25 d’oct. 2008

Francisco González Ledesma: Una novela de barrio

FRANCISCO GONZÁLEZ LEDESMA, EL HOMBRE DE LOS 400 LIBROS ESCRITOS

POR: César Güemes

1. Hay que cuadrarse, por decir lo menos. Don Francisco González Ledesma (Barcelona, 1927), se levantó hace un rato con el Premio Internacional de Novela Negra RBA –el mismo galardón que acaba de obtener Andrea Camilleri– con su obra Una novela de barrio. Y si es motivo de alegría que al fin circule el volumen del maestro catalán fuera de España, donde sus lectores son legión, es por su lado motivo de asombro recordar que González Ledesma es autor, además de la galardonada novela, de otros 400 libros. Si lo decimos con palabras suena igualmente fuera de este mundo: cuatrocientos libros. Hay que cuadrarse tan sólo con escuchar su nombre.

2. Hoy cualquiera que junte un sustantivo con un verbo y entienda aunque sea con lágrimas las reglas básicas de la adjetivación, no se olvide de los artículos y conozca al menos tres preposiciones, escribe, o más bien redacta, y publica. Y, desde luego, a ese cualquiera, de los que hay filas enteras atiborrando las editoriales primero y las librerías luego, no lo lee ni la madre que lo parió. Pero hay otros seres en el mundo, dedicados con profesionalidad y al mismo tiempo cariño por la palabra escrita. Gente, por fortuna también numerosa, que sabe llenar sus obras de personajes entrañables y construirlos desde dentro; escritores, hombres y mujeres, que piensan en la trama y la estructura de sus textos; prosistas que sacrificaron al poeta que llevaban dentro pero que no abandonaron del todo el concepto de imagen, la delicada idea de metáfora, el claro significado de la puntuación. A estos últimos los leemos con frecuencia, buscamos sus obras, gastamos sumas considerables para tener a mano lo más reciente que han escrito. Dentro de ellos, de los que saben manejar la noción dorada de la literatura que consiste en recordar a cada línea que del otro lado hay y habrá un lector, se encuentra otro grupo, ya más reducido, que dedicó su vida a desarrollar el talento que les vino con la naturaleza. En esa selección se encuentra don Francisco González Ledesma, un hombre que literal y literariamente luchó para que su obra llegara al destinatario, que aprendió el oficio desde muy joven y lo fue afilando mientras llenaba centenares de cuartillas con sus historias. Su primer logro fue Sombras viejas, que a sus 21 años obtuvo el entonces llamado Premio Internacional de Novela entre cuyos jurados figuraron Somerset Maugham (quien para entonces era ya dueño del reconocimiento del público merced, entre otros libros, a El filo de la navaja, Cuarteto, Antes del amanecer, Cuentos de un escritor) y Walter Starkie (el reconocido hispanista, autor lo mismo que de Don Gitano que de Un irlandés en España, y cuidadoso traductor de Cervantes). Sin embargo, el hado franquista caería sobre la premiada Sombras viejas que no vería la luz sino hasta muchos años más tarde, cuando en España cambió al fn el rumbo de las cosas, destino de sombras similar al que padeció durante lustros su novela Los Napoleones.

3. Es momento de señalar que para un escritor es imprescindible la formación entre los libros, aunque no de manera indispensable en la academia estricta. Y aun así, González Ledesma hizo la carrera de Derecho y siguió un camino que sería recomendable para cualquier persona que piense dedicarse formalmente a la escritura: aprendió el oficio de periodista. Ser consciente de que eso que se tiene entre manos va a ser en efecto leído crea una generosa impronta en quien escribe: del otro lado de la página está un lector por el que es preciso guardar el mayor respeto. Así lo entendió nuestro autor mientras prestó sus servicios para El Correo Catalán y luego para La Vanguardia, en donde consiguió merced a su trabajo ser nombrado jefe de redacción o, digámoslo tal como era su cargo, redactor en jefe.

4. La venganza, es sencillo entenderlo, se convierte en muchas ocasiones en el único motivo de la existencia entre los seres racionales. Venganza equivale no sólo al cobro de una deuda que un moroso le endilgó al vengador sin que este último la debiera o la temiera. Venganza es destino, es equilibrio, es paz interior. Venganza es la palabra clave –tan cercana al concepto de justicia (no de ley)– que echa a andar el andamiaje de Una novela de barrio luego de que un par de asaltantes cometen no sólo un atraco sino que en su falta de profesionalismo (para estar del lado oscuro hay que tener siempre las luces altas) matan a un niño pequeño que desde luego era inocente de cualquier culpa. Al lado de esta justicia vengativa y reivindicativa está el inspector Méndez, querido protagonista de una ya larga serie de novelas en las cuales está siempre a punto del retiro del cuerpo de policía de Barcelona. Y aquí es donde aparece la Colt Phyton del inspector, ese bicho portentoso que gasta balas .357 magnum y cuya potencia ahorra cantidades ingentes de medicamentos y libera muchas camas de hospital para pacientes que merezcan serlo.

