28 de maig 2010

F. González Ledesma: Silver Kane cabalga de nuevo

Fotografia del autor
Cuarenta años después, Silver Kane regresa a la ciudad con “La dama y el recuerdo” (Planeta). Y, tras él, cabalgando en su legendario seudónimo, un González Ledesma que vuelve a lucir espuelas. Texto: Hernán Migoya Foto: Mario Krmpotic’

Rojo y negro


Más cerca estilísticamente de Víctor Mora (autor de El Capitán Trueno) que de Manuel Vázquez Montalbán, González Ledesma es un hijo genuino de la posguerra española. Resultó precoz como escritor y hasta como “rojo”, ya que su novela Sombras viejas (1948), con la que ganó el Premio Internacional de Novela José Janés con sólo 21 años, fue prohibida por la censura franquista, valiéndole el ostracismo y la marginación a su prometedora carrera literaria. La editorial Bruguera le permitió hacer guiones para cómics de El inspector Dan y El Doctor Niebla, lo cual no está nada mal… pero también le daría la oportunidad de escribir literatura con seudónimo, aunque en aquella época las novelas de a duro no se consideraran como tal.

Evasión y victoria

Porque, al igual que El Coyote conseguía que el lechuguino César de Echagüe se convirtiera en todo un héroe justiciero, Silver Kane (pronúnciese castellanizado, por favor) logró que González Ledesma pudiera publicar regularmente… y con éxito. Hace más de medio siglo empezó a sacar sus novelas de evasión, en total más de cuatrocientas -no sólo en el campo del western-, cosechando la estima del público y marcando la diferencia. Todos sus admiradores recordamos la primera vez que leímos una novelita de Silver Kane, porque casi todos hemos pensado lo mismo: “Esto no está nada mal escrito…”. Hasta Alejandro Jodorowsky le homenajea siempre que puede, ya sea introduciendo un Silver Kane en su estupendo cómic-western Bouncer o encabezando cada capítulo de un estudio sobre el budismo zen con una frase extraída de las novelas de Kane. Apellido que, por cierto, González Ledesma asegura haber compuesto como homenaje al autor de cómic ¡Milton Caniff!

El pistolero regresa a la ciudad

Mientras tanto, con los años, la persona detrás de la máscara llegó a ser redactor jefe del diario La Vanguardia: sin embargo, el reconocimiento a González Ledesma no le llegó hasta bien entrada la democracia y los años 1980, con su serie negra del Comisario Méndez y el Premio Planeta a su Crónica sentimental en rojo. Silver Kane ya resucitó hace tres años con la reedición de cuatro de sus mejores novelas policíacas en un tomo (Recuérdame al morir, La Factoría de Ideas), pero nadie imaginaba que el propio González Ledesma, figura más conocida hoy que su propio álter ego, decidiera él mismo volver a colgarse los revólveres y a cabalgar las librerías con el nombre que le dio fama y un altarcito en los quioscos, pero al que él también dio tanto. “No hay ninguna novela del Oeste en el mercado y a la vez quería saber si sería capaz de volver a escribir una”, se justifica. La resurrección de Silver Kane se debe también a un ajuste de cuentas sentimental: “Yo intenté escribir bien mi trabajo, pero no fue hasta muchos años después que me di cuenta de que mucha gente se aficionó a la lectura gracias a Silver Kane y que tenía muchos fans importantes. El fenómeno Silver Kane me pareció cada vez más respetable. Por eso también acepté este desafío”.

¿Qué ha aprendido González Ledesma de Silver Kane? “He notado libertad. El Oeste me ofrece una cantidad de temas y situaciones que otros géneros no te permiten. También volví a sentir la emoción de la aventura. Y recordar cómo escribía cuando era joven me ha hecho recuperar la ilusión”. Se nota: lo bueno de La dama y el recuerdo es que no se trata de una reactualización ambiciosa o “realista” de la novela del Oeste popular española. ¡Es una novela del Oeste popular española, sin más! ¿En qué otro contexto se pueden aceptar, si no, frases tan lapidarias, desopilantes y cañís como ésta: “En la tierra que estaban pisando, los caballos eran quizá el mejor botín. Más incluso que las mujeres, por la sencilla razón de que sin caballos no podías vivir, y con ellas aún menos”? O esta otra, perteneciente a la sabiduría mundana tan propia del subgénero: “Las balas, aunque sean pequeñas, le sientan mal al cráneo”.

Qué Leer, 155, mayo de 2010

23 de maig 2010

"Si hubiera firmado González, nadie habría creído que estuve en el Oeste"

Jorge Dávila

Durante más de 30 años ha tenido que caminar por polvorientas calles, organizar broncas en el salón, robar caballos, improvisar duelos al amanecer, preparar cocidos para los rancheros... Silver Kane, el pseudónimo con el que se ocultó de la dictadura franquista, regresa con "No hay que morir dos veces", la última aventura del Oeste del escritor Francisco González Ledesma (1927).

Autor leal a la máquina de escribir tradicional, una "Olivetti", este abogado, escritor y periodista no se plantea entrar en el laberíntico universo de las nuevas tecnologías. Hijo de una modista del núcleo barcelonés de Poble Sec, Ledesma confiesa que, al principio, no se sentía a gusto cabalgando por un género literario al que entregó más de 400 novelas que desaparecían de los quioscos con la misma facilidad con la que sus pistoleros saldaban cuentas pendientes.

¿Por qué ha vuelto al Oeste?

Quise probar si aún era capaz de escribir con el desparpajo y la agilidad de cuando era joven. Un día empecé a valorar la idea y el empujón final fue cosa de un editor que me dijo: ¿Quieres hacer una novela del Oeste seria? (Sonríe). Le respondí que no quería anticipos por miedo a la presión de fracasar y que el dinero me lo diera cuando el proyecto estuviera acabado. ¡Aquí está!

Entre "Sombras Viejas" y "La Dama y el recuerdo" hay más de sesenta años. ¿Muchas historias?

No me lo recuerde... Dejemos esos años en el olvido (ríe). Sí. Hay un montón de horas de trabajo, alegrías, decepciones... Algunos días en los que te sientes en la cima del mundo, como me ocurrió cuando me dieron el Premio Internacional de Novela ("Sombras viejas", en el año 1948) o el Premio Planeta ("Crónica sentimental en rojo", en el año 1984), y otros en los que me llegué a plantear dejar abandonado al escritor que había dentro de mí; pero escribir es la única cosa que justifica un poco mi vida y no lo hubiera podido dejar de ninguna manera.

¿Estuvo cerca de abandonar?

Mentalmente puede que lo hiciera, pero esas dudas están en todos los escritores. La amargura de pensar por qué no te dedicas a otra cosa sí que la he vivido muy de cerca en varias ocasiones.

¿Qué consejo le daría a los que se enfrentan hoy a esa crisis?

Un escritor de raza, sea bueno o malo, está dotado de una fortaleza interior que le impulsa a escribir. No es lo mismo ser que sentirse escritor. El que quiera ser escritor debe ser inasequible al desaliento, como diría un buen falangista, perseverar en su intento, no hundirse cuando las cosas no marchan bien y ser fiel consigo mismo. Si falta alguna de esas cosas, el fracaso es algo seguro.

¿Ha sentido el miedo de enfrentarse a un folio en blanco?

El miedo a una página en blanco me lo quitó Silver Kane. Tenía que escribir tres o cuatro novelas cada mes y si acababa una al mediodía, por la tarde ya estaba maquinando cómo comenzar otra historia. Era como una "droga" literaria que no me permitía divagar delante de un folio sin palabras. Entonces debía tener una imaginación milagrosa porque las ideas fluían sin parar.

¿Le debe mucho a Silver Kane?

Silver Kane fue el resultado de una situación que no era normal. Sabía que la dictadura no me iba a dejar publicar novelas como "Sombras viejas" o "Los Napoleones" y me marché al Oeste (ríe). Ganarme la vida escribiendo de aventuras de vaqueros no me gustaba, pero me permitía ganar un poco de dinero. El seudónimo no era importante, pero si hubiera firmado González, nadie habría creído que estuve en el Oeste. Kane, en cambio, sí que era un norteamericano de los de verdad.

¿Ha sido un buen compañero de aventuras?

A él le debo mucha de mi personalidad y ser una persona con una gran fortaleza frente al desaliento humano. Insisto, quería escribir de otras cosas, pero junto a él tuve un aprendizaje de perro. Si tengo una cierta habilidad literaria, toda se la debo a Silver Kane. Con el tiempo llegué a amar el Oeste. Me costó, porque fue una imposición de un gobierno, pero amé ese mundo.

¿Qué sentía un hombre nacido cerca del puerto de Barcelona en su Oeste literario?

Durante dos o tres años me encontré muy raro; perdido en un mundo en el que he permanecido más de treinta. Los editores buscaban mis novelas con desesperación y aproveché el momento para pagarme los estudios de Derecho.

¿Dicen que a los cinco años contaba historias en su colegio por una merienda?

¿A los cinco? No, creo que fue a los seis (vuelve a reír). Los colegios públicos de la dictadura eran muy buenos. El concepto de amistad entre los alumnos era magnífico y no todos teníamos posibilidades de merendar. Se me ocurrió contar historias que otros niños me agradecían compartiendo conmigo sus meriendas. Hoy me hace reír, pero fueron momentos duros.

¿También es cierto que una vez se puso a escribir en el tejado de su casa bajo la luz de la luna por culpa de un apagón?

Eso es verdad... Vivía en un ático de Barcelona y recuerdo que era domingo. Tenía que entregar una de mis novelas el lunes y la ciudad se quedó sin luz. Salí al tejado y no bajé a casa hasta que la acabé.

¿Se siente orgulloso por ser uno de los impulsores de la novela negra junto con otros autores de la talla de Vázquez Montalbán?

La novela negra es urbana, enigmática y crítica con el poder establecido. Si la haces, es fácil que enseguida te encasillen en la izquierda y de ahí ya no te saca nadie. Yo no tengo la sensación de escribir novela negra sino historias sobre mi ciudad que son comprobables, es decir, no miento nada o casi nada.

¿Su paso por Editorial Bruguera le hizo replantearse la profesión de escritor?

Bruguera nunca entendió su papel en el mundo de la cultura como un arte sino como un negocio. Aproveché mi estancia en esa editorial para hacer buenas amistades y continuar con mis estudios. Los contratos que te hacían sólo favorecían al editor y sufrí unos problemas de conciencia graves. Un día, mucho antes de que Bruguera se fuera a la quiebra, decidí que no me apetecía morir allí. Me hice periodista porque no quería hacerme viejo en la Editorial Bruguera.

¿Qué le dolió más, que lo tacharan de rojo o que le cerraran su trayectoria en varias editoriales?

A mí no me cerraron las puertas de algunas editoriales, simplemente no me hacían caso cuando tocaba en sus puertas. Muchos rentabilizaron aquellos años difíciles con las historias de Silver Kane.

¿Aprovechó su experiencia como periodista apuntar la profesión de escritor?

Yo no comparto la opinión de que cuando aprendes a escribir como un periodista te olvidas de escribir como un escritor. En un trabajo de redacción no hay creación literaria, pero sí hay un sacrificio, una agudeza para ser preciso y buscar la verdad aunque no siempre tengas posibilidades de publicarla. Un buen periodista hace que un texto sea comprensible en la primera lectura. Eso es importantísimo en el mundo de la literatura. El 80% de mi esencia de escritor se la debo a la profesión de periodista y el 20% a la vocación.

¿Y qué hará con el libro digital?

Estoy en contra. No soy su peor enemigo, pero amo a los libros que tienen vida propia; la magia de un olor a papel, la tinta, las historias que me transmiten...

¿Cuál es la reacción de un escritor de su trayectoria frente a los avances de la industria literaria?

Yo sigo usando máquina de escribir. De hecho, cuando era redactor-jefe de La Vanguardia la única mesa en la que no había un ordenador era la mía. Iban de visita al periódico y comentaban: "Ésa es la máquina de escribir que usa Silver Kane". A veces, me hacían sentir como una pieza de museo.

Hablando de recuerdos, ¿cómo asimiló en su momento el hecho de ser un Premio Planeta?

Te provoca una ilusión terrible porque has hecho realidad el sueño de casi todos los escritores, pero, a su vez, también tiene una cara cruel. La responsabilidad crece, puesto que enseguida te das cuenta de que vas a ser vigilado con lupa, que tienes que volver a escribir y, seguro, que recibirás críticas. Tras ganar el Premio Planeta no todo es bonito. Yo pasé muchísimo miedo y tardé más de tres años en volver a publicar un libro.

Última pregunta. ¿Ha cambiado mucho la literatura que conoció a mitad del siglo XX con la que se hace en 2010? ¿Cree que se está publicando mucho?

Se publica lo que se reclama por los poderes intelectuales y económicos. La literatura se ha modernizado para bien de todos. Hoy se puede escribir de un divorcio, adulterio y de otras cuestiones morales que en mi época no sobrevivían a la censura. Un libro de 2010 debe reposar, consolidar sus posicionamientos morales y servir de inspiración a las personas que decidan leerlos. No con el objetivo de plagiar, sino de reflexionar sobre sus personajes.

El Día, 23 de mayo de 2010

19 de maig 2010

La Barcelona de Ricardo Méndez

Javier Mazorra

De la mano del procaz policía creado por Francisco González Ledesma nos sumergimos en una Barcelona recóndita, oculta, subterránea, que la mirada de Méndez hace aflorar a lo largo de los relatos. Como lo indica el propio autor, su protagonista «deambula por las entrañas de la ciudad y los recovecos íntimos de una Barcelona que no se ve pero que palpita en el aire». Su territorio natural es el Poble Sec, el Paralelo y el Raval, llevándonos también al Eixample e incluso a los Barrios Altos y a la prolongación de la Diagonal.

Durante más de un cuarto de siglo, a través de sus libros hemos podido pasearnos por una ciudad en trance de desaparición. Es consciente de que se está convirtiendo en otra nueva; no le gusta pero aun así nos la describe de igual forma. Méndez empezó como secundario en 1983 en Expediente Barcelona para convertirse en protagonista absoluto un año más tarde, en La calle de nuestros padres.

De su historia, conocemos poco. Se sabe que cuando era joven trató de alquilar una máquina de escribir con doble teclado, uno para las mayúsculas y otro para las minúsculas, «porque tenía pinta de ser la más económica». Fue un policía joven pero que nunca tuvo problemas con las amenazas disciplinarias, ya que, cuando le entregaron su primer nombramiento, le comunicaron también su primera sanción. Vivió durante muchos años en la trastienda de un colmado que también funcionaba como bar en la antigua calle Nueva (Carrer Nou de la Rambla) donde también estaba su comisaría de barrio aunque desde hace un tiempo, ya al filo de la jubilación, vive «en un pisito frente a Atarazanas tan lleno de libros que hasta es posible que debajo esté sepultada la ultima mujer de la limpieza».

Su Barcelona es a veces más fantaseada que real, una ciudad «reinventada», pintada con los colores de la melancolía y de la nostalgia pero que siempre terminamos reconociendo, aunque el mismo Mendéz se pierda y a veces no sepa dónde está.

Ciudad de fantasma

Sólo hay que llevar un libro suyo en la mano y empezar un largo deambular por sus calles. Así llegaremos a la de Tapioles (para muchos todavía Las Tapias) en el Poble Sec, donde una placa nos recuerda que en el número 22 nació González Ledesma. Ya no hay mujeres prostituyéndose. Ha aparecido más de un restaurante de diseño, sobre todo en la antigua plaza del Surtidor. Pero los fantasmas del pasado siguen ahí, asomándose cuando nos acercamos a la Pequeña Francia, ya en los lindes con Montjuic donde se esconde ese cementerio con vista al Mediterráneo que se cuela en algunos de sus relatos. Lo mismo ocurre con el Paralelo donde sólo si leemos con precisión sus novelas podemos imaginar cómo era la calle más divertida de Barcelona.

La metrópolis que descubrimos es quizás más añorada que real, pero está todavía ahí, como el Mercado de San Antonio que ha cambiado y aún se modificará más veces. Pero sigue siendo el mismo que aparece una y otra vez en sus novelas. Siempre se encuentra más cómodo en su territorio, entre el Paralelo y las Ramblas, «donde una brisa suave llegaba del mar y subía... acariciando los cuerpos de las turistas, incluso de las que jamás habían recibido una caricia.». Vale la pena seguirlo también por el Eixample y ver cómo conoce su pasado, sus historias secretas, la diferencia entre su lado derecho y su lado izquierdo.

Al Poble Nou no va mucho, pero cuando lo hace nos seduce de inmediato y nos provoca ponernos en camino hacia ese barrio casi desfigurado, invadido por un nuevo Barcelona con nombre de arroba tecnológica pero que todavía esconde verdaderos tesoros como ese Cementerio Nuevo que ya va camino de doscientos años.

Puertas secretas

Da igual que, como repite una y otra vez a través de sus personajes, «ya no veía la ciudad que era sino la que había existido o la que le habían contado». También afirma el mismo González Ledesma: «Como no sé planificar una novela ni desarrollar un argumento, me sumerjo en las calles y las paseo, y lo que acaba pasando es que la ciudad auténtica acaba metida en la novela».

De lo que no hay duda es que de su mano abrimos puertas secretas. De pronto estamos rondando las antiguas villas de Vallvidrera o de Horta, «donde aún quedaban casas centenarias tribunas de la vieja burguesía y gatos que se aburrían espiando a los coches». Y sin embargo nunca nos da todas las claves y ahí radica su principal encanto. Quien se pasee por su más sórdido que entrañable Carrer Nou se va a llevar la sorpresa de encontrarse con una de las obras clave de Gaudí a la que además se puede entrar, al haberse convertido en museo. O en Horta, que esconde uno de los jardines más misteriosos de Barcelona.

A veces no puede evitar hacernos un guiño a los amantes de la novela negra, invitándonos a conocer cerca del puerto la librería Negra y Criminal, donde lo primero que llama la atención es un cartel que dice «Terminantemente permitido fumar». Es el mejor sitio donde seguir descubriendo la Barcelona de Méndez. Pero también la de Pepe Carvalho y la de otros detectives y policías nacidos en Barcelona de la mano de tantos otros escritores como Mendoza, Andreu Martín y Giménez Barlett, a los que se suma toda una nueva generación que nos invita a descubrir otras Barcelonas con la muerte en los talones.

El Mundo, "Viajes con la muerte en los talones", 18 de mayo de 2010

16 de maig 2010

Entre ceja y ceja: vuelve Silver Kane

José Trepat

Pasando páginas de la excelente revista QUE LEER, especializada en libros, me encuentro nuevamente con Francisco González Ledesma, el mismo que hace medio siglo adoptó el seudónimo de Silver Kane para –junto con otros colegas- inundar los quioscos de revistas con los famosos “bolsilibros” de aventuras, hoy virtualmente desaparecidos.

El “far west” americano se destacaba entre los géneros de los libritos de 10 por 15 centímetros y 100 páginas, pero también estaban los policíacos, los de espionaje y los de ciencia ficción, entre otros. Lectura fácil y entretenida para quienes los “arrebataban” de los puestos de venta por unas pocas monedas.

Pero también eran el medio de vida para los escritores que como en el caso de Silver Kane (González Ledesma) los producían a razón de dos títulos por semana, en una época oscura de la historia de España cuando la dictadura franquista amordazaba sin piedad a quien osara expresar libremente sus ideas contrarias al régimen.

Aunque su trama era simple y siempre garantizaba un final feliz, imagino que no sería fáci inventar dos historias con sus personajes dos veces a la semana en pequeñas obras que al decir de la revista hicieron más por popularizar la lectura en España que todas las campañas del Ministerio de Cultura juntas.

En lo personal les estoy sumamente agradecido y no reniego de ellas pues al igual que los andadores para niños de corta edad me ayudaron a dar los primeros pasos en el apasionante mundo de los libros. La índole de mi trabajo (un quiosco de revistas) me permitió leer en mi primera adolescencia más de un millar de esos bolsilibros que hoy solo se encuentran en mercadillos, donde se venden por 30 céntimos o se canjean dos por uno.

Más de una vez vi en los medios de transporte a hombres mayores leyendo esas novelitas. ¿Sería por nostalgia, por qué son baratos? por qué les ayudan a evadirse de los problemas cotidianos? No lo sé. Tal vez, a pesar de la edad, estaban dando los primeros pasos como el bebé con el andador.

Este blog publicó otras dos notas sobre Francisco González Ledesma, y esta es la tercera. Aparte de que este hombre de más de 80 años me inspira afecto y admiración por su trayectoria y porque me trae reminiscencias de juventud, me entero ahora de una nueva muestra de su admirable vitalidad creadora.

Ha vuelto a ponerse en la piel de Silver Kane para escribir con ese seudónimo La dama y el recuerdo, que todavía no leí. González Ledesma, que llegó a ser redactor jefe del diario La Vanguardia, de Barcelona, y ganó el premio Planeta con su Crónica sentimental en rojo, lo explica así: "No hay ninguna novela del Oeste en el mercado y a la vez quería saber si sería capaz de volver a escribir una”.

Las dos notas anteriores sobre Silver Kane-González Ledesma fueron recogidas en su blog personal, una satisfacción más que se suma a las recibidas hace medio siglo cuando estaba convencido de que Silver Kane y sus colegas (Keith Luger, Donald Curtis, etc.) eran escritores norteamericanos y no esforzados autores españoles que no pretendían hacerse ricos con sus novelitas, sino sobrevivir.

El blog de José Trepat, 16 de mayo de 2010

8 de maig 2010

Vuelve Silver Kane

Rosa Mora

El seudónimo ideado por Francisco González Ledesma en los años cincuenta se convierte en personaje en La dama y el recuerdo, novela del Oeste con todos los ingredientes del género: bandidos, cazarrecompensas, pistoleros, vaqueros, caravanas de ganado ... El protagonista es un hombre sabio y honesto que dirige el Jackson Independent Journal

Francisco González Ledesma, Paco para familiares y amigos, estaba escribiendo su nueva novela del policía Méndez cuando tuvo un ataque de melancolía. "Me estoy haciendo viejo". Ahí surgió la idea. "¿Y si vuelvo a escribir una novela del Oeste? ¿Y si recupero a Silver Kane?". Su editor estuvo de acuerdo, pero él puso una condición: no cobrar adelanto. "Si no me gustaba la rompía y no tenía que devolver el dinero. Me lo planteé como un reto. Quería comprobar si era capaz de escribir con la rabia y la frescura de los veintitantos años". La acabó con el entusiasmo y la pasión que suele poner en todo lo que hace, le gustó y aquí está La dama y el recuerdo.
Hay varias diferencias entre esta novela y las cientos que escribió entre los años cincuenta y ochenta. No está firmada por Silver Kane, sino por Francisco González Ledesma (Barcelona, 1927). Kane se ha convertido en un personaje. Es el director del Jackson Independent Journal, el diario de Jackson (Kansas), un hombre sabio y honesto. "Es un guiño. Es un hombre bien informado y bueno. Me hubiera gustado ser el director de un pequeño diario del Oeste". También hay otros guiños, como cuando un personaje le pregunta a otro si cree posible que un día haya un presidente negro en Washington y el otro le contesta: "¿Y una primera dama negra? Ni hablar".
En La dama y el recuerdo hay más sexo que en aquellos títulos que tanto éxito tuvieron en quiosco, como Un federal de Nevada, Una fosa pagada a plazos, El hombre que vendía muertos o ¡Ha vuelto Killer! "Había que ser muy moderado por la censura". Aquellas novelas solían tener unas setenta páginas y ésta, más de trescientas.
Reúne todos los requisitos del género: atracadores de bancos, cazadores de recompensas, pistoleros, vaqueros, el saloon con el piano y las prostitutas, los sheriffs, los indios, los caballos salvajes, las caravanas de ganado, las grandes distancias. Como en casi todas las novelas de Ledesma hay un montón de historias que se cruzan. "Porque así sucede en la vida". La del pistolero Taylor, que se enamora de una india mestiza; la del cazarrecompensas Lancaster, que le persigue para matarlo, pero que en el fondo también es una buena persona; la del cacique Ford, administrador de materiales del ferrocarril y representante del Gobierno para las tribus, un hombre repugnante y corrupto; la de su amante Lena, una mujer mala hasta el dolor; la del heroico y valiente jefe indio Valiant y la de su hijo, un chiquillo de 10 años que vengará su asesinato; y la de Ketty River, la dama del recuerdo que da título a esta historia, la mujer más distinguida de Jackson, que ejerce de juez en Kansas City, y que es implacable con Ford. Mucha acción y muchos muertos.
El seudónimo Silver Kane nació a finales de 1952. González Ledesma estaba pasando una mala época. Estudiaba Derecho, gracias a la ayuda de sus tíos Victoria y Claustre, porque él era pobre de solemnidad. Otro de sus tíos, Rafael González, un periodista represaliado tras la Guerra Civil que había encontrado refugio en Bruguera, logró que entrara en la editorial en 1947. Ya antes había escrito historias de aventuras para él y con él. Alquilaban máquinas de escribir por horas y escribían a cuatro manos. Luego fue guionista de historietas como El inspector Dan o Doctor Niebla. Pero Ledesma, que quiso ser escritor desde los 14 años, tenía ya la novela de su vida, Sombras viejas, que presentó al Premio Nadal de 1946 sin éxito. Dos años más tarde, el editor José Janés convocó el Premio Internacional de Novela, la retocó y la presentó. Ganó. La censura prohibió su publicación.
Estaba tan desesperado que se fue a Madrid para hablar con el censor. "Me dijo que era roja y pornográfica. Lo de roja pude entenderlo, porque los personajes eran los vencidos y los ideales republicanos que aprendí a querer en el Poble Sec (el barrio donde nació y creció) se dejaban ver. Pero lo de pornográfica, no. Se refería a una escena de lo más tonta: una joven se pasó la guerra esperando que regresara su novio. Soñaba que llamaban a la puerta; ella abría, retrocedía unos pasos y caía en un diván. Bueno, pues un día, llaman al timbre de verdad, abre, es un amigo de su novio, se sienta en el diván y él le pone la mano en la rodilla. Protesté, pero el censor me dijo que se notaba que el chico tenía intención de subir la mano por la pierna".
Se desanimó, pensó que nunca publicaría nada y entonces Francisco Bruguera y su tío Rafael le propusieron que escribiera novelas del Oeste. "Bruguera me dijo que me buscara un seudónimo porque con un apellido como González nadie se iba a creer una novela del Oeste".
Por la primera le pagaron 1.500 pesetas en dos plazos. Al final ya cobraba 12.000. Escribía de tres a cinco al mes y las tiradas oscilaban entre 14.000 y 24.000 ejemplares semanales. "Bruguera tenía olfato para el éxito y te apretaba. Incluso cuando dejé la editorial, en 1966, seguí con contratos para hacer Silver Kanes. Con este nombre firmé también novelas de misterio".
Recuerda con cariño a la tropa de escritores de Bruguera. Marcial Lafuente Estefanía, el dibujante Peñarroya, Sergio Duval, Josep Maria Lladó, Víctor Mora, que le proporcionaba libros sobre el Oeste en inglés. "Allí había escritores, periodistas, catedráticos, casi todos represaliados. Gente de cultura, que escribía muy bien. Se pensaba que éramos unos desgraciados, que nos ganábamos la vida en el quiosco. Autores mal pagados que escribían novelas baratas para gente sin poder adquisitivo".
Dice en sus memorias, Historia de mis calles: "Me daba vergüenza escribir relatos sin la menor pretensión o quizá sí: la de distraer a la gente, que no es pretensión pequeña". Con el tiempo se ha reconciliado con esos tiempos. "Me he ido dando cuenta de que mis novelas del Oeste sirvieron de inicio a la lectura para gente que no leía nada. También decía veladamente que aquí no había libertad". Tiene auténticos admiradores, como Alejandro Jodorowsky. "Dijo incluso que Silver Kane era mejor que Cervantes, lo que es una animalada. A veces utiliza frases mías en sus libros".
"Lo más importante es que con esas novelas aprendí mucho técnicamente. Tenían que ser interesantes desde la primera línea y dosificar la intensidad para que se leyeran de un tirón. Era un desafío diario y tenías que tener una imaginación brutal para no repetirte y crear argumentos convincentes y atractivos. Bruguera era muy exigente y rechazaba cualquier historia que no se ajustara a esas condiciones. Silver Kane fue mi maestro".

La dama y el recuerdo. Francisco González Ledesma. Planeta. Barcelona, 2010. 318 páginas. 19,50 euros. http://www.gonzalez-ledesma.com/.

El País / Babelia, 8 de mayo de 2010

4 de maig 2010

Bang-bang!

Jordi Nopca

Silver Kane va ser un dels autors més prolífics i més llegits de la dècada dels 50 i 60 del segle passat. Ja fa dècades que Kane va abandonar la màscara i es va convertir en Francisco González-Ledesma (Barcelona, 1927), que aquests darrers anys no n’ha tingut prou en trobar un altre pseudònim –Enrique Moriel– sinó que ha ressuscitat la signatura que el va popularitzar amb una nova novel·la, La dama y el recuerdo.

“He decidit tornar a un passat que va marcar la meva vida per diverses raons”, ens fa saber Ledesma: “Fer servir pseudònim em va permetre escriure en un moment en què a mi m’havien prohibit publicar. A més, escrivint vaig poder guanyar-me la vida. Vinc d’una família molt humil: el meu pare era mosso de magatzem… Kane em va fer recuperar la confiança en mi mateix: era un desafiament, escriure ràpid i bé, i em va ajudar a aprendre tècnica novelística. Si no hagués escrit gairebé 400 novel·les no sabria tot el que sé ara… El meu gran professor va ser l’escriptor de duro que era Silver Kane”.

Ledesma-Kane reapareix amb una novel·la de l’Oest que vol recuperar el bang-bang ràpid i mortal de l’època: “Fa temps que pensava si ara seria capaç de fer el que feia llavors: tornar a l’escriptura directa que ja no faig servir a les novel·les que escric ara, que em porten molt més temps. En aquella època el ritme era quasi inhumà. Es venia moltíssim però et pagaven molt poc. L’editor de Bruguera guanyava unes paletades de diners impressionants: la tirada era de 14.000 a 24.000 exemplars cada setmana. Jo feia dos o tres llibres cada mes. Al llarg dels més de 20 anys de Silver Kane vaig arribar a vendre milions d’exemplars!” Ledesma, que tenia les hores comptades per escriure una novel·la –encara recorda que escrivia mentre escoltava els partits de futbol, i que ni quan xiulaven penaltis parava atenció al desenllaç del xut– ha pogut disposat de més temps a l’hora d’afrontar La dama y el recuerdo. “Aquesta novel·la l’he escrit en condicions de burgès, de nen de casa bona. Escrivia deu pàgines per dia, i en trencava més o menys la meitat”. Igual que Josep Maria Espinàs, Ledesma conserva l’hàbit d’escriure amb màquina d’escriure: “Sí, senyor. Encara faig les correccions a sobre… I l’editor m’ho admet, cosa que vol dir que hi ha algú que s’encarrega de picar els meus llibres. Algun dia m’enviaran a fer punyetes…” És poc probable que el senyor Planeta –tal i com s’hi refereix l’escriptor– opti per aquesta via: ara per ara, Ledesma és dels escriptors més venuts de l’última dècada, i ja prepara una nova aventura de l’inspector Méndez: “Sempre penso que si tinc feina no tindré temps de morir-me…”. Directe: contundent: Ledesma-Kane encara té unes quantes bales a la recàmera!

Time Out Barcelona, 116, abril-maig del 2010

3 de maig 2010

Untar pan en la tripa del muerto

Un hombre es asesinado con pirañas en un lujoso ático de Roma y poco después otro hombre es asesinado con serpientes venenosas en un no menos lujoso hotel de El Cairo. Así comienza esta electrizante nouvelle del mítico Silver Kane, con trata de blancas, espionaje internacional, un abogado sin escrúpulos y una terrible venganza por medio.
El gran Francisco González Ledesma, acusado de rojo y pornógrafo por la censura franquista, tuvo que sobrevivir durante buena parte de su vida con el seudónimo de Silver Kane escribiendo novelitas de a duro que se compraban (e intercambiaban) en los quioscos. La mayoría de ellas eran del Oeste pero un buen puñado se sumergían en otros temas, muy especialmente en el ambiente negro y policíaco. “Untar pan en la tripa del muerto” es uno de esos memorables ejemplos, además de un encantador preludio de las portentosas novelas negras que nos regalaría con posterioridad el escritor barcelonés.
Las novelitas de quiosco, que recordamos con tanto cariño, fueron lo más parecido a las publicaciones pulp yanquis en las que se formaron los grandes maestros del género negro. González Ledesma ha declarado más de una vez que aquella época fue muy dura (los plazos para entregar las novelas eran opresivos y el dinero escaso) pero también fue una buena escuela para aprender la arquitectura de la novela. En todo caso sirvió para que Silver Kane formase parte de nuestra crónica sentimental y como aprendizaje de un novelista único. Por cierto, la operación nostalgia está en la cresta de la ola. La editorial Planeta y el propio González Ledesma han rescatado el nombre de Silver Kane y acaban de editar una nueva novela del Oeste: “La dama y el recuerdo”. Habrá que meterle mano cuanto antes. A la novela. No a la dama. Y mucho menos al recuerdo.

El Faro de Aqualung, 3 de mayo de 2010