuvo a punto de no hacerlo porque fue fulminado por un ictus vascular, del cual por suerte se  recuperó. Al igual que otros héroes librescos como Kurt Wallander, Hyeronimus Bosch u otros, el viejo y achacoso inspector Méndez ha logrado encariñar a sus miles de lectores con su humanidad llena de sabiduría popular y callejera, su propia  justicia , su estómago reventado de beber vino peleón y sus pulmones calcinados por el tabaco negro y la polución urbana.
Hace mucho tiempo le leí la novela que le valió el Premio Planeta 1984, Crónica sentimental en rojo que me gustó porque era una historia entretenida, aunque complicada de asesinato de una chica a la que le cercenan un pecho y donde los asesinos están entre la gente más cercana. Era ésta la tercera publicación del ciclo del inspector Méndez y transcurre en la Barcelona vieja allá por los años 80.
Me ha gustado bastante Peores maneras de morir porque a pesar de la crudeza del  relato, el lenguaje es paradójicamente muy poético y lleno de verdaderas reflexiones ,  sobre la vida actual en Barcelona, antigua urbe opulenta , pero que hoy en día se inscribe en la terrible crisis económica que aqueja a la península ibérica que no es otra cosa que una crisis-estafa  con la subsecuente pobreza y desempleo.
Se trata de una historia  de trata de blancas, especialmente de jóvenes eslavas traídas a España con engaños y reducidas a la esclavitud sexual más horrorosa. El tráfico de mujeres se haría bajo diversas entidades jurídicas que son hechas y deshechas en pocas horas en caso de peligro. Los poderes públicos son en parte  corruptos y cobrarían coima por mantener los ojos cerrados. Nunca ha habido estadísticas fiables relativas a la trata de blancas porque es un negocio que se esconde en las transferencias bancarias, como nunca ha habido estadísticas fiables relativas a la prostitución porque es un negocio que se esconde en las camas. Son datos que pertenecen al mundo privado, al de las habitaciones cerradas y los recuerdos secretos y por eso no hay nada que sea medianamente exacto ni atraviese con su silencio las puertas de la verdad (pg 14).
Lo extraño del inspector Méndez es que él no cree en la justicia ni en la ley. Sólo cree en una especie de justicia de la calle porque él trabaja de la única forma que sabe hacerlo, patéandose las calles. Es muy empático con las víctimas aunque sean víctimas culpables. Él le pagó el entierro al único hombre que mató en el ejercicio de su trabajo; y también él le cuida  los perros a un fulano que cumple condena por delito. Estamos ante un caso totalmente atípico de policía, por lo que es rechazado por sus otros  colegas y superiores . Es un buen hombre, un sentimental sin futuro.
El estilo de González Ledesma:…Miró las dos casas en el silencio sideral de la noche. Antes, a aquella hora, siempre había bares abiertos que vendían una copa y mujeres de piernas largas que vendían a la vez una ilusión y una mentira, pero ahora no había más que sombras. seguramente la izquierda había dado grandes libertades, pero había quitado todas las pequeñas libertades, incluso la de fumar. Sin mujeres y sin tabaco se vive más años, según el Boletín Oficial. Claro que ésto lo pensaba Méndez porque no respetaba nada, y menos la virtud (pg 42).
Página 195 :...Todo hombre tiene fijación por un determinado tipo de mujer. Esa fijación la siente en el fondo de su intimidad y seguramente marca su vida, pero lo más probable es que no sepa explicarla. tampoco hace falta. En realidad las cosas que marcan la vida, como lo más profundo del sexo, no pueden explicarse nunca.
Otra reflexión de Méndez:…No existe ninguna regla sobre la atracción sexual que puede ofrecer una mujer, y probablemente esa regla no existirá nunca. Y es que la atracción sexual de una mujer no reside muchas veces en ella, sino en los recuerdos, los hábitos, las frustraciones y hasta los vicios que duermen en los cerebros de los hombres (pg 197). Todas las mujeres nacen iguales y mueren iguales, había leído una vez, de modo que no valen tanto la pena, pero en el camino de esas mujeres está el cerebro de los hombres (pg 199).
Sobre la gran urbe que es Barcelona:…-La ciudad, Méndez, está llena de cosas que han existido, y en las calles siempre hay alguien que las recuerda. por éso caminamos sobre el pasado y por eso el tiempo nos está esperando en las esquinas.
 PEORES MANERAS DE MORIR, Planeta 2013,  ISBN 978-84-08-03491-9
Pasión por la lectura, 2 de octubre de 2013

16 de juny 2013

Francisco González Ledesma: El niño republicano que soñaba con escribir novelas policiacas

