31 de jul. 2009

Francisco Gonzáles Ledesma honoré à Barcelone, bientôt à Toulouse

Tapioles est une rue de Poble Sec, un quartier de Barcelone. Une rue en pente et pleine de vie, comme elles le sont toutes à Poble Sec, Ici, au numéro 22, le 23 juillet s’est déroulé « un petit grand acte » afin d’utiliser les paroles mêmes de Jordi Hereu, le maire de Barcelone. En effet, à l’initiative de diverses organisations civiques du quartier, une plaque a été placée sur la façade de ce numéro 22 car c’est là que naquit Francisco González Ledesma, il y a… disons quelques années.
Ce fut un bel acte et Méndez était présent dans la mémoire de chacun de ceux d’entre nous qui avons lu quelques-uns des romans de González Ledesma, «el Jefe de la banda» comme on l’appelle affectueusement chez les polardeux espagnols.
Notre ami sera encore honoré durant sa participation au salon organisé en octobre par TPS (Toulouse Polars du sud). En effet, le vendredi 9 octobre, le maire de Toulouse recevra Francisco González Ledesma et ses amis, à la mairie, salle des illustres, pour symboliquement lui remettre les clés de la ville de Toulouse. Ce qui constitue un grand honneur qui nous remplit de joie pour notre ami.

