2 de gen. 2008

Zorro viejo

Policiaco. La serie del inspector Méndez compone una gran novela sobre Barcelona. El nuevo título de González Ledesma revela un caso de venganzas.

Lilian Neuman

Francisco González Ledesma
Una novela de barrio
RBA
297 PÁGINAS
19 EUROS
PREMIO INTERNACIONAL DE NOVELA NEGRA


Que triunfe el vencido, que nadie olvide una ciudad que ya no existe y de la que quedan algunos supervivientes, entre ellos uno de honor: el inspector de policía Méndez. Siempre a punto de la jubilación, este zorro viejo es testigo de la desaparición del Barrio Chino ("se han ido las madames y han llegado los dentistas") y, pese a ser expedientado una y otra vez y tener su escritorio cerca del retrete, es quien le ha dado importantes premios a su autor como protagonista de Crónica sentimental en rojo y El pecado o algo parecido (premios Planeta y Hammett) y de Cinco mujeres y media (Prix Mystère de la crítica francesa), y ahora este premio Internacional de Novela Negra que no viene más que a ratificar lo que sus seguidores sabíamos: la serie de este policía compone, entrega tras entrega, una gran novela sobre Barcelona. Tan fiel, negra, sarcástica, combativa y fidedigna; toda ella desfilando como un río en la mirada de astuta serpiente de este solitario que se va quedando sin viejas amigas prostitutas para sentarse a charlar.
La escena del crimen es un piso que alguna vez fue una célebre casa de citas. Es un asesinato a sangre fría que sacude al lector desde las primeras páginas. Aunque madame Ruth hace años que se fue de allí y subió de categoría, tiene mucho que decir sobre este caso.
Prostitutas redimidas, la dura calle que aguarda más allá de las paredes de los servicios sociales, guardaespaldas solitarios y un abogado arruinado y corrupto. Un caso a la medida de Méndez, tozudo y valiente, que no descansa hasta dar con la verdad. Una verdad que se sustenta en la venganza, que tiene en vilo al lector hasta la última página. No confundirse: Méndez es filósofo afilado, pero sobre todo es hombre de acción: en medio del fuego cruzado entre el vengador y su futura víctima –y en medio de esta gran reflexión sobre la paternidad y la orfandad– está él, lento de reflejos, pero hábil y sagaz como un chaval que no soñó nunca con conseguir, nada menos, que el vencido algún día pueda ser vencedor.
Hay quienes siguen ignorando que detrás del legendario nombre de Silver Kane se escondía aquel joven escritor llamado Francisco González Ledesma (1927), que debía ganarse la vida de algún modo, para acabar sus estudios de Derecho. El único modo que la censura franquista le permitió –escribir novelas de aventuras a ritmo vertiginoso, bajo un pseudónimo norteamericano– después de haberle asestado un golpe que no cualquiera habría sabido encajar: prohibir la publicación de su novela ganadora del premio José Janés, en 1948 (con Somerset Maugham entre los miembros del jurado).
Recuperada ahora por Destino, Sombras viejas tiene como principal personaje a un joven llamado Enrique Moriel; nombre hoy muy famoso con el que González Ledesma firmó su exitosa novela La ciudad sin tiempo. Moriel, en esos oscuros años, era un joven que se enfrentaba a un futuro controvertido y duro. Y es notable, sesenta años después –con Moriel como autor de la narración de un vampiro solitario que lo sabe todo de nuestra ciudad–, leer lo que en su día predijo para él su creador: "Un hombre alcanza su plenitud cuando observa a sus semejantes desde un lugar solitario". "Y él deseaba que algún día sus semejantes dijeran: Ése es el único que ha sabido observarnos bien."

La Vanguardia, 2 de enero de 2008