Acabo de leer estos días "Peores maneras de morir", la última novela del escritor Francisco González Ledesma (Barcelona, 1927) que es, al mismo tiempo, la última novela de la serie del Inspector Ricardo Méndez.
Acabo de leer estos días Peores maneras de morir, la última novela del escritor Francisco González Ledesma (Barcelona, 1927) que es, al mismo tiempo, la última novela de la serie del Inspector Ricardo Méndez.
González Ledesma ha tardado tres años en escribir esta novela. Entre tanto ha sufrido un ictus que casi acaba con su vida. Así que, en cierta manera, Peores maneras de morir, es como un regalo que los dioses nos han hecho a sus numerosos lectores. A sus ochenta y seis tacos, el maestro Ledesma ha escrito una magnífica novela (y ya hemos perdido la cuenta de cuántas van). En esta última entrega, que se desarrolla en el otoño del año 2010, con el trasfondo de la visita de Benedicto XVI a la ciudad de Barcelona para consagrar el templo de la Sagrada Familia, el Inspector Méndez ya está viejo y achacoso, con el estómago reventado de beber vino peleón y los pulmones calcinados por el tabaco negro y la polución urbana, pero repleto de esa sabiduría que le han ido dando todos los años que ha pasado en contacto con las calles de una Barcelona que se ha transformado, que ya no es aquella Barcelona que su autor nos mostró en Las calles de nuestros padres, enCrónica sentimental en rojo o en La dama de Cachemira; ahora la ciudad de Barcelona es postmoderna y de diseño, una Barcelona arrasada por la peor cara del capitalismo, si es que alguna vez el capitalismo tuvo una cara buena, en la que siguen existiendo el crimen y el delito, aunque en el presente sea multiétnico, exótico y plurilingüe. Esta vez a Méndez le toca vérselas con una poderosa organización que trafica con mujeres, porque aquí la cosa va de trata de blancas, esa moderna manera de esclavitud que viene de los países de la difunta Unión Soviética o del Caribe o del corazón del continente africano, y que acaba con las pobres chicas en los puticlubs, repartidas por los lugares más mezquinos de la geografía nacional, mientras un puñado de hijos de la gran puta se llena los bolsillos y se pega la gran vida a costa de sus desgracias y miserias.
A diferencia de otras obras anteriores de la saga Méndez, como Una novela de barrio o No hay que morir dos veces, en Peores maneras de morir apenas hay rastro de ese humor tan particular, marca de la casa, que se gasta González Ledesma. Aquí lo que impera es el pesimismo y la mala leche, y es que la novela está impregnada por una capa de desesperanza que deja en el lector un regusto agridulce, no sabría muy bien si achacárselo al tema de la novela o simplemente al hecho de que su autor es consciente de que el tiempo se acaba y este, probablemente, sea su último libro. La cosa es, como digo, que le ha quedado a González Ledesma una novela pesimista, casi, casi bordeando el nihilismo, donde hay alusiones constantes a la crisis-estafa económica, a la pobreza, al desempleo, a lo duro que se ha vuelto para muchos sobrevivir en la jungla urbana, y al  tinglado tan bien montado que tienen otros muchos para vivir a costa de los demás.
Pero al mismo tiempo, Peores maneras de morir es una novela escrita con un lenguaje muy poético, en el que las reflexiones de su protagonista bordean en más de una ocasión el concepto de sofisma. En mi opinión es una novela que se disfruta desde el punto de vista estético.   
El mundo de Méndez se hunde. Ahora sí, sin remedio, y él lo sabe, así que quiere despedirse a su manera, como siempre ha hecho las cosas, impartiendo justicia en nombre de los parias de la tierra, de los puteados, de los que no cuentan, aunque para ello tenga que pasarse las leyes por el arco del triunfo. Porque para Méndez, como él mismo dice en un pasaje de la novela, no existe más justicia, más ley y más código de honor que el de la calle. Lo demás son patrañas.  
En los inicios de los años ochenta, el crítico Juan Antonio de Blas definió a Francisco González Ledesma como el “primero de nuestros escritores policiacos”. Hoy, veintitantos años más tarde, me atrevo a afirmar sin ningún tipo de dudas que Francisco González Ledesma no es sólo el mejor autor de novela negra: Es el mejor escritor español vivo y probablemente uno de los mejores en lengua castellana (con el permiso de Juan Marsé), y eso abarca cualquier género literario. No está nada mal para aquel niño criado en el seno de una familia obrera, de tradición republicana, represaliada tras la Guerra Civil, que un día soñó con ser un gran escritor de novelas policíacas.
Rafael Calero Palma. Kaos en la Red, 16 de junio de 2013

5 de maig 2013

Francisco González Ledesma vuelve a las librerías con un nuevo caso del inspector Méndez


Los amantes del género policíaco están de enhorabuena este año porque en las librerías podemos encontrar muchos títulos de este estilo. A las nuevas novelas de Camilla Läckberg, Andrea Camilleri o Jerónimo Tristante, hay que añadir “Peores maneras de morir” (Planeta), lo último de Francisco González Ledesma.

Al igual que en anteriores casos del protagonista, el policía Méndez, en esta ocasión se junta lo mejor del género (intriga, ambientes sórdidos…) con la denuncia social. La historia arranca con el asesinato de dos prostitutas en el barrio del Raval (volvemos también a Barcelona). Méndez descubrirá que, tras este hecho, está una poderosa red internacional de trata de blancas que se dedica a traficar con mujeres eslavas.

El inspector comprobará cómo su ciudad se ha ido transformando, y que la Barcelonaque él conoció antaño ha desaparecido bajo un capitalismo feroz que ha terminado por convertir a los seres humanos en mera mercancía.

Peores maneras de morir” se une a la serie protagonizada por este personaje, de gran éxito en otros países, y en la que destacan títulos como “Una novela de barrio”(2007) o “No hay que morir dos veces” (2009). El autor es un veterano periodista y abogado, que obtuvo el Premio Planeta en 1984 por “Crónica sentimental en rojo”. También ha firmado varias novelas del oeste bajo el seudónimo de Silver Kane.

1000 páginas, 5 de mayo de 2013

15 d’abr. 2013

El último caso del inspector Méndez

Francisco González Ledesma despide en Peores maneras de morir a su policía incómodo y callejero, personaje central de once novelas

