16 de des. 2006

Méndez

El viejo inspector Méndez, hijo de la pluma de Francisco González Ledesma, policía de barrios bajos «donde todos los olores son saludables y conocidos (las tabernas huelen a fritanga de tiburón jubilado, las peluquerías a colonia de garrafa y las cloacas a un aroma fino: a pedo de alcalde)», deambula de nuevo por las calles de Barcelona, a través de las páginas de esta nueva entrega, que su autor nos acaba de brindar a los amantes del género negro en forma de veintidós cuentos. Méndez en estado puro, sin tapujos.
La dilatada biografía de Francisco González Ledesma, autor prolífico, sería digna de figurar entre la de algunos de sus inolvidables personajes: abogado prestigioso que abandona el ejercicio de su provechosa profesión por la quimera de la escritura profesional y el periodismo; Premio Internacional de Novela, enfrentado a la censura franquista que le obligará a esperar a la llegada de la Democracia para ver publicada su obra; mientras, bajo el seudónimo de Silver Kane, escribe cientos de novelas del Oeste para la editorial Bruguera; redactor jefe de La Vanguardia; ganador del Premio Planeta en 1984 con Crónica Sentimental en Rojo, tuvo que comprar las invitaciones para la cena de entrega del galardón, según confesó en una entrevista realizada por Sánchez Dragó, ya que al parecer nadie daba un duro por él; Premio Dashiell Hammett en 2003; y Premio Pepe Carvalho en 2005. Ha publicado sus memorias con el título Las historias de mis calles.
En suma, una vida asombrosa, al igual que sus relatos, que desde aquí recomiendo con fervor.

Jacaranda, 16 de diciembre de 2006

5 de des. 2006

Francisco González Ledesma: Méndez

Francisco Ortiz

Apuesta la editorial Almuzara por un escritor que se merece mayor reconocimiento crítico, pero ya se sabe que en España los críticos están muy ocupados en leer lo que hay que leer. Almuzara tiene una colección de novela negra, "Tapa negra", que ha publicado a pocos autores por el momento y que evidencia un gran error: la falta de apuesta por jóvenes escritores de novela negra. Que publiquen este libro de González Ledesma es una buena noticia, ya que las novelas en catálogo no son realmente muy destacables y hay caídas graves como "Muerte de una heroína roja", de Qiu Xiaolong, en lo que parece una decisión escapista y poco comprometida con el aquí y ahora de los narradores españoles y su presente, con una visión crítica de nuestra realidad que esta editorial obvia claramente. Que aparezca, pues, este libro de Ledesma es una gran noticia, porque el creador del inspector Méndez es de los que, con ironía y sagacidad, cuenta historias de una manera absolutamente personal y con un humor que le arranca sonoras y curativas carcajadas al lector. La vida de los viejos barrios, los viejos delincuentes barceloneses está aquí expuesta con una mirada nostálgica y sabia, apta como pocas para la anécdota y el pequeño cuento, ese que luego puede repetirse en voz alta a un oyente que con toda seguridad sonreirá mientras presta atención. Pero no hay aquí escapismo, fácil burla, sino un humor maduro, compartible, rebosante de vitalidad y necesaria crítica: "La callecita, o mejor el paisaje urbano, aún estaba allí, con sus árboles melancólicos y sus casitas llenas de olvido, sin que ningún alcalde vestido de gala las señalase para derruirlas." Con una prosa creativa, verdaderemante literaria y creadora de ecos: "Méndez tuvo que desviar la mirada. Era como si el tiempo estuviera allí, hecho luz antigua, cristal empañado, tirador de una puerta rota, mano de muerto todavía pegada a la mesa." El veterano Ledesma - al que algunos consideran el abuelo de la novela negra española, definición que pondrá una risa en su cara de hombre noble e íntegro - es uno de esos escritores que repasan la historia de su tiempo - y del nuestro - y perdurará. No lo dejéis para más tarde. Leedlo ahora, en el momento.

Novela Negra y Cine Negro
, 5 de diciembre de 2006

12 de nov. 2006

Francisco González Ledesma

Gabriel Ruiz-Ortega

Francisco González Ledesma es un escritor a quien vengo tazando desde hace ya muy buen tiempo. La primera vez que supe de él fue a través de una semblanza que el artista integral Alejandro Jodorowsky hiciera de este escritor, a quien calificó como un Fénix de los ingenios o un Cervantes del siglo XX. Y como era de esperar, me pareció una declaración bastante exagerada, pero a medida que escuchaba las palabras de Jodorowsky me di cuenta que estas no enmarcaban la admiración por un gran escritor –que lo es-, sino que estas trataban de rendir tributo a un héroe, porque eso es lo que González Ledesma es para Jodorowski.
Tiempo después, escuchando a otros escritores españoles, estos también expresaban lo mismo, aunque con cierta moderación y fue a través de los labios de uno de ellos –a lo mejor pude haberlo escuchado también de los labios de Jodorowsky- que escuché de Silver Kane.
En plena época del franquismo la editorial Bruguera publicaba novelitas que tenían como tópico a las novelas de aventura, las del medio oeste en especial, la idea era que sean consumidas por un gran público, simplemente eso; estas, por lo general, no tenían ningún valor estético; sin embargo, una vez, el editor Bruguera, le pidió al joven González Ledesma que escribiera una novelita de ese corte pero con la condición de que lo haga bajo un seudónimo ya que si él publicaba con su nombre nadie se lo iba a creer –aunque en el fondo era un barajo-, y como en ese entonces GL escribía guiones de cómics, él tenía un personaje creado que obedecía al nombre de Silver Roy –el nombre-, y como también admiraba a un dibujante de nombre Michael Caniff –el apellido-; pues bien, GL no se hizo problemas, de la fusión de estos nació Silver Kane, el seudónimo con el que GL se afianza en el imaginario de una legión de españoles y cuya leyenda seguirá a su autor hasta el fin de sus días.
Silver Kane o GL escribía una novela por semana, no exagero, es verdad, e hizo esto durante cuatro años seguidos en los que este joven escritor tenía que luchar contra la pobreza quitándole horas al sueño, ya sea para escribir sus aventuras o para informarse de todo lo que podía del medio oeste. Si seguimos esta progresión de escritura llegaremos a la conclusión de que Bruguera llegó a publicar más de cuatrocientas novelas.
Uno pensará que por este ritmo vertiginoso de escritura se haya descuidado la calidad literaria, pero no es así, pese a la agilidad con la que eran tratados los argumentos estos exhibían un cuidado del lenguaje muy emparentado por una clase de realismo sucio que exudaba un lirismo cargado de violencia y cinismo.
Como es lógico, GL escribía estas novelas para sobrevivir, pero esto no le bastaba, trabajaba y estudiaba durante el día, y en pleno silencio de las madrugadas escribía lo de Kane y empezaba también a forjar los proyectos de novela más serios. Pero yo me pregunto qué es lo que en el fondo lo llevó a escribir bajo un seudónimo, y a esto tengo que sumar que en 1948 ganó el Premio Internacional de Novela, fundado por el editor José Janés, con Sombras viejas, cuyo jurado estuvo integrado por Somerset Maugham y Walter Starkie, pero la puta censura franquista impidió que esta novela se publicara, y creo que es eso, la puta censura, lo que lo impeló a escribir y publicar bajo un seudónimo; lo mismo que con la novela galardonada pasó con su novela Los Napoleones, la que sería publicada en 1977 tras el retorno de la democracia.
En 1983 aparece Expediente Barcelona, en la que aparece por primera vez el inspector Ricardo Méndez, el que tendría un protagonismo clave en su estupenda novela Crónica sentimental en rojo, que ganó el Premio Planeta en 1984. Es precisamente esta novela la que he vuelto a releer en estos últimos días -en los que esta vez sí me sobra tiempo para leer y escribir-. La novela tiene como escenario a Barcelona –toda la obra de este autor la tiene-, y entre los callejones de los bajos fondos de esta ciudad se mueve el inspector Ricardo Méndez, quien se ve envuelto entre el romance de una joven que hereda una fortuna y un ex boxeador, y en el que no pocos pugnan por quedarse con una buena tajada del dinero que está en juego.
Pero lo que más pesa es la atmósfera premunida de nostalgia que exuda en cada página, los diálogos muy bien construidos, la trama que en ningún momento cae, en otras palabras, te mantiene enganchado –a lo mejor este gusto se deba a que siempre me han gustado las novelas policiales y tenga una debilidad genética por esta clase de literatura-, y no paras hasta devorártela. Lo que me ha sucedido pocas veces me pasa con esta novela: en el proceso de la lectura en no contadas ocasiones levanté la cabeza, como una muestra de choque imperecedero que refulge como un estallido en mi mente.
Por desgracia, los libros de GL no pueden encontrarse en Lima, pero si alguien se anima a leer cualquiera de sus libros, les aseguro que no se van a arrepentir, a lo mejor lo disfruten aún más que yo.

La Fortaleza de la Soledad
, 12 de noviembre de 2006

7 de nov. 2006

Rescatar de la memoria

Àlex Martín Escribà

Título: Expediente Barcelona
Autor: Francisco González Ledesma
Editorial: La factoría de ideas
Páginas: 320
Precio: 18’95 euros
Reedición: 2006
Primera edición: 1983


En una ocasión Francisco González Ledesma decía: «Barcelona es mi madre, pero también mi hija, porque la veo cambiar cada día». Para todos aquellos que están conociendo a este escritor y periodista deben saber que esa Barcelona de González Ledesma (ganador en 1984 del Premio Planeta con Crónica sentimental en rojo) se inaugura precisamente con Expediente Barcelona, una novela que fue censurada durante el franquismo y publicada -inicialmente- por la prestigiosa editorial francesa Gallimard.
Expediente Barcelona nos sitúa la acción en el despacho de un abogado cualquiera donde debe investigar unas comprometedoras pruebas de paternidad que implican a Ramón Masnou un hombre muy influyente de la burguesía catalana-que está vinculado con peligrosos altos cargos revolucionarios y conspiradores. Detrás de todo ello, se esconden digresiones narrativas, personajes pintorescos y situaciones bien insólitas.
Con su reedición, asistimos no sólo a la presentación de una sociedad urbana en un momento determinado, sino también la sufrida posguerra hasta el período de la transición con los fuertes contratiempos que sufrió la ciudad y sus habitantes.
A medida que avanzan los acontecimientos, González Ledesma nos va mostrando progresivamente la visión de una ciudad desencantada ante su entorno y ante los cambios que va padeciendo.
Toda esta denuncia le sirve además de antesala para presentar-eso sí, de manera secundaria- a Ricardo Méndez, un inspector de unos sesenta años, desencantado, descreído y solitario como la misma sociedad que le rodea. Méndez fue creado -tal como lo definió el mismo autor- como collage de entre cuatro policías con los que el autor tuvo trato, uno de ellos particularmente especial, ya que fue guardaespaldas del general Pérez Viñeta. Este inspector se caracteriza por tener aquella mirada reflexiva de todo lo que le sucede a su alrededor y que a su vez no es nada más que la pérdida de identidad de su ciudad.