5. Sin necesidad alguna de recorrer con el lector la trama entera de Una novela de barrio, digamos en descargo de nuestro apreciado Méndez que no es él quien protagoniza la venganza, tan sólo se sitúa, como sabe hacerlo a través de las varias novelas en que lo hemos visto actuar, al lado. Y con eso basta para verse involucrado hasta el tuétano en las diversas historias de esa Barcelona que sólo sus educados ojos para la maldad consiguen retratar. Una ciudad, unos sitios que cambian conforme se modifica el uso de suelo, una Barcelona que a cada obra en la que aparece Méndez se va desmoronando para dar paso a la posmodernidad inmobiliaria y que se lleva entre los pies los usos y costumbres de familias enteras, a las familias mismas, a los barrios enteros, pero que no puede borrar la memoria. De esta suerte, escuchamos al narrador decir:

“Las calles antes tranquilas –de silla y tertulia– se han ampliado, pero con los bloques a ambos lados parecen más estrechas que antes. Las asociaciones de vecinos luchan por un espacio de hierba, por una cloaca y un semáforo. Los pájaros han emigrado, y los pocos poeta que vivían allí han sido expulsados por orden de la autoridad competente.

“En fin, el progreso”.

La canalla de antes es la misma, tan sólo cambian quienes la ejercen. Pero ahí está el inspector Méndez, gato viejo, zorro casi de museo, cuya inteligencia se ha ido multiplicando de manera algebráica al paso del tiempo en forma inversamente proporcional a la disminución paulatina de las facultades físicas propias de la edad. Por fortuna, la velocidad promedio de una bala es siempre más rápida que los reflejos atenuados por el paso del tiempo. Y, como González Ledesma lo sabe, esa velocidad sirve lo mismo para todos los personajes armados dentro de su historia, de modo que las posibles ventajas de algunos se atemperan ante las disminuciones de otros, con lo cual la balanza ha de inclinarse, así sea despacio y con enormes trabajos, hacia un lado y hacia otro hasta quedarse quieta. Es por ello que en cierta parte de Una novela de barrio leemos la siguiente réplica: “–Esta puñetera ciudad esta llena de gente que quiere matar y gente que quiere morir –gruñó el comisario–. Podrían ponerse se acuerdo”. El caso es que no se ponen de acuerdo de forma tan sencilla como el deseo del comisario, y para eso está ahí el inspector Méndez, quien lleva a mano un lindo modelito de la casa Colt, que hoy se hace sólo sobre pedido: “No llevaba su famoso Colt modelo 1912, con el que quién sabe si habían asesinado a Canalejas, sino que estaba en plan moderno: llevaba un enorme Colt Phyton. Con una de sus balas no sólo matas a un tío, sino que cambias de sitio una casa”.

6. Las mujeres, los personajes femeninos de González Ledesma, se cuecen aparte. Tejidos al detalle, casi con punto de cruz, las mujeres que aparecen en Una novela de barrio han conocido la existencia desde el punto de mira más difícil posible, cada una de ellas a su estilo y modo. Pero todas han padecido la crudeza de la realidad, sin distingos de clase social, sin preferencias casi al enfrentar la muerte. Ya las encontrará el amable lector.

Y ya las dibuja González Ledesma con una maestría y un cariño que sus críticos de antes tacharon de pornografía. Leamos: “…tiene caderas de ánfora, de las que ahora no se estilan, porque de las caderas hablan hoy muy mal los gurús del mundo, que son los dietistas. Y es lo que hay. Y pensar que llevamos tres mil años de pintura y escultura, es decir, de civilización –decía a veces una pupila ilustrada– para llegar a esto, para descubrir en las mujeres la línea recta”.

Por la misma tónica, este homenaje a la belleza y estética femenina: “Si su falda había sido diseñada por un experto, sus piernas habían sido diseñadas por un onanista de última generación”.

Las mujeres de González Ledesma, que es decir en este caso de Méndez, viven al modo más realista posible, esto es, saben conjugar lo mismo los verbos que determinan el triunfo o el padecimiento. Mujeres duras, y algunas maduras, como una cuya mirada es: “gris, dura, impía, propia de una embalsamadora de niños”.