25 de jul. 2009

La dama de Cachemira, de Francisco González Ledesma: nostalgia, humor y venganza

Blanca Vázquez

¿Qué no sabes hacia donde dirigirte este verano? Te propongo un viaje transitivo a la Barcelona del fondo. Tendrás, además, la suerte de contar con un guía autóctono de pedigrí, un policía de la vieja escuela, Ricardo Méndez, que te hará partícipe, viendo, oliendo, casi tocando, de las miserias, vidas malvividas, almas heridas que se esconden entre callejones oscuros, avenidas, calles, rincones y viejos barrios en los que asoman tiendas pequeñas, estancos para gente pobre donde sólo se expende un Montecristo una vez en décadas, quioscos tronados que parecen hechos para vender no el periódico de hoy, sino el de ayer, corseterías para mujeres antiguas casadas a perpetuidad, o perfumerías para niñas modernas casadas a prueba. Claro que la sangre no te salpicará, pues será más bien un paseo por el tren de las emociones, que como mucho te recordará que hay otro mundo dentro de este. Como hay muchas Barcelonas dentro de la ciutat catalana. La aventura está asegurada con este nihilista irónico, cazador del último eslabón del delincuente común, aquel “sin futuro, ni reinserción”, el soplacompinches o la puta más apaleada que espectador puede encontrar. Entra en el mundo de González Ledesma y devendrás un lector sociólogo que analizará las pruebas por los gestos, los destrozos del cuerpo y el alma de las víctimas en vivo y en directo. Y acabarás cogiendo un especial cariño a Méndez, al que no hay manera de encontrar la etiqueta con el precio.
Francisco González Ledesma es un barcelonés por los cuarenta costados, nacido en el 27, con lo que deducimos tuvo que tragar mucha cochambre de guerra y posguerra, empezando por la relación enseñanza-curas, de la que tantos se han hecho eco desde la literatura al cine. Épocas duras donde sacar unos durillos con la escritura puede ser el inicio de una buena amistad con la literatura. Nuestro Silver Kane de Salón.
Adoro a este catalán de fino oficio, adoro su honradez, su compromiso y sus agallas, siempre tildado de “rojo”, rojillo más tarde, al que Francia acogió con amor. Le llegó, luego, la popularidad y el reconocimiento en nuestro país, por supuesto, como no podía ser de otra forma. La serie Méndez consta de varias novelas cuyo comienzo se sitúa en 1983, siendo su década más fructífera la de los ochenta, aunque el nuevo siglo lo ha cogido con ganas este policía de mirada burlona y a la vez afectuosa. Junto a Méndez y su fauna, esta serie dibuja el horizonte cultural de una España cuyos tópicos y cuyo carácter sobreviven en el escenario barcelonés barnizándola de una cierta cualidad quijotesca, sombría, truculenta, buñuelista, diría yo. Una Barcelona de plurales ámbitos y mestizaje abrupto, de folclore casposillo, sin intención de herir sensibilidades españolistas!Puestos a hablar, hablo del paisaje humano y urbano de la transición, concretamente 1986, que Francisco Gonzáles Ledesma nos ha retratado en La dama de Cachemira, 1986, reeditada de nuevo este año por R.B.A. Libros. ¿Cómo ve el escritor la Barcelona de ahora mismito? Tendría que adentrarme un la última entrega de Méndez, No hay que morir dos veces, 2009, que desde ya prometo hacer, y que este maniaco (ojo, lo digo con cariño) de los seudónimos ha firmado como Enrique Moriel.
Pero volvamos a los ochenta, al barrio chino por excelencia, al Raval, al Parallel, a la calle Pelai o de la Cera. Estamos en la economía de las pesetas, no hay asomo de Internet ni pitídos de móviles, y sí de mucha actividad callejera y de casas viejas compradas a precio vil por nuevos tiburones del negocio ese llamado inmobiliario, porque " Barcelona nunca ha crecido en virtud de un gran sueño colectivo, sino en virtud de mil sueños rigurosamente individuales. Las compras a precio vil de hoy se transformaban en solares libres y en los grandes negocios del futuro", (el futuro de hoy).
Una trama inmobiliaria forma parte del centro argumental de las pesquisas de Méndez, pero también, y principalmente, el asesinato a garganta cortada, a palo seco, en pleno callejón. ¿ Pistas?, una silla de ruedas desde la que se ha perpetrado el crimen, siendo una buena escusa para atraer a más posibles víctimas. Pero hay más, una hermosa mujer maltratada y carcomida desde la adolescencia; otra mujer disecada en su piso de paisaje reducido, aún de buen ver: “más vale que no te andes con rodeos, que no empieces antes con que Esther aún está buena, aún sirve para anunciar sostenes cruzado mágico y aún tiene un no sé qué de merienda de canónigo”; un par de gays enamorados como poetas adolescentes: “Usted no puede entenderlo, Méndez, jamás podrá entenderlo. Pero nos encontramos con que nuestra manos se habían unido de nuevo y mirábamos el techo otra vez. El techo de aquel cine, nuestro viejo techo”; Un frío hombre de negocios con vistas a hacer carrera en la política que recurre a los medios necesarios siempre al límite de lo legal; otra mujer aún, de modales antiguos, “figura de habitación cerrada, de espejo de tocador y de perversión en silencio”, una Belle de Jour, soñamos. Y por supuesto miles de secundarios, esas pobres almas que pululan por cualquier barrio chino, como el fulmine, con los que González Ledesma escupe su sarcástica y realista incorrección política y mucho humor, pues es el humor, sin duda alguna, el medio en que prospera la agridulce mezcolanza de ironía y nostalgia en que se resuelven los acordes de esta novela: “Supongo que al fulmine lo enviarían a galeras, se la limpiarían con salfumant o le pondrían a vivir con un moro-dijo caritativamente Méndez, deseando siempre lo mejor para el prójimo”. Todos bailan alrededor del noir que desarrollado González Ledesma bajo el prisma un Méndez rigurosamente intransferible, incomprendido por sus compañeros de trabajo, que parece vivir fuera de tiempo.
Coge al vuelo, el autor, algún que otro guiño para posarlo dentro de la trama, como la referencia a su larga carrera de novelista en pulp, alias Silver Kane, lo que nos hace sonreír. Excesivo a veces, reconozco que en ocasiones su tendencia a irse por los cerros de Úbeda resulta empalagosa, y hubiera deseado más de un atajo en la acción. Pero este catalán experimentado en tramas con sorpresa, no nos deja sin ellas, y bien orquestada, la narración de La dama de Cachemira tiene sorpresas en cada capítulo.
Este verano viaja a esta literatura de afirmación de la dignidad.