La Barcelona de la transición

Por ello, recomiendo a los lectores que la compren y la lean con detenimiento no solo porque en ella encontrarán –durante sus más de trescientas páginas– una crónica de la Barcelona de la transición sino también porque Expediente Barcelona supone el inicio de una saga de un personaje que con toda seguridad aún dará mucho que hablar en los próximos años.

Diari de Tarragona, 7 de novembre de 2006

20 de jul. 2006

Francisco González Ledesma



Catalunya Ràdio, 20 de juliol de 2006

5 de jul. 2006

124 pàgines

A l’Espanya franquista, alguns periodistes llibertaris i, en general, els periodistes que eren contraris al règim, van haver de dedicar-se a escriure novel·les d’aventures per tal de guanyar-se la vida. Sota la mirada de la censura, aquests autors van haver de signar les seves obres amb pseudònims.

Aquest va ser el cas d’Eduardo de Guzmán i Francisco González Ledesma, dos periodistes que van escriure novel·les de l’oest, policíaques i d’aventures fins que la dictadura va finalitzar. Eduardo de Guzmán signava sota el noms d’“Edward Goodman” o “Eddie Thorny”. Fco. González es va convertir en “Silver Kane”.

En un moment en què va ser impossible parlar de franc, les novel·les d’aventures i de l’oest van esdevenir una forma de criticar la societat que els envoltava i d’imaginar-ne una de millor.

Contacte amb l’autor:
mondejar_2000@yahoo.com

Un documental d'Eduardo Laplaza





Us proposem aquests enllaços

WEBS
Biografia de
Francisco González Ledesma

ARTICLES
Dossier de premsa sobre González Ledesma fet per la biblioteca La Bòbila
Textos sobre la República Eduardo de Guzmán
El pseudònim i la censura a la narrativa de l’oest. Carmen Camus Universitat de Cantàbria.
Fundació d’Estudis Llibertaris Anselmo Lorenzo.
Bibliografia d’Eddie Thorny
Diario SigloXXI. “Silver Kane un mercenario del hambre”
El País. “Silver Kane, un nombre para tiempos difíciles

TVE, La 2, "Gran Angular", 5 de juliol de 2006

7 de juny 2006

Una vida explicada

Òscar Montferrer

Ha de ser intensament satisfactori mirar enrere i adonar-se que s'ha viscut, estar a punt de morir i pensar: "Potser no he fet tot el que he volgut, però no ha estat gens malament". Mirar enrere, a vegades, és una activitat productiva que s'enriqueix si és comparteixen els resultats: aquesta és una de les gràcies dels llibres de memòries sucosos, perquè dels trampolins cap a la santedat no se'n treu res, tret de l'avorriment.
Francisco González Ledesma ha posat dit a la tecla per explicar què veu quan mira enrere: el resultat d'aquesta evocació és Historia de mis calles, un relat en què els elements d'interès -que n'hi ha, perquè l'autor sí que ha estat el guionista de la seva vida- es presenten amb enfocaments i intensitats diferents, la qual cosa permet endevinar unes qualitats humanes que el to general de la redacció, lleument distant, no aconsegueix d'emmascarar.
Quan González Ledesma, a qui també es va conèixer com a Silver Kane en una de les moltes èpoques de la seva vida, fa la crònica de la seva feina com a periodista, fa passar a la primera línia narrativa l'anècdota i la constatació de fets: és una mirada nostàlgica que els col·legues que han conegut la manera de fer periodisme que ara ja no existeix compartiran íntimament -té raó quan assenyala la funcionarialització de la professió- i que el lector general pot trobar simpàtica perquè els problemes de l'autor són els d'una persona que, com gairebé tothom, lluitat per trobar els seus llocs: feina, família, amistats, coneixements...
Ara bé, el més intens, el més engrescador, el més interessant, el més entendridor -i fins i tot el que fa justícia plena al gènere en què s'enquadra el llibre- es troba en els passatges en què es recorda una infantesa marcada per la Guerra Civil i per les seves conseqüències, que van ser nefastes per a tothom que no tenia manera de pagar-se una supervivència mínimament còmoda: és a dir, per al gruix de la població.
En aquest tram de l'evocació, González Ledesma universalitza amb destresa i convicció el fet de la infantesa, el de la innocència, el de l'aprenentatge dels mecanismes socials... Sòlid i, a la vegada, engrescador, el relat que l'autor fa de la seva infantesa és d'aquells que creen afició perquè en les seves paraules es percep la veritat viscuda. I un cop es coneix el nen, es fa molt difícil no acompanyar-lo la resta del camí.


Avui, 7 de juny de 2006

6 de maig 2006

Vida de un hombre cabal

Las memorias de Francisco González Ledesma confirman su eterna fidelidad a sus ideas. Dividida en cuatro apartados, el creador de Zane Grey, bajo el seudónimo de Silver Kane, recuerda su dura infancia, entresijos editoriales y su reinvención en la literatura y el periodismo.

Jordi Puntí

En las primeras páginas de sus Memorias íntimas, Georges Simenon notifica cuál va a ser el lema que imperará en la narración de sus recuerdos: "Comprender y no juzgar". Sea por pura casualidad o por alguna especie de empatía literaria, algo parecido ocurre en los párrafos iniciales de Historia de mis calles, las memorias de Francisco González Ledesma (Barcelona, 1927). "Cada uno tiene los recuerdos que le corresponden, y que sin duda merece", escribe el novelista barcelonés, y continúa: "Juzguen ustedes, y a partir de aquí sigan leyendo o no".
Estructurada en breves capítulos, esta Historia de mis calles enfoca cuatro etapas de la vida de su autor. González Ledesma nació en el Poble Sec, barrio obrero al pie de la montaña de Montjuïc, arrasado por las miserias de la Guerra Civil y la primera posguerra. Hijo de una familia de inmigrantes, su infancia define esta primera etapa. En sus recuerdos descubrimos a un niño de la calle, avispado y a la vez ingenuo, que juega mientras caen las bombas y ayuda a su familia a luchar contra la hambruna. La Barcelona proletaria, devastada, se dibuja en esas páginas con una viveza tremenda. Especialmente conmovedora, por ejemplo, es la escena en que el autor y su hermano aprovechan los bombardeos para colarse en un restaurante de postín, el Gran Café Condal, y llevarse la comida que han dejado los clientes al huir despavoridos. La segunda etapa, menos detallada, relata el primer franquismo en la universidad, donde estudió Derecho gracias a la ayuda de unos tíos afectos al régimen. Se ensalza en este punto la amistad con Joan Reventós o Alberto Oliart, entre otros, y se habla también de su paso por el Ejército. Los primeros devaneos literarios de González Ledesma coincidieron más o menos con su entrada en la editorial Bruguera. Es una etapa agridulce, pues allí conoció a su esposa e hizo innombrables amigos, pero también quemó en la casa horas de sueño y remordimientos. La imagen que reconstruye del pequeño imperio creado por Francisco Bruguera tiene esos grises deprimidos de la época. El trato casi esclavo que recibían los dibujantes y guionistas de la editorial, o la larga etapa como autor de las novelas del Oeste de Zane Grey -escribió alrededor de seiscientas, a cinco por semana, bajo el seudónimo de Silver Kane-, contrastan con su posterior trabajo como abogado de la empresa, al servicio de los jefes. La descripción del "ambiente moral" vivido es sobrecogedor.
En 1963, González Ledesma tomó la decisión de abandonar un trabajo tiránico y un sueldo astronómico para dedicarse al periodismo. Esta reinvención personal, escrupulosa, domina la última parte del libro. El aprendizaje del oficio y sus primeros éxitos literarios -especialmente con las novelas del comisario Méndez y el Premio Planeta- comparten páginas con su paso por el Correo Catalán y La Vanguardia, donde trabajó durante 19 años. Se traza el mapa de influencias de la prensa barcelonesa durante el final del franquismo y la transición (atención, por ejemplo, a las páginas dedicadas a Jordi Pujol y el caso Banca Catalana). Los retratos de la gente que le rodeó, así como sus encuentros con gente importante, nos llevan hasta el fin del libro.
Francisco González Ledesma es un trozo de pan. Sus memorias fluyen bajo esta premisa: con una prosa sencilla y clara, que rehúye la vanidad, consigue en todo momento que el lector sea su cómplice. El libro, además, no se regocija en las batallitas y tiene la cantidad justa de puyas y elogios, de anécdotas suculentas y maldades sin veneno. El retrato resultante, en fin, es el de un hombre cabal, un sentimental que ha sabido vivir sin traicionar sus ideas.

El País
, 6 de mayo de 2006

1 de maig 2006

«En democracia, sobre todo en las democracias formales, hay que seguir siendo subversivo»

GENTE DE PALABRA FRANCISCO GONZÁLEZ LEDESMA, ESCRITOR

Álvaro Bermejo

- Tengo sobre la mesa una novela de hace medio siglo, que lleva por título Nueve muertos y medio. Aquellos difuntos, ¿tienen algo que ver con estas Cinco mujeres y media ?

- Me parece maravilloso que esa novelita que escribí en mi pobreza y muerto de sueño, sea leída después de cincuenta años. Pero aquél fue un título que nada tiene que ver con Cinco mujeres y media, que la he escrito muy a gusto, y sin nada de sueño.

- En otra de sus novelas revela el mayor error de su detective, Méndez: «Querer a las mujeres, no por lo que son, sino por lo que han sido». ¿Eso es lo que le salva o lo que le pierde?

- Méndez es un sentimental con las mujeres que no ha tenido -todas- y siempre ve en ellas las virtudes que tuvieron, aunque las hayan perdido. A su modo, yo siempre recuerdo las virtudes antiguas en mujeres que tampoco tengo.