7. Méndez, mi querido Méndez, quien ha visto pasar las durezas y las transiciones de su país, reconoce, como lo hace casi en cada aparición en sus distintas novelas, que: “Debo dinero a la mitad de los libreros de Barcelona”. O, tal cual lo dice su narrador, para caracterizarlo como lo que es, un hombre de la ley pero con la justicia en la mirada: “No era la primera vez que Méndez protegía a alguien que hubiera debido detener”.

En cierto momento de la obra le “confiesa”, le confía, pues, Méndez a uno de los personajes en Una novela de barrio:

“–Soy un cabrón”.

Digamos, con respeto y con alegría, digamos con toda la dignidad, la fortaleza y las astucia que la palabra encierra, que don Francisco González Ledesma es enteramente un cabrón. Un cabrón bien hecho, de los de antes, de los de siempre. Un recabrón.
César Güemes, 25 de octubre de 2008

De Méndez a Méndez

José Luis Álvarez Fermosel

Aprendía yo a escribir a máquina al tacto en la Academia Caballero de Madrid, que si mal no recuerdo estaba en la calle de Fuencarral, no lejos del gimnasio Juventud, donde me inicié en el boxeo. Nunca pude escribir a máquina al tacto, ni con más de dos dedos de la mano derecha y uno de la izquierda. Me fue mucho mejor con el pugilismo.
Recuerdo, a pesar de los años que han pasado, que una señora nos dictaba por micrófono en la clase de mecanografía textos aburridísimos con una voz muy monótona. El protagonista era siempre un tal legista Méndez, cuya vida y milagros eran tan tediosos como la señora que hablaba de una y otros.
Nunca hubiera imaginado entonces que, mucho tiempo después, otro Méndez iba a alegrarme la vida con sus andanzas, mucho más vitales que las de su tocayo: el inspector Méndez, protagonista de varios novelas del escritor Francisco González Ledesma, catalán de Barcelona.
Que conste en acta, pues: mis sueños de joven apenas salido de la adolescencia, o parte de ellos, al menos, se enmarcaron en la más pura ortodoxia de la justicia, personificada por el legista Méndez y el policía de su mismo nombre, que recorría melancólicamente las calles de una Barcelona gris, difuminada en el recuerdo, buscando malhechores.
Méndez, el policía, para que negarlo, era un poco cabroncete. Del otro no supe nunca nada. Utilicé su nombre, precedido del pomposo y abstracto título de legista, y relacionado con algún disparate de mi invención, en varios de mis entremeses radiofónicos, mucho más cerca en el tiempo.
González Ledesma me cayó siempre bien, sin que llegara a conocerle personalmente. Me gustaba por su manera de escribir y porque era, y es, pues que vive en plena agerasia a los 82 años, periodista y un gran lector, como yo.
Sino que mucho mejor como escritor, aunque no sé si más lector pero intuyo que sí, habida cuenta de la diferencia de edad que nos separa. Lógicamente, él ha tenido más tiempo.
Hablando de lecturas, tengo en mi mesa de trabajo el tomo 11 de la colección de relatos Testimonio (Ayer, hoy y mañana en la historia), de la vieja y entrañable Editorial Bruguera, que tenía su sede central en la calle Mora la Nueva 2, de Barcelona.
Pues bien, uno de esos relatos, el quinto, para ser exactos, titulado La Gran Aventura (epopeya del Lejano Oeste) es obra de Francisco González Ledesma. El tema me apasionó siempre y yo también escribí un ensayo histórico sobre el amplio y fascinante escenario de las aventuras de Buffalo Bill, Wyatt Earp, los hermanos James y Calamity Jean.
Hoy, sábado, que escribo estas líneas, mi amiga Àngels –catalana como González Ledesma, apasionada como él por la lectura, y también por la buena cocina-, me manda un artículo del gran escritor publicado en el diario El País de Madrid, que puede leerse pinchando al pie de este post en Nota relacionada.
González Ledesma, que firmó alguna de sus obras con el seudónimo de Silver Kane, amante de los libros, los cafés, las redacciones y las señoritas de la calle, merecidamente laureado con varios premios, viene otra vez a mi memoria del bracete de Àngels por la vía de neón azul de la Internet.Benditas sean, mi amiga y la Internet.

