22 de nov. 1984

Entre las brumas de la nostalgia

Montse Alomà

"Crónica sentimental en rojo", recientemente premiada con el Premio Planeta,es la última de las novelas de Francisco González Ledesma, en la que el inspector de policía Méndez, ya aparecido en otra de sus obras, adquiere. pleno protagonismo en el desarrollo de la trama de esta nóvela de suspense eminentemente urbana y visceralmente humana.

Francisco González Ledesma
Crónica sentimental en rojo
Premio Planeta 1984
282 páginas
Editorial Planeta
Barcelona, 1984

A menudo el hombre nace a la vida creando para sí un complejo sistema de afirmaciones vitales, definiciones personales, compartimentaciones sociales, históricas, humanas, artísticas o estéticas, y pretende convertirlas en dogmas de fe para reafirmar su yo intimo ante sí mismo y ante los demás. Pero a veces sus creencias más firmes se desvanecen como castillos en el aire y le llevan a presentir algo inevitable, que la verdad nunca es univoca e indivisible, que no todo es blanco o negro, matemáticamente cartesiano; y esta intuición se hace evidente y extensible a todos los aspectos de la realidad, de una realidad diversificada y plural, tanto más en un terreno tan ambiguo como es la literatura, y en este caso concreto, la novela.
Hablaba de una plurirrealidad, para referirme con ello a una novela que también conserva el distintivo de lo plural en el sentido literario de la palabra, que no puede encasillarse dentro de un único género, aunque más de uno pueda pensar lo contrario.
"Crónica sentimental en rojo", de Francisco González Ledesma, no puede determinarse únicamente —al igual que su anterior novela,. "Las calles de nuestros padres"— con el calificativo de novela policíaca o novela negra, sencillamente porque va más allá.
Si bien es cierto que se inscribe perfectamente dentro de los cánones de la novela de suspense, aunque sin pretender imitar el estilo americano tan utilizado por muchos autores de este género y que ha llegado a tomar su forma más característica en autores como Chandler o Hammett, no por ello hay que ignorar todo aquello que la convierte en una novela eminentemente urbana y viscerairnente humana, envuelta en las brumas de la nostalgia constante por el pasado, y teflida por el rojo de las pasiones, de los intereses y de la sangre.
"Crónica sentimental en rojo" es primeramente, como afirma su autor, una crónica sentimental, dotada en ciertos momentos de una ternura entrafiable, y en otros, de un sarcasmo crudo y brutal, reflejo de la mismísima realidad; una confirmación de que la historia indefectiblemente se repite, generación tras generación.

En las raíces de la ciudad

La novela se inscribe, espacialmente, dentro de un marco muy bien definido y estimado por el autor; un marco conocido y particular, no americano, sino nacional. Se trata como en el resto de sus obras de una historia barcelonesa. Barcelona es el lugar de los hechos, de las investigaciones, de las diversas relaciones entre los personajes. La Barcelona antigua, nocturna, lupanaria y lúdica, la de los barrios más bajos, la del Ensanche, la de las élites burguesas. Una Barcelona pluralisima y compleja, llena de connotaciones y contraposiciones.
La odisea urbana no es más que una progresión en desorden, ascendente o descendente. No importa, todo se mezcla, mundos sociales, ambientes y personajes, pasado y presente se funden envueltos en un halo de matices desengañados y nostálgicos.
Francisco González Ledesma nos introduce en las raíces más profundas de la organización social de la ciudad revelándonos su historia pasada y reciente (de todos conocida), así como los diversos ambientes que la caracterizan. Ambientes muy determinados y concretos, perfectamente conocidos por el autor, como por ejemplo el mundo del periodismo, sobre el que se extiende en algunos capítulos con una visión crítica y a la vez nostálgica, con un punto de desengaño por la situación actual del periodismo computerizado, a la manera de los americanos, y,
por otra parte, dando rienda suelta a su sentido lúdico al introducir la anécdota y la bufonada en la descripción del mismo.
Francisco González Ledesma consigue relacionar a la perfección sus personajes con el entorno que los posibilita, la Barcelona de hoy y ayer, la de nuestra historia, dando así entrada en la narración a toda una serie de temas subliminales infinitamente tratados, las revoluciones estudiantiles, la represión política y social, el franquismo, la situación política actual... etc, que ponen de manifiesto el sustrato de nuestra historia más mmediata y la situación actual, dando coherencia a la realidad expresada en la novela, y marcando de este modo su dimensión vital y humana.
Al igual que otros autores, González Ledesma vuelve sobre su obra presentándonos personajes que ya han aparecido en novelas anteriores. La referencia a algunos de ellos resulta sucinta, casi superficial, como de pasada. Otros, en cambio, adquieren verdadera relevancia, como Méndez, personaje fundamental en la novela, perfecto conocedor de esa Barcelona nocturna, asesina y voraz de los barrios bajos, y que sirve de vaso comunicante entre los mundos diversos y opuestos de los personajes de la novela, perfectamente inscritos en la realidad socioeconómica de la Barcelona de ayer y de hoy, eje fundamental de la obra. Podemos hablar, además, de personajes simbólicos o premonitorios, como el Amores, cuya presencia introduce siempre el factor del suspense, pues como ya ha ocurrido en novelas anteriores, su aparición va siempre ligada a la de algún asesinato u homicidio.