- Así como los ya míticos binomios Chandler/Marlowe, Maigret/Simenon o Montalbán/Carvalho, ¿hasta qué punto es usted una traspolación de su personaje?

- Nos parecemos en nuestro amor a la noche y en la creencia de que la piedad no es una palabra vacía. También en nuestro despiste y en no saber qué comemos, pese a que yo haya sido crítico gastronómico, sin que gracias a dios haya muerto nadie por mi culpa. Nos diferenciamos en que Méndez es más sarcástico y más solitario, y en que yo no podría ser poli. Me echarían en una semana.

-Ya al borde de la jubilación, Méndez sigue rebelándose a que la ley y la justicia hablen idiomas tan diferentes. Ir cumpliendo años, ¿es ir descumpliendo sueños?

- Es cierto aquello de que 'no hay barbaridad que no haya estado alguna vez apoyada por una ley', pero siempre hay que soñar con que la justicia triunfará. Sí, con la edad los sueños se desvanecen, pero hay que mantenerlos a toda costa, porque al menos te dan una cierta dignidad.

- Contra la 'literatura blanca', llena de formalismos y jerarquías culturales, el género negro, ¿supone una cierta rebelión?

- Toda literatura tiene algo de convencional pero la llamada novela negra viene directamente de las calles y plasma una crisis moral que la hace más auténtica y más rebelde, porque es más libre. En realidad, la novela negra es la novela social de hoy, porque se adentra en la realidad tal cual es.

- Sus novelas están saturadas de asesinos sin escrúpulos, pero también de constructores y banqueros putrefactos. ¿Invención literaria o reflejo del país tal y como usted lo ve?

- En toda novela de intriga debe haber criminales, como sucede en la vida real. Yo incluyo a esos otros delincuentes, hijos del capitalismo salvaje, que por lo general no van a la cárcel, sino todo lo contrario.

- «La dignidad del trabajo ha sido sustituida por la dignidad del subsidio, la dignidad de la izquierda por la dignidad de la ecología, la agitación universitaria por la agitación antiglobalización. Los obreros ya no piden la revolución, sino el confort». ¿Y después qué?

- Soy un hombre anticuado, soy aún un niño de los barrios pobres, donde los trabajadores veían que su trabajo les daba dignidad. Hoy no se suele ver la dignidad a través del trabajo. Lo que se pretende es librarse de él cuanto antes y llevar una vida de ocio y diversión. Hubo miles de obreros que murieron por creer, todos juntos, en un mundo mejor. Hoy se tiende a buscar, de forma individual, una jubilación mejor.

- «Si hubiese nacido en una barriada de las afueras de París no me hubiese convertido en el anarquista cerebral que soy» -escribió George Simenon-, «sino en un anarquista que arroja bombas y tal vez en un asesino». ¿Y usted?

- Yo también nací en una barriada bastante siniestra y creo que nunca me convertiría en un asesino ni manejaría bombas, aunque soy técnico en explosivos. A veces, cuando sientes rencor, hay que sustituirlo cuanto antes por la esperanza.

- El franquismo prohibió sus primeras novelas. Desde entonces, ¿sigue pensando que escribir, incluso en democracia, tiene un punto subversivo?

- Yo escribía con la ingenua pretensión de mejorar el mundo, y por tanto era subversivo. En democracia, sobre todo en las democracias formales, hay que seguir siendo subversivo. Con el conformismo no se mejora nada.

- En 1984 ganó el Planeta con su Crónica sentimental en rojo. ¿De qué color pintaría la España actual ?

- Puro gris.

- Su Barcelona, más que mejorada, parece desfigurada por la posmodernidad. ¿Tan incómoda la encuentra?

- Todas las grandes ciudades se van haciendo incómodas, indiferentes e inhumanas, Barcelona entre ellas. Por supuesto, ha mejorado mucho urbanísticamente y yo la quiero con pasión, sobre todo en sus viejos barrios -que aún conservan un alma-, pero los automóviles y los atascos van anulando todo lo demás.

- Méndez y usted, ¿tienen una opinión formada acerca del Estatut?

- Cataluña tiene personalidad e historia propias, por lo que debe tener un Estatut adecuado. Pero Méndez y yo pensamos que hay que realzar lo que nos une y no lo que nos separa.

- Cuando mira hacia el País Vasco, ¿ve una novela de Baroja, una escultura de Chillida, o tal vez un Guernica?

- Veo el País Vasco a través de Baroja, pero el espíritu del país se me escapa.

- Decía Celaya que la historia que sufrimos fue «una historia mal contada». ¿Cuál es el secreto para contarla bien?

- Sentirla como propia.

- Los nacionalismos periféricos, ¿son la derivación del viejo problema de la invertebración hispánica que ya diagnosticó Ortega en 1922?

- Ortega y Unamuno diagnosticaron muy bien nuestra España, que nunca ha sido una sola España, y eso hay que aceptarlo porque es bueno. Nos da más de un alma, y eso tiene un valor del que no es justo que se aproveche nadie.

- George Orwell se consideraba miembro de la izquierda disidente, muy distinta de la izquierda oficial. Usted, ¿se atrevería a posicionarse?

- Me temo que siempre perteneceré a esa izquierda disidente, porque cuando la izquierda se oficializa deja de serlo. Pero si Orwell no acabó bien, me temo que yo menos.

- De un tiempo a esta parte, todos los grandes premio literarios vienen con polémica. ¿Todo es un montaje ?

- Sólo puedo hablar de mi Planeta, y la verdad es que a mí Lara no me conocía de nada: ni siquiera me invitó a la cena de la concesión. Eran otros tiempos, claro.

- Entre el secreto y la traición, entre la ideología y los sentimientos. De estos cuatro sustantivos, ¿qué juego le obsesiona especialmente?

- Los sentimientos. Sin sentimientos no somos más que tubos digestivos -algunos pensantes.

- A sus 95 años Henri Cartier-Bresson, seguía pensando que «la vida sólo tiene sentido si camina hacia una utopía».

- Cartier-Bresson tenía razón. La utopía es la única medicina contra la vejez.

DE BUENA TINTA

Nació en Barcelona, en 1927. Fue redactor jefe de La Vanguardia y ganó el Planeta de 1984. Publicó novelas del Oeste como Silver Kane. Es un maestro del género negro que inició con la colección Servicio Secreto. Su personaje, el detective Méndez, ha merecido el premio Dashiell Hammet. Tras títulos como Los muertos vuelven de noche o Tiempo de venganza, acaba de publicar su autobiografía, Historia de mis calles.

DE VIVA VOZ

Me gusta una conversación inteligente con alguien que me enseñe algo.
Destesto la tiranía. Y en democracia puede haberla.
Me encanta una calle solitaria al atardecer.
Aborrezco la concepción de la vida como un cálculo de beneficios.
Me fascina la compañía de una mujer que sepa sentir emociones.
Me pierde mi ingenuidad
Me gana la sinceridad
Me pone una mujer que sepa mirar de frente
Me indisponen el trepa profesional y el patriota profesional.
Me indigna la política barata.
Me deja frío el deporte patriotero
Me calienta. Soy un perverso, me resisto a confesarlo.
Me confunden las guerras de religiones
Me aterra llegar a olvidar quién soy.
Me repele la crueldad gratuita.
Me seduce una canción de la niñez oída en soledad.


Diario Vasco
, 1 de mayo de 2006

Francisco González Ledesma: malos tiempos para la lírica

Ledesma debe gran parte de su popularidad al hecho de haber sido ganador del Premio Planeta por su novela Crónica sentimental en rojo (1984) y su carrera ha sido recientemente galardonada con el Premio Pepe Carvalho 2006. Ledesma, que se considera un idealista cargado de dudas, contempla la novela negra como una herramienta ejemplar para analizar nuestro tiempo, nuestra realidad social y para recordarnos cómo fueron las calles de nuestros padres.

David G. Panadero

Francisco González Ledesma nació en Barcelona en 1927 en el seno de una familia muy humilde. Más adelante tuvo que alternar sus estudios con diversos trabajos. De esta juventud llena de responsabilidades le ha quedado el regusto por los barrios bajos y la costumbre de escribir de noche, el único momento del día del que disponía.
Ledesma es abogado y periodista y empezó haciendo trabajo de calle en El Correo Catalán, donde no tardó en llegar a ser redactor jefe. Después ingresaría en La Vanguardia, desempeñando toda suerte de labores: desde acompañar al Rey hasta confeccionar páginas a altas horas de la madrugada.
Con sólo veintiún años ganó el Premio Internacional de Novela, instituido por el editor Josep Janés, con un jurado compuesto por celebridades como Somerset Maugham, pero su novela Sombras viejas no pudo ver la luz debido a la censura franquista.
La única manera que tuvo Ledesma de dar rienda suelta a su pasión por las letras fue escribiendo novelas de quiosco para Bruguera con el seudónimo de Silver Kane, aportando entre tres o cuatro al mes durante quince años hasta llegar a unas doscientas. Esta experiencia fue posible ya que el autor había trabajado previamente como guionista de cómic para la casa, escribiendo las hazañas del inspector Dan.
Llegada la Transición, en 1977, Ledesma vio publicada su novela Los Napoleones, una descripción de la burguesía catalana desde tiempos de la República hasta la década de los cincuenta.
En estos años, Ledesma decide desempolvar el colt para ofrecernos una visión personal, nostálgica y no exenta del humor de las calles que le vieron nacer.

El inspector Méndez, crepúsculo de los polis

Podemos considerar la obra de Ledesma como una literatura costumbrista, muy cercana a la tesis política, pese a que emplee los resortes y la estética del género policial. Lo satisfactorio de sus novelas proviene de una mirada reflexiva, que no complaciente, de las calles de Barcelona, albergando unos apuntes políticos muy alejados de simplismos y, en todo caso, invitando a una reflexión en la que es fácil caer en el desencanto, la añoranza por esa Barcelona que se deteriora en la memoria como la fotografía añeja, que va perdiendo perfiles.
En la era dorada de la novela negra española realmente supuso una provocación hacer protagonista de una saga de novelas a un policía, el inspector Méndez, un hombre de sesenta años desencantado y que hace gala de un humor socarrón. Casi podemos decir que se trata de un Ignatius Reilly uniformado, un hombre digno y honrado asesiado por la conjura de los necios. Méndez se forjó en la imaginación de Ledesma como collage entre cuatro policías con los que tuvo trato, uno de ellos guardaespaldas del general Pérez Viñeta.
La relación de Ledesma con el género policial nació con la novela Expediente Barcelona (Júcar, 1987), que quedó finalista en 1983 del premio Blasco Ibáñez. En ésta hace breves apariciones Méndez, que a partir de ese momento ganaría todo el protagonismo de sus novelas negras, como la posterior Las calles de nuestros padres (Júcar, 1989, recuperada por La Factoría de Ideas en 2005). El pistoletazo definitivo para el autor lo supuso ganar el premio Planeta con Crónica sentimental en rojo (1984), otra aventura del comisario, llevada al cine en 1986 por Francisco Rovira Veleta. También podemos seguir las andanzas del agente del orden en La dama de Cachemira (Planeta, 1986). Obsérvese que, pese a que enumeremos las obras cronológicamente desordenadas, las estamos mostrando en el orden en que fueron escritas. Después llegaría Historia de Dios en una esquina (1991) y El pecado o algo parecido (2002) entre otras.