El Caballero Español, 25 de octubre de 2008

15 d’oct. 2008

"Sabía que podía ganar, pero no me invitaron a la cena"

Cristina Castillón

F.G. LEDESMA

Premio Planeta 1984

¿Cómo recuerda la noche que encumbró ‘Crónica sentimental en rojo’?

Sabía que podía ganar, pero no me invitaron a la cena, así que pensé que no tenía opciones. Mi compañero en La Vanguardia, José Martí Gómez, me dijo que ganaba, así que compré entradas para mí y parami familia.

Tras un galardón tan importante, ¿cómo afrontó su carrera literaria?

Soy escritor vocacional. El Planeta es la consagración pero conlleva una gran responsabilidad hacia el lector.

Ve el premio muy distinto de los años ochenta?

Desde el punto de vista moral, es lo mismo. Aunque cada año cuesta más encontrar novelistas de prestigio y consagrados a los que premiar.

ADN, 15 de octubre de 2008

9 d’oct. 2008

Francisco González Ledesma, escriptor i periodista

Jordi Jorba

Escriptor autor de veritables èxits de vendes, periodista de raça i advocat, va visitar la nostra ciutat per a participar en un acte organitzat per la Biblioteca de Ca n’Altimira. La seva experiència va teixir un diàleg amb els seus lectors, farcit de vivències marcades per una infància de nen de guerra civil i postguerra i tot el que comportà.

