10 d’ag. 2003

González Ledesma se consolida de la mano de la novela negra

Santos Sainz Villanueva

Como ocurre desde hace ya dieciséis años, Gijón abre en julio su semana negra, centrada en ese tipo de novela que también se llama policiaca, criminal y de tras varias maneras. Es un género que antes tenía entre nosotros poco crédito, pero que ahora se revela como una de las posibilidades más prometedoras de una literatura que quiera aunar aventura y reflexión.
Un tipo de novela que cuenta, además, con muchos lectores incondicionales y que ya disfruta de prestigio entre los medios académicos. Estas circunstancias animan a elegir una historia de esta clase como libro del mes, aunque también lo merecería sin ningún pretexto.
En cualquier caso, el libro que aquí se propone no necesita excusas para su recomendación. Se trata de la nueva obra de Francisco González Ledesma, 'El pecado o algo parecido' . La historia arranca con un original episodio: un caballero honorable muere en una casa de citas y para evitar complicaciones lo bajan a la calle y lo sientan en un banco de la plaza.
Aparecen dos curas, toman al difunto como si estuviera dormido, lo meten en un coche y se lo llevan.


Crimen y misterio

Con este sorprendente comienzo, González Ledesma descubre dos claves de la novela, una habitual en el género criminal al que pertenece, el misterio, y otra infrecuente, un atractivo tono esperpéntico. Poco después de ese suceso nos llega noticia de un horrible crimen cometido con sadismo. Ya tenemos el otro factor fundamental del libro, la violencia. Y a partir de aquí, según los cánones del relato criminal, avanza la historia hasta su desenlace con el esclarecimiento de los hechos y el castigo de los criminales. Y utilizo el plural porque varias son las tramas que componen el complejo diseño de corrupción y pasiones que dispone el autor para ilustrar su negativa visión de la naturaleza humana.
El barcelonés Francisco González Ledesma (1927) es un narrador veterano y solvente que pone en juego su pericia narrativa y su destreza en el género policiaco en esta nueva novela suya. En ella retoma al policía Méndez, un personaje que responde al patrón del tonto-listo, pero al que traza con rasgos verdaderamente atractivos. Lo lleva y lo trae por varios escenarios (Madrid, Barcelona y París), lo coloca frente a situaciones delictivas muy complicadas y juega bien con sus cualidades de sabueso triste, discreto, honrado y recto para desvelar los motivos nada simples del comportamiento de los varios criminales que desfilan por la novela.

Materialismo endémico

En la bien trazada y convincente personalidad de Méndez, mezcla de escepticismo y pundonor, reside uno de los atractivos de El pecado o algo parecido. Con la cual, además, se despliega una crítica muy ácida de las relaciones humanas en la sociedad actual. Y esa crítica adquiere dimensiones de alegato social de extrema dureza por medio del rosario de delitos de toda clase cometidos en la obra. El resultado es desolador: el materialismo más craso, los instintos más primitivos, la inmoralidad más absoluta dominan la sociedad finisecular.
Estos componentes y ese sentido no constituyen novedad sobresaliente en el género al que pertenece la novela de González Ledesma. Pero deben subrayarse los aciertos singulares del presente caso: un ambiente de corrupción descrito con plasticidad y eficacia, a pesar de que los diálogos entre Méndez y el principal de los criminales, un poderoso financiero, rocen la inverosimilitud; un nutrido grupo de personajes, algunos sólo entrevistos, pero otros dotados de profundidad psicológica.
A estos materiales que conforman la trama hay que añadir algo más. Un punto de vista irónico que subraya los equívocos y la miseria moral dominantes en el mundo moderno. Y una facilidad para la lengua conversacional que produce momentos muy divertidos gracias a una buena mezcla del sarcasmo, el equívoco y el uso generoso de la escatología.

Gran trayectoria

González Ledesma, a pesar de su obra amplia y de sus cualidades de narrador, no ha obtenido el reconocimiento que alcanzan escritores con menos sustancia. Merece la pena leer El pecado o algo parecido. Tiene un frente débil: el argumento se enreda demasiado y, aunque el enigma de los crímenes se resuelva bien, con lógica y sin cabos sueltos, resulta algo complicado y en el tercio final del libro un poquito pesado. Pero este reparo se compensa con el desarrollo de una historia que pone en evidencia, por si alguien no se ha enterado, que vivimos en una sociedad sin valores superiores. El autor procura que se sepa, pero, por si algún despistado lee su novela por puro entretenimiento, se lo dice bien claro en las páginas finales: el sexo y el dinero son los príncipes de nuestro mundo.


El Mundo
, 10 de agosto de 2003