Las calles de Barcelona

Expediente Barcelona comienza cuando al despacho de un abogado de cuarta acuden a solicitar unas comprometedoras pruebas de paternidad. Abierto el tarro de las esencias, pasearemos durante casi trescientas páginas por la Barcelona de los meublés, los antros, los cines de sesión doble, la pujante burguesía... Todo ello para destapar una trama quizás algo anecdótica, ya que la intención de Ledesma es recorrer la historia de la Ciudad Condal desde la sufrida posguerra hasta una Transición que ha sido asumida quizás con cierta ingenuidad. Entre estas páginas podremos saborear el sexismo de Henry Miller, cierto humor grotesco y, ante todo, una precisa recreación del ambiente de los barrios que vendría a suponer la réplica catalana a lo que Juan Madrid hizo por esos años con el Dos de Mayo y otros rincones de la capital. Según ha comentado Ledesma en una entrevista reciente a Sergi Pàmies "Siempre pensamos que aquello en lo que creemos es bueno y que no hay engaño en lo que defendemos. Luego comprobamos que las ideas quizás no se aplicaron como es debido, o que se corrompieron los que decían defenderlas, o que la gente no estaba dispuesta a hacer un sacrificio para conseguir llevarlas a cabo. Por eso me considero un idealista cargado de dudas".
La propia estructura de la novela favorece la existencia de toda suerte de digresiones y apuntes al margen; no faltan extensas epístolas que unos personajes se dedican a otros, o extensos diálogos sobre situaciones políticas de esos tiempos. Y siempre con un tema recurrente: el desencanto ante nuestro entorno y sus cambios.
La siguiente novela de Francisco González Ledesma que pudimos disfrutar fue Las calles de nuestros padres, la primera que protagoniza Méndez página tras página. En ésta, el autor sigue declarándonos sus sentimientos hacia Barcelona, entre la idealización y el retrato sórdido, creando un humorístico conjunto, una insólita poesía, con descripciones como la siguinete: "Ningún periodista honrado que sienta la pequeña emoción del diario recién impreso amará la mañana. Las sombras del puente de la Torrassa, que van entre dos luces a su destino fabril repetido hasta la muerte, los alientos fétidos del primer Metro, la hornada de empleados recién hecha en la plaza de Cataluña, el primer pedo de la santa esposa que se levanta a toda prisa merecerán su pena o su desprecio".
Si una palabra se repite a la hora de hablar de Ledesma, es la de nostálgico, y así se define el propio autor ante el entrevistador Sergi Pàmies: "Soy un nostálgico. Para mí, el pasado tiene mucha importancia porque lo he vivido, mientras que el presente es huidizo y el futuro una incógnita. O sea, que el pasado es lo único que tienes. En mi caso, es una nostalgia del Poble Sec y del Paralelo, los barrios de mi infancia, con gente muy humilde pero idealista. Comprendo que el ideal de vivir mejor no sea gran cosa pero aquella gente estaba dispuesta a hacer sacrificios para lograrlo. Y no se iban a cortar una carretera, sino que si tenían que hacer una barricada, la hacían. Entonces el boxeador tenía la cara marcada de verdad, el tío que cargaba cajas en el mercado cargaba treinta cajas de golpe, era una vida tan dura como auténtica".
Crónica sentimental en rojo viene a seguir la línea de las anteriores obras de Ledesma. El célebre Méndez va a buscar a la Modelo al boxeador Richard Arce, que le ayudará en el esclarecimiento de unos hechos confusos: ha aparecido el cadáver de Nuria Bassegoda, mujer de una familia pudiente, con el pecho cortado. Si esta novela ganó el Premio Planeta en 1984 se debe a su profundo calado cultural, a que, por medio de unos personajes canallas y grotescos, casi salidos del imaginario de Valle-Inclán, Ledesma estaba redescubriéndonos el carácter español en una época de confusiones ideológicas y cambios sociales.
La originalidad de Ledesma está fuera de toda duda: pocos literatos han sido capaces de mitificar a un personaje, Méndez, que desde la primera aparición ya resulta reaccionario y nostálgico de tiempos pasados, aunque tremendamente humano y hasta a veces compasivo, haciéndolo con el suficiente distanciamiento y humor como para que la cosa no moleste al respetable. Pero el lector atento apreciará cómo en la saga del personaje encontramos la evolución humana del policía, de la crueldad y despotismo de los años de la Transición a la bondad que otorga la madurez.
Incluso en Historia de Dios en una esquina (1991) veremos a Méndez enternecerse con los perros y hasta ser solidario con los delincuentes a los que apresa. La novela comienza con una historia de venganza. Un preso se fuga de la cárcel para acabar con el que ha matado a su hija. Y Méndez no podrá quedar indiferente ante la muerte de un ser inocente, por lo que tomará cartas en el asunto.
Pasarían años sin que supiéramos de este personaje, que no lee más que anuncios por palabras, hasta que llegó El pecado o algo parecido (2002), con la que se potencia la línea de humor escatológico y surreal, el tono esperpéntico y cañí y un costumbrismo con absoluto protagonismo de su personaje que nos hace pensar en un Simenon/Maigret de retrete. Cabe señalar que en esta obra se hace énfasis en el aspecto paródico del comisario.
En esta ocasión, en una prestigiosa casa de citas madrileña muere una muchacha de un disparo en el culo, pero su muerte no tarda en ser vengada (al asesino le introducen un taladro por el culo). Méndez se pone enseguida tras la pista del crimen con una proclama: "quien a culo mata, a culo muere".
Y pese a que Ledesma demuestra conocer al dedillo la sociedad actual y sus delincuentes, seguimos leyéndole con la misma predisposición de siempre, rememorando la época de los cafelitos cargados en cuenta, las fotos de nuestros abuelos y, por supuesto, el olor a pedo que inundaba los barrios humildes.

Novelas deportivas

Al igual que los viejos artesanos, que demostraban su taneto escribiendo por encargo y muy alejados de las ínfulas de autoría, Ledesma aporreó su máquina de escribir durante muchas noches hasta ganar el III Premio de Novela Deportiva con su obra 42 kilómetros de compasión (1986). Como esos artesanos, Ledesma tuvo la gran habilidad de cumplir un recado ajeno, aunque de manera habilidosa supo impregnar esta novela de todas sus inquietudes.
El resultado es una novela tremendamente ágil, estructurada en breves capítulos que siempre invitan a seguir leyendo, ante la recurrente pregunta de !qué pasará, qué pasará", con un argumento propio de cualquier pulp y un ritmo por momentos enfebrecido. Lo que justifica que 42 kilómetros de compasión ganase el Premio de Novela Deportiva es su exaltación del deporte como camino para la superación personal en todos los sentidos, de los puramente estéticos a los éticos y personales.
Cuando Mr. Grimbolt, millonario norteamericano retirado en Barcelona, decide ser mecenas de un escritor para que haga la biografía de una atleta norteamericana, se da el pistoletazo de salida. ¿Qué interés puede tener la vida de esta persona? ¿Por qué escribir sobre ella? Es un capricho de Grimbolt, ya que él la mató...
Con Cine Soledad (1993), el autor volvió a reincidir en el deporte, centrándose esta vez en el boxeo. En estas páginas encontraremos a un Ledesma en plena forma, que apela de manera inteligente a nuestros sentimientos a la vez que demuestra una tremenda habilidad para narrar combates y momentos de pura acción. Ya quisiera para sí el cineasta Scorsese alguna de estas peleas.
La novela narra la historia casi paralela de dos personas: el periodista Paco Mayoral y el púgil en decadencia Gabriel Miranda. Ambos viven en una lucha continua por la redención; quieren redimirse de su pobreza, no ya de la material sino de la miseria moral del barrio. Ansían una casi imposible superación personal en medio de una dura vida que no da lugar a segundas oportunidades. Mayoral trata de defenderse por medio de la palabra, y Miranda, con la fuerza de sus puños. Quizás en Paco Mayoral tengamos al perfecto álter ego de Ledesma. Según leemos en uno de los momentos más hermosos de la novela:
"--Mire, yo he pasado noches enteras escribiendo. Durante el día hacía cosas por encargo para vivir, pero esa vida de los días solamente me servía para una cosa: para poder trabajar por las noches. Entonces, mientras todo el mundo dormía, yo podía ver una Barcelona que su asesor no ha visto, una Barcelona cuyas calles tienen carácter y cuyos portales tienen voz. Yo he conocido historias de escalera, historias hechas de silencios y de resignaciones que son más verdad que todos los guateques que se han hecho en el Marbella Club. Yo sé que, a lo largo de la historia de este siglo, en cada calle de Barcelona, han muerto hombres, y todos han muerto por algo."