Madurez narrativa

Francisco González Ledesma utiliza casi siempre la misma gama de arquetipos humanos que le permite deslizarse por los ambientes más diversos de la ciudad. Sin embargo, su modo de aludir a ellos presenta ciertas concomitancias con la novela decimonónica. Personajes y situaciones aparecen siempre vistos y analizados desde la perspectiva del narrador, que es quien conduce en definitiva toda la novela mediante la utilización de un punto de vista ornnisciente que le permite explicar los acontecimientos y adentrarse en lo más íntimo de las conciencias y reacciones de sus personajes, captando con ello la complicidad del lector, siempre informado de hasta los más infimos detalles.
Otra de las características destacables de la novela es la alusión constante del autor al mundo del sexo, reflejado normalmente en sus aspectos más bajos y mórbidos: el mundo de los prostíbulos, el distrito quinto, los travestis, las prostitutas de la calle, los chorizos, los macarras... Ello conlleva a su vez la utilización de un lenguaje a veces sórdido y poco cuidado, pero perfectamente entendible dentro de su propio contexto, teniendo en cuenta los ambientes en que se mueven algunos de sus personajes; aunque a veces resulte excesivamente crudo o realista, le permite desarrollar al máximo su estilo propio en el que se entremezcla lo trágico y lo cómico, lo dramático y lo bufonesco, lo sarcástico y lo nostálgico.
Todo ello no le impide, por otra parte, introducirnos en determinados ambientes y situaciones, describiéndolos con un cierto lirismo que en algún momento presentan visos de autenticidad. La estructuración de la obra mediante secuencias correlativas permite al autor hilvanar la obra de forma lineal, sin saltos en el tiempo. Los episodios escénicos se estructuran dotando a la obra de un ritmo constante y dinámico, caracterizado principalmente por el dominio del suspense que nos hace contínua la lectura sin interrupciones, hasta el final.
"Crónica sentimental en rojo" pone de manifiesto la madurez narrativa de Francisco González Ledesma, determinada en este caso por todo el haz de matices y connotaciones que se derivan de su visión crítica de esta Barcelona, envuelta en la nostalgia.

La Vanguardia, 22 de noviembre de 1984

21 de nov. 1984

El Premio Planeta fue entregado en el Ateneo de Madrid


El Premio Planeta de novela fue entregado ayer a los ganadores de la última edición en un acto celebrado en el Ateneo de Madrid. El ganador fue Francisco González Ledesma, por su novela Crónica sentimental en rojo, que tiene una dotación de 12 millones de pesetas. El libro ha aparecido ya a la venta, en una edición de 185.000 ejemplares. El premio a la obra finalista, con tres millones de pesetas, fue entregado a Raúl Guerra Garrido, autor de El año del wolfram. Ha sido publicada también, en una edición de 60.000 ejemplares.En el mismo acto, el catedrático de Literatura de la universidad de Madrid, Francisco Ynduráin, habló sobre La creación literaria, hoy. Realizó un análisis de los últimos diez años de narrativa, campo en el que, según dijo, hay aportaciones valiosas. En otro momento aludió a la proliferación de premios literarios, con lo que existe el peligro de caer en cierto ruralismo. Según dijo, la proliferación de libros y de premios inhibe algo al escritor y deja un poco perdido al lector.
Francisco González Ledesma es redactor jefe del diario La Vanguardia, de Barcelona.
Raúl Guerra Garrido ha obtenido los premios Nadal de novela y el Ciudad de Nueva York de cuentos. En la actualidad es consejero del ente Radiotelevisión Vasca y es colaborador de EL PAIS.


El País, 21 de noviembre de 1984


8 de nov. 1984

El suspense y la novela urbana

Montse Alomà

Francisco González ledesma
Las calles de nuestros padres

267 páginas
Plaza& Janés
Barcelona 1984

¿Qué pensaría usted si un buen día al irse a descansar surgiera una mano apergaminada y fría de debajo de su cama? ¿Y si en alguna de las escapadas clandestinas de su rutina habitual hacia mundos que le prometen un eventual divertimento, descubriera un cadáver encerrado en un armario, por ejemplo? (Probablemente se llevaría un susto de muerte. Y, a lo sumo, si padece del corazón, un infarto) ¿Huiría? ¿Lo comunicaría a la Policía? O tal vez su espíritu aventurero y detectivesco le llevaría a investigar por su cuenta como hace Méndez en ‘Las calles de nuestros padres", un viejo policía relegado a servicios de segundo orden, perfecto conocedor de la Barcelona nocturna y del zoológico humano de los barrios bajos y, cuyo dominio absoluto de la filosofía de las calles, sumado a su experiencia y sorprendente intuición, le llevan a serpentear por los ambientes más recónditos y oscuros de la ciudad en busca de una pista, de una información que le permita desentrañar el turbio asunto de unos asesinatos cuyas implicaciones marginales le introducirán en un mundo totalmente ajeno a él, mundo en el que se entremezclan el dinero, los abogados, políticos y periodistas.
Francisco González Ledesma ha sido capaz de escribir, o me jor, de imaginar, si admitimos la calidad de "ficticio", la "invención" o la "imaginación" como característica distintiva de la literatura, algo que no puede definirse únicamente con la calificación de novela policíaca o de suspense, que, además, se distancia de sus homólogas americanas por su.estilo personalísimo, por los temas tratados sublirninalmente y por el emplazamiento de los hechos en esa Barcelona múltiple y diversificada en la que cohabitan personas y ambientes contra puestos, equidistantes, aunque a veces lleguen a conectar unos con otros en el entramado de esta complicada telaraña urbana.