La República Cultural, 25 de julio de 2009

24 de jul. 2009

Barcelona homenajea a su ‘hijo’ González Ledesma

Elogios de todos los colores. Este jueves el escritor Francisco González Ledesma ha descubierto, frente a su familia, admiradores y las autoridades locales, la placa que conmemora su nacimiento en la ciudad de Barcelona. En la calle Tapioles número 22 aprendió a vivir, a ser honesto y a empeñarse en su trabajo.
Que sea precisamente la calle Tapioles, además de ser la vía donde nació, tiene un gran significado literal para el autor. El personaje principal de su gran obra Expediente Barcelona, el comisario Ricardo Méndez recorre las calles de Poble Sec, lo que se ha traducido como un compromiso y un homenaje del escritor a las gentes de este barrio barcelonés.
González Lesma, además presidente de Cataluña de la APEI- PRTVI, se ha mostardo muy agradecido y emocionado por recibir esta placa homenaje en la ciudad que lo vio nacer.
Sobre el autor
Novelista precoz, se inició escribiendo guiones de cómics para la editorial Bruguera y novelas del Oeste que entrega a un ritmo de una a la semana, bajo el pseudónimo Silver Kane, lo que le proporciona oficio y recursos literarios, además de permitirle costearse la carrera de Derecho. Obtuvo en 1948, con solo 21 años, el Premio Internacional de Novela, instituido por el editor José Janés por su obra Sombras viejas y en cuyo jurado se encontraba Somerset Maugham y Walter Starkie. Sin embargo, la censura franquista prohibió su publicación, tildando a su autor de "rojo" y "pornógrafo", lo que le sumió en el silencio como novelista y le llevó a dedicarse primero a la abogacía y, después, al periodismo, en el Correo Catalán y, durante 25 años, en La Vanguardia, donde llegó a ser redactor jefe. Ambas profesiones le proporcionaron un buen conocimiento de la sociedad, de las calles de Barcelona, de los políticos y del mundo de las finanzas, que utilizaría en sus futuras novelas. En su tiempo libre, escribió Los napoleones (que también fue prohibida), Las calles de nuestros padres y Expediente Barcelona (finalista del Premio Ciutat de València, en 1983), sólo pudieron ser publicadas con la transición política a la democracia. En 1984 recibió el Premio Planeta por Crónica sentimental en rojo lo que le supuso notable popularidad y muchos ánimos para seguir escribiendo.
Su novela Expediente Barcelona fue traducida y publicada por la editorial francesa Gallimard, lo que le proporcionó un prestigio y éxito editorial en Francia muy superior del que goza en España, hasta el punto de que sus nuevas novelas aparecen publicadas antes en el país vecino. El protagonista de sus novelas, el comisario Ricardo Méndez, mezcla de escepticismo y pundonor, sigue los cánones del relato criminal. Méndez aparece por vez primera precisamente en Expediente Barcelona e inaugura una serie novelística que, junto a la propia ciudad de Barcelona, constituye el nexo central de sus novelas.
Otras obras forman parte de la carrera del escritor, como El pecado o algo parecido, Crónica sentimental en rojo, Una novela de barrio, Soldados , 42 Kilómetros de Compasión, Los símbolos, Historias de mis calles, entre otras.

Diariocrítico, 24 de julio de 2009

Tapioles 22, reportaje fotográfico








Hay días en que uno se reconcilia con su ciudad.
Ayer fue uno de ellos.
Francisco González Ledesma no ha necesitado estar muerto (como Manuel Vázquez Montalbán) para que su barrio y su ciudad le agradezcan todo lo que él les ha dado como creador de historias.
Historias que transcurren en las calles de Barcelona, y del Poble Sec, su barrio.
Fue un acto feliz porque él, Rosa su mujer y sus hijos, estaban allí para verlo y para arroparlo.
Felicidades al "Jefe de la Banda", de los autores negrocriminales de Barcelona.

El Blog de Negra y Criminal, 24 de julio de 2009

23 de jul. 2009

El orgullo del Poble Sec: González Ledesma

En una tarde en el que Pedro Botero se ha dejado abiertas las puertas del infierno, un apuesto González Ledesma ha encandilado y seducido frente a la casa que le vió nacer. Con 82 años, americana de lino, camisa blanca impecable, ojos claros y gran sencillez.
En Marzo de 1927 la madre de Francisco, el periodista y gran escritor de Novela Negra, regaló a la ciudad un vecino admirable y ejemplar. Él dice que en los peldaños de la escalera de Tapioles 22 aprendió a vivir, a ser honesto y a ser serio en su trabajo. Entre su discreta familia, sus antiguos convivientes y algunos admiradores entregados, González Ledesma ha confesado sentirse discípulo agradecido. Con buen humor y gran dominio de la situación, ha reclamado a las autoridades una mínima atención hacia la precaria fachada de la que pende su placa, y hacia el vecindario en general. Hereu, el alcalde con su retraso de más de media hora, y su pobre discurso, ha demostrado que no sabía suficiente del barrio, pero aún así, no ha conseguido arruinar la autenticidad del sentimiento hacia el ilustre poblesequense.
Al empezar se han leído algunos fragmentos de las novelas de Ledesma. Aquellos que pueden encuadrar el Poble Sec de una infancia compartida con Méndez, su cómplice investigador. Testimonio realista y poético de un entorno Negro, donde las penas del alma se enraizan en el instinto de supervivencia.
Ledesma reivindica la esperanza y la solidaridad vecinal como tabla de salvación de la gente entre la que creció. Unas crónicas como las suyas, una referencia de Manuel Vázquez Montalbán (Carvalho dice haberse casado en una iglesia del barrio) o los guiños de LLuís Gutierrez te ayudan a congratularte con el complicado Pueblo Seco. Larga vida a González Ledesma, a su obra y al racimo de calles donde nació.