A modo de memorias

Tiempo de venganza (2004) y Cinco mujeres y medio (2005) son las últimas obras del autor por el momento. En la primera asistiremos una vez más a una trama escindida entre nuestro tiempo y los recuerdos, deseos y frustraciones de otro tiempo evocado, quizás fantaseado. Puede que la lectura de esta novela resulte en exceso taciturna y algo morosa, debido a la costumbre de Ledesma por observar y reflexionar en voz alta. Con todo, pese a que no estemos ante la novela modélica, sí que tenemos entre manos una obra tremendamente característica dentro de la prosa del autor, donde se dan cita una vez más todas sus constantes. Una poesía de las pequeñas cosas, una mirada melancólica hacia todo lo que nos rodea, una añoranza hacia momentos que no van a poder volver, todo ello envuelto con cierta socarronería. Cinco mujeres y media supone otro paseo por las calles de Barcelona por medio del cual Ledesma reivindica una vez más la dignidad de la mujer al hablar de las víctimas de los delitos sexuales, pero en esta ocasión centrándose en la propia agredida y las consecuencias del ataque.
Si sumamos a la aparición de estas dos nuevas aventuras de Méndez la publicación reciente de las memorias del propio Ledesma, que cuentan con el título de La historia de mis calles, o la obtención del Premio Pepe Carvalho 2006, veremos a un autor que, como los mejores vinos, gana con los años y adquiere cada vez mayor prestigio y popularidad.
Quizás a todos nos ha pasado algo similar en algún momento: motivados por el miedo a que el olvido devore a los seres queridos que van desapareciendo, escribimos sobre ellos, o al menos, si no llegamos a hacerlo, recordamos de manera insistente un sinfín de situaciones que nos sirvan de unión ilusoria con los ausentes, en una lucha entre la realidad y los deseos. Como han podido comprobar, Ledesma no sólo nos ha traído a todos esos personajes familiares; también nos ha acompañado en un paseo silencioso por sus calles, por sus barrios, por sus ciudades.

Prótesis: publicación consagrada al crimen, 4, mayo 2006

Entrevista a Francisco González Ledesma

En la tarde del domingo 12 de diciembre de 2004, nos reunimos en la librería barcelonesa Negra y Criminal a puerta cerrada para, de la mano de Ledesma, saber qué pasa por las calles de la ciudad. Àlex Vidal trató de captar el momento gracias a su cámara fotográfica, pero pese a su saber hacer apenas pudo retener en imágenes esa sensación de melancolía y divino fracaso tan cara a la Barcelona de los perdedores. Disfruten ahora de las palabras de Francisco González Ledesma en este retorno al pasado

Paco Camarasa y David G. Panadero

Para empezar remontémonos a tu debút ¿Cómo viviste el hecho de que "Sombras viejas" fuese premiada pero no publicada debido a la censura franquista?


Lo que pasó fue que entonces la censura franquista estaba en su apogeo, y pensaron que mi novela era de rojos y de pornógrafos. Tenían razón en que era una novela de rojos, ya que hablaba de los estudiantes de la república, los acontecimientos del 6 de octubre de Barcelona... y todo esto les pareció un pecado imperdonable. Lo de pornógrafo venía de que el protagonista, al final de la novela tocaba la pierna a su novia. Fui dos veces a Madrid a intentar salvar la novela pero me dijeron que mientras Franco viviese yo no publicaría y al final tuvieron razón.
Gracias a que la novela fuese premiada gané 10.000 pesetas, con las que sufragué los gastos de la enfermedad de mi madre; el premio también me dio esperanzas, que duraron poco, y tuve ocasión de cenar con Somerset Maugham en esta zona, en la Barceloneta.
Quizás si la novela se hubiese publicado y hubiese tenido éxito me habría vuelto un engreído. Lo mejor es que la vida te dé palizas que te van moldeando.

Tras esto, ¿qué tal te fue como escritor de novelas de a duro?

Antes de eso, a los diecinueve años, escribía los guiones de cómic del inspector Dan y con eso mantenía a mi familia. Por las mañanas estudiaba Derecho y por las tardes hacía estos guiones y sabiendo de mi gusto por la literatura, en Bruguera me propusieron escribir novelas de aventuras. Necesitaba dinero y acepté un contrato de seis meses que se acabaron prorrogando hasta unos diez años. La verdad es que no me disgustaba hacer esas novelas.

¿Alguna de tus novelas fue adaptada al cine?

Curiosamente Hitchcock se interesó por una de mis historias, que trataba acerca de dos casas gemelas. Había un asesinato en una de las dos casas pero nadie sabía distinguir en cuál de las dos casas había sucedido. El sindicato americano de guionistas complicó las cosas y Hitchcock tuvo que renunciar a esta historia.

A veces comentas con humildad que tu poca técnica novelística la adquiriste escribiendo novelas para Bruguera como Silver Kane.

Claro. Yo siempre digo que aquél fue un aprendizaje de perro. Yo era un chaval imaginativo pero sin experiencia y a veces tenía que escribir hasta dos novelas en una semana. Cuando tienes que escribir una cantidad de páginas, conduciendo al final feliz y sin perder la atención del lector, aprendes todos los trucos.

En una de tus novelas te centras en el trasplante de manos.

Si. Trataba de un pistolero que se ganaba la vida matando por causas justas para mantener a su hijo. Lo matan, y a modo de castigo ejemplar le cortan la mano, y un médico borracho de los que pasean por el Oeste decide ponerle la mano al niño. El chaval quería ser cura, pero esa mano injertada tiraba del revólver... Ésta fue la primera historia que escribí.

De los numerosos títulos de Silver Kane, ¿cuál nos dirías que es la mejor?

Hay una que me gusta mucho, El diablo en la ciudad, y otra, Tres soldados, sobre guerrilleros del sur en la Guerra Civil. Hay algunas que no me gustan, pero muchas me siguen pareciendo buenas.

Alejandro Jodorowsky dice que tú ayudaste a vivir a la gente durante el régimen franquista, aunque no aportases nada a la cultura.

En realidad estas novelas no trataban de aportar nada a la cultura, eran como una película de sábado por la tarde, para pasar el rato. Si algún valor tenían estas novelas desde un punto de vista cultural era que siempre eran un canto a la libertad, un canto a la independencia, a la dignidad de la mujer. En este sentido rompieron, y la censura me prohibió muchas, por ejemplo en las que salía una dama de saloon y se enamoraba del protagonista y defendía su derecho a enamorarse.

En 1983 ganas el Premio Blasco Ibáñez con tu novela Expediente Barcelona. ¿En qué momento te decantas por el género policial?

Fui finalista pero falleció el premiado, por tanto el Ayuntamiento de Valencia no me pagó la novela. No es que yo me dedicara al género negro. En Las calles de nuestros padres me empecé a interesar por la historia de las calles, de la gente, de Barcelona. A veces veo la silueta de una mujer en una ventana y empiezo a preguntarme qué pasado tendrá; me encantan las historias anónimas. Eso es lo que de verdad me interesa, y me di cuenta de que hay una manera directa de llegar a la calle y a la gente, que es la técnica de la novela negra. En una novela convencional resulta muy difícil hablar de un juez corrupto sin entrar a describir el procedimiento policial. La novela negra te permite hablar de presidiarios, de corruptos y da una serie de facilitades que no ofrece la novela convencional.

En 1984 tiene la gran suerte de ganar el Premio Planeta con Crónica sentimental en rojo. ¿Condicionó esto tu trayectoria posterior?

Como en todos los premios, éste funciona casi a encargo. En mi caso tenía que ser el ganador otra persona, pero gustó más mi novela. Conste que no me invitaron a la cena de Planeta. Esa tarde yo estaba trabajando en La Vanguardia y me llamaron del ABC porque les habían dicho que yo ganaba el Planeta. Entonces compré cinco invitaciones, para mis tres hijos, para mi mujer y para mí, y a cada uno nos tocó una mesa distinta.
Mucha gente piensa que con este premio ya está todo hecho y no es así; luego toca ir con la novela bajo el brazo, como los demás, y si no gusta te la tumban. Y además no conviene creérselo.

Pero te pudiste conceder algún lujo, ¿verdad?

Gané doce millones de los que Hacienda se llevó cuatro. Hice un viaje a China, que entonces era algo muy especial y me compré un BMW.

Además fuiste piloto de pruebas durante un tiempo.

Claro. Lo bonito del periodismo es que haces de todo, y lo mismo estuve de jefe de imprenta por la noche, confeccionando en plomo como se hacía entonces, que viajando con el Rey y hasta me dediqué a la prensa del motor. Te daban un bólido y lo tenías que probar.

Fue un momento de tu vida, debido al pluriempleo, te viste con la noche como último momento del día en el que escribir. ¿Sigues siendo noctánbulo?

Ahora me he aburguesado un poco, pero durante mucho tiempo fuí el típico periodista nocturno, ya que salía de la redacción a las tres de la madrugada. Me atracaron varias veces pero siempre llegaba a un acuerdo con los atracadores. Por ejemplo, si tenía dos mil pesetas, les daba mil y me quedaba yo las otras mil. En aquella época la Rambla de Cataluña estaba llena de travestis, que empezaban por pedirme un cigarro y acababan explicándome sus problemas, que se sentían mujeres... También hablaba con los policías de la noche, con los basureros... Llegaba de noche a casa y en lugar de dormir escribía. Ahora no me explico cómo pude hacerlo.

En Expediente Barcelona hay un momento mítico: cuando el comisario Méndez entra al cine de sesión continua para vengarse rompiendo los dedos a un pedófilo. Esta primera aparición de Méndez es muy episódica. Cuéntanos cómo nació la idea de convertir al personaje en centro de una saga entera.

Me pareció un buen personaje para mostrar la evolución de un policía. Empezó siendo un policía franquista, que con todo caía simpático, pues cuando detenía a un rojo luego le llevaba el periódico a la cárcel, le hacía recados, llevaba al colegio a sus hijos... Méndez era particularmente duro con la gente que cometía delitos sexuales. Podía llevar a una cafetería a un delincuente y decirle "no lo hagas más", pero no toleraba que abusaran de una niña, por eso rompe los dedos a ese personaje, cosa que antes era frecuente; muchos policías franquistas golpeaban los dedos con barra de metal a algunos detenidos. Con los años, Méndez se ha ido humanizando, y a la vez el concepto de la policía ha cambiado en España. Antes la gente no podía ver a los policías y ahora se ven con más respeto y menos hostilidad.

Lo más interesante de Méndez es que nace de la fusión de cuatro policías que conociste en esos años.

Sí, uno era un guardaespaldas, campeón de España de tiro. Una vez me lo encontré asustadísimo porque se había dejado la pistola en casa. Fijaos, qué guardaespaldas. Otro era habitual del barrio chino de Barcelona, que cada vez que hacía una detención mostraba la placa en bandeja. Siempre le daban un manotazo y la placa salía volando... Había un policía más que eludía la violencia; siempre llevaba piedrecitas en el bolsillo y una pistola detonadora. Cuando un delincuente perseguido le daba la espalda, disparaba al aire y le lanzaba una piedra a la espalda. El perseguido se venía abajo, gritando "¡Me has matado, cabrón!". Y el policía respondía "pues no sé con qué", y ya esposaba al delincuente. El cuarto, que me a inspiró a Méndez, era director de la escuela de policía de Madrid, y era muy mayor. En cierta ocasión estuvimos en un congreso sobre la mafia y éste no tenía habitación de hotel, así que le invité a dormir en mi habitación doble, que aún no había visto. Resulta que en lugar de disponer de dos camas solo había una de matrimonio. Ni él se fio de mí ni yo de él, así que nos metimos en la cama con pijama y estuvimos horas y horas hablando, y me habló de los servicios de esquina, las pequeñas miserias de la gente, detenciones injustas que había tenido que hacer... y de ahí vino la idea de hacer un policía muy humano, que era Méndez.