Historia pasada y reciente

Decía más arriba que esta no es sólo una novela policíaca, sino una novela, a mi entender, eminentemente urbana, cuya literariedad reside en su capacidad para crear un mundo ficticio autónomo que en algunos pasajes llega a identificarse con la realidad empírica, hecho que marca el carácter vivo y humano de la novela y, con ello, su universalidad.
Por otra parte, la presencia del autor es visible a lo largo de toda la novela, principalmente en los comentarios y juicios que hace constantemente acerca de los personajes y de los hechos narrados, así como en su intervención directa en la conducción de la trama, aunque sus interferencias nunca llegan a perturbar el ritmo de la novela, caracterizado por un dinamismo total y un dominio del suspense que constituyen dos de los mejores alicientes para la lectura de la misma. Así pues, el narrador, conocedor de todos los acontecimientos en sus más pequeños detalles, nos introduce en la situación particular de todos los personajes, en lo más íntimo de sus conciencias, así cómo en todos los intrincados recovecos de la organización social de ‘la ciudad, marcada por una historia pasada y reciente que aparece a lo largo de la novela, y por unos ambientes muy determinados, como por ejemplo el mundo del periodismo, o el de la Barcelona más antigua, que el autor parece conocer la perfección, y en los que nos introduce gracias a su estilo a veces agresivamente irónico o sarcástico, pero siempre con un matiz nostágico por lo que fue, por lo que ya no volverá, por el tiempo que ya no se puede recuperar; en definitiva, por el Tiempo, con mayúscula, que se nos escapa de las manos, una vez más.

La Vanguardia, 8 de noviembre de 1984

18 d’oct. 1984

González Ledesma

M. Vázquez Montalbán

Que un abogado de suculentas minutas cambie el bufete por la redacción de un periódico quiere decir que el romanticismo no fue una moda estética y ética coyuntural, sino que es una tendencia constante del espíritu. González Ledesma era uno de los pocos periodistas con firma que se podían leer en la Barcelona del siglo II después de Franco. Se le podía leer porque escribía bien y porque apuntaba verdades que siempre iban más allá de las estrictamente toleradas por los delegados del Ministerio de Información y Turismo. Pocos sabían que aquel periodista recién llegado al oficio era ya un curtido especialista en novelas de consumo y un prometedor escritor que había ganado aquel Premio Internacional de Novela creado por el editor Josep Janés. Pocos años después de que lo ganara González Ledesma se hizo con él Antonio Rabinad, por una de las novelas más interesantes de los años cincuenta: Los contactos furtivos. Pero no es ésta la columna que necesitaría Rabinad, sino la que merece González Ledesma como escritor, excepción que no confirma regla alguna. Novelista de consumo, novelista prohibido, periodista entre líneas, profesional afiliado al clandestino grupo democrático de periodistas, González Ledesma de pronto se convierte en una provocación cultural por haber ganado el Premio Planeta mejor dotado económicamente de toda su historia.
Microscopios y telescopios críticos se van a aplicar sobre la novela de un auténtico optimista de la operación de escribir, sorprendente en tiempos de confesables e inconfesables desganas. A los 57 años de edad, González Ledesma ha recibido de la literatura la satisfacción de una noche loca y la maldición relativa de 12 millones de pesetas, cuyo empleo tendrá que justificar hasta el año 2000. Para conseguir esa noche ha invertido más de 30 años de su vida, durante los que la satisfacción de ser escritor ha sido un vicio solitario y casi secreto. Yo me alegro por el compañero y por la literatura, por todas las literaturas que González Ledesma les quitó a los dioses para dárselas a los hombres.

El País, 18 de octubre de 1984

17 d’oct. 1984

González Ledesma, tras ganar el Planeta, escribe para recuperar el tiempo perdido

Francesc Arroyo

Poco antes de expirar la noche del 15 de octubre, Francisco González Ledesma, periodista, abogado y escritor, se convertía en el 33 ganador del premio mejor pagado de la literatura española, el Planeta. Raúl Guerra Garrido quedó finalista. La obra ganadora se presentaba bajo el seudónimo de Número cuatro, "por motivos supersticiosos". "Era la cuarta obra que iba a publicar y estamos en 1984", afirma su autor. En su juventud escribió guiones de comic y novelas policiacas firmadas con seudónimos para ayudarse en los estudios; ahora aspira a seguir escribiendo para recuperar el tiempo en que no lo hizo.
"Un día, visitando el registro de la propiedad por motivos de mi profesión de abogado, me encontré a Luis Romero. Me dijo que andaba intentando recuperar el tiempo perdido y, entonces, no lo entendí. Ahora sí lo entiendo. Escribo todos los días, porque el tiempo pasa y dentro de un tiempo ya no podré escribir mis ideas".
Francisco González Ledesma, que afirma que sus pasiones son la literatura, el periodismo y el derecho, por este orden, empezó a escribir a los 17 años y hasta los 30 redactó novelas policíacas que firmó con múltiples seudónimos -"eso lo dejaba al gusto de la editorial"- y también guíones de comic.
"No me arrepiento de ello", asegura, "y me parece que muchos escritores de hoy, si lo hubieran hecho, tendrían mejor estilo".
En 1948 concurrió a su primer premio, el Internacional que otorgaba el editor Janés, y lo ganó con Sombras viejas. La novela, que relataba los hechos del 6 de octubre de 1934, nunca vio la luz. Desde entonces y hasta mediados los años setenta, el silencio.
"Mantuve silencio", afirma, "porque no podía escribir pensando en la censura. Necesito hacer evolucionar los personajes libremente. Eso no quiere decir que no escribiera en términos absolutos. Escribí seis u ocho libros que guardo en un cajón porque no creo que sean publicables".
En 1975, "cuando veía venir la muerte de Franco y creía que la censura sería menos rígida, escribí Los napoleones", su primera novela de género, aunque él no se resigne a considerar sus novelas exclusivamente policíacas. "La censura me la prohibió en 1976 y, finalmente, puede publicarla en 1977". A partir de ahí empieza ya a publícar con relativa regularidad. En 1983 apareció El expediente Barcelona, que fue finalista en el Premio Blasco Ibáñez. Hace apenas tres meses se publicó Las calles de nuestros padres.
"Sí, yo publicaba y vendía regular. Como se venden los libros en este país. Unos 10.000 ejemplares. Me presenté al Planeta porque quería dar el salto. Se diga lo que se diga, el Planeta es el premio más prestigioso de España. El único que puede proporcionar 200.000 lectores. Y eso es lo que todo escritor en el fondo desea, tener miles de lectores, dar el sallto. Lo digo con sinceridad. Ni siquiera he pensado en qué voy a hacer con los 12 millones del prernio, que también me interesan, pero lo que de verdad me llama la atención es que me lean".
González Ledesma ha situado todas sus novelas en Barcelona, una ciudad a la que afirma amar profundamente. "Describo toda la ciudad, en función de los personajes que pueblan la novela, de las situaciones que se plantean. Algunos viven en los barrios bajos, el barrio chino, como el policía Méndez, y se revuelven cuando tienen que ir más allá de sus límites. Otros habitan en mansiones señoriales. Otros en el Ensanche".
"Por cierto, se ha dicho que: yo aborrezco el Ensanche y ne, es cierto. Me parece el sedimento espléndido de una burguesía típica y cultivada".