Francisco González Ledesma (Barcelona, 1927), o Silver Kane, o Enrique Moriel, como lo prefieran ustedes, nos ha vuelto a regalar otra novela de su personaje talismán: el inspector Ricardo Méndez -recuerden, inspector-. (Este inciso parece baladí, pero no se engañen, es que uno se harta de leer reseñas de quien nada o poco ha leído de Ledesma o su personaje y lo termina llamando el comisario Méndez, como si fuera lo mismo la manteca que el acebo). El título de la novela, Peores maneras de morir, aparentemente nada nos dice, pero verán que cuando terminen de leer la novela se trata de toda una declaración de intenciones.
Si no me falla la memoria, Ledesma creó a su inspector en el año 1983, en la novela Expediente Barcelona. Al año siguiente vieron la luz otras dos con el mismo protagonista: Las calles de nuestros padres y Crónica sentimental en rojo, por la que le concedieron el premio «Planeta» y fue trasladada al celuloide dos años más tarde con el mismo título y con José Luis López Vázquez ofreciendo su rostro a Méndez. De ese tiempo a hoy, ya van once novelas de su personaje y una colección de premios literarios (premio «Hammett», premio «Carvalho», premio internacional «RBA», premio «Mystère», premio «José Luis Sampedro»...).
Peores maneras de morir suena a despedida, la que no pudieron tener Sherlock Holmes ni el detective Héctor Belascoarán de Paco Ignacio Taibo II por imposiciones editoriales. En once novelas el inspector Méndez no ha cambiado, sigue siendo el viejo policía de las esquinas que patea las calles de Barcelona y su método de investigación consiste en la observación directa y la paciencia. No es un científico como los del CSI, sino un animal de las calles que siempre está de acuerdo con lo que dicen las mujeres de piernas largas. Un policía incómodo para todos: los compañeros de la dictadura lo veían muy cercano a los rojos presos y los actuales lo consideran un dinosaurio, que harían mejor en jubilar. Hasta los galenos se preguntan cómo es posible que sobreviva aún con los vinos peleones o los whiskys de cosecha desconocida que se deslizan por su gaznate. Y es que él se metió a policía porque pensaba que descubrir asesinos era una manera de contribuir a un mundo mejor. En resumen, un sentimental sin futuro.
Si el protagonista no ha cambiado, su ciudad, Barcelona, sí lo ha hecho. Las viejas casas del vicio han sido sustituidas por tiendas de régimen, pero en las fachadas, en los bancos de los parques, en los cipreses de los cementerios sigue viendo los rostros de mujeres y en las viejas casas cargadas de muertos escucha historias que nadie cuenta.
Hasta los cementerios marcan la diferencia: el de Montjuich es el de los muertos al por mayor y el de Pueblo Nuevo es donde «se conservan lápidas con poesías, estatuas que lloran y muertos que guardan la última carta de la amada o el último recibo del acreedor». Y él prefiere auscultar edificios antes que cadáveres porque presentan más huellas y no huelen.
La historia comienza con el asesinato de una muchacha, Soraya. «Por nombres imperiales que no quede», nos dirá. Luego llegará el homicidio de otra, también eslava, en el Raval. Méndez se sumergirá en la investigación sin que nadie lo haya requerido. Total, nadie le encarga nada. En medio de todo esto nos encontraremos con lápidas recién lavadas por la lluvia y un mar de brillo a plata vieja, poetas que se extinguen y mujeres de piernas largas que vendían una ilusión y una mentira, milicianos voluntarios que iban al frente con una canción y una esperanza, por eso murieron -o los mataron- dos veces. Concluirá que las víctimas fallecieron creyendo en una mentira, como al fin y al cabo nos han enseñado a creer a todos. Y una vez más, las calles se tragaron a Méndez.

La Nueva España, 15 de abril de 2013

2 d’abr. 2013

El último Méndez

Francisco González Ledesma, que sufrió un ictus cuando finalizaba la novela, aborda la explotación de mujeres en una Barcelona transformada.

Peores maneras de morir. Francisco González Ledesma. Planeta. Barcelona, 2013. 384 páginas. 18,90 euros

Méndez es ese policía viejo que está al borde de la jubilación, al que sus jefes casi ni le dan trabajo ya, de quien sus compañeros piensan que sirve para poco más que leer el periódico en la comisaría. Es ese policía a un paso de la jubilación que va siempre con los bolsillos cargados de libros y frecuenta los viejos bares del centro de Barcelona, los pocos que no se han convertido en modernas cafeterías con veladores en las terrazas y una amplia carta de cafés con variedades de todo el mundo. Es ese agente de la ley que se pierde, que se ausenta de su puesto para trabajarse en solitario una investigación en la que pesa mucho más el olfato que las pruebas, pero que siempre acabará llegando a buen puerto por muchos reproches que le hagan desde la Jefatura. 

Méndez, de nombre Ricardo, se pasa la vida añorando una ciudad, Barcelona, que ya sólo existe en algunos pisos semiderrumbados del Raval, y buscando algunas piernas de mujer que mirar sin atreverse ni siquiera a soñar nada más. Tiene una facilidad asombrosa para atraer la muerte. Los muertos vienen a él y él no puede resistirse a investigar por qué, cómo y quién los mató. Y siempre habrá alguien indefenso por el que el viejo policía tendrá que jugarse la vida, siempre habrá algún alma caritativa que le ayudará y siempre habrá alguna puta del viejo barrio chino que le cuente cosas. Allí, en las miserias de una ciudad que ya no existe, encuentra Méndez la bondad. 

Peores maneras de morir, publicado recientemente, es probablemente la despedida de un inspector que ha protagonizado once novelas. Todas marcadas por un patrón similar y todas con una calidad literaria que han convertido a su autor, Francisco González Ledesma, en uno de los referentes de la novela negra española. Con la segunda de ellas, Crónica sentimental en rojo, ganó el premio Planeta en el año 1984. Desde entonces han llegado otras ocho novelas y un libro de relatos. Lo han hecho sin la regularidad propia de otros autores del género porque Ledesma no sólo escribe de crímenes. Es también Silver Kane, seudónimo con el que firma una importante coleción de novelas del Oeste. 

Sus obras tienen un aire a las de Vázquez Montalbán. Carvalho era detective privado y Méndez policía. Carvalho tenía el despacho en las Ramblas y Méndez en alguna vieja cafetería del Raval. Carvalho quemaba libros y Méndez los lleva en los bolsillos. Carvalho tenía a una novia prostituta y Méndez se contenta con ayudar a quienes practican el oficio. 

En la última entrega, Méndez, el viejo policía, se enfrenta a una delincuencia cada vez más sofisticada. Ahora no persigue un crimen bajuno ni motivado por las más profundas pasiones humanas. Ahora tiene que luchar contra una organización mafiosa perfectamente estructurada y jerarquizada en la que siempre habrá un poderoso al frente. Y ahí se mueve Méndez, entre lo más bajo de la sociedad y las mansiones más lujosas de la nueva Barcelona, tratando de amargarle el desayuno a los que mandan. 

En esa trinchera lleva el viejo inspector treinta años y no parece que vaya a cambiar. Nunca será comisario, claro, porque los comisarios nunca irán a llevarle comida a las prostitutas viejas que ya no pueden ganarse la vida con su cuerpo y sobreviven con lo que pueden. La prostitución es el tema central de la última novela de Méndez. Pero no como él la ha conocido durante tantos años. Ahora es un negocio internacional, con chicas que traen desde Rusia o de otros países del Este casi siendo menores de edad engañándolas con un contrato de trabajo. Aquí las obligan a prostituirse, les quitan el dinero que ganen y amenazan con matar a sus familias en sus países de origen. Es la esclavitud del siglo XXI. Y no es ficción. La banda que retrata Ledesma sí es ficticia, pero la que desmanteló la Policía Nacional en Sevilla, Huelva, Córdoba y Cádiz hace menos de un mes y que explotaba a más de 400 mujeres no lo era. 