Pese a esos cambios, Méndez no ha dejado de beber Valdepeñas.

Hablando con Manolo Vázquez Montalbán comentábamos que su Carvalho sabía comer muy bien mientras que mi personaje no sabía comer, pero es que la gente de los barrios bajos de Barcelona no sabía comer. Si pedías calamares en el bar era mejor no preguntar la procedencia, y los vinos eran de 15 grados. Méndez era hombre de mal gusto comiendo, pero es lógico, ya que él vivía en la parte trasera de un bar, y la dueña daba muy mal de comer a Méndez. Manolo me decía siempre "a ver cuándo tu jodido Méndez aprende a comer".

Aparte del gusto por las calles de noche, ¿te han marcado algunos literatos de la novela negra? ¿Te has alimentado en alguna medida de las obras de otros?

Mi padre era mozo de almacén y nunca leía, pero un hermano suyo, mi tío, era periodista de sucesos en La Vanguardia antes de la Guerra Civil, y tenía montañas de libros. Leí todo, lo mismo Los misterios de París que El conde de Montecristo. Después, durante el franquismo lo único que podías leer que no estuviese contaminado era la literatura policiaca y alguna novela francesa que conseguí bajo mano.

El tema recurrente en tu obra es el contraste entre la Barcelona de los perdedores y la Barcelona de la democracia, y muestras nostalgia hacia un pasado que pudo ser hostil. ¿Qué cambios adviertes con el paso del tiempo?

Creo que no hay otra cosa que la nostalgia de mi propia juventud. Es así de sencillo. Mucha gente recuerda el srvicio militar, la guerra o cosas muy amargas porque entonces eran jóvenes, por eso yo recuerdo aquella Barcelona.
También he visto cómo la Barcelona terrible de los barrios bajos se ha transformado en una ciudad estupenda, y yo he retratado Barcelona sin grandes tapujos, tal como era. El barrio chino, que ahora ni se llama así, estaba antes lleno de obreros y viejos revolucionarios y ahora está lleno de inmigrantes, con lo cual apenas quedan obreros catalanes. El espíritu del barrio ha cambiado del todo, y yo siento nostalgia del viejo barrio, donde había muchísima gente que pensaba como yo. Había muchas mujeres en mi barrio que para dar de comer a sus hijos se iban por la tarde a otras zonas a prostituirse. Eran mujeres admirables ya que se sacrificaban por una vida que no habían merecido.
Todo esto crea una relación humana que se puede llamar nostalgia, pero en el fondo no lo es, ya que Barcelona ha ganado mucho y yo no quisiera que volviesen esos tiempos pero si tú mezclas juventud y sentimientos te sale la nostalgia.

¿Cómo consigues en tus novelas ese equilibrio entre la lírica y la escatología?

Creo que en mi obra la escatología es ocasional. En los barrios humildes de antaño la escatología era una forma de acercarse a la realidad. Respecto a la lírica, puede nacer de observar en un portal cómo un niño cuida de un perro, una mujer vieja que, intuimos, pudo ser bonita. Esta poesía es la que he encontrado sin buscarla.

¿Había quizás más lealtad entre maleantes que ahora?

Claro que sí. Por ejemplo, la relación del pueblo con las prostitutas iba más allá de la prostitución. En Casa de Emilia, que era una casa muy conocida, se organizaron certámenes de poesía y las propias prostitutas participaban. Había cierta hermandad, que no castidad.

¿Y qué tiene tu barrio, el Paralelo, que de allí han salido cuatro premios Planeta? Montalbán, Maruja Torres, Terenci Moix y tú.

Yo creo que la explicación empieza por la pobreza, que te hace ver la vida de otra manera menos conformista, y te fijas mucho más en los detalles y en la gente, das más valor a la bondad y vives más sensibilizado. De haber estado en la Diagonal, Terenci Moix quizás hubiera sido un maricón de lujo y yo, un abogado de mierda. Creo que no es casualidad, ya que hay una sensibilidad parecida entre los cuatro.

En tus novelas suelen aparecer los meublés ¿Has visto la película documental "La casita blanca" de Carles Balagué?

Claro que la he visto. Me parece una película muy realista y todo lo que explica sucedió. Incluso añadiría muchas cosas porque la Casita Blanca era una institución. Durante el franquismo el sexo era algo magníficado por ser prohibido. Ahora se habla de abusos sexuales, pero entonces no se hablaba. Simplemente se ejercía. Por eso digo que en los meublès se han hecho muchos pactos políticos, se han levantado y hundido bancos y allí se ha resuelto el porvenir de mucha gente. Además el meublè es una institución puramente barcelonesa.

En tu literatura abunda la narrativa testimonial, la epístola, el fragmento de diario personal, el apunte al margen... ¿Podemos hablar de una literatura de tesis?

Evidentemente. Cuando yo empleo la técnica de la literatura policiaca puedo llegar donde la novela convencional no llega. Sí son novelas de tesis aunque quizás no de denuncia. Retrato la sociedad tal como yo la veo sin ningún rodeo, e intento sostener una tesis que suele ser de izquierdas, elogiando la libertad del hombre y criticando a los grandes capitalistas, ya que como abogado he conocido a la gente más rica de España, y no es que no tengan virtudes, pero me preocupo más por el hombre que se ha de levantar a las seis de la mañana para ganarse el pan.

En tus novelas captas muy bien el ambiente de Barcelona, pero a veces da la sensación de que la trama llega a ser algo anecdótica.

Sí, porque lo que me interesa es el ambiente, y esto lo veo incluso como un defecto que estoy intentando corregir. Esto es muy común en gente de mi generación, que hemos llegado a la novela por medio de la realidad social y lo que nos marca es el ambiente vivido. También entiendo que la trama hay que cuidarla y es tan importante como la realidad social en la que transcurre, pero los autores de mi generación hemos estado más movidos por la realidad de la calle.

Alguna vez has dicho que los caballos son tus animales favoritos.

Soy gran amante de los animales. En épocas de hambre, siendo niño, había apadrinado un perro con mis amigos. No comíamos pero le llevábamos un trozo de pan. Y con caballos he vivido dos experiencias inolvidables; una de ellas con mi madre. Fue en el paseo de Colón. Venía la caballería mora y nosotros estábamos en medio de los caballos y lo que me sorprendió mucho es que intentaban no pisarnos. Desde entonces les tengo una simpatía tremenda. Luego llegué a ser oficial de caballería y un invierno, en la época de los maquis, yo estaba encargado de perseguirlos, pero no lo hice. Averiguaba dónde estaban y yo me iba por otro lado. Yo tenía un caballo maravilloso que una vez resbaló en el hielo y se abrió el vientre. Yo me caí de cabeza y perdí el conocimiento. El pobre animal estuvo quieto, echando sangre, hasta que me sacaron, y al notar que yo ya no corría ningún peligro se levantó y se echó a correr. Ese caballo vivió y yo iba a diario a llevarle pan y terrones de azúcar. Cuando me licencié no lo vi más. La mirada de un caballo o la mirada de un perro tiene una humanidad que no la tiene mucha gente.

¿Crees que tu literatura tiene puntos en común con la de Montalbán?

Hay muchos puntos en común, pues los dos hemos vivido la pobreza, los dos somos de izquierdas, hemos tenido vivencias similares, y sí, nuestras literaturas se parecen bastante. Ahora bien, a Carvalho le gusta vivir bien, pero Manolo y yo nos entendíamos con una mirada. Él decía una frase muy cierta: "la patria es la pared donde de niño has orinado".

Casi se te lee más en el extranjero que en españa.

En Estados Unidos tengo vendidas seis novelas que están pendientes de publicarse. La primera es La dama de Cachemira, y el editor está cuidando mucho la traducción. La vida allí es tan diferente que no sé hasta qué punto entenderán mis novelas. En Francia sí que soy plenamente aceptado. Hay una guía de turismo sobre Barcelona que empieza con un capítulo de una novela mía. En Italia se me ha entendido bastante bien aunque los editores italianos casi siempre me han estafado. Pero eso es asunto aparte.

¿Qué autores destacarías de la novela negra española?

Tengo que destacar sobre todo a Andreu Martín, aunque puedo pecar de injusto ya que es amigo mío. Me gustan muchísimo Jesús de los infiernos y Bellísimas personas. En cambio no me gustó tanto Prótesis, que es la más famosa. De Juan Madrid me gustan las novelas que no pertenecen a la saga de Toni Romano, como Días contados. Había otro que escribía sobre temas muy atrevidos y lo hacía muy bien: Carlos Pérez Merinero. Tocaba temas muy duros pero muy bien descritos. Y me gusta mucho la primera etapa de Vázquez Montalbán; de la segunda hay novelas que no parecen escritas por él, pues perdía espontaneidad y quizás algo de inspiración. El quinteto de Buenos Aires no me gustó, pero, de entre las primeras, La soledad del mánager me parece formidable.

Por último, ¿en qué anda metido ahora Méndez?

Méndez ha estado duarnte años rozando la edad de la jubilación y al fin lo han jubilado. Ahora va mucho por la taberna "Anticipada". El comisario no lo puede ni ver, pero cuando no sabe cómo resolver un caso le consulta a Méndez. Hay un caso de una mujer que se está muriendo y la única persona que la cuida es la mujer que más la odia en el mundo. Estaba escribiendo esta historia, llegué a la página 150, no me sentía contento y la dejé. Yo rompo muchas novelas pero esta la terminaré.

Prótesis
. publicación consagrada al crimen, 4, mayo de 2006

Alejandro Jodorowky nos habla de Silver Kane

En estas breves palabras, Frank G. Rubio tira de la madeja al entevistar al chileno Alejandro Jodorowsky. Hay una cuestión que dilucidar: ¿por qué motivos puede entusiasmar tanto a un autor del prestigio de Jodorowsky la literatura de quiosco de Silver Kane? Disfruten de esta conversación entre amigos.