El País, 17 de octubre de 1984

Francisco González Ledesma, el inspector Méndez, la soledad, el tiempo y el olvido

José Martí Gómez

El pan blanco se compraba de estraperlo. Los taxis andaban con gasógeno. En el Campo de la Bota todavía se fusilaba gente. Antonio Machín ya cantaba "Angelitos Negros". Por diez céntimos todavía se cogía el 41 que llevaba a Pueblo Nuevo.
Y él estaba allí, en la grada norte del campo del Español, ligeramente escorado hacia la derecha para poder insultar mejor al línier que corría esa banda. Ahora que ha ganado doce millones de pesetas con el "Planeta" no es fácil que se abone a tribuna. Francisco González Ledesma es carne de grada, gol norte, fanático, bien nacido; de los que ven como gol válido todo aquel que consigue un delantero del Español aunque sea ayudándose con la mano, y como gol ilegal precedido de falta no señalada por el árbitro, comprado, por supuesto, todo el que marca el equipo rival.

Usted ya le conocía

Usted, lector de La Vanguardia, ya le conocía como redactor de estas páginas.
Pero si hace memoria, tal vez le conociera, sin saberlo, por haberle encontrado lejos de aquí.
Por ejemplo, en las páginas del Pulgarcito, en donde Francisco González Ledesma fue el guionista de un personaje entrañable para los hombres que ya cumplieron los cuarenta: el inspector Dan.
González Ledesma se refugiaba en pseudónimos variopintos para este tipo de menesteres ejercidos con dignidad en los años de la posguerra. Por si no lo sabía, el flamante ganador del "Planeta" fue también el que a lo mejor le hizo pasar a usted buenos ratos con novelas del oeste que aparecían como obras firmadas por un tal Silver Kane.
Es posible que a Francisco González Ledesma no le haga ahora mucha gracia que le digan estas cosas. Pero creo que son aspectos que configuran una biografía marcada por la irrenunciable pasión por escribir. La historia de los triunfos nunca suele ser lineal. Esto sólo sucede en las películas con guiones deleznables.
La historia real está hecha de frustraciones. Y estos doce millones, y esta fama, y este aluvión de entrevistas para que el último ganador del "Planeta" cuente su vida, todo está forjado en los guiones para tebeos, en las historias para novelas de duro, en la represión de la censura que se cepilló sucia, villanamente, su primera gran narración, Sombras viejas, ganadora del premio internacional de novela José Janés.

Ese gesto perplejo

En 1977 escribía su segunda novela, Los Napoleones. Yo he mirado en el baúl entrañable de los recuerdos y he recuperado unos párrafos que escribí entonces:
"Más allá de las máquinas, de las naves desnudas, de los cristales opacos, de las sirenas para el cambio de turno aullando estruendosamente, está la historia de unas ilusiones rotas, de unas vidas rotas también. Las grandes y las pequeñas vidas, las vidas que siempre han subyugado a González Ledesma: aquel jefe de personal de la importante editorial que controlaba la regla de sus empleadas para descontarles de su salario las compresas si no habían sido previsoras en llevar la cuenta; aquel alférez de milicias que perseguía guerrilleros al frente de un grupo de soldados y siempre tomaba la dirección contraria a la que los campesinos le indicaban habían tomado los fugitivos "porque no es cosa de encontrárselos y que haya bajas por uno u otro lado"; esa permanente contradicción entre la contestación y la comodidad; entre decir "basta" y el tener miedo a decirlo..."
Y siempre, sobrevolando por encima de sus palabras educadas, de sus gestos amables, de su rencor reprimido, ese gesto, en él siempre permanente, como de dolorida perplejidad ante lo que soñó haber sido y no fue.
Luego, tras Los Napoleones, después de ganar con El código de las ocho falacias el premio instituido por la revista El Ciervo, González Ledesma recuperaría parte de su memoria con El expediente Barcelona y Las calles de nuestros padres, dos excelentes novelas a las que nadie hizo caso y que ahora, convenientemente adornadas con las franjas que indiquen que su autor es el último ganador del "Planeta", se van a vender para que, adornando los anaqueles, los tipos que contemplan con ironía el devenir de nuestra cultura tengan motivo sobrado para un nuevo guiño de complicidad.
González Ledesma forma parte de la primera promoción de periodistas que tras unos años sin celebrarse examen en Barcelona accedieron a la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid después de aprobar un ingreso.