Vostè és un escriptor que ha situat bona part de les seves obres a la ciutat de Barcelona. L’inspector Méndez, un dels seus personatges emblemàtics, deambula per una ciutat amb gran personalitat. Per a descriure-la d’aquesta manera, l’ha d’haver conegut, l’autor. S’ha dit, fins i tot, que aquesta experiència li ve d’haver estat un infant del barri xinès ....
La meva educació de nano de carrer, de nano a qui els bombardeigs l’agafaven a tot arreu, de nano que anava a buscar desesperadament menjar pels carrers de Barcelona, va fer que jo també fos un infant del barri xinès perquè m’hi passava moltes hores allà. Per això, tot i haver nascut al Poble Sec, si em diuen que he estat un nen del barri xinès no sento cap vergonya: és un orgull.
La Barcelona que vostè descriu no és pas la ciutat actual ...
Efectivament. La ciutat canvia, es transforma. Probablement els meus personatges, si haguessin de moure’s per aquests carrers d’avui en dia, no s’hi trobarien com quan jo els feia viure a la Barcelona que coneixia.
La ciutat comtal continua essent un bon marc on situar-hi històries?
I tant!. Cada generació genera les seves obres i les situa, si s’escau, en un marc que coneix. Les meves obres, essencialment les titllades de novel·la negra, descriuen aquesta ciutat.
L’inspector Méndez, el seu personatge més emblemàtic, també té una forta personalitat
És un tipus determinat de policia. Càustic i desencantat de la condició humana, crític amb allò que l’envolta, enyora d’altres temps. És, per això, un individu que no suporta agressions als més febles.
Parlem dels seus pseudònims. De Silver Kane ...
Jo vaig començar a escriure com a Silver Kane quan la censura m’havia declarat “rojo i pornógrafo”, prohibint-me la publicació d’una novel·la. Jo, amb 15 anys, escrivia per mi mateix. Vaig començar a escriure als 12 anys. Estudiava i ho feia per la nit, traient-li hores a la son. Generalment les dedicava als ambients que jo veia. Als 17 anys vaig pensar “ja tens una experiència, ja ets escriptor, ja pots escriure la novel·la de la teva vida”. Vaig escriure Sombras Viejas. Després d’aquest llibre em vaig veure obligat a escriure amb pseudònim novel·les de l’oest. Per viure-hi.
Com l’afectà, aquesta decisió?
Sombras Viejas va ser una prohibició radical que va marcar la meva vida. Em deixaren completament desmoralitzat. Aquella obra va guanyar el Premi Internacional de Novel·la. S’hi podien presentar tots els escriptors del món en qualsevol idioma. El premi a la millor obra en espanyol el vaig guanyar jo, que no havia fet encara els 20 anys. Però censura me la prohibir, aquesta novel·la.
Quines raons argumentaren?
Vaig anar a Madrid, una mica ple d’ingenuïtat per preguntar per què no la podia publicar. Hem van dir: “Hombre, que no lo ve, usted?”, contestant que no, que no ho veia. “Se nota que usted es rojo”. La qual cosa era veritat: havia nascut en un barri pobre, entre gent que lluitava, havia vist l’aixecament feixista, la gent del meu carrer morir sota una bandera, entre d’altres vivències, que em marcaven. El censor ho va notar de seguida. El tema de Sombras Viejas era similar al de Los cipreses creen en Dios, de J.M. Gironella. El que passa és que ell era un home de dretes moderades. La seva obra es notava escrita per algú de dretes i la meva, per algú d’esquerres. Hem van dir, textualment: “Mientras el Caudillo viva, usted no publicarà en España”. Afegiren “Y encima usted es pornógrafo”. Fumut, vaig preguntar per què. “Hombre, se ve enseguida”. Diu: “Hay unos novios, que el le pone la mano encima de la rodilla de la novia. Y por la forma como lo explica se nota que el tiene intención de subir la mano”. La censura funcionava així. M’he adonat, ara, que una novel·la com Sombras Viejas, podria qualificar-la d’ingènua va ser considerada una obra pornogràfica.
Posteriorment vingué l’èxit a França ....
Editors francesos havien tingut accés a alguns dels meus textos. L’editorial Gallimard en publicà algun. Hi ajudà el fet de les prohibicions de la dictadura. A partir d’aquí he tingut la sort que les meves obres compten amb un gran ressò a França.
Tornem als pseudònims. Per què el d’Enrique Muriel?
Va ser una iniciativa de l’editor. Quan vaig portar a Planeta la novel·la La ciudad sin tiempo, la que més ha venut de les que he fet fins ara, jo ja tenia una certa fama com a escriptor d’intriga, de novel·la negra. L’editor em va dir: tu ets un Premi Planeta, el guanyares amb una novel·la d’intriga [amb Crònica sentimental en rojo]. La gent es pensarà que aquesta novel·la, que és purament històrica, que està feta als carrers de Barcelona i que parla dels carrers de la història de la ciutat. Potser enganyarem la gent amb això. Perdrem l’avantatge que el teu nom és conegut però així no enganyem a ningú. Juguem-nos-la, anem a l’aventura, com si fos una cosa nova. A veure la gent com la rep. I em digué: buscat un pseudònim. Vaig accedir, triant el pseudònim d’Enrique Muriel, el protagonista de Sombras Viejas. Era el personatge com jo havia creat feia 17 anys i que llavors encara no havia pogut veure publicat. Enrique Muriel distingeix les novel·les d’intriga de les que no ho són.
Defineixi’ns què entén per Novel·la negra i per novel·la policíaca ...
L’expressió novel·la negra és un invent dels periodistes. Sempre busquem una expressió que no ocupi massa espai en els titulars i que es pugui recordar fàcilment. Però novel·la negra no és exactament el que signifiquen aquestes dues paraules. Hi ha una novel·la d’intriga en la qual es parteix d’un misteri. Segueix un determinar curs, desperta l’interès del lector i al final el misteri es resolt. Però no hi ha cap anàlisi de la societat en la qual es desenvolupa el drama. La novel·la d’intriga, nascuda una mica abans de la crisi del 29 del segle passat, la inicien uns escriptors que descobreixen que els crims, les malvestats, tenen un origen. Que va més enllà del cap d’un delinqüent passant a la societat, allà on podem trobar l’origen del seu comportament. Dashiell Hammett n’és el precursor d’un canvi, analitzant les circumstàncies que comporten els fets delictius. Es va dir negra per dues raons molt senzilles: perquè es publicava en una revista barateta, de quiosc, que es deia Black Mask. I perquè Gallimard, l’editorial francesa, va posar-li les tapes negres a una col·lecció de novel·les d’intriga. Li va dir La noir.
Parlem de premis. Del Planeta, que vostè va assolir amb Crònica sentimental en rojo ...
És un dels més importants que he guanyat. I miri que no em van ni convidar al sopar del Planeta. S’han dit moltes coses d’aquest premi. Jo l’he arribat a conèixer-lo una mica. Vaig conèixer el vell editor Lara, que era molt directe i sincer parlant. Quan es convoca el premi Planeta, l’editor tenia la por que entre les 300 o 400 novel·les que s’hi presentaren no n’hi hagi cap de bona. Podia passar. El Lara acostumava a parlar amb algun escriptor reconegut i li deia que escrivís una novel·la, que li donarien el premi. Si l’autor era el Camilo José Cela li havien de donar el premi. Però si era un de no tanta anomenada, el jurat decidia en completa llibertat premiant l’obra que més li agradava. Segona si que la hi proclamaven. He conegut escriptors com l’Umbral, que van escriure una obra sol·licitada per Lara. No la van premiar i en una nit del Planeta l’Umbral va dir “ya que no me llevo el premio, me llevaré este pastel”. I se’l va endur. Nèstor Luján també li va dir, l’editor, i no el premiaren. Home elegant, digué “què hi farem”. Al Fernando Fernán Gómez també li va prometre. Era assegut a la meva taula i quan va veure que no el premiaven, que quedava segon, va començar a llençar malediccions. Era un gran actor, però molt mal educat. Cada periodista que venia a fer-li una entrevista, l’insultava. Va ser molt desagradable. La promesa del Lara no era que donés el Planeta: s’assegurava que tenia, al menys, una bona obra.
Com van anar les coses, en el seu cas ...
L’any que vaig guanyar el Planeta, qui havia contactat per al premi era l’altre escriptor, que havia estat premi Nadal, entre d’altres. Va presentar el seu llibre, que estava molt bé. A mi em digueren que la meva obra estava entre les novel·les que podien guanyar. Jo treballava a La Vanguardia. Era redactor en cap. Un dia vaig trobar-me a la porta un col·laborador del diari, l’historiador i escriptor Rafael Abella. Ell treballava a editorial Planeta. Jo havia publicat en aquella època Las calles de nuestros padres i l’ABC em va dedicar una pàgina sencera amb una crítica molt bona. L’Abella m’ho va comentar, demanant-me que quan em presentava al Planeta. Em vaig posar a riure i entengué que ja m’havia presentar. No li vaig dir quina era l’obra ni el pseudònim. Al cap d’un temps em va trucar i em va dir que hi havia quatre obres que podien guanyar el Planeta. I una d’elles era la meva. Poc després em trucaren d’Editorial Planeta i em van dir el mateix. Llavors ja eren tres obres. Allà vaig veure que el premi era honrat: podia guanyar o no. Em digueren que el que sí que volien era publicar-lo, el llibre. Em demanaren permís per anar publicant la novel·la. De fet l’editorial inici aquest procés abans no es coneix el guanyador, de manera que si el premi es lliura l’octubre ja és a les llibreries el novembre. Hi vaig accedir. No m’enviaren la invitació, com es fa amb les persones que poden guanyar el premi. Me n’oblido i vaig a la feina. Em truquen de l’ABC dient-me que guanyava el premi. A les 7 de la tarda, un gran periodista i amic, José Martí Gómez, em digué que guanyava el premi. “Com ho saps?”, li vaig preguntà. I em digué que li ho demanà a Lara, l’editor. Com a mínim disposar d’alguna pista. Li respongué: “miraté al ombligo y vete a la mierda”. Així respongué. Pensant-hi va deduir que era algú proper a ell. En veure’m al diari, resolgué l’equació quan em veié: jo era “el ombligo”. Vaig començar a pensar que realment guanyava quan els fotògrafs s’acostaven a la meva taula. Efectivament, vaig guanyar. Però juro no estava ni convidat al sopar.

