Javier Sánchez Zapatero
Con 81 años y una extensa obra periodística y novelesca a sus espaldas, Francisco González Ledesma vuelve al primer plano de la actualidad gracias a la concesión del Premio Internacional de Novela Negra RBA a su novela Un aroma de barrio y a la reedición, en la recopilación Recuérdame al morir, de varias de las “novelas de quiosco” que escribió durante la dictadura bajo el pseudónimo de Silver Kane. Además de evidenciar la actividad de un autor que, tras ejercer la abogacía y ser jefe de prensa en el diario “La Vanguardia”, lleva años dedicándose de forma exclusiva a la literatura, la doble vuelta de González Ledesma a los estantes de novedades de las librerías pone de manifiesto la ambivalencia de su obra.
Durante toda la dictadura, y después de que en 1948 su novela Sombras viejas fuera censurada por ser considerada “roja y pornógrafa”, el autor combinó su actividad laboral con la escritura de cientos de muestras de literatura popular de fácil consumo y carácter evasivo que permitían a los lectores huir de la opresiva realidad durante algunas horas gracias a su adictiva capacidad de enganche y a la inclusión en ellas de personajes con nombres de resonancias extranjeras y escenarios estereotipados que recreaban el antiguo Oeste o los bajos fondos de Nueva York. Junto a escritores como Marcial Lafuente Estefanía, Ledesma, transformado en Silver Kane, hizo de la literatura popular una de las formas de diversión de mayor repercusión de la dictadura. De hecho, una de las razones para explicar la dependencia de la televisión en el tiempo de ocio de los españoles en la actualidad es la incapacidad que la industria literaria ha demostrado a la hora de encontrar alternativas para paliar la desaparición de las novelas que hace décadas se vendían en los quioscos y en las cantinas de las estaciones de ferrocarril.
Recuérdame al morir recopila cuatro de las centenares de novelas que Ledesma editó durante la dictadura bajo el pseudónimo de Silver Kane: “Recuérdame al morir”, “Yo, el asesino”, “Millones de lucecitas” y “El asesino de las doce en punto”. Escritas con un ritmo ágil tremendamente deudor del uso del diálogo, las novelas enganchan gracias a la facilidad de su lectura y a la adecuación en ella de diversos trucos folletinescos que hacen mantener vigente los mecanismos de intriga. Ambientados en exóticos y escenarios urbanos -el franquismo impedía que los marcos espaciales de estas novelas fueran nacionales, pues eso hubiera supuesto admitir que un estado policial como el suyo podía dar cabida a crímenes y a delitos-, los cuatro títulos que forman la recopilación utilizan mecanismos estereotipados del género pero intentan distinguirse de la tradición de novela popular de la que parten gracias a la inclusión del tradicional tono poético y melancólico de Ledesma que, aún oculto bajo el nombre de Silver Kane, no perdió jamás sus señas de identidad como escritor.
Con la llegada de la democracia y la normalización del proceso de distribución y recepción editorial, el autor barcelonés pudo por fin desarrollar sin cortapisas sus inquietudes literarias, creando una obra caracterizada por su retrato social, áspero y sórdido, de las calles de Barcelona y por el sempiterno protagonismo del inspector Méndez, quien aparece en Una novela de barrio, la obra con la que Ledesma se ha impuesto en el premio de novela negra más dotado de cuantos existen en España. Su publicación, unida a la reciente edición de sus deliciosas y muy recomendable memorias -Historia de mis calles- y al éxito de La ciudad sin tiempo, una novela con aires de best-seller que publicó bajo el pseudónimo de Enrique Moriel, demuestra que Francisco González Ledesma ya no es el escritor invisible al que la censura obligó a inventarse a Silver Kane.
Europolar, 29 de abril de 2008
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