Peores maneras de morir tiene todavía más valor si se conoce su intrahistoria. González Ledesma sufrió un ictus cuando estaba a punto de terminar la novela, a principios del año 2011. Pasó varios meses en el hospital y todavía hoy sigue en proceso de recuperación. Por ello, tardó varios meses en pulir su obra porque, honesto como él solo, no quiso que se publicara sin corregirla él mismo. El autor ya había anunciado hace tiempo que posiblemente la próxima sería la última aventura de Méndez. 

Lo sea o no, Peores maneras de morir es, además de una novela negra, una crónica social de cómo ha cambiado Barcelona en los últimos años. Está ambientada en el año 2010, cuando el Papa Benedicto XVI, ahora emérito, viajó a la ciudad condal para consagrar la Sagrada Familia. El Raval es ahora un barrio en transformación, en el que conviven inmigrantes con nuevos ricos y hoteles lujosos con edificios en peligro de derrumbe. En uno de ellos, en el que se refugia una joven extranjera, empieza la novela. Y, cuando el lector piense en una muerte desagradable, no olvide que hay una que siempre será peor.

F. Pérez Ávila. Diario de Sevilla, 2 de abril de 2013

18 de març 2013

Francisco González Ledesma - Peores maneras de morir (reseña)

Bechamel

Muchos años antes, seis décadas, de que las editoriales nos bombardeasen con los trailers de los libros, un siglo antes de que el lanzamiento de una novela vendida al peso llenara las estanterías de un hipermercado, las novelas contaban una historia que le gustaba al lector. En cada página se nos contaba algo, se huía de las digresiones y se optaba por vender historias, nada más y nada menos. Desde el 48 lleva Gónzalez Ledesma en este mundillo. Los que llevamos décadas leyéndole no estamos sorprendidos pero muchos acaban de descubrirle con la novela que hoy nos ocupa.

Decir que ésta es una historia de Méndez y como siempre en Barcelona es suficiente para los fans del escritor. Para la mayoría de la gente el personaje es nuevo y ahí nos centramos. El autor nos va desgarrando página a página con una historia relacionada con la trata de blancas, con la venganza, con la Barcelona de antes y no la de ahora que no deja de ser un escenario de plástico y sin alma.

Méndez regresa por la puerta grande y se va por un lugar que tendréis que descubrir. El autor nos suelta toda la trama y luego la va moldeando con recursos estilísticos y grandes frases para la posteridad. Es una novela con mayúsculas, olvídate del marketing y déjate conquistar por un texto escupido con rabia y maestría a partes iguales. Obligada adquisición.



paperblog, 18 de marzo de 2013

20 de febr. 2013

Mendez chez Folio Policier


Pour les nouveaux venus au polar, une excellente initiative de Folio Policier qui semble démarrer la réédition des enquêtes de l’inspecteur Mendez de Francisco Gonzalez Ledesma.

Il y a maintenant un nombre certains d’années, trois livres avaient ouvert des espaces insoupçonnés à l’amateur de polars tout frais que j’étais. Meurtre au comité central de Manuel Vazquez Montalban, A quatre mains de Paco Ignacio Taibo II, et La dame du cachemire de Francisco Gonzalez Ledesma.

Je découvrais avec bonheur que le polar n’était pas qu’américain (ben oui, j’étais jeune, ignorant, et je ne connaissais même pas Claude Mesplède !).

Depuis j’en sais un petit peu plus, le polar a explosé dans le monde entier, mais ces trois livres restent pour moi des romans fondateurs.

Dans l’immédiat trois titres de la série Mendez ont été réédités : La dame du Cachemire, Le dossier Barcelone et Les rues de Barcelone. Si vous ne les connaissez pas, si vous ne les avez pas, si vous les avez oubliés, si vous voulez offrir … Bref, vous n’avez plus d’excuse.

actu-du-noir. Blog de JM Laherrère, 20 février 2013

17 de febr. 2013

Peores maneras de morir, de Francisco González Ledesma

Sergio Torrijos

Leer a González Ledesma siempre ha sido un placer y más aún cuando sitúa la acción en su territorio preferido, esa Barcelona vieja, medio en ruinas, a punto de sucumbir a los cambios propios de un nuevo siglo pero que sigue manteniéndose firme sin que nadie entienda la razón. Y no sólo eso sino que vuelve por sus fueros al darnos la última aventura de Méndez. Un gran referente para los amantes de la buena literatura. Un personaje no tan cabal como Carvalho u otros grandes personajes nacionales de la novela negra, ahora mismo me vienen a la cabezas algunos más como Toni Romano, Bevilacqua o Novoa, pero sin duda Méndez tiene algo que le hace particular y tan propio que es imposible obviarlo si queremos entender la novela policíaca nacional.
El propio autor define mejor que nadie a su propio personaje: “…soy un viejo polizonte que según mis compañeros ya debería estar retirado, sigo los casos a mi manera, vivo rodeado de libros, doy de comer a los animales extraviados y conversación a las mujeres perdidas, soy experto en vinos baratos y cliente de bares vigilados por la sanidad pública. Siempre he trabajado en barrios populares como el Raval y conozco las casas que van a ser derribadas antes de que aparezcan en las ventanas los esqueletos de los vecinos. No me fío de las damas porque he conocido pocas, y supongo que ninguna dama se fía de mí…..Nunca he traicionado a nadie, y como es la última virtud que me queda, no quiero perderla”.
Aunque en esta obra tanto Méndez como su territorio tiene un tinte más otoñal, más representativo del final de algo. Se percibe en el repicar de las palabras del autor que describe con reiteración la sensación del tiempo que se evade, se esfuma, creando una pátina de irrealidad y atemporalidad muy particular. Esa idea, muy fija en González Ledesma, de que no sólo los personajes intervienen sino que también las calles y sus edificios forman parte de su historia y son un protagonista más. Todo el entorno aporta datos, se involucra en la trama y soporta el argumento: “Siempre hay un bar cerca donde los policías dan sus últimos pasos, ahogan sus últimas maldiciones y toman su última copa. Siempre hay un tabernero muerto de sueño, una puta que esa noche no ha ganado un euro, un putero a quien su mujer ha echado fuera de casa”.
Pero si algo tiene el escritor catalán es su capacidad, enorme, de crear personajes de una pieza, capaces de cualquier cosa y a los que se les toma inmediatamente un gran cariño, traigo a colación a un secundario que es descrito con tanta precisión como justeza: “El comisario Monterde estaba haciendo tres cosas: encender un habano que le había costado diez euros, cagarse en la ley antitabaco y jurar que las autoridades prohibían fumar para que no se les murieran antes de tiempo los contribuyentes”.
Junto a él se podían sumar unos cuantos más, apenas tocados con una pincelada, pero una pincelada maestra.
El escritor, ya con una buena obra a su espalda, no sólo es capaz de crear una trama entretenida y muy viva, sino que incluso la dota con cierta crítica social o digámoslo mejor real de lo que ocurre, sino que también siempre la dota de una humanidad que le ha caracterizado. Todo en González Ledesma es humano, muy humano, desde los policías a las víctimas e incluso a los animales que comparten nuestro espacio vital.
Si nadie ha leído al autor es momento de ponerse a la obra, siendo esta una de las labores que no debería dejar pasar, ya un autor de referencia sin igual, al menos para mí, que me tiene entregado a su causa desde hace mucho tiempo, con aquella gran novela Las calles de nuestros padres. Porque González Ledesma siempre ha hablado de lo mismo, no ha necesitado más, la historia bien contada, con cierto lirismo, con realidad y con ternura, esa es la clave del escritor, un gran escritor, sin duda: “Pensó en los dormitorios del pequeño piso que él había conocido, la luz quieta, el silencio que se había ido tragando todas las palabras, y las camas que estaban allí para tapar un secreto”.
Podría haber llenado de frases toda la reseña, elevándola de nivel, pues el autor tiene mucho que decir y lo dice francamente bien.
Recomiendo encarecidamente que se acometa la lectura de cualquier obra de este autor, a mi juicio imprescindible. Dejo como última pincelada un párrafo dedicado a la labor de su inspector de policía y su ambiente: “Méndez entró en un bar de aspecto siniestro al que solo se atrevían a acceder los clientes con instinto suicida. Se sentó en la barra y pidió algo con el suficiente alcohol para neutralizar el universo protozoario del vaso. Charló con algunos habituales del local y sacó algunas conclusiones de gran calado cultural: que las prostitutas que ejercían en la zona lucían cada vez las caderas más anchas, que sus clientes tenían hombros más estrechos y que la relación puta-cliente había perdido el encanto de otras épocas, convirtiéndose en algo similar a pedir un menú en un McDonald's”.