Cerdanyola.info, 9 d'octubre de 2008

8 d’oct. 2008

“Chronique sentimentale en rouge” de Francisco González Ledesma

Titre:
VF: Chronique sentimentale en rouge
VO: Cronica sentimental en rojo.
Auteur: Francisco GONZALEZ LEDESMA

Roberto

Francisco González Ledesma est né le 17 mars 1927 à Barcelone dans le quartier populaire de Poble Sec. Grâce à l’aide d’une tante il étudie au collège puis entreprend des études de droit qu’il finance avec des “petits boulots” et en écrivant des pulps. En effet, de 1951 à 1981, sous le pseudonyme de Silver Kane, Francisco González Ledesma écrit cinq cents westerns et romans d’aventure qu’il livre parfois au rythme de trois par mois. En 1948, son premier roman Sombras viejas est couronné par le Prix international du roman. Cependant, interdit trois fois, il ne sera jamais publié en Espagne.
L’assouplissement de la loi sur la presse lui permet de devenir journaliste en 1963. Il entre à la Vanguardia dont il deviendra rédacteur en chef. Il y fonde un syndicat de journalistes clandestin auquel adhère un autre futur auteur de romans policiers, Manuel Vázquez Montalbán. Refusant d’écrire le moindre papier sur Franco pour ne pas trahir ses opinions, il devient un orfèvre dans l’art de rédiger les informations de façon défavorable au régime sans encourir les foudres de la censure.
La transition démocratique qui suit la mort du caudillo lui permet de faire publier un premier roman sous sa véritable identité : Los Napoleones. Cet ouvrage, écrit en 1967, n’avait jamais été présenté à la censure par l’éditeur, de peur de le voir interdit. Les années 1980 sont fécondes pour Francisco González Ledesma qui crée le personnage de l’inspecteur Ricardo Méndez dans Le dossier Barcelone (Expediente Barcelona, 1983), suivi par sept titres dans le même cycle. Il publie également dix autres romans noirs. Cinq d’entre eux ne sont pas encore traduits en français dont ses mémoires, Historias de mis calles, et un roman écrit sous le pseudonyme d’Enrique Moriel.

Bibliographie:

Les titres sont listés par ordre chronologique croissant de leur publication en français:

Soldados / trad. de l’espagnol par Christophe Josse. - Nantes: l’Atalante, 1990. Traduction de: Soldados, 1985.
Chronique sentimentale en rouge / trad. de l’espagnol par Jean-Jacques Fleury. - Nantes: l’Atalante, 1991. Traduction de: Cronica sentimental en rojo, 1984
La dame de cachemire / trad. de l’espagnol par Jean-Baptiste Grasset. - Paris: Gallimard, 1992. Traduction de: La Dama de Cachemira, 1986
Les rues de Barcelone / trad. de l’espagnol par Christophe Josse. - Nantes: l’Atalante, 1992. Traduction de: Las calles de nuestros padres, 1984
Histoire de Dieu à un coin de rue / trad. de l’espagnol par Jean-Baptiste Grasset. - Paris: Gallimard, 1993.Traduction de: Historia de Dios en una esquina, 1991
Le dossier Barcelone / trad. de l’espagnol par Jean-Baptiste Grasset. - Paris: Gallimard, 1998. Traduction de: Expediente Barcelona, 1983
Los símbolos / traduit de l’espagnol par Jean-Jacques Fleury. - Nantes: l’Atalante, 1999. -Traduction de: Los símbolos, 1987
Ciné Soledad / trad. de l’espagnol par Christophe Josse. - Nantes: l’Atalante, 2000. Traduction de: Cine Soledad, 1993
Los Napoleones / traduit de l’espagnol par Jean-Jacques Fleury. - Nantes: l’Atalante, 2001. Traduction de: Los Napoleones, 1977
Le péché ou quelque chose d’approchant / trad. de l’espagnol par Isabelle Gugnon. - Paris: Gallimard, 2001. Traduction de: El pecado o algo parecido, 2002
42 kilomètres de compassion / trad. de l’espagnol par Christophe Josse. - Nantes: l’Atalante, 2002. Traduction de: 42 Kilómetros de compasión, 1986
Purée d’avocat sauce Chili / trad. de l’espagnol par Georges Tyras. - Paris : Éd. Baleine, 2002.
Méndez: nouvelles / trad. de l’espagnol par Christophe Josse. - Nantes: l’Atalante, 2003. Traduction de: Méndez, 2006
Cendres / traduit de l’espagnol par Isabelle Gugnon. - Paris: Gallimard, 2005. Traduction de: Ceniza
Ombres du passé / trad. de l’espagnol par Jean-Jacques Fleury. - Nantes: l’Atalante, 2005. Traduction de: Sombras viejas, écrit en 1948, non publié en Espagne
Cinq femmes et demie / traduit de l’espagnol par Thomas Delooz. - Nantes: l’Atalante, 2006. Traduction de: Cinco mujeres y media, 2005
La ville intemporelle ou Le vampire de Barcelone / trad. de l’espagnol par Christophe Josse. - Nantes: l’Atalante, 2008. Traduction de: La ciudad sin tiempo, 2007 (publié sous le pseudonyme de Enrique Moriel)

Oeuvres non traduites en français

El adoquín azul, 2002
Tiempo de venganza, 2004
Historia de mis calles, 2006 (Mémoires)
Una novela de barrio, 2007
El candidato de Dios, 2008 (publié sous le pseudonyme de Enrique Moriel)

VF: Chronique sentimentale en rouge de Francisco González Ledesma
Editions Atalante (332 pages) Prix : 16€

VO: Cronica sentimental en rojo de Francisco González Ledesma
Ediciones Booket (320 paginas) Precio : 7.95€

Prix Librairie Espagnole (7, rue Littré 75006 Paris, Tél.: 01-43-54-56-26): 12€

El Pinguino: Aligre FM 93.1, 8 octobre 2008

2 d’oct. 2008

El candidato de Dios

Ricardo Senabre

Enrique Moriel
Destino, 2008.
400 páginas. 20 euros.

Como ya se advierte en la solapa de este volumen, “Enrique Moriel” es uno de los seudónimos del escritor Francisco González Ledesma –como lo fue “Silver Kane” en su lejana época de autor de novelas de quiosco– y, además, el nombre que tenía el protagonista de la primera narración del autor, titulada Sombras viejas (1948). La alternancia de seudónimos distintos es frecuente en escritores de novela de misterio y novela negra, desde Agatha Christie hasta Stephen King, y en ocasiones cada seudónimo se utiliza para desarrollar historias con un personaje central –el investigador o detective– diferente. Así, Margaret Millar ha firmado novelas con su nombre y con otros dos seudónimos; de John Creasy se conocen al menos seis seudónimos distintos. La pareja de escritores formada por Richard W. Webb y Hugo C. Wheeler ha sido sucesivamente “Patrick Quentin”, “Q. Partrick” y “Jonathan Stagge”. En la misma línea se encuentran autores como Erle Stanley Gardner o el inglés René Raymond, entre otros muchos. González Ledesma se incorpora, pues, a una tradición bien conocida. Pero, transmutado en “Enrique Moriel”, su novela no se ambienta ya en la Barcelona tan familiar al autor, ni gira en torno al personaje del policía Méndez, sino que nos lleva a la ciudad de Nueva York en los comienzos de la campaña electoral para la presidencia del país que en estos momentos aún no ha concluido. Los antiguos gacetilleros hubieran dicho, con un tópico frecuente, que el tiempo de la historia aquí narrada es de la más “rabiosa actualidad”.
Un conjunto de turbios personajes –mafiosos, banqueros y magistrados corruptos, matones a sueldo y hasta alguna encarnación de la típica femme fatale– se mueve alrededor de un candidato llamado Christian Earth, que parte en la carrera electoral sin ninguna posibilidad de éxito. Hay intereses oscuros, algún asesinato e intervenciones policiales, todo ello en un marco neoyorkino convincentemente esbozado. González Ledesma se mueve con soltura en estas sinuosas tramas que está acostumbrado a urdir, y no será necesario decir una vez más que es un narrador ágil, forjado durante años en el cultivo de la literatura popular y de acción, que narra con buen ritmo y al que, en este sentido, pocas objeciones cabe oponer. Pero en sus novelas barcelonesas había algo más que la simple intriga: la nostalgia de un mundo en transformación, la mirada de quien ve en los cambios de la ciudad, en la desaparición de viejos rincones urbanos, un espejo de su propio envejecimiento personal. Aquí, aunque resuelto con habilidad, el diseño del marco ambiental tiene más oficio que sentimiento, y Nueva York no alcanza la profundidad de perspectiva que posee la Barcelona por la que deambula Méndez. A cambio de ello, el autor ha hecho un esfuerzo gigantesco por construir una parábola que recuerda la propuesta de fondo que esbozaba Kazantzakis en Cristo de nuevo crucificado y que ofrece innumerables pistas en el texto: el candidato, más interesado en sus discursos por los problemas humanos que por los planteamientos políticos, se llama Christian; su padre auténtico es un financiero de origen incierto, Timothy Gaylor, que parece conocerlo todo y albergar una sabiduría de siglos. El padre putativo es un humilde carpintero llamado Joseph, y la madre una trabajadora modesta que responde al nombre de Mary. Con estos planteamientos no es difícil prever el trágico final de Christian, ni siquiera que se produzca gracias a la traición de un Judas moderno sin más horizonte que los beneficios económicos. Las ideas del padre “real” –el poderoso financiero que inicialmente trata de ayudar al candidato– y Cristian enfrentan dos maneras de contemplar el mundo y dos modelos morales: el padre cree “en el poder material de la Iglesia, que está en las riquezas y los templos”, como resume el fiscal, mientras que el hijo “cree en el poder moral de una Iglesia que está en las calles” (p. 383). Estos y otros muchos pasajes igualmente reveladores sostienen una novela de extraordinaria ambición temática sobre la imposible realización en nuestro mundo de los ideales evangélicos, porque trasladar a las elecciones presidenciales norteamericanas una especie de remake actualizado de la historia de Cristo no es empeño baladí. No puede afirmarse que el autor haya salido airoso de la empresa; hay personajes desdibujados y trayectorias inconsistentes, como la de Goren, que parece llevar la iniciativa al comienzo para luego desdibujarse y reaparecer en el quiebro narrativo final; Gaylor es, en el proyecto novelesco, un personaje de tal magnitud que requería un tratamiento más a fondo. Pero esto no empaña otros méritos de la novela, que trata de no quedarse en el terreno de la ficción política como un producto de consumo más, y lo hace con dignidad.

El Cultural, 2 de octubre de 2008