Pensando demasiado, 23 de julio de 2009

17 de jul. 2009

¿Crímenes perfectos?

Francisco González Ledesma

Hace poco, un grupo de escritores nos reunimos para discutir si existe o no el crimen perfecto. Por supuesto, éramos gente más bien indocumentada y sin buenas referencias. Llegamos a la conclusión de que no existe, o existe sólo en un caso. Por ejemplo, el veneno deja tales indicios que nunca debe ser útil para el que aspire a la impunidad. Mis estancias en lugares más bien dados a la melancolía, como las salas de autopsia, me han demostrado que todos los venenos dejan su voz y su huella. Claro que grandes películas y grandes novelas nos han enseñado que el crimen podría ser, en efecto, una de las bellas artes, y siempre han idealizado el asesinato por encargo, en especial cuando se trata de eliminar a un cónyuge que da la lata. Todos recordarán un gran filme en el que una señora tenía que ser asesinada en su casa por un sicario mientras el marido -el que pagaba- estaba en una reunión social llena de testigos. No sé si algún crimen parecido ha quedado impune, pero lo dudo, porque siempre queda la pista del dinero. El último caso ocurrió en el Ritz de Barcelona, cuando una dama encargó a un sicario que acabara con su marido, un hindú cuyo dinero no servía de mucho mientras estuviera vivo. Pero ni la dama ni el sicario llegaron a disfrutarlo. Otro posible sistema es el accidente en el metro. Un desconocido se sitúa detrás de la víctima y en el momento justo le empuja a la vía o le hace caer con la presión de un paraguas o un bastón. Lo malo para el asesino es que la gente tiene ojos y los andenes, cámaras.
El único crimen perfecto parece éste: el garrotazo profundo por la espalda en una calle sin luz, siempre que el sicario use guantes y unos zapatos con al menos dos números por encima de los que gasta habitualmente. Es decir, el único crimen perfecto posible no es el más inteligente sino el más burro, el más elemental y labriego. Vaya desengaño”.

