21 de juny 2010

Der Tod Wohnt Nebenan, von F. G. Ledesma



Lettra, 21 de junio de 2010

13 de juny 2010

Silver Kane

Luis Ferrer i Balsebre

El género del Oeste es uno de esos escenarios que nunca pasan de moda y que, de tanto en tanto, resucita a través de nuevas lecturas de su épica. En realidad, el Oeste que dibujan las películas y cantan las novelas es una pura invención. No existieron esos salones con chicas de alterne que bailaban el can can hasta el amanecer, ni tahúres de magníficas cicatrices que se hacían acompañar por cómplices pianistas. La realidad fue otra bien distinta, con corrales polvorientos, sórdidos locales con alguna que otra prostituta de retirada, tipos pobres buscando sobrevivir y espacios infinitos rasgados por un incipiente trazado ferroviario. Hubo delincuentes y pícaros como en todos los lados y algún sheriff que se tomaba su trabajo de servidor público a conciencia. Poco más.
Pero fue esa épica de la conquista de un espacio virgen cuyos habitantes aborígenes defendieron hasta la extinción, y la posterior implantación de una civilización joven, pujante y ambiciosa la que desató el desarrollo del mito del Oeste americano. El caso es que no creo que haya nadie que no guarde en su memoria alguna película del Oeste, ni nadie que no tenga una cierta familiaridad con los indios navajos, arapahoes, apaches o pies negros. Nadie que no sepa quien fue Billy el niño, sitting Bull o Búfalo Bill, y pocos que no hayan silbado o tarareado alguna melodía de Ennio Morricone. Todos ellos son iconos que forman parte de nuestra mitología personal y cultural.
Mis primeros encuentros serios con el Oeste, me los proporcionó mi padre, buen aficionado al género, que gustaba de comprar e intercambiar novelas de Marcial Lafuente Estefanía. Aquellas novelitas de tamaño cuartilla con papel malo y portadas que asemejaban los carteles de cine, constituían un tesoro incalculable para leer en verano tumbado en la playa. Aquel salvaje Oeste y aquellos salvajes veranos de, a lo menos, tres generaciones.
Si bien Marcial Lafuente Estefanía era el top hit indudable del género, el segundo —no por ello menos intenso, sino todo contrario— era el gran Silver Kane, a quien siempre imaginé alto y enjuto como sus personajes, casi como un pistolero más metido a escritor de novelas autobiográficas. Ese admirado entretenedor de horas muertas de sol y excusado, resultó ser tan falso como el Oeste que me contó. Tras Silver Kane se oculta un profesional del relato, un buen periodista y un albañil de las letras que, como muchos otros represaliados de su generación, recabaron en la editorial Bruguera de la posguerra que les dio trabajo y una cierta esclavitud.
Francisco González Ledesma, de intensa biografía personal y profesional, es el alter ego de Silver Kane, un octogenario apacible y vivaracho que fue capaz de escribir una novela a la semana durante mas de 400 semanas en las que sus historias le dieron para subsistir. Y hace unas semanas, después de más de 30 años, me encontré de cara con un libro —esta vez de formato mayor, tapas duras y papel del bueno— titulado La dama y el recuerdo, firmado por ¡Silver Kane! No tardé nada en adquirirlo y salir escopetado a la playa para reencontrarme con el pasado.
El pistolero patibulario, el caza recompensas de mirada fría y nulos sentimientos, el enterrador borracho, el sheriff ciego, los ladrones del banco, el cacique adinerado y sin escrúpulos que pasaba por encima de todo con su ferrocarril, el indio musculoso y noble que sabía morir esbozando una sonrisa y esas mujeres de pechos generosos y muslos torneados envueltos en medias negras con costuras de lomo negro de Aguinaga por las que centelleaba el corto cañón de un Derringer, segundos antes de clavar la bala entre las cejas del último canalla. La dama y el recuerdo es un Silver Kane en estado puro. Gloria y reconocimiento a este autor que con ocho décadas encima es capaz de hacerte vibrar y convertir la playa en el mas apasionante salón de lectura. Altamente recomendable para descansar la cabeza.
Luis Ferrer i Balsebre es jefe del Servicio de Psiquiatría del Complexo Hospitalario Universitario de Santiago.

El tonel de Diógenes, 13 de junio de 2010

9 de juny 2010

Una del Oeste

Recuerdo perfectamente cuándo y dónde fue mi primera vez: el 10 de mayo de este mismo año y en el sofá del salón de mi casa.

La compañía, excelente: una dama de las que ya quedan pocas y de una cierta edad, expresión que se suele utilizar para decir que la mujer ya había cruzado la barrera de los cuarenta o estaba a punto de hacerlo.