¡Ay!, aquellos años

Ya era licenciado en Derecho. Junto a aquella tribu de jóvenes que descubría el mundo --Lluís Permanyer, Francesc Carreras, Guillermo Díaz Plaja, Huertas Clavería, Joaquín Escudero, Gonzalo Pérez de Olaguer, Jaume Serrats, yo mismo...-- era la imagen de la responsabilidad, el señor con trabajo estable, un pasado y un futuro, que además conocía personalmente a Corín Tellado y a Marcial Lafuente Estefanía.
No importaba que en el primer curso hubiese una asignatura tan idiota como "Normas para ser director de periódico". Ni que en Deportes te preguntasen el récord mundial en mil quinientos. Ni que te hiciesen resolver problemas prácticos de tricomías cuando no sabíamos qué era un corondel. Lo importante era que uno estaba con aquel señor de aspecto risueño al que llamabas Paco y que con él aprendías algo de la vida a través de las historias literarias que te contaba.
Casado y con hijos. Amante de los cruceros. Solitario. González Ledesma. Hipersensibilidad. Recuerdos de imágenes mil veces rotas y mil veces reconstruidas pacientemente. Sí. Como esos recuerdos que un día llegaron a los Encantes vendidos a los traperos por gentes que ya olvidaron o simplemente dejaron de amar, medallas, retratos, búcaros, nomeolvides, objetos a través de la palabra escrita en decenas de páginas admirables que apenas nadie leyó.
Ahora, famoso. Y millonario. Tal vez un poco ensorberbecido durante unos meses. Pero le pasará y volverá a encerrarse con sus queridos fantasmas y con ese ya viejo policía, el Méndez, autor y personaje confundidos en un mismo dibujo "comido por la soledad, el tiempo y el olvido...", una lejana señal en el aire "donde cada generación dejó su garabato, su mancha, su lengua, su huella y su marca".

La Vanguardia
, 17 de octubre de 1984

16 d’oct. 1984

"He escrito una crónica sentimental y social, con fondo de novela policíaca"

El periodista Francesc González Ledesma obtiene el Planeta con una novela de tema barcelonés

Rosa Maria Piñol

El periodista y abogado Francesc González Ledesma, veterano compañero de redacción de La Vanguardia, se convirtió anoche en el ganador del XXXIII Premio Planeta con su novela Crónica sentimental en rojo, una obra que, con el pretexto de una trama policíaca, refleja una serie de personajes y ambientes de los barrios bajos barceloneses.

Paco González Ledesma estaba ayer muy emocionado al saberse ganador del Planeta. En realidad todavía no acababa de creérselo. "Yo sabía que figuraba entre los finalistas y me constaba que la mía era una de las obras bien situadas, pero en las últimas horas Lara lanzó otros nombres como favoritos, y eso me hizo perder algunas esperanzas", no explicaba el flamante vencedor del codiciado galardón, al que se ha presentado escondiendo su identidad tras el seudónimo "Número 4".
La virtud o algo parecido, título que inicialmente eligió el autor para la novela ganadora, le pareció luego muy intelectual y por eso decidió hacer constar en la plica, al lado de éste, un segundo título, Crónica sentimental en rojo. Una crónica que le ha llevado nueve meses de trabajo en los que ha compaginado esta tarea con las ocupaciones cotidianas derivadas de sus profesiones, la de abogado y la de periodista de La Vanguardia. "Empecé a escribir el libro en octubre del año pasado --nos explica-- y durante nueve meses que he invertido en la obra he tenido que renunciar a gran parte de mi vida familiar y, desde luego, a las diversiones. Escribía cuatro horas diarias por las noches".
Crónica sentimental en rojo es una novela barcelonesa como todas las que ha escrito González Ledesma hasta ahora. "Algunos la considerarán una obra policíaca porque sale un policía y se comete un crimen --señala el autor--. Pero en realidad eso son unos motivos para reflejar una cierta realidad social de Barcelona, que sucede en parte en los barrios bajos, de los que yo procedo (puesto que nací en el Poble Sec y mi mundo fue el Paralelo, el carrer Nou, el carrer Sant Pau y toda aquella área) y en parte en las zonas altas de la ciudad, que he tenido que conocer a fondo por mi condición de abogado". El autor sitúa a su protagonista, el policía Méndez, en los barrios bajos de Barcelona. "La novela es una crónica social pero también sentimental, porque refleja unos problemas psicológicos que creo que quedan bien resueltos. En la historia salen algunos personajes que he conocido, periodistas, con nombres y apellidos. Dos de ellos fueron de La Vanguardia y muy queridos para mí: Antonio Carrero, antiguo jefe de Internacional, al que llamábamos "El Mariscal" porque en sus artículos siempre decía cómo se tenía que ganar la guerra, y Arturo P. Foriscot, ya jubilado. También sale la vieja redacción de La Vanguardia, con la emoción del periodista que entraba por primera vez. Todo eso queda reflejado en algunos personajes".

Vivencias propias

González Ledesma ha vertido algunas de sus sensaciones y vivencias propias en los personajes de su novela, que presentan aspectos autobiográficos: hay un protagonista abogado, otro periodista y está también el policía que vive en los ambientes que el autor añora. "Los barrios bajos que yo conocí --sigue explicando González Ledesma-- están actualmente mucho peor que antes, en que había más resignación, sentido común y ciudadanía. Pero hay unas verdades que quizá no se encuentran en el resto de Barcelona". La obra está escrita con la técnica de la novela policiaca y su autor cree que sería un buen guión cinematográfico. "Entiendo que una novela ha de tener contenido pero ha de llegar al lector por el camino más fácil. Creo que mi novela dice cosas importantes pero en un lenguaje sencillo".