La República Cultural, 17 de febrero de 2013

12 de febr. 2013

Crítica literaria: Peores maneras de morir, de Francisco González Ledesma


Cuando un personaje consigue granjearse la simpatía del lector por sus intervenciones en una serie de novelas, la aparición de un nuevo libro con ese mismo protagonista es recibido como si del rencuentro con un viejo amigo se tratase. Y eso sucede con personajes como el inspector Méndez, un policía desencantado con el presente que le ha tocado en suerte vivir, eternamente enfrentado a sus superiores por utilizar métodos nada ortodoxos, a un paso de la jubilación y con un profundo respeto a la ley, pero no a la que se imparte en los tribunales, no: para él solo cuenta la ley de las calles, un extraño código de honor –poco frecuente en la actualidad– que le hace ponerse del lado de los débiles y actuar con una contundencia implacable contra quienes se aprovechan de ellos.
Ricardo Méndez apareció por primera vez en Expediente Barcelona (1982) siendo un personaje auxiliar, pero muy pronto su creador –Francisco González Ledesma– se dio cuenta de que merecería ser el protagonista absoluto de una novela, y con Crónica sentimental en rojo (publicada en 1984 y que fue premiada con el premio Planeta) empezó la serie; ahora, casi treinta años después, llega a las librerías Peores maneras de morir, el nuevo caso de este policía que se mueve con pasmosa facilidad por los bajos fondos barceloneses, con un hígado castigado por los vinos más baratos ingeridos en locales insalubres, apasionado coleccionista de libros y enemistado sin remedio con las nuevas tecnologías.
En esta ocasión, la muerte de dos muchachas en un edificio medio abandonado del Raval pone en alerta al viejo sabueso, quien hace oídos sordos a la expresa prohibición del comisario –conoce muy bien a Méndez, sabe que no tendrá piedad con el asesino y hará cualquier cosa por vengar su muerte, incluso saltarse la ley– y, en su investigación, descubrirá una trama de prostitución a nivel internacional. Además, en su camino por descubrir la verdad se cruzarán dos mujeres: Eva Ostrova, una adolescente que escapa de sus captores con una insaciable sed de venganza; y Mónica Arrabal, una bella dama de buena posición, muy educada en sus maneras y caritativa con los pobres. Así, Méndezintentará desmontar la organización criminal al mismo tiempo que le asaltarán una serie de dudas morales (¿debería detener a Ostrova y traicionar así a una vieja amiga, o mejor mirar hacia otro lado y dejar que ella lleve a cabo sus planes?, ¿logrará mantener la compostura ante unas piernas como las deArrabal?).
Una vez más, Francisco González Ledesma no defrauda a sus seguidores, en su novela encontrarán una despiadada descripción de la realidad de la prostitución, grandes dosis de acción, heroínas de aspecto frágil capaces de asesinar de las maneras más sanguinarias, una bonita historia de amor y, por supuesto, dos protagonistas habituales en sus textos: el inspector Méndez, un antihéroe visceral, irónico y pesimista, sin temor a ser políticamente incorrecto pero siempre atento a las víctimas y a los desfavorecidos (¿hay algún otro policía que dedique su tiempo a pasear los perros de aquellos delincuentes a quienes él mismo ha encarcelado?); y Barcelona, la gran ciudad y su drástica transformación de los últimos años, ahora se ha deshumanizado, los viejos ideales se han olvidado, incluso la prostitución de barrio ha dejado su lugar a la trata de blancas internacional de la actualidad, y en las calles del Raval ese cambio es más que evidente, con contrastes entre los bares de menú de toda la vida y ese Hotel Barceló-Raval en el que el inspector no acaba de encontrarse cómodo, unos cambios que el escritor describe sin escatimar en la nostalgia que siente el protagonista por el pasado añorado.
El manuscrito original de Peores maneras de morir fue escrito en el año 2010, pero cuando solo faltaba la fase de corrección definitiva el autor sufrió un ictus que le impidió terminar el trabajo. Por esta razón la novela no ha sido publicada hasta ahora, cuando González Ledesma ha podido concluir el proceso con la inestimable ayuda de su hija Vicky. Sin embargo, en la actualidad su salud continúa siendo delicada, así que probablemente sea este el último caso del inspector Méndez. Espero equivocarme pero, de ser así, los lectores que hemos disfrutado con sus historias no podremos hacer otra cosa que lamentarnos y exclamar: ¡Coño, Méndez, te echaremos de menos!
Título: Peores maneras de morir
Autor: Francisco González Ledesma
Editorial: Planeta
Páginas: 384 páginas
Fecha de publicación: Enero 2013
ISBN: 9788408034919
Precio: 18,90 €
Culturalia, 12 de febrero de 2013