Frank G. Rubio

¿Cómo, cuándo y dónde llegaron a tus manos las primeras novelas de Silver Kane?

Hace ya muchos años que paso mis vacaciones en la isla de Formentera. Ahí, en rincones discretos o en estanterías al borde de la calle, entre una gran ensalada de revistas de moda, vagetaban los Silver Kane, acompañados de otros autores como Clark Carrados o Marcial Lafuente. Los leí decidido a embrutecerme en mi paraíso de descanso físico y mental. Entre todos ellos, mediocres, se elevó como un asombroso descubrimiento el talento de Silver Kane.

Silver Kane ha cultivado los más diversos géneros: Oeste, policiaco, espionaje, ciencia-ficción... ¿En cuál de ellos te gusta más?

Sin la menor duda Silver Kane otorga su máximo en sus novelitas del Oeste.

Llevas pues años leyéndole y disfrutando con ello, ¿cuál dirías tú que es la principal razón de tu afición a su lectura?

Estas novelitas están muy bien escritas, entretienen a rabiar, son crueles, supermachistas, inteligentes, embebidas en un surrealista sentido del humor, siempre diferentes las unas de las otras. Es tan anarquista su contenido que me parece un milagro que Franco no haya mandado fusilar a Kane.

¿Eres aficionado a otros autores de literatura popular o tu relación con Kane es excepcional?

Es excepcional. Muy por debajo de él pero con buenas cualidades lo sigue Clark Carrados. El que odio por su vulgaridad es Marcial Lafuente. En mi adolescencia amé profundamente a Salgari, Dumas, Zane Grey, etc... pero Silver Kane es un caso único. Si me dan a elegir entre él y Cervantes, lo prefiero a él.

¿Ha influido algo Kane en alguna de tus producciones literarias, fílmicas o en tus cómics?

Sí, primero en uno de mis cómics, dibujado por Boucq, "Bouncer", un vaquero manco. A tal punto me he inspirado de Kane que uno de los personajes se llama Silver Kane. Acabo de escribir un libro que Siruela publicará en octubre del próximo año "Mu (Maestro y Maga)", que es un estudio serio sobre el budismo Zen. En la cabeza de cada capítulo pongo una frase extraída de las novelas de Silver Kane. Esas frases parecen llevar un mensaje iniciático.

¿Cómo describirías sintéticamente la obra de este autor?

Diría que es el maravilloso regalo de un Titán que, obligado por las circunstancias político-económicas, tuvo que sacrificar su talento de escritor durante cuarenta años. Sin embargo, de la misma manera que no se puede ocultar el sol con un dedo, en esas novelas humildes brilla el genio.

Francisco González Ledesma es el escritor que se oculta tras el seudónimo, ¿has llegado a conocerle personalmente o a leer algo de su "obra seria"?

Por supuesto; me encontré con él en Barcelona. No tiene aspecto de superhombre, sin embargo, a pesar de su hermosa modestia está rodeado de un aura de talento. He leído todas sus obras policiacas firmadas con su verdadero nombre. La mayoría en francés porque no se encuentran en español. Para mí, es uno de los mejores escritores de ese género.

"Silver Kane", el mismo nombre tiene una gran fuerza diría que cósmica. "Silver": plata, la luna, "John Silver"... Kane: la deidad hawaiana, "Ciudadano Kane"... Hay algo extremadamente mágico en las obras de este autor, que le distingue de muchos de sus colegas. Relaciónamelo ("as you like it") con la psicomagia: sus tramas, sus personajes, "su mensaje", el profuso y sensato erotismo (muy de los setenta) de sus obras...

Esto que me pides es mucho. No tengo tiempo para responder a tanto

Prótesis, publicación consagrada al crimen, 4, mayo de 2006

Silver Kane, enviado secreto

Cada vez se reivindica más la literatura de bolsilibro de tiempos de la editorial Bruguera. Escritores históricamente ninguneados o simplemente ridiculizados como Keith Luger, Clark Carrados, Lou Carrigan o August Thorkent --todos ellos, flamantes seudónimos bajo los que se escondían autores españoles-- empiezan a ser más festejados cada vez. Quizás el más brillante autor de novelas de a duro sea Silver Kane. O lo que es lo mismo: Francisco González Ledesma.

Frank G. Rubio

"...el que más me gustaba era Silver Kane, muy divertido y cachondo,
premeditadamente desenfadado y bonachón". Hernán Migoya