Primeras obras

El escritor empezó sus novelas de tema barcelonés con la obra Sombras viejas, escrita en 1948 y que reflejaba la Barcelona del 6 de octubre del 34. "Si ahora tuviera que publicarla, honradamente debería revisarla por completo, ya que la escribí a los 21 años y el estilo resultaría ahora demasiado romántico".
El primer libro publicado fue Los napoleones (1977), una historia en la que se reflejaba la ciudad de Barcelona desde el 18 de julio hasta los años cincuenta. "Aquella obra pretendía reflejar a cierta burguesía catalana que renegó del catalanismo y sirvió al franquismo. Era un libro extremadamente duro y actualmente está agotado". A este libro siguió El expediente Barcelona, un "reflejo de la Barcelona del terrorismo". Su obra más reciente es Las calles de nuestros padres, en la que ya aparece el policía Méndez. "Es un hombre desengañado y escéptico --dice el autor de este personaje--, despreciado por sus compañeros y que no sigue nunca ninguna norma. Fue también policía de la República y por eso no ha merecido la confianza de las autoridades franquistas".

Novelas barcelonesas

González Ledesma desearía reunir todas sus novelas en un volumen con el título común de "Novelas barcelonesas". "En todas ellas --explica-- voy reviviendo aquellos episodios de los que guardo recuerdo, desde los primeros tiros que escuché en la calle, en el 34, hasta mis vivencias actuales, y así pienso seguir hasta que la muerte me obligue a dejar de escribir". Por de pronto, ya tiene casi terminada otra novela, que "no tiene nada que ver con el policía Méndez y que trata del cumplimiento del deber". Escribir es para Paco González Ledesma la única justificación de su vida, según sus propias palabras. "Tengo dos profesiones que ejerzo con mucha alegría --dice--, quizá más la de periodista que la de abogado, pero la justificación de mi vida está en escribir, hasta el punto que llegaría a pensar que no vale la pena la vida si me constara que no sé escribir".
Ayer Paco González no pensaba en los doce millones que le han llovido del cielo. "El dinero es importante, pero lo que más aprecio es la confianza en mi mismo que supone haber conseguido el premio".

La Vanguardia, 16 de octubre de 1984

El parecer de un jurado

Carlos Pujol

El Planeta de 1984, Crónica sentimental en rojo, es un buen ejemplo de ese amargo costumbrismo que se reviste de las apariencias de la intriga para contar los misterios de una gran ciudad. Misterios, por así decirlo, engañosos: en toda novela negra que se precie --aquí con el fondo de Barcelona y sus contrastes-- ha de haber como en este caso crímenes sin explicar, intentos de asesinato, culpables que se desconocen hasta el final, una cuantiosa herencia en el aire, pendiente de un testamento, gente que no se sabe si existe, si ha existido o si nunca ha llegado a existir.
Pero los misterios de veras no son los argumentales, por muy bien trabados que estén, sino las vidas y los ambientes que constituyen el marco de la acción, la salsa de la historia. Lo miterioso no son los sucesos, sino la atmósfera que los envuelve. Casas irrespirables, la media luz de una esquina, la manera de hablar de unos y otros, la incertidumbre y el dolor de tales o cuales recuerdos, el absurdo y la tragedia de situaciones y gentes que transitan por la historia principal haciendo que llegue a tener cuerpo narrativo.
Todo eso, que da espesor a la realidad, y a veces, mejor aún, de sueños o de pesadilla, al lío de la herencia Bassegoda y a los cadáveres que van jalonando la peripecia, es el gran acierto de un libro que nos decribe con desgarrador humor patéticas estampas de la gran ciudad. Bajos fondos y barrios de lujo, la Barcelona de hoy y la de muchos años atrás, confundiéndose en una sola presencia vivida y soñada, monstruosa y fascinante, con una capacidad de ser cruel que la define. En el centro de la intriga hay un personaje excepcional que hubiera bastado para dar interés a cualquier pretexto anecdótico: un policía viejo y desengañado, oscuro y tenaz, que parece extraer de su falta de ilusiones, de su pesimismo y de la derrota de su vida gris una particular lucidez para ver claro en medio de las tinieblas. Méndez es la conciencia cansada y exigente que da sentido a todo ese embrollo, aunque al final la justicia tendrá que aceptar unas reglas de juego un tanto insólitas.
Ágil y muy amena en su presentación, sumamente brillante en los diálogos, con una pintura humana justa y atractiva, esta Crónica sentimental en rojo tiene un corrosivo fondo de amargura que da una sombría imagen de la ciudad en la línea de los grandes maestros de la novela negra. Pero más allá de las recetas del género, hay un talento de escritor dando matices humanos a los protagonistas de un drama que se alimenta de las frustraciones de todos.
Del resto de los concursantes al Premio ha llegado a la final El año del wolfram, un frondosísimo relato lleno de emociones y de violencia que se sitúa en las montañas del Bierzo durante la segunda gran guerra, cuando alemanes e ingleses andan tras un mineral muy codiciado para usos bélicos. En cierto modo, pues, novela de espías, pero también un crudo panorama de la posguerra española servido con un realismo sólido y eficaz.

