12 de des. 2003

Un señor de la calle

Mercedes Abad

Hola. Me llamo Goldie Bishop, la bisha para los amigos, y soy investigadora privada. Mis credenciales son unas delanteras que me costaron una pasta, un cerebro brut nature y una automática Colt Mustang Pocketlite, nueve milímetros corto, un arma pequeña y devastadora. Mis jefes de Culturburgo, del Departamento de Alta Literatura Exquisita, sito en la calle Torre de Marfil sin número, me han confiado una misión delicada. Andan estos prohombres inquietos con la hipotética deserción de uno de sus más exquisitos representantes, Andrés Trapiello, quien según ciertos indicios no sólo se habría pasado a las filas de la literatura popular (ecs, dejen que me lave el instrumento tras haber escrito algo tan asqueroso y degradante), sino que, encima, habría ganado un premio y declarado a la prensa, entre otras insensateces, que Di adiós al mañana, la novela (negra) del podrido Horace Mc Coy —que Lucifer lo tenga a su vera—, es... ¡una obra maestra! Si uno empieza por permitirse ensalzar una novela negra, pronto no le da importancia a leer novelitas de Simenon, de ahí pasa a incubar el abyecto deseo de ser un escritor de los que venden libros y acaba por escribir cosas que corren el peligro de interesar a alguien.
Con ánimo de conseguir datos que me permitan avanzar en mis pesquisas, cojo mi Pocketlite y me bajo a Negra y Criminal, una librería de mala nota sita en el barrio de la Barceloneta (calle de la Sal, 5). A mis receptivos oídos había llegado la noticia de que ese antro de perdición, liderado por Paco Camarasa y Montse Clavé y que pretende convertirse en una importante base de operaciones, una especie de Espectra de la novela criminal, ha organizado su primer acto público dos meses y un día después de su apertura.
¿Y a quién han invitado a presentar su último libro? Pues nada más y nada menos que a Francisco González Ledesma, que acaba de publicar El pecado o algo parecido (editorial Planeta) después de un largo silencio. Por si ustedes no se hicieran cargo de quién es este peligrosísimo sujeto —que Lucifer le dé un cargo en el infierno—, les diré que tiene publicadas, con su nombre y con el ignominioso seudónimo de Silver Kane, unas 500 novelas, lo que lo convierte en un individuo aún más abyecto y nocivo para la Alta Literatura que Simenon, que sólo publicó 400 títulos.
Por si alguien dudase de la adscripción de las novelas de González Ledesma a la novela popular, ahí van unos cuantos títulos que despejarán todas las dudas: Verdugo busca empleo, ¡Colt! ¡Colt! ¡Colt!, ¿Te acuerdas de rezar, nena?, Que el plomo te bendiga, Las tías buenas, Con las mujeres no hay vacaciones, Demasiadas curvas para el muerto, El buitre de Denver, Dame masajes, chico, Tía guapa, tío muerto, y centenares de títulos por el estilo que me encantaría citar aquí, pero que no caben ni en tres crónicas como ésta. Como sin
duda lo habrán sospechado al leer el listado, estos títulos corresponden a novelas del Oeste y de aventuras que González Ledesma escribía para pagarse la carrera de Derecho y mantener a su familia, que tenía el mal gusto de querer comer tres veces al día. Como lo recordaba Andreu Martín el día de la presentación, las novelas del Oeste, publicadas por Bruguera, se vendían a cinco pesetas. Y, casualmente, Hitchcock estuvo a punto de comprar uno de esos argumentos, pero el sindicato de guionistas estadounidenses abortó la operación.
No crean que se acaban ahí las agravantes que pesan sobre González Ledesma: no contento con publicar aquí sus novelas
negras, entre las que cabe citar El expediente Barcelona, Historia de Dios en una esquina y Las calles de nuestros padres, este peligro público, que en 1984 ganaba el Premio Planeta con Crónica sentimental en rojo, se dedica a exportar su producción. Incluso se da la curiosa circunstancia de que El pecado o algo parecido haya sido publicada en Francia (Gallimard, série noire) seis meses antes que en nuestro país.
Y aún hay más: según se jactaba el otro día, este individuo, que abandonó la abogacía por el periodismo y durante un tiempo fue redactor jefe de La Vanguardia, ha pateado mucho las calles y ha forjado en ellas su mirada. "La verdad está en los ojos de la gente. Y las historias están en el aire. Barcelona es la verdadera madre de mis novelas... La novela negra permite bucear en una sociedad y meterte —muy importante— en las camas y en las conversaciones de la calle para llevar a cabo un retrato social y político". ¡Cómo se atreve! En lugar de escribir sobre su excelso y fascinante ombligo, va y pretende erigirse en un cronista del mundo que lo rodea, qué desfachatez. Incluso hay quien lo considera, junto a Eduardo Mendoza, como uno de los mejores cronistas con que cuenta Barcelona. Una Barcelona canalla donde en las casas de putas se organizan concursos de poesía, como cuenta González Ledesma que sucedía en la célebre casa de la Emilia, en el barrio chino.
Finalizados los parlamentos de Andreu Martín y González Ledesma, me mezclé entre el numeroso público que abarrotaba la librería y entre el que, por cierto, se hallaba el juez Oubiña, gran adicto al género negro. Felizmente, mi astucia, combinada con los efectos deshinibidores del vino tinto que circulaba a placer, me permitió averiguar, además de ciertos trapillos sucios, que Trapiello, el supuesto tránsfuga de la Alta Literatura Exquisita no lo era tanto, pues ha hecho declaraciones donde deja muy claro que la novela con que ganó el premio no es negra porque "no está centrada en la resolución del crimen, sino en los motivos y circunstancias de los personajes que lo rodean". Y que lo suyo no es literatura negra, sino literatura literaria. Menos mal, qué alivio.

El País
, 12 de diciembre de 2003

2 d’oct. 2003

Recogida

Compromisos varios impidieron al escritor Francisco González Ledesma recoger el Premio Dashiell Hammett que le concedió la Semana Negra de Gijón en julio pasado por la novela El pecado o algo parecido (Planeta). Ayer, en Barcelona, recogió finalmente el galardón de manos de los responsables de la librería especializada Negra y Criminal, que hicieron lo propio en su nombre en Gijón.

El País, 2 de octubre de 2003

10 d’ag. 2003

González Ledesma se consolida de la mano de la novela negra

Santos Sainz Villanueva

Como ocurre desde hace ya dieciséis años, Gijón abre en julio su semana negra, centrada en ese tipo de novela que también se llama policiaca, criminal y de tras varias maneras. Es un género que antes tenía entre nosotros poco crédito, pero que ahora se revela como una de las posibilidades más prometedoras de una literatura que quiera aunar aventura y reflexión.
Un tipo de novela que cuenta, además, con muchos lectores incondicionales y que ya disfruta de prestigio entre los medios académicos. Estas circunstancias animan a elegir una historia de esta clase como libro del mes, aunque también lo merecería sin ningún pretexto.
En cualquier caso, el libro que aquí se propone no necesita excusas para su recomendación. Se trata de la nueva obra de Francisco González Ledesma, 'El pecado o algo parecido' . La historia arranca con un original episodio: un caballero honorable muere en una casa de citas y para evitar complicaciones lo bajan a la calle y lo sientan en un banco de la plaza.
Aparecen dos curas, toman al difunto como si estuviera dormