Francisco González Ledesma (Barcelona, 1927) es periodista, guionista de historietas y novelista español especializado en el género policiaco.
Con cinco años ya contaba historias a cambio de merienda en el patio del colegio público donde acudía. Muy pronto marchó a Zaragoza, a casa de una tía para estudiar en un colegio religioso de cuyas sórdidas relaciones curas-alumnos dejó constancia en su libro Tiempo de venganza.
En 1941, ocuparon su lugar otros de sus hermanos y volvió a Barcelona, al barrio de Poble Sec. Cursó el Bachillerato en los Escolapios y en el instituto Balmes; en este último encontró profesores que le enseñaron y estimularon, como Guillermo Díaz-Plaja; la tía de Zaragoza sufragaba los estudios siempre y cuando no hubiera suspensos. Ya entonces comenzó a llevar originales a la Editorial Molino. Novelista precoz, se inició escribiendo guiones de historietas para la editorial Bruguera y novelas del Oeste que entrega a un ritmo de una a la semana, bajo el pseudónimo Silver Kane, lo que le proporciona oficio y recursos literarios, además de permitirle costearse la carrera de Derecho.
Obtuvo en 1948, con solo 21 años, el Premio Internacional de Novela, instituido por el editor Josep Janés por su novela Sombras viejas y en cuyo jurado se encontraba Somerset Maugham y Walter Starkie. Sin embargo, la censura franquista prohibió su publicación, tildando a su autor de “rojo” y “pornógrafo”, lo que le sumió en el silencio como novelista y le llevó a dedicarse primero a la abogacía y, después, al periodismo, en el Correo Catalán y, durante 25 años, en La Vanguardia, donde llegó a ser redactor jefe. Ambas profesiones le proporcionaron un buen conocimiento de la sociedad, de las calles de Barcelona, de los políticos y del mundo de las finanzas, que utilizaría en sus futuras novelas.
Continuó, mientras tanto, con su producción historietística. En total, habría compuesto unos trescientos títulos bajo el seudónimo de Silver Kane. Escribió también Los napoleones, Las calles de nuestros padres y Expediente Barcelona (finalista del Premio Ciutat de València, en 1983), que sólo pudieron ser publicadas con la transición política a la democracia. En 1984 recibió el Premio Planeta por Crónica sentimental en rojo lo que le supuso notable popularidad y muchos ánimos para seguir escribiendo.
Su novela Expediente Barcelona fue traducida y publicada por la prestigiosa editorial francesa Gallimard, lo cual le proporcionó un prestigio y éxito editorial en Francia muy superior del que goza en España, hasta el punto de que sus nuevas novelas aparecen publicadas antes en el país vecino. El protagonista de sus novelas, el comisario Ricardo Méndez, mezcla de escepticismo y pundonor, sigue los cánones del relato criminal. Méndez aparece por vez primera precisamente en Expediente Barcelona e inaugura una serie novelística que, junto a la propia ciudad de Barcelona, constituye el nexo central de sus novelas.
En Crónica sentimental en rojo narra la historia de una juez de Barcelona -mujer opulenta y dada a todas las vicisitudes del topless- que descubre en su casa de playa el pecho recién cortado de una niña, y ello lleva a resucitar una historia de ambiciones familiares, de pactos subterráneos y de ambiciones secretas mantenidas cn el sigilo de las mejores familias. No sabía, sobre todo, que iba a resucitar una desesperada historia de amor, una verdadera “Crónica sentimental” que desde el principio estuvo teñida con el amarillo de la nostalgia y el rojo de la sangre. Pese a la nostalgia y la sangre, esta novela es más mucho más, que un relato policíaco, por apasionantes qu resulten su técnica y su suspense desde el primer grito hasta la última confesión y la última sorpresa. Es una historia social cuyas raíces se hunden en la entraña de Barcelona, en los despachos de sus abogados, las redacciones de sus periódicos, las residencias de los que tienen un futuro en forma de cuenta bancaria y los cuchitriles de los que sólo tienen un pasado en forma de ficha policial. Es una novela sarcástica y dura, tan directa como unimpacto, dotada a veces de una elegante crueldad, pero también de una inolvidable ternura. El viejo inspector Méndez, que ya ha aparecido en otras novelas del autor, oficia en las tinieblas de “otra” Barcelona que el lector irá descubriendo poco a poco, emoción a emoción.
Fuentes:
Lecturas compartidas, 1 de marzo de 2011
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