24 d’ag. 2010

Die späte Rache eines Vaters

Henrike Heiland
In den 70er-Jahren wurde ein Dreijähriger bei einem Banküberfall als Geisel genommen und von den Tätern erschossen. Jahrzehnte später zieht sein Vater, der nicht vergessen kann, los, um die Mörder zur Strecke zu bringen. Doch dann wird er selbst zum Gejagten.

In Spanien ist er seit Jahrzehnten eine feste Krimigröße: Francisco González Ledesma, Jahrgang 1927, startete seine Serie mit Hauptkommissar Méndez bereits in den achtziger Jahren. Viele Preise hat sie Ledesma eingebracht, und doch liegt erst jetzt eine deutsche Übersetzung vor. Manchmal staunt man, wie lange so etwas braucht. „Der Tod wohnt nebenan“ ist auch nicht der erste Roman in der Reihe, sondern der achte, aber wir wollen ja nicht jammern, sondern uns freuen, dass er endlich auch für die Krimifreunde zugänglich ist, die des Spanischen nicht mächtig sind.

Méndez ist daher nicht mehr der allerjüngste Kommissar. Das Barcelona, in dem er ermittelt, ist kein Bilderbuch-Barcelona, wie es die Touristen lieben, sondern ein kaputtes, dreckiges, armes Barcelona, eine Stadt, die zu schnell zu viel wollte. Der Ermordete – eigentlich ist es eher ein Hingerichteter, er hieß Omedes – wird in einem Abrisshaus gefunden. Früher war hier ein gut gehendes Bordell, und die Nachbarn wissen noch sehr genau, was für ein unangenehmer Kerl Omedes einst war. Méndez muss gar nicht lange ermitteln, da weiß er schon, was los ist: In den 70ern starb bei einem Banküberfall ein dreijähriger Junge. Omedes war einer der Bankräuber. Sein Mörder kann nur der Vater des Jungen gewesen sein, ein Mann namens Miralles, der heute als Personenschützer arbeitet.

Kein Interesse am Wer-war’s

Auch wenn klar ist, dass Miralles diesen Mord begangen hat und dieser sich auf einem Rachefeldzug befindet, ist ihm zunächst nichts nachzuweisen, aber darum geht es dem Hauptkommissar erst in zweiter Linie. Vorrangig kümmert ihn, was mit dem zweiten Bankräuber ist. Dieser hat seine Strafe längst abgesessen und weilt wieder in Barcelona. Miralles wird ihn ebenfalls töten wollen. Und der frühere Bankräuber, er nennt sich selbst Erasmus, weiß, dass Miralles ihn töten will. Also setzt er alles dran, um ihm zuvorzukommen. Da er an Miralles nicht gleich rankommt, gerät die junge Eva, die für Miralles arbeitet, ins Visier. Und Méndez muss versuchen, ein Blutbad zu verhindern.

Ledesma interessiert sich so offenkundig überhaupt nicht für das Wer-war’s, dass er dem Leser schon auf den ersten Seiten erklärt, wer wen warum töten will oder auch schon getötet hat. Die Spannung erwächst aus dem Katz-und-Maus-Spiel, das sich der Mörder, der Gejagte und der Kommissar von da an liefern. Méndez ist ein Hauptkommissar, der sich insgesamt einen Dreck um die Dienstvorschriften schert. Er kennt das alte Spanien unter Franco und beobachtet das neue Spanien.

Durch Figuren wie Madame Ruth, einer vor sich hin sterbenden ehemaligen Bordellbesitzerin, der früheren Prostituierten Mabel, die Madame Ruth zwar hasst, aber bis zu ihrem Tod pflegt, den verstörten erfolglosen Anwalt Escolano, der sich seine moralische Überzeugung nicht leisten kann, oder den Bankräuber Erasmus wird der Wandel der Zeit erzählt und was er für die Stadt und die Menschen bedeutet. Ledesma nimmt sich Zeit für seine Figuren, sie setzen sich mit ihrer Gegenwart und besonders aber ihrer Vergangenheit in manchmal etwas zu verplauderten Dialogen auseinander. So lernt man sie kennen, erfährt Hintergründe und Biografien, findet kleine Skizzen und Anekdoten, wird wieder zur eigentlichen Handlung zurückgeführt und hat am Ende ein Buch über Barcelona gelesen, das noch lange nachklingen wird.

Focus, 24 august 2010

Francisco González Ledesma: Historia de Dios en una esquina

Francisco González Ledesma es uno de nuestros más genuinos y brillantes escritores de narrativa negra. Humor ácido y una mirada escéptica, desengañada y amarga sobre la sociedad son los ingredientes básicos de las novelas protagonizadas por Méndez, su incatalogable personaje.

En Historia de Dios en una esquina (1991) Méndez, gato viejo y solitario, siguiendo su propio instinto, aplicando su particular concepto de la ley, persigue a los asesinos de una niña que había sido secuestrada. Por una vez, cambia las esquinas del barrio chino de Barcelona, paraíso donde cultiva su nostalgia, por los lujosos salones del Hotel Palace de Madrid, poblados de oligarcas y matones. Pero no es suficiente. Para aclarar los enigmas del caso, para lograr algo de justicia, Méndez, nuevo Hércules Poirot, tendrá que gastarse todos sus ahorros en un crucero por el Nilo en el que, ¿cómo no?, se suceden los asesinatos a su alrededor.