Unos tragos de whisky americano, algo de ragtime sonando a un volumen adecuado interpretado por un pianista seguramente medio borracho, pasión desbocada como el galope de un caballo…

Y tiros, muchos tiros. Y personajes sin demasiadas aristas: los malos, malísimos; los buenos, malísimos también pero con un fondo honrado. Y la acción, tan desbocada como el caballo del párrafo anterior.

Sí, confieso que el 10 de mayo del presente fue la primera vez que leí una novela del Oeste, y jamás lo habría hecho si no hubiera estado firmada -y amablemente dedicada- por un veterano del género como Silver Kane.

Fue maravilloso. Y divertido. Seguro que el Gran Jefe Ledesma disfrutó de lo lindo escribiendo esta aventura.

La dama y el recuerdo
Silver Kane
Planeta

Ricardo Bosque, 9 de junio de 2010

8 de juny 2010

Booktrailer - 5 Donne e mezzo

Giunti, "Senza alzare el c... dalla sedia", 8 de junio de 2010

"He fet 400 novel·les de l'Oest"

Amb la visita de Francisco González Ledesma hem desemmascarat un dels autors de novel·les de butxaca més prolífics dels anys 50, 60 i 70: Silver Kane. És el pseudònim que va haver de buscar-se després que el franquisme l’assenyalés com a autor prohibit. Mort el dictador, el seu Inspector Méndez va regnar pels carrers de Barcelona al costat de Pepe Carvalho.



RAC1, "El món a RAC1", 8 de juny de 2010

4 de juny 2010

"No hay que morir dos veces", de Francisco González Ledesma. La plenitud de Méndez.

Herme Cerezo

En la contraportada del libro, el escritor Lorenzo Silva dice a propósito de ‘No hay que morir dos veces’ de Francisco González Ledesma que "quizá sea su historia más rotunda y esencial. Feroz en su humanidad, tierna en su ironía …". Probablemente, las palabras dedicadas a la novela por el escritor de Getafe definan perfectamente esta nueva entrega, esperemos que no la última, del inefable, infatigable, entrañable e irredento Méndez.
No hay que morir dos veces’ arranca de la manera más "gonzaloledesmiana" posible: con tres capítulos demoledores que fidelizan al lector más escéptico. Y es que si González Ledesma acostumbra a cazar al aficionado a las novelas policíacas utilizando un primer capítulo como anzuelo, en esta ocasión su estrategia se multiplica por tres al repetirla en los dos siguientes. Tres escenarios distintos. Tres escenarios apasionantes. Tres escenarios trepidantes. Tres escenarios que no permiten escapatoria. Tres escenarios sorpresa.
Abocado a este planteamiento, al lector no le queda otro recurso que cumplir con su oficio y leer, tirar adelante, deambular por el itinerario propuesto por González Ledesma, escudriñar una tras otra todas las páginas de ‘No hay que morir dos veces’, una historia de esas que desearíamos haber escrito, que no terminase nunca, que tuviera más páginas, que siguiera y siguiera … Y es que González Ledesma, al que el tiempo transcurrido le ha hecho todavía mejor escritor y más prolífico, ha echado el resto. Los diálogos, tan indispensables como definitorios del estilo del escritor barcelonés, alcanzan aquí un altísimo grado de ironía y fino humor. Para ello ha asignado como acompañante de Méndez, además del clásico personaje Amores, reportero del corazón, a un nuevo superior: el comisario Monterde, uno de los mejores contrincantes dialécticos con los que se ha tropezado en su vida perruna el policía de los bolsillos llenos de libros y vacíos de disciplina jerárquica.
Ésta es también la novela donde González Ledesma habla de Barcelona de un modo distinto, porque no se limita a sus calles y gentes, habla de la luz y, sobre todo, del sol de la ciudad condal, un sol que lame las huellas de sus habitantes y acaricia las sombras de los cristales, que alumbra los días y calienta las noches de los barrios altos y bajos, ricos y pobres, céntricos y de arrabal. Y, siendo esto mucho, aún conserva un recuerdo nostálgico para esos edificios viejos, que un día fueron prostíbulo y hoy son parquet, acero y cristal, oficinas de alguna multinacional pujante, boyante y creciente. También es ‘No hay que morir dos veces’ una novela donde, con sabor agridulce, se cuenta aquí hubo esto y ahora hay lo otro, como si la modernidad, lo nuevo, no fuese capaz de reemplazar a los viejo, carente de su mismo sentido, de su aroma, de su sabor, de su carisma.
Méndez es más Méndez que nunca. Él y su colt, digno de figurar en un museo de artillería, el colt, digo. El personaje se reinterpreta a sí mismo. Está en su plenitud. Y es más viejo; le han gastado la putada – disculpen el término, pero consta en el DRAE y en muchos otros libros – de cambiarle el móvil por uno mejor; tiene otro jefe con el que discutir, el ya citado Monterde; ha perdido vista, según dice, pero conserva los recuerdos, los sentimientos, su pasado. Con todos eso el inspector ve más que cualquier teleobjetivo armado con un lente óptico de última generación. Si Méndez siempre fue sensible, apariencias aparte, en ‘No hay que morir dos veces’ eleva varios grados su capacidad para ahondar en el fondo de buenos y malos, de hombres y mujeres, de villanos y prohombres. Y en el de las niñas con síndrome de Down.
De los temas que aborda en ‘No hay que morir dos veces’ y de su argumento no les contaré nada. No quiero descubrir ningún secreto. Sólo diré, mis improbables, que son de plena actualidad y que la novela empieza con gancho irresistible: "La tumba estaba cerca de la calle principal de la barriada de Pueblo Nuevo, en el cementerio donde todas las tumbas son viejas".
En resumen, espléndida obra, plena de humor, de realismo, de sorpresas, de denuncias, de desgracias, de crímenes, de gente pía e impía, de una sociedad que muestra sus vergüenzas, sus cloacas, sus grises más tibios y turbios. En suma, una novela negra. Y humana. Sin duda. Como Méndez.
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No hay que morir dos veces’ de Francisco González Ledesma. Ed. Planeta, 2010. Novela. Crimen y misterio. Booket. Tapa blanda, 388 páginas, 8,95 euros.