8 de febr. 2013

Peores maneras de morir, de Francisco González Ledesma


L’escriptor Francisco González Ledesma, nascut l’any 1927 a Barcelona, ​​és advocat i un veterà periodista que en un altre temps va estar cridat a ser el novel·lista d’èxit més jove d’Espanya. Als vint anys, amb la seva novel·la Sombras viejas va obtenir elPremi Internacional de Novel·la, instituït per l’editor José Janés, i en el jurat figuraven personalitats com Somerset Maugham i Walter Starkie.
Especialitzat en novel·la policíaca, juntament ambManuel Vázquez Montalbán és considerat com un dels principals impulsors de la novel·la negra social a Espanya.
Novel·lista precoç, es va iniciar escrivint guions de còmics per a l’editorial Bruguera i novel·les de l’Oest que lliurava a un ritme d’una a la setmana, sota el pseudònim de Silver Kane, activitat que li va proporcionar ofici i recursos literaris, a més de permetre-li pagar-se la carrera de Dret.

Desencantat de l’advocacia, va estudiar periodisme i inicia una nova etapa professional a El Correo Català i, més tard, a La Vanguardia, aconseguint en tots dos diaris la categoria de redactor en cap.
Ambdues professions li van proporcionar un bon coneixement de la societat, dels carrers de Barcelona, dels polítics i del món de les finances, que utilitzaria en les seves futures novel·les. En el seu temps lliure, va escriure Los napoleonesLas calles de nuestros padres i Expediente Barcelona , finalista del Premi Ciutat de València, en 1983, que no van poder ser publicades fins a la transició política a la democràcia. Al 1984 va rebre el Premi Planeta per Crónica sentimental en rojo.
Com advocat ha rebut el premi Roda Ventura i com a periodista el premi El Ciervo. El 2010 se li va atorgar la Creu de Sant Jordi per la seva trajectòria informativa i per la qualitat de la seva obra, de projecció internacional.
El protagonista de les seves novel·les, el desenganyat comissari Ricardo Méndez, fill dels barris baixos i coneixedor impiu dels barris més alts, barreja d’escepticisme i punt d’honor, que segueix els cànons del relat criminal. Méndez apareix per primera vegada precisament a Expediente Barcelona i inaugura una sèrie novel·lística que, al costat de la mateixa ciutat de Barcelona, constituïx el nexe central de les seves novel·les.
L’últim cas de l’inspector Méndez, Peores maneras de morir és el retrat social d’una Barcelona que està canviant, en la qual els ideals del passat han desaparegut i, potser també el vell policia.
En l’obra, una noia fuig desesperada pels carrers del Raval de Barcelona: un home la persegueix. Buscant refugi, entra en un edifici mig abandonat. Allà, en l’únic habitatge amb llum, una altra jove l’amaga, confiada. No obstant això, el perseguidor mata les dues noies.
El brutal assassinat posa en alerta l’inspector Méndez, a qui no li falla l’olfacte per estirar el fil i descobrir que, darrere de tal atrocitat, s’oculta una sòrdida organització internacional dedicada al tràfic de belles dones eslaves.
En un altre lloc de Barcelona, ​​en una casa luxosa que serveix de cau als membres d’una organització internacional de tràfic de blanques, una jove està sent violada per l’encarregat de amansi-la. Però, sorprenentment, el violador acaba amb un punxó clavat en els genitals, mort, dessagnat, i el company que acut als seus crits rep una bala al clatell.
Aquest és l’arrencada d’una impactant novel·la negra, que té com a argument el sòrdid món del tràfic internacional de dones. Ningú sap els diners que mou aquesta indústria; ningú vol saber-ho. És millor tancar els ulls, pensa Méndez, i oblidar aquest submón on es mouen com peixos a l’aigua assassins de la pitjor mena, negrers sense escrúpols, i dones sense esperança.

Peores maneras de morir és una radiografia social de la Barcelona actual, una mirada nostàlgica al passat, a la Barcelona d’abans de la internacionalització del crim. Méndez reflexiona sobre una ciutat arrasada pel capitalisme ferotge, un capitalisme que sobrevola la història com una au carronyera. Juntament amb la crisi, i la desesperança i la misèria i la maldat.


  • La dama y el recuerdo
  • Historia de mis calles
  • No hay que morir dos veces
  • Una novela de barrio
  • El pecado o algo parecido
  • Peores maneras de morir
  • Sombras viejas
  • Tiempo de venganza

  • Biblioteca Joan Oliva i Milà, 8 de febrer de 2013.

    6 de febr. 2013

    En un racó de comissaria

    Lilian Neuman

    Potser perquè Méndez porta molts anys sentenciat, perquè ja en la ferotge El pecado o algo parecido (2003), se'l veu allà assegut, al seu racó de la comissaria, menystingut a prop del lavabo en un mutis anunciat. O potser perquè aquest policia vell i sense futur només ens sembla que té passat (el del seu Barri Xino que ja no reconeix) i res per davant. A saber per què però és difícil de creure que sigui aquesta l'última peripècia del solitari, del vell que, com aquí succeeix, intimida els criminals perquè té --a diferència dels seus companys-- tanta mala premsa que ja res no ha de perdre.

    A cada entrega de les seves peripècies es presenta aquest "algo homérico". Sempre que apareix Aquil·les, a La Ilíada, sabem i esperem que se'ns digui que es tracta del Pèlida, del fill de Peleu, i que se'ns digui cada vegada: "El dels peus lleugers". Així ens ajudava Homer, i identificava entre la multitud d'homes el nostre guerrer. Sempre que apareix el guerrer Méndez s'esperen les següents frases; les mateixes que el ratifiquen des de fa anys. A ell, a l'heroi que aquí se les té a puntades de peu amb un lluitador gegantí de sumo. El bon home que treu a passejar pel carrer Escudellers els tristos gossos d'un tipus que ell mateix va ficar a la presó. Al cavaller que comprèn les dones, també a aquesta elegant i trista del passeig de Gràcia (i a la noia d'Ucraïna, violada i esclavitzada; una de tantes).