El Cultural, 17 de julio de 2009

10 de jul. 2009

No hay que morir dos veces

Francisco González Ledesma
Planeta. Barcelona,2009. 464 páginas, 19,90 euros

Ricardo SENABRE

El viejo inspector Méndez se resiste a la jubilación, por suerte para los lectores de Francisco González Ledesma (Barcelona, 1927), el escritor que mejor ha demostrado cómo la práctica de la literatura de quiosco puede ser un excelente método de aprendizaje para un narrador. Como es habitual en las novelas del autor, No hay que morir dos veces plantea desde el comienzo, en una rápida sucesión de escenas alternantes, diversas historias que poco a poco, a pesar de su aparente diversidad, irán relacionándose hasta mostrar su condición de ramas del mismo árbol: un novio asesinado al pie del altar, un ex convicto contratado para cometer un asesinato, unos depravados pederastas, una compleja trama de terroristas islámicos, los oscuros entresijos de alguna familia acomodada y algunas otras cuestiones de menor cuantía forman una trama de apariencia inextricable que Méndez se encargará de ir aclarando, guiado más, como siempre, por su intuición que por el análisis científico de datos e indicios que ahora se impone en las indagaciones policiales.
La media docena de novelas largas protagonizadas por Méndez ha servido para consolidar un estilo narrativo de indudable eficacia y, además, fácilmente reconocible por su acusada singularidad. Es el estilo heredado del folletín clásico y de la novela de aventuras -todo ello puesto al día, claro está-, caracterizado por un ritmo vertiginoso, hecho de frases cortas y diálogo abundante, con finales de capítulo que, como en la vieja literatura por entregas, interrumpen las acciones en momentos de máxima tensión para intercalar luego otra escena distinta que retrasa el desenlace de la precedente y aumenta la expectación del lector. Si a ello se une la caracterización del inspector Méndez, escéptico, desengañado -pero también compasivo- y con ribetes de humor que recuerdan al Marlowe de Chandler, la mezcla contiene todos los ingredientes para convertir la novela en un producto literario que, sin pretender alcanzar las cumbres de la sublimidad, cumple dignamente una de las misiones que cabe esperar de la novela: su capacidad para entretener, la aceptación del desafío que consiste en sacar al lector de sus casillas e introducirlo, aunque sea durante unas horas, en un mundo nuevo, desconocido para él y, a ser posible, verosímil. Para ello, González Ledesma cuenta con su habilidad para enlazar tramas y presentar personajes que incluso alcanzan cierta profundidad, sobre todo cuando se acerca, por su edad, a la del propio Méndez y cuentan con una historia que evocar, como sucede con el jardinero Juan Villa o con Dalia, la antigua madame que sobrevive dedicándose a la único que sabe hacer. Otros tipos, en cambio, son más convencionales o se ajustan a estereotipos reconocibles, como el del tiburón financiero Conde o el del ex recluso Gabri. En el desenlace quedan algunos flecos en el aire -así, la historia de Greta Lago- y otros se resuelven con una explicación somera y poco fundada en todo lo anterior, como el destino último de la adolescente Nadia. También ocurren cosas así en algunas novelas de Chandler y esto no le ha restado lectores. No hay que morir dos veces interesará no sólo a los lectores de González Ledesma, sino, en general, a todos los aficionados a la novela negra, una modalidad que en nuestra literatura narrativa ofrece notables ejemplos, entre los que González Ledesma sobresale con méritos y caracteres estilísticos propios e inconfundibles.

El Cultural, 10 de julio de 2009

6 de jul. 2009

Aquellas novelas de quiosco

RAFAEL PRATS RIVELLES

El universo del azar es amplio, sorprendente y escasamente manipulable. Ricardo Rodríguez me sugiere asomarme a la teoría de los seis grados de separación. Hablo con Voro Contreras sobre Enric González, columnista de El País, tras un largo periplo como corresponsal en el extranjero, cuya escritura parece que nos interesa a ambos. El redactor de sucesos me informa: "Resulta que es hijo del escritor Francisco González Ledesma."
Alfons Cervera, en Esas vidas -libro que ya me he leído-, confiesa que González Ledesma es uno de los literatos que más admira. Un día, en la librería Negra y Criminal (calle de la Sal, 5, Barcelona), de Paco Camarasa y Montse Clavé, Alfons presentó una novela del argentino Raúl Argemí y en la presentación tuvo palabras de elogio para González Ledesma. Al término de la charla, se le acercó "un hombre de cabellos canosos, con aire entrañable" y le dijo: "Gracias por lo que has dicho, soy González Ledesma, o Silver Kane, como más te guste." Alfons añade: "Fue uno de los momentos más emocionantes de mi vida."
Mediado el siglo pasado, había mucha literatura de este tipo en los quioscos, en donde, junto a las novelas románticas de Corín Tellado y a las del Oeste de Marcial Lafuente Estefanía, se vendían las de Silver Kane, Keith Luger, Georges H. White y Alf Regaldíe, pseudónimos de escritores con una facilidad pasmosa para crear historias y más historias que hacían las delicias de numerosos lectores de la época en que fueron publicados por Editorial Valenciana y Bruguera , en su mayoría.
Miguel Olivero Tovar, Keith Luger, tuvo su residencia habitual en Valencia, donde falleció mañana hará dos años; considerado uno de los mejores autores del género, publicó más de quinientos títulos localizados en el Oeste de Estados Unidos. Alfonso Arizmendi Regaldie, Alf Regaldie, autor de publicación irregular en las colecciones Luchadores y La Conquista del Espacio, y Pascual Enguídanos Usach, Georges H. White, iniciaron a muchos en la lectura de ciencia ficción: luego vendrían los Ray Bradbury e Isaac Asimov.
González Ledesma publicó en 1983 Expediente Barcelona, finalista del Premio Ciutat de València, en 1983, primera novela protagonizada por el comisario Ricardo Méndez con Barcelona de fondo, que fue publicada por la editorial francesa Gallimard, lo que le abrió las puertas al éxito editorial en Francia, superior al que goza en España, hasta tal punto de que sus nuevas novelas aparecen publicadas antes en el país vecino.

Levante, 6 de julio de 2009