Siglo XXI, 4 de junio de 2010

1 de juny 2010

La dama y el recuerdo, de Silver Kane

La dama y el recuerdo
Silver Kane
Planeta 2010

por María Aixa Sanz


"Aquella mañana ocurrieron en Jackson, Kansas, cuatro cosas juntas que no habían ocurrido nunca: se pararon a la vez cien relojes de cuerda, llegó un jefe indio que quería comprar la paz para su pueblo, un pistolero llenó un saloon no de clientes, sino de muertos, y un hombre perfectamente vestido quiso comprar un cementerio. Nunca antes había estado en venta el cementerio de Jackson. " (párrafo inicial de la novela)

La dama y el recuerdo’ (Planeta) es el título de la nueva novela, bastantes décadas después, de Silver Kane. Silver Kane autor prolífico de novelas del Oeste allá por los cincuenta, con 400 títulos en su haber, en tiradas hoy impensables de miles de ejemplares, vuelve al panorama literario en formato de lujo y a cara descubierta, pues debajo de Silver Kane, tras el seudónimo, está la pluma y la maestría del gran escritor Francisco González Ledesma que ha querido obsequiarnos y sí, sé lo que digo: Obsequiarnos con ‘La dama y el recuerdo’, todo un regalo.

Detrás de ‘La dama y el recuerdo’ hay toda una novela, hay todo un saber hacer.

Sorprende el ritmo, su tono directo sin rodeos, los diálogos, la socarronería y la retranca que encierran éstos. Son de agradecer en días como hoy, como lo es: separar el bien del mal, la justicia de la injusticia, los buenos de los malos, el honor de los hombres de palabra de los traidores, la lealtad de la deslealtad.

La dama y el recuerdo’ tiene personajes que pasaran a formar parte de la memoria del lector: Taylor, Glenda Peter, Lancaster, Freda, Lena, Ketty River, Fred, Michael Ford, Silver Kane ( director del diario de Jackson) al que González Ledesma con un guiño a convertido a su seudónimo en personaje. Cada uno de ellos tiene un carácter esculpido por el paisaje y su propias vivencias de un Oeste duro.

Novela situada en el Oeste Americano en un lugar de Kansas, historia de amor y cazadores de recompensas, de posesión y cazadores de recompensas, de justicia y cazadores de recompensas, de venganza y cazadores de recompensas, donde debajo de alguno de los tipos duros hay un corazón y donde debajo de algunas mujeres hay toda una historia de lucha, de supervivencia.

Una historia como ‘La dama y el recuerdo’ sorprende en estos tiempos, sorprende y es de agradecer, como ya he dicho, y por supuesto hay que darle la razón a González Ledesma hacía falta homenajear a Silver Kane, hacia falta recuperar las novelas del Oeste que nutrieron a muchas generaciones pero que por el contrario otras no conocemos. Puesto que en el momento actual es un buen toque de atención ya que tal vez el viejo Oeste guardaba en él unos valores en desuso hoy, obsoletos, apartados de nuestros días, que deberían ser recuperados. Creo que González Ledesma no solo ha resucitado a Silver Kane sino que ha resucitado todo un mundo que merece tener en cuenta, descubrir y valorar. Esta novela por todo ello es grande y creo que pocos lectores podrán resistir la tentación de no seguir adelante después de leer el primer párrafo del libro, pero lo mejor de todo es que hasta el punto final, todos sentirán una misma emoción: que ‘La dama y el recuerdo’ vale la pena, que no es tiempo perdido, que es todo un descubrimiento y un disfrute, que ningún lector que se precie debe perderse.

Ariadna RC, 47, primavera 2010