    S'espera i es desitja que Méndez li digui a la bonica dama que li ofereix una copa: "Los médicos me lo han prohibido. Sólo me permiten tónicas, jarabes, zumos y otras bebidas mariconas". O que el seu cap li recrimini anar per lliure, al·ludint a una pretesa inspiració que li ha passat "por la punta del capullo". "Jefe, por la punta del capullo a mí hace años que no me pasa nada". I es desitja que vingui aquesta part en què Méndez, intentant frenar una xarxa de tràfic de dones, digui coses com aquestes: "No le puedo dar mi palabra de caballero porque seguramente no lo soy. Pero le doy algo que en la calle vale más, le doy mi palabra de hijo de puta". Bona trama, ferotge història, on una noia i una altra (estrangeres, però també d'aquí, d'aquesta ciutat que empobreix, tapia vells edificis, desnona i mata) fugen d'uns tipus que les rapten, les droguen, les violen i somriuen paternals. "Nosotros somos comerciantes y nos interesa la paz", diu un d'ells. "Nuestro negocio es internacional y solvente, tiene grandes perspectivas y siempre busca soluciones".

    El fill d'Enrique Moriel --pseudònim de Ledesma a La ciudad sin tiempo--, el testimoni de cada casa enderrocada, s'acomiada: "La ciudad, Méndez, está llena de cosas que han existido, y en las calles siempre hay alguien que las recuerda. Por eso caminamos sobre el pasado, y por eso el tiempo nos está esperando en las esquinas". On pensa ell, senyor González Ledesma, on pensa Méndez esperar-nos?

    La Vanguardia / Culturas, 6 de febrer de 2013

    1 de febr. 2013

    PEORES MANERAS DE MORIR, de Francisco González Ledesma


    DATOS PRÁCTICOS:

    Título: PEORES MANERAS DE MORIR
    Autor: Francisco González Ledesma
    Editorial: Planeta
    Colección: Autores Españoles e Iberoamericanos
    ISBN: 978-84-08-03491-9
    Páginas: 384
    Presentación: Rústica con solapas

    Tenía ganas de comenzar este Mes de la Novela Negra, Policíaca y de Misterio y empezar a dar salida a las reseñas que poco a poco iré escribiendo sobre esta temática, ya que he aprovechado el pasado mes de enero y parte del de diciembre para ir intercalando libros de estos géneros a mis lecturas habituales, pues me apasionan. Del mismo modo, he procurado estar al día en cuanto a novedades, para que, junto a quienes hayáis decidido uniros a esta aventura (leyendo y reseñando) y los que nos seguiréis estando al tanto de nuestras reseñas (leyendo y comentando), nos resulte más fácil encontrar las novelas que más nos llamen la atención.

    Y precisamente, quiero estrenar el Mes Temático con una novela negra, publicada recientemente (10 de enero de 2013) con la que he disfrutado mucho (por su calidad literaria) y lo he pasado fatal (por su trama). Porque de eso se trata ¿no?. Pero también quiero hacerlo como homenaje al autor, porque esta novela ha debido costarle sangre, sudor y lágrimas, ya que comenzó a escribirla en 2010, tras publicar La dama y el recuerdo bajo el pseudónimo de Silver Kane. La terminó a finales de ese mismo año y dejó pasar las navidades para emprender la fase de corrección al concluir estas. Pero en enero de 2011 sufrió un ictus que le mantuvo hospitalizado durante cuatro meses a los que habría de añadir el período de recuperación. Aún así, con mucho esfuerzo por su parte, lo ha conseguido y hoy podemos disfrutar de ella entre las manos.

    EL AUTOR:

    Francisco González Ledesma (Barcelona, 1927) Su afición por la literatura le viene desde muy joven y con tan sólo veintiún años recibió el Premio Internacional de Novela, patrocinado por José Janés con su novela Sombras viejas, que fue censurada por el anterior régimen y no llegó a ser publicada. Con veintitrés años se licenció en Derecho y empezó a trabajar como asesor jurídico en la Editorial Bruguera, labor que compaginaría con su afición por la escritura. Más tarde empezaría a trabajar en El Correo Catalán y de ahí pasaría a hacerlo en La Vanguardia, donde llegó a convertirte en redactor jefe.

    En 1984 ganó el Premio Planeta, con su novela Crónica sentimental en rojo, siendo su protagonista el policía Méndez, origen de una serie de éxito a nivel internacional, a la que seguirían las siguientes novelas:

    - El expediente Barcelona, 
    - Las calles de nuestros padres, 
    La dama de Cachemira, 
    Historia de Dios en una esquina, 
    El pecado o algo parecido (Premio Dashiell Hammett 2003), 
    Cinco mujeres y media y 
    Una novela de barrio (Premio RBA 2007).

    A lo largo de su dilatada carrera literaria, ha conseguido muchos premios. En 2005 se le otorgó el Premio Pepe Carvalho, mediante el cual se le reconoció su trayectoria como autor de novela negra. También fue Premio Ciudad de Barcelona de Cine y Premio Roda Ventura del Colegio de Abogados.

    ARGUMENTO:

    La acción se sitúa en la Barcelona de 2011, cuando una joven huye angustiada y desorientada, intentando mezclarse con la masa humana que pasea indiferente por las Ramblas de la ciudad condal, camino del Raval, porque un hombre la persigue a cierta distancia con aciagas intenciones. Y cuando cree haberse librado él, se resguarda en un edificio, parcialmente tapiado pues está a punto de ser derribado. Pero todo es inútil. Tras cruzar el umbral del portal, sube las escaleras hasta dar con la única vivienda en la que la luz está encendida. Aporrea la puerta y cuando otra joven la abre, el cuerpo sin vida de la que esperaba auxilio se le viene encima. La escalera está a oscuras y percibe el peligro. Segundos después alguien enciende la luz de la escalera y descubre la figura de un hombre mientras intenta zafarse del cadáver, pero él es más rápido y le clava un cuchillo en la espalda.

    Pero la acción también nos traslada a otro lugar: una casa de lujo, lo suficientemente aislada para que una organización de trata de blancas pase inadvertida de forma provisional. Allí una joven, prácticamente una niña, va a ser forzada por uno de los miembros de la organización, el responsable de la reconstrucción psicológica de la ha de convertirse en esclava sexual. Pero contra todo pronóstico, la chica se defiende; previamente se introdujo un punzón en la vagina y el hombre acaba muriendo al intentar violarla, al clavárselo en el pene. Cuando otro de los malhechores acude en su ayuda, es asesinado con un disparo en la nuca… y la chica huye.

    IMPRESIONES:

    En octubre de 2009, al cumplirse el vigésimo quinto aniversario de la publicación de Crónica sentimental en rojo, novela en la que aparecía por primera vez el inspector Méndez y con la que ganaría el Premio Planeta, el autor comentó que posiblemente, al policía sólo le quedase un último caso y, por lo que me ha parecido intuir tras terminar la novela, es que así va a ser. También explicó en esa ocasión que nos encontraríamos ante un Méndez mucho más sentimental, algo que es más que evidente a lo largo del relato.

    La trama gira en torno a la trata de blancas internacional, que ha encontrado su acomodo en la capital catalana. Es algo que supera al inspector, más habituado a la que antaño se practicaba y ejercida por mujeres por las que él se preocupaba y a las que llegadas al ocaso de vida, sigue tratando y cuidando, en función de sus posibilidades. Los tiempos han cambiado y parece que arrasan con todo. ¿Lo bueno? Pues a pesar de todo lo sórdido, que las víctimas acaban vengándose de sus verdugos. En ese sentido, la participación de Ricardo Méndez es vital, pues será su modo de proceder el que más allá de dirimir y atar los cabos sueltos,

    Y es que Méndez, el protagonista absoluto de esta historia, no es un policía al uso. Ni siquiera es un policía de otro tiempo, es atemporal, por mucho que él especule continuamente sobre lo que han cambiado los valores de un tiempo a esta parte. Y único. Del mismo modo que es capaz de visitar cada dos meses la tumba del primer hombre al que mató y pagar el alquiler del nicho que le aloja, atiende los perros de otro delincuente al que él mismo había detenido. Porque los perros no deben culpa de las acciones de su dueño. Y aunque sus métodos no sean los más ortodoxos, sus resultados son sinónimo de justicia, como poco, poética.

    Y si hay algo que me ha encantado es el planteamiento primigenio de la trama. Es decir, encontrarme a ese inspector Méndez relegado y ninguneado no sólo por su jefe, sino por sus propios compañeros. Estamos tan acostumbrados a que en este tipo de novelas los policías sean siempre las estrellas, todos ellos dotados de una mente privilegiada (por no hablar de cuerpos fornidos y demás), que encontrarnos con un “héroe” de estas características nos produce incluso ternura. Por eso, cuando se produce el doble asesinato, el inspector acude al lugar de los hechos por encontrarse en el turno de guardia. Pero una vez que su jefe es sabedor de quienes son las víctimas, no duda en apartarle del caso, conociéndole como le conoce y sabiendo de su intolerancia hacia determinados delincuentes. Y le deja a su aire y es así como emprende una investigación paralela, pues es el primero que enseguida tiene clara la envergadura de este crimen, que es sólo la punta del iceberg de lo que queda por resolver.

    Con respecto al resto de personajes, me ha llamado la atención el que junto al policía, dos mujeres emergen como coprotagonistas: por un lado tendríamos a Eva Ostrova, la muchacha que consiguió escapar de la mansión en la que la tenían secuestrada matando a su violador. Una máquina de matar, pero que ha llegado a tal consideración en base a las situaciones que ha vivido prácticamente desde la cuna; por otro, tendríamos a Mónica Arrabal, una viuda todavía joven y heredera de una gran fortuna, que tiene como principal actividad la de proteger y ayudar a los desarropados de la sociedad. El nexo entre ambas es la Patri, una antigua prostituta, amiga de Méndez que ha recogido a Ostrova de la calle, adoptándola prácticamente a la que regularmente ayuda Mónica Arrabal. Los principios religiosos de la viuda le plantean un dilema cuando es consciente de la personalidad de la joven y será Méndez, quien en seguida verá por donde van los tiros quien se lo resuelva. Y digo que me ha llamado la atención porque del mismo modo que conocemos con mucho detalle como son estos personajes (incluida la Patri), el resto de personajes (al menos los representantes de la trama mafiosa), apenas son reconocibles, pues pasan sin pena ni gloria a través de las páginas. No hay grandes concesiones a la hora de perfilarlos.

    Y es curioso, porque González Ledesma describe con un oficio brillante. Y por ello, si hay otra protagonista de excepción en esta novela, no puede ser otra que Barcelona, la ciudad donde transcurre la acción. No es un simple escenario. Méndez nos ofrece una panorámica rica en detalles de esta ciudad en cambio constante, en profunda evolución. Nos pasea por la Barcelona más popular, la cara B del modernismo y lo mundano, pero igualmente fascinante. Es una ciudad devastada por un mercantilismo implacable y en el Raval nos encontramos con una ciudad en crisis, no sólo en el aspecto económico, sino en cuanto a valores. Y el policía, acostumbrado a vagar por sus calles como un lobo estepario, analiza su pasado y su presente, con ciertas dosis de amargura.

    Para concluir, tengo que advertir que en la novela hay violencia a raudales, aunque a estas alturas puede que esté de más decirlo, pero es que anda sobrada de ella: se nos muestra con indudable destreza narrativa la miseria moral y el ambiente adulterado que parece impregnarlo todo, pero también destaca la honda crítica social, en ocasiones con un punto algo soez y escatológico y en otras con ciertas dosis de ironía y sarcasmo.

    ENLACES DE INTERÉS:

    Puedes leer un fragmento del libro en este enlace.

    CONCLUSIONES:
    Peores maneras de morir es novela negra al cien por cien. Y de la buena. Dicen que la venganza se sirve en plato frío y esta historia es un ejemplo de ello. La novedad es que aquí son las víctimas quienes llevan a cabo su particular vendetta. Precisamente, aquellas mujeres que llegaron a la ciudad en pos de un sueño, buscando un mundo mejor, se encontraron con el infierno, convertidas de la noche a la mañana en trabajadoras del sexo porque una partida de indeseables sin escrúpulos así lo decidieron. Y Méndez lo tiene claro y sabe bien a quien proteger.

    Kayena. Negro sobre blanco, 1 de febrero de 2013