La Vanguardia, 16 de octubre de 1984

Un hombre que siempre soñó con ser escritor

Rosa Maria Piñol

Francesc González Ledesma --Paco para sus compañeros y amigos de esta redacción-- es un barcelonés nacido en el barrio del Poble Sec en 1927. Abogado y periodista, está casado y tiene tres hijos. González Ledesma se crió en el ambiente de los barrios bajos barceloneses y simultaneó el trabajo con los estudios de Derecho, carrera que acabó en 1950. Se especializó como abogado de editoriales y en 1963 se matriculó en la Escuela Oficial de Periodismo de Barcelona, compartiendo las aulas, entre otros Lluís Permanyer, Martí Gómez y Huertas Clavería.
Fue Manuel Ibáñez Escofet quién le ofreció su primer trabajo como periodista, entrando como eventual en El Correo Catalán. Un año y medio más tarde era redactor jefe de este rotativo. En 1971 entró en La Vanguardia donde ha ocupado los cargos de jefe de Sección y redactor jefe de Nacional, para posteriormente dedicarse a articulista en temas de Derecho. Desde 1966 hasta 1975 formó parte del Grupo de Periodistas Democráticos.
A los 21 años, González Ledesma ganó el Premio Internacional de Novela Josep Janés con la obra Sombras viejas, que la censura de la época no dejó publicar. En 1977 publicó Los napoleones y el año pasado fue finalista del Premio Ciutat de València con la novela El expediente Barcelona. Su última obra es Las calles de nuestros padres, algunos de cuyos personajes aparecen también en la novela ganadora del Planeta. González Ledesma ha escrito también trabajos de divulgación histórica y un estudio técnico titulado El dret català actual.

La Vanguardia, 16 de octubre de 1984

Un abogado y un farmacéutico

Francisco González Ledesma nació en el barrio barcelonés de Poble Sec, en 1927. Estudió en Barcelona las carreras de Derecho y Periodismo, profesiones que ha ejercido al mismo tiempo que dedicaba su ocio a la creación literaria. Está casado y tiene tres hijos.A los 21 años, recibió el Premio Internacional de Novela Josep Janés por Sombras viejas, que no se publicó por problemas de censura. Lo mismo ocurrió con su segunda novela, Los napoleones que no apareció hasta 1977. En 1983, El expediente de Barcelona, finalista del Premio Blasco Ibañez. El pasado mes de mayo editó Plaza y Janés su último título, Las calles de nuestros padres, una crónica entre negra y sentimental de los barrios barceloneses.
La actividad periodística de González Ledesma se inició en El Correo Catalán y, en 1971, empezó a trabajar en La Vanguardia, donde es actualmente redactor jefe y articulista especializado en materia jurídica. También ha escrito estudios sobre temas jurídicos como El Dret català actual (El Derecho catalán actual). Una de las facetas de su trabajo como abogado le ha relacionado con el mundo editorial pues durante un tiempo fue asesor jurídico de Bruguera.
En 1978, recibió el premio concedido por la revista El Ciervo por sus artículos, El código de las ocho falacias. El jurado estaba compuesto por Joan Gomis, Miquel de Moragas, Josep Pernau y Joan de Sagarra.

El País Vasco

Al filo de los 50 años, Raúl Guerra Garrido es otro de los narradores españoles de hoy que han hecho de la literatura oficio gracias al beneficio que obtuvieron de otros menesteres. En su caso, se trata de la actividad industrial que ejerció en San Sebastián, ciudad donde reside desde hace bastantes años aunque nació en
Madrid. Doctorado en Farmacia, obtuvo una beca simbólica de 500 pesetas que le disuadió de dedicarse a la investigación pura y le obligó a buscar otras fuentes de ingresos compatibles con la irrenunciable vocación de escribir. Raúl Guerra consiguió el espaldarazo literario precisamente con otro premio de alcance nacional, el Nadal, que obtuvo, en 1977, por su novela, Lectura insólita de 'El Capital', historia del secuestro de un industrial vasco que es, a la vez, un análisis del proceso de industralización en Euskadi, del problema del terrorismo y de la situación de violencia cotidiana en este país. Otros premios que ha
recibido son: el Ciudad de San Sebastián, en 1968; el Ciudad de Oviedo, en 1972 y el Eulalio Ferrer, en 1973. En 1981, obtuvo el León Felipe, dotado con 250.000 pesetas por el Colegio Oficial de Farmacéuticos de Madrid, por su artículo Letra de médico publicado en El Socialista.
Los últimos títulos de Raúl Guerra son: Pluma de pavo real, tambor de piel de perro (1977), Copenhage no existe (1977), La costumbre de morir (1981) y Escrito en un dólar (1983). En ellos retorna sus temas característicos como la violencia en el País Vasco o el mundo de los empresarios industriales y explora
otros nuevos materiales y recursos; la crítica al american way of life o la crónica negra.


El País, 16 de octubre de 1984

El periodista González Ledesma obtiene el galardón con una novela social sobre un crimen en Barcelona

