González Ledesma es Silver Kane y también es Enrique Moriel. Fue escritor de novelas de 'a peseta' en Bruguera, que ni él sabe cuántas escribió, tan sólo que estuvo años a una por semana. Alejandro Jodorosky las colecciona; él dice que 2.400 tan sólo del oeste, de Kane y otros heterónimos. Pero, González Ledesma, que fue abogado y periodista, es, ante todo, Méndez, que no es precisamente un pseudónimo, sino un alter ego: su gran personaje literario.
Perseguir a Méndez por el Barrio Chino y adentrarse en esas calles de Barcelona en donde el mundo se ve y se prostituye desde una esquina es una tarea imprescindible. Una Barcelona que un día fue real, pero que ya es sólo escenario y nostalgia del inspector de González Ledesma.
Méndez cumple 25 años, según Planeta, y lo celebra con 'No hay que morir dos veces' (Planeta), una novela que Lorenzo Silva describe como la "más rotunda y esencial" de la serie del policía más célebre de los bajos fondos de la novela negra y criminal española.
Méndez hizo su aparición con 'El expediente Barcelona' (1983), aunque lo hizo de un modo marginal inspirado, según la confesión del propio autor, en cuatro policías que conoció en sus tiempos de redactor de sucesos. Sin embargo, el agazapado Méndez emergió en 'Las calles de nuestros padres' (1984), reivindicando un protagonismo angular y transformándose, novela a novela, en un tipo inolvidable.
Perseguir a Méndez por el Barrio Chino y adentrarse en esas calles de Barcelona en donde el mundo se ve y se prostituye desde una esquina es una tarea imprescindible. Una Barcelona que un día fue real, pero que ya es sólo escenario y nostalgia del inspector de González Ledesma.
Méndez cumple 25 años, según Planeta, y lo celebra con 'No hay que morir dos veces' (Planeta), una novela que Lorenzo Silva describe como la "más rotunda y esencial" de la serie del policía más célebre de los bajos fondos de la novela negra y criminal española.
Méndez hizo su aparición con 'El expediente Barcelona' (1983), aunque lo hizo de un modo marginal inspirado, según la confesión del propio autor, en cuatro policías que conoció en sus tiempos de redactor de sucesos. Sin embargo, el agazapado Méndez emergió en 'Las calles de nuestros padres' (1984), reivindicando un protagonismo angular y transformándose, novela a novela, en un tipo inolvidable.
Méndez vuelve
Veinticinco años o veintiséis, qué más da: la cuestión es que Méndez vuelve después de novelas extraordinarias y muy premiadas, como 'Crónica sentimental en rojo' (Premio Planeta de Novela 1984), 'La Dama de Cachemira' (Premio Mystère, 1986), 'El pecado o algo parecido' (Premio Hammett, 2002), 'Cinco mujeres y media' (Premio Mystère, 2005) y 'Una novela de barrio' (I Premio Internacional de Novela Negra RBA, 2007).
El propio González Ledesma, a petición de la Editorial Planeta ante el cumpleaños de su inspector, ha entrevistado a Méndez, a "su socio literario" como promoción de la nueva novela. Pero no tiene desperdicio. Genial:
Méndez: Amigo Ledesma, me han dicho en un bar que usted fue un periodista de la vieja escuela, de los que se pateaban la calle, salía a las cuatro de la madrugada y encima se iba a la Rambla a comprar su propio periódico recién salido. Por eso le concedo esta entrevista, sorprendido de que no le hayan detenido alguna vez.
Ledesma: Es que yo era amigo de los policías, los primeros trabajadores de la mañana y las últimas trabajadoras de la noche. Eso me salvaba. Como además era un abogado lleno de dudas le pregunto: ¿Cree usted en la ley?
M: En la de los tribunales no, en la de la calle sí. La ley oficial responde a intereses políticos y económicos, a veces transitorios, en los que siempre interviene el poder. Así se explican monstruosidades como la sanción económica a un juez (casi como si se hubiera saltado un semáforo) por dejar libre a un asesino que luego pudo asesinar a una niña; y en cambio pedir un año para un hambriento que robó media barra de pan (eso sí, con el agravante de que tiró de ella). La ley de la calle es más igualitaria, más humana y a veces con más sentido común.
L: ¿Es cierto que a veces hace usted recados para los presos de las cárceles y hasta les lleva los periódicos?
M: Creo en la humanidad, y por eso, cuando conozco a un joven delincuente, le suelo llevar a algún viejo café y le hablo para que reflexione. Soy tan latoso, que me hace caso o se suicida. Incluso una vez adopté al hijo de un pobre, pero me arrepentí porque el crío resultó berreante y maricón. Cuido de él y quizá acabemos siendo amigos. En cambio, con los inhumanos sin redención posible, como los violadores o los asesinos de niños, gasto leche negra. Cuando encima les dan permisos para que vuelvan a delinquir, siento ganas de utilizar mi Colt 45. Por cierto, ¿Sabe usted si alguien me lo quiere comprar a buen precio?
L: Me han dicho que es usted el antigourmet, que come en los peores sitios de Barcelona.
M: Bueno, deje que me defienda. En primer lugar nunca se sabe cuáles son los peores sitios de Barcelona, y además la pobreza tiene su ley. Yo suelo comer en los sitios baratos de los barrios bajos, pero cada vez tengo menos lugares adonde ir, porque Sanidad los va cerrando. A veces he invitado a almorzar a periodistas como usted y se han mareado antes de salir por la puerta de la calle. Pero, eso sí, veo con esperanza que la gente de los barrios se muere de otras cosas.
L: Siento envidia porque me han dicho ?puede ser una calumnia? que usted tiene más libros que yo.
M: Si quiere, un día los contamos y le invito a comer (¡no aceptará!) pero es verdad que mi vida no tendría sentido sin los libros. Los libros son el único sitio donde aún está la voz y la amistad de los muertos. Verá, yo soy como un tío rico de Barcelona con la casa tan llena de libros que su mujer le dijo en plan ultimátum: "Los libros o yo". Y él contestó:"Los libros".
L: Usted, amigo Méndez, no presuma de gran personaje literario, porque es más real de lo que parece. Usted no es más que la comunión literaria de cuatro policías reales que he conocido, de modo que menos alardear y más fijarse en las calles.
Eco Diario, 2 de abril de 2009
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