"Méndez se daba cuenta, con creciente horror, de que estaba en un país islámico, es decir, un sitio donde no podría pedir un ron y ni siquiera algo tan inocente como unos pies de cerdo amenizados con un par de botellas de gandesa. No sobreviviría."

Francisco González Ledesma: Historia de Dios en una esquina, RBA, Serie Negra, 2008.

Elemental, querido blog, 24 de agosto de 2010

3 d’ag. 2010

La dama y el recuerdo, Silver Kane (Francisco González Ledesma)

María J. de la Vega

La dama y el recuerdo

Silver Kane (Francisco González Ledesma) Editorial Planeta

Con trece o catorce años devoraba las novelas del oeste de Marcial Lafuente Estefanía, Silver Kane, Zane Grey, y algunos otros que no recuerdo. El argumento siempre era el mismo o al menos a mi me lo parecía, no importaba, nos entregábamos a las historias con pasión.

Tan sólo tenías que comprar una novelilla, te la leías en una tarde y a partir de ahí sí que comenzaba un carrusel deportivo. Bajabas al quiosco más cercano donde tenían cientos de estas novelas usadas, leídas y releídas mil veces. Y por unas pesetillas las ibas cambiando, más de una vez, tenías la sensación, si no certeza, de que la historia, esta vez sí, ya la conocías.

Este era un vicio un poco inconfesable, la calidad literaria estaba en entredicho, no estaba bien visto decir que leías este tipo de novelas, ni siquiera en un adolescente. Ya de adulto lo sentías como un pecadillo de juventud. Tengo que reconocer que me lo pasé bien y que junto a otros pecadillos, como las fotonovelas, despertaron mi pasión por la literatura. Me enseñaron a leer, a ser paciente con las historias, con los personajes, con las tramas, a coger el ritmo narrativo, a saber esperar un desenlace no por conocido menos sorprendente. Despertaron mi admiración por los autores que son capaces de inventarse vidas enteras en historias conocidas.

Desde entonces, no volví a leer una de estas novela pero de repente me encuentro en la estantería de la librería con un ejemplar colocado de frente, con la portada hacía el lector sobre una pila de otros colocados de canto y, tanto en los tumbados, como en el estirado, el nombre del autor en mayúsculas, con las filigranas propias de la letras tipográficas, sombreadas para simular profundidad, en tres dimensiones y el título en dos, La dama y el recuerdo, autor Silver Kane.

Mucho tiempo después de aquellas lecturas supe que el bueno de Silver, era en realidad Francisco González Ledesma, abogado, periodista, novelista creador el inspector Méndez, protagonista de una serie de novelas negras de corte social. González Ledesma es un gran autor, que para financiarse sus estudios y primeros años de independencia, siendo víctima de la censura franquista, escribió desde los años cincuenta cientos de novelas del oeste.

Así que como comprenderán, habiendo sido lector suyo primero como Silver y luego con su verdadero nombre, mi sorpresa y alegría al encontrarme con una nueva obra de este autor. Volvía a cabalgar, volvía a mi adolescencia.

Y francamente la novela no defrauda en absoluto, aun resulta más interesante que aquellas leídas en los setenta.

González Ledesma se quiere dar, y darnos, un homenaje, superado ya el complejo, recuperando al autor clandestino y la temática del oeste. Con estilo directo, claro, sencillo, cínico, lleno de humor blanco y negro va desgranando las historias típicas del género.

Un pistolero frío como el hielo, llega al saloon poco antes de que comience la acción y empiecen a aparecer fiambres atravesados por balas salidas de las manos más rápidas del medio oeste americano. Las coristas acaban de regresar de cotillear quien ha venido en la última diligencia. El administrador de asuntos gubernamentales relacionado con los indios y el ferrocarril, auténtico dueño y señor del territorio es un verdadero canalla, el malo de la novela, acompañado por una mestiza, espectacular, con la moralidad de una serpiente de cascabel. Otra mestiza virtuosa, y más espectacular todavía, apunto de sufrir un tremendo abuso sexual y vital. Un niño que queda huérfano. Otro pistolero, cazador de recompensas, íntegro como los verdaderos sufridores y perdedores de estas historias. Una dama entrada en años que conserva toda su belleza y una doble vida sorprendente y justiciera. Un viejo director de periódicos que todavía se atreve a denunciar los abusos de los poderosos. Todos estos personajes junto a vaqueros y cuatreros, enterradores, barmans, prostitutas entradas ya en años, banqueros y oficinistas acobardados, patíbulos, más pistoleros, travesías por las grandes extensiones de Kansas, escarceos sexuales subidos de tono (que ya los hubiésemos querido leer en nuestra primera etapa) van conformando la historia que nos vuelve a contar Silver Kane.

Es una entretenidísima novela, inteligente, divertida, nostálgica, un regalo para aquellos a los que nos gustó, y nos gusta, el género y para los que, sin complejos, quieran pasar un buen rato en buena compañía, un libro. Luis González Carrillo Junio de 2010

Palabra, 3 de agosto de 2010