El escritor Raúl Guerra Garrido quedó finalista con una narración de espionaje

El periodista Francisco González Ledesma ganó la 33ª edición del Premio Planeta otorgado anoche en un hotel barcelonés con su novela social La virtud o algo parecido (Crónica sentimental en rojo es su título original) que presentó bajo el seudónimo de Número Cuatro. El autor manifestó a este diario que la novela se centra en la investigación de un crimen inexplicable acontecido en Barcelona. La novela finalista fue Ayer, de Raúl Guerra Garrido, que se presentó igualmente bajo seudónimo (R. López). El galardón está dotado con 12 millones de pesetas y la obra finalista tiene un premio de tres millones.
González Ledesma explicó que su narración "puede parecer, por el argumento, que es un texto de género, adscrito a la llamada novela negra. Sin embargo, el relato sirve para realizar un recorrido social por Barcelona, desde sus ámbitos más humildes, medio que conozco por razones familiares, a las familias de alta sociedad. Los periodistas juegan en esta obra un papel protagonista. Es muy dura en los recursos de lenguaje porque las cosas se llaman por su nombre, pero, al margen de este aspecto, yo la definiría como una novela tierna". La presencia constante de Barcelona en sus relatos lo explica el autor porque es la ciudad donde vive y la ciudad que siente. "La novela describe el mundo del periodismo, las noches de los periodistas, en la época, mucho más nostálgica, en que las imprentas eran mucho más románticas y que los periódicos se hacían entre maldiciones y gritos. Hay un personaje, el del policía, que también es amante de esta noche que se ha ido".El ganador del Planeta empezó la redacción de esta novela hace nueve meses. Su título auténtico es Crónica sentimental en rojo y el original tiene 250 páginas.
La primera novela firmada por Ledesma es Sombras viejas, retenida por la censura ya que relataba los hechos el 6 de octubre de 1934 protagonizados por Lluís Companys. Los Napoleones tuvo idénticos problemas. "Mi siguiente novela, El expediente de Barcelona trata el terrorismo y se enmarca desde el 18 de julio de 1936 hasta los años cincuenta". La última novela, anterior a la ganadora de anoche, es Las calles de nuestros padres. En esta obra, el autor plantea nuevamente un argumento criminal que, a raíz de las investigaciones de unos periodistas -identificables con profesionales del periodismo catalán-, evidencia conexiones con el tráfico de divisas. "Este argumento me permite desvelar un entorno de corrupción en la alta sociedad". Algunos personajes de Las calles de nuestros padres son retomados en la obra ganadora del Planeta. González Ledesma negó a este diario que hubiera escrito novelas del Oeste bajo seudónimo.

Dar confianza

El ganador manifestó al conocerse el veredicto que el Premio Planeta es importante porque "como dijo. Manuel Vázquez Montalbán, otro ganador de este premio, es muy distinto tener 5.000 lectores a conseguir 200.000. Si, para ello, es preciso este alarde publicitario para que la gente se decida a leer, me parece muy bien y Lara cumple con una gran misión social". El escritor explicó ante el público de la sala donde se celebraba la gala el Planeta los temores que había pasado durante la cena. "No he pensado en el dinero sino en la fe que da ganar. El dinero se va y la confianza se queda y eso es lo que un escritor necesita para seguir escribiendo. He sufrido mucho para llegar a este triunfo. Lo explico para que los jóvenes escritores no se desanimen". El escritor tiene un hijo periodista que estaba en la sala cubriendo la información para un rotativo barcelonés. "No he mostrado la novela a nadie. Soy una persona muy tímida".

Amor y violencia

R. López, autor de Ayer -la novela finalista-, era en realidad la tapadera de Raúl Guerra Garrido, autor de El año del wolfram, una narración situada en el Bierzo en los años cuarenta, a finales de la segunda guerra mundial. Como en sus otras obras, Lectura insólita de 'El Capital', que obtuvo el Premio Nadal, y Escrito en un dólar, su hasta hoy última novela, el escritor entremezcla la historia con pequeñas anécdotas de amor y de violencia. "Narra las peripecias de unos hombres en unos años de miseria en los que con un mínimo de esfuerzo y un máximo de osadía se podían conseguir no pocas cosas. Narra también una historia de amor y las aventuras de un espía", comentó ayer el escritor a este diario.El telón de fondo es la guerra mundial última y la lucha entre alemanes y aliados por conseguir el mineral de las minas españolas.
Cuenta las intrigas y las luchas, no siempre bélicas, a veces meramente económicas, aunque no por ello menos sangrientas Sobre este relato se superpone una historia que había sido la obsesión del escritor desde hace años. La historia de una ascensión por caminos de osadía, de una lucha más que colectiva personal, que se desarrolla en el ámbito de lo cotidiano, pese a las características colectivas del acontecimiento. Discurre en el monte y en la retaguardia, donde se narran los esfuerzos de los aliados por evitar que los alemanes se hagan con el mineral.
Al inicio de la fiesta de concesión del premio, José Manuel Lara tuvo un recuerdo a "tres autores que nos han dejado este año y que habían sido Premio Planeta: Andrés Bosch, Tomás Salvador y Ángel María de Lera. Todos ellos, con su prestigio, han colaborado en la importancia del premio". Entre las cerca de 1.000 personas que asistieron a la fiesta se hallaban gran número de escritores -Ignasi Riera, José María Gironella, Fernando Sánchez Dragó-. A lo largo de las votaciones fueron eliminándose las posibilidades de los otros escritores optantes al premio. En la penúltima votación, Raúl Guerra y González Ledesma empataron a cuatro votos mientras que Marina Mayoral, al obtener sólo dos, veía alejarse las posibilidades de obtener el premio con su obra Contra muerte y amor. Anteriormente había quedado eliminada la novela de Guillermo Morón, El gallo y las espuelas de oro.
El jurado del Premio Planeta de este año estaba integrado por el editor y patrocinador el galardón, José Manuel Lara, Ricardo Fernández de la Reguera, Antonio Prieto, Carlos Pujol, José María Valverde y actuó como secretario Manuel Lombardero. La fiesta de concesión del premio tuvo a Luis del Olmo como maestro de ceremonias. Distintas emisoras de radio as¡ como TV-3 retransmitieron en directo la proclamación del veredicto del jurado. Jordi Pujol, presidente de la Generalitat, asistió a la cena de concesión del premio así como el conseller de Cultura de la Generalitat, Joan Rigol.


El País, 16 de octubre de 1984