Llegué al conocimiento de Silver Kane a muy temprana edad pues aunque mi abuelo era muy aficionado a la lectura de novelitas (bolsilibros) del Oeste y, aunque su favorito era Marcial Lafuente Estefanía, tenía numerosos ejemplares de otros autores. Mi pronta afición a la lectura de textos y cómics, de terror y de ciencia-ficción, me hizo apreciar pronto a este escritor. Como digo, a pesar de que mis temas favoritos eran el terror y la ciencia-ficción, las novelas de Kane, tanto policíacas como del Oeste --no podemos dejar de mencionar las inolvidables de Congo--, eran para mí de agradable lectura, debido a la capacidad de su autor para ir más allá de los convencionalismos de los géneros y evocar en ellas numerosas situaciones y sensaciones macabras o inquietantes.
Keith Luger, por ejemplo, me gustaba por el hincapié que hacía en la amistad y la camaradería masculinas y por su peculiar sentido del humor. Aún recuerdo sus novelas del Oeste con simpatía, con sus características y pendencieras parejas protagonistas. Silver Kane, sin embargo, pasado el tiempo y desvanecido mi interés por los bolsilibros, mantuvo una atracción especial que me inducía a volver, cada cierto tiempo, a leer con entusiasmo y aprovechamiento sus obras. Era un método autohipnótico, quizás, para volver de una manera vicaria y sencilla a los años setenta. Londres, París, San Francisco, eran algunos de sus escenarios favoritos. Durante la "década prodigiosa", antes de Esto. Una nostalgia fundamentada constituye el motivo, confesado o no, que me hace valorar en tan gran medida a Silver Kane.
Cuando escuché a Alejandro Jodorowsky hablar de él en la Casa de América con ocasión de la presentación de su libro autobiográfico La danza de la realidad, no cupo en mí la alegría y la sorpresa. No estaba sólo, otros valoraban también esta rama maldita de la literatura.
Y es que "Entre los años treinta y los sesenta, la novela popular se erigió en el exponente principal de la cultura del ocio en España. Fue también la época en que alcanzó su máximo nivel literario y artístico, con escritores e ilustradores de muy apreciable calidad. En muchos sentidos puede afirmarse que la novela popular en España fue equiparable, e incluso superior, a la de otros países occidentales, incluídos los mitificados "pulps" norteamericanos. Injustamente despreciada como infraliteratura, propia de lectores semianalfabetos, ha sido objeto de escasísima atención por parte de la crítica literaria culta". Hasta aquí un extracto del texto seminal: La novela popular en España (Ediciones Robel).
Entre los más destacados artesanos de esta forma artística, vinculada al ocio masivo y a la evasión (nada de lo que haya que sentirse culpable), en el marco de una sociedad represiva (en el pasado, hasta los setenta) o inhabitable (en el presente, de los setenta para acá) nos encontramos con Francisco González Ledesma, quien durante muchos años escribiría multitud de bolsilibros de terror, policíacos y del oeste, bajo el seudónimo de Silver Kane.
"Durante los años cuarenta, en España, se vivió un curioso fenómeno que obligó a los autores de novelas policíacas o de aventuras a utilizar nombres que sonaran remotamente extranjeros porque los productos provenientes del mercado americano tenían mayor demanda. Así Agustín Elías firmaba Elías Austin; Pedro Debrigo como Peter Debry; y el seudónimo F.P. Duke escondía en realidad a Fidel Prado Duque. Francisco González Ledesma, para costearse la carrera de Derecho y para seguir escribiendo bajo un régimen político que no iba a dejarlo en paz, se dedicó a la narrativa popular, en la esplendorosa época de la editorial Bruguera: se convirtió en Silver Kane".
Es obvio que ni me he leído todas las obras de Silver Kane, ni recuerdo por las condiciones de su lectura casi nada de la mayoría. Por lo tanto el lector no debe esperar de esta modesta y muy personal contribución nada que pueda considerarse exhaustivo ni exacto. En algún lugar y en algún momento alguien, hombre o mujer, decidirán (quizás ya lo hayan hecho) dedicarse a estudiar sistemáticamente estas novelas. A someterlas al lecho de Procusto (y a mi juicio, relevante y útil mecanismo) de la crítica literaria establecida. Les deseo buena suerte, felices lecturas y una singladura productiva en el imaginario "silverkaniano".
Silver Kane, el seudónimo escogido, nada tiene que ver con el nombre de Francisco González Ledesma. ¿Qué lo motivó? Sólo él tiene la respuesta. Pero me voy a permitir una especulación personal.
Silver, en inglés, significa "plata", remite por ello a la Luna; también a "Long John Silver", el inolvidable personaje de la novela de Stevenson, con su pata de palo y su loro omnipresente. ¿El Diablo, quizás?
Kane es el nombre de una deidad hawaiana, Tane para los maroís de Nueva Zelanda y Kané, para los kwakiutl de la isla de Vancouver. Padre de las criaturas vivientes, Kane es el Dios de la luz solar, del agua fresca y de la vida natural. Sol y Luna pues en el mismo nombre. Coincidencia de los opuestos. Referencias a la literatura (La isla del tesoro) y al cine (la inolvidable Ciudadano Kane).
Un auténtico nombre de poder tras el que se oculta un excelente autor.
Voy a comentar algunas obras peculiares. Haré hincapié en la colección "Enviado Secreto". Algo comentaré sobre alguna otra novela, releída de modo apresurado para este trabajo. Reconozco que dentro de su obra, las del Oeste son las más numerosas y, según Jodorowsky, las más logradas. Yo las recuerdo con décadas de distancia como mucho más originales y divertidas que las de otros autores, principalmente por la presencia en ellas de, y me repito, elementos procedentes del Terror y el Gran Guiñol. Lo inquietante y lo macabro perneaban las vastas praderas y el ritmo centelleante, erótico y ruidoso de los salones.
Pensemos en una obra como Congo, hora cero, publicada en la colección Servicio Secreto de Bruguera (número 551) en 1961. Es una novela de 250 páginas, cuya acción se desarrolla durante la sangrienta independencia del Congo (Lumumba, Tshombé...) con una trama de aventuras centrada en la misión que un detective privado, nuestro héroe, recibe en París de un millonario despechado: encontrar a su hermosa mujer aposentada en la antigua Leopoldville (capital del Congo Belga).
Acción a raudales y personajes eficaces trazados con breves pinceladas; mujeres hermosas, ámbito sociohistórico narrado con economía, conocimiento y amenidad y un final ejemplar, absolutamente irreal y moralista, que rompe con el resto de la novela, cuyo contenido melodramático satisface nuestra sed de ironía y nuestro gusto por lo esperpéntico y lo bizarro. El suspense no desciende en ningún momento de la obra (es uno de los peculiares sellos de la marca de Silver Kane) y nos identificamos claramente con el protagonista en sus sangrientas vicisitudes. Ametrallará a una decena de congoleños insurrectos proclives a la carnicería étnica de niños, romperá las vértebras a un degenerado traficante de blancas (al que, sin embargo, por compasión aligerará de sus atroces dolores con un preciso y letal disparo) de la Liga Hanseática. Asesinos fríos y encantadores le acompañan a lo largo de la jungla y las granjas saqueadas, con su profesionalidad y su implacable punzón a lo largo de la obra. No faltarán las figuras positivas: un científico filántropo que le enseña el valor del auténtico oro (la solidaridad), incluso un honesto misionero que pone la nota espiritual, muy del gusto de la época, en la pasional contienda existencial del protagonista. ¿Dinero o amor?, that is the question.
Para los personajes de Kane no hay la menor duda en la respuesta; son seres fornidos, valerosos, dotados de las más nobles inclinaciones, a pesar de las vicisitudes canallas y fáticas que les han arrastrado al torbellino de la aventura y del desengaño. Son hombres de una pieza, que no dudan en escoger un bello cuerpo femenino, dotado de la fascinación del Misterio, por encima del vil metal al que sirven todo tipo de sicarios y, en especial, los muy deleznables, grotescos y obesos millonarios que pueblan sus novelas con la misma abundancia que los caballeros galantes y las mujeres fatales y amorosas.
Cuestión distinta, pues el tiempo pasa y los viejos paradigmas se volverían anacrónicos para los nuevos lectores, son las novelas bondianas que publicó en la colección Enviado Secreto. Colección iniciada en 1967-1968, "Enviado Secreto", publicada por Bruguera, se refería a sí misma en la contraportada como: "Las extraordinarias hazañas de cuatro superagentes en pugna constante contra las más poderosas organizaciones puestas al servicio del crimen. Una colección ágil y moderna, debida a cuatro de los autores más afamados del momento: Frank Caudett, Silver Kane, Clark Carrados y Burton Hare".
Algunos títulos (en negrita son de Silver Kane) tan atractivos como: Las mujeres lobo, El clan de las mujeres, La araña y la mosca, Horrible metamorfosis, La isla de los siete espíritus, Johnny Klem, te hablo desde el infierno, Escuela de asesinos, Sólo un poco de polvo, Cuatro misiones secretas, Profesor "Maquiavelo" contra DANS, Objetivo: Pekín, Contra el sindicato del crimen, dan al lector una idea aproximada de los fascinantes materiales contenidos en estos pequeños y atractivos volúmenes.
El protagonista de las novelas escritas por Silver Kane para esta serie es Johnny Klem. Viril, joven, intrépido, asesino letal y amante inigualable. Miembro de la organización supersecreta DANS. Pero dejemos que sea él mismo quien nos lo cuente: "En efecto, soy norteamericano --murmuró Johnny Klem--, pero quizá me aproximara más a la verdad si te dijera que soy un ciudadano del mundo. Pertenezco a una organización que es una de las más secretas que existen en nuestro planeta. No te puedo decir ni su nombre, ni su situación, pero fundamentalmente está formada por cuatro agentes especiales cuyo campo de operaciones es el universo entero. Su misión consiste en prevenir una guerra atómica, incluso si trata de provocarla una persona de mi propio país".
Johnny Klem es EO-004, la contraportada lo caracteriza sintéticamente como: "en cualquier momento podía abandonar los brazos de una mujer para caer en los brazos de la muerte". Sus compañeros, de cuyas peripecias se encargan los otros tres autores citados, todos ellos expertos artesanos en el arte de la evasión, son:
David Evans (EO-002), Bel Bassiter (EO-003): "suave como una caricia, mortífero como un rayo", Mike Bannion (EO-005) o Lizzie Brown, la bella e inteligente secretaria de Stanley Barnett (EO-001), jefe supremo de DANS.
Dawning Island, la base secreta de DANS, es el punto de anclaje de una organización que tiene como misión impedir la extinción de la raza humana por el uso equivocado o malévolo del átomo.
Novelas trepidantes, de corte bondiano, con mujeres hermosas dispuestas a todo. Dentro y fuera de la cama. Escenarios exóticos que no excluyen el espacio extraterrestre, las junglas más recónditas, los helados polos, los terribles desiertos y los abismos de la mente humana.
Silver Kane introduce numerosos elementos fantásticos en sus novelas, así como situaciones eróticas varias y peleas continuas contra los más inverosímiles e implacables sicarios del crimen organizado mundial.
Las mujeres lobo, por poner un ejemplo, se desarrolla en Roma y Biafra, en el escenario de la carnicería que tuvo lugar en Nigeria durante los años setenta. Una trama de espionaje convencional, con numerosos asesinatos (Klem ha de matar a una bella mujer que se ha convertido en una amenaza para la "paz mundial"), da paso magistralmente a una novela de "Mundo Perdido" con raza de supermujeres incluida. Muy recomendable, y no voy a destriparla. Número 63 de la colección. Ni que decir tiene que es "políticamente incorrecta", para mi gozo y el de muchos de vosotros.
S.O.S. aquí la muerte es una excelente novela de acción donde intersectan la ciencia-ficción y el terror. El mundo de los muertos (escenas muy del gusto de Silver Kane donde la pesadilla y la realidad se entremezclan) y la amenaza de un asteroide que se acerca a la Tierra y amenaza destruirla, pondrán a prueba la fortaleza y la inteligencia de Johnny Klem.
"Y sin embargo..."
Sin embargo, ¿qué sabemos nosotros de "la otra vida"? ¿Qué clase de interpretaciones falsas no habremos dado a las cosas que tenemos ante los ojos? ¿Qué misterios que quizás dentro de diez siglos estarán claros pertenecen aún al reino de lo inexplicable?
Incluso pterosaurios... Pero, vuelvo a lo mismo, leedla. Número 99 de la colección.
En La isla de los siete espíritus, un pérfido multimillonario pretende, utilizando a guerrilleros palestinos, complicar la "paz mundial". "Rayos de la muerte" controlados desde satélites, una isla perdida en el Egeo, bellas mujeres dominadas por la codicia que terminan mal, luchas submarinas... Todo a caballo entre Nueva York y Estambul...
Los países árabes coligados sueñan con conquistar Israel a poco que se les ayude. Destruir ese estado, que ahora es inmensamente rico, y nombrar un administrador general, que sería un verdadero virrey. Ese administrador, para que las Naciones Unidas no pusieran ningún obstáculo, debería ser una persona no árabe. Y ya tienen su hombre: Keynos Baris (el pérfido y degenerado multimillonario que pone a DANS y a Klem en un brete). Naturalmente dominaría los importantísimos puertos de Haifa y Eilat, que son vitales para su negocio. Y ya le han prometido que jamás se pasarán cuentas por el modo como administrara el país.
A la vista de los actuales acontecimientos en Oriente Medio (asesinatos de Rabín y Eitán) y del reconocimiento generalizado, otorgado por la prensa, a gentes como Arafat, personaje de hechos oscuros y moral laxa venerado por millones de incautos en el mundo musulmán, o los corruptos administradores de la ONU fabricados , no nos quepa duda, con el mismo légamo mafioso que los políticos nacionales y sin olvidar, claro está, al detestable George W. Bush, personaje más digno de la versión del Planeta de los simios de Tim Burton que del mundo "real". En nuestro vapuleado planeta este escenario fantástico y literario podrían hasta ser plausibles. Dejemos el triste mundo real y volvamos a la ficción, infinitamente más grata y más controlable.
Silver Kane ha cultivado muchos otros géneros, entre los que destacaremos (al margen del western, donde es un maestro consumado), la novela policíaca y la de terror y ciencia-ficción. Estas aportaciones requerirían un artículo específico, para el que convocamos en un cercano futuro, al lector.
Su concepción del suspense, de lo macabro, su manera de crear atmósfera y sus impredecibles eventos "rompedores", le convierten en un fascinante proveedor de fantasías originales que han aportado bastante más al género (en gran medida influido por el mundo del cómic) que muchos otros y supuestamente "más serios" y reconocidos autores. A pesar del corsé que los plazos y las exigencias del vehículo masivo que utilizó durante años, podemos consignar a Silver Kane (Francisco González Ledesma) como uno de los mejores escritores populares de género que ha dado la lengua castellana. Desde aquí nuestro reconocimiento, nuestro afecto y el deseo de ver reeditadas pronto sus mejores obras.

Prótesis: publicación consagrada al crimen
, 4, mayo de 2006

28 d’abr. 2006

Ricardo Méndez

Jordi Canal

Personatge creat el 1983 per Francisco González Ledesma. Vell inspector de la policia de Barcelona que no acaba de jubilar-se perquè, com ell mateix confesa, es moriria de fàstic en una pensió. És un perdedor, desenganyat de la vida, fill dels baixos fons barcelonins, però gran coneixedor de la cara oculta dels barris alts. No l'han ascendit mai, cosa que no el preocupa gens, ja que cada vegada creu menys en la llei oficial i opta per interpretar la justícia a la seva manera. Amb el temps s'ha anat tornant més tou i cínic, fins al punt que els seus superiors es plantegen separar-lo del servei.
Méndez no creu ni en l'Estat ni en la justícia; el seu credo és la moral individual i la llei del carrer. Sempre porta les butxaques plenes de llibres. De tornada de tot, profundament escèptic pel que fa a la natura humana, mira el món que l'envolta amb una mirada molt crítica.

La sèrie Méndez

El expediente Barcelona; Las calles de nuestros padres; Crónica sentimental en rojo; La dama de Cachemira; Historia de Dios en una esquina; El pecado o algo parecido; Cinco mujeres y media.

Jordi Canal. Detectius: els grans investigadors a la novel·la negra i policíaca. Exposició. Barcelona: Diputació de Barcelona. Servei de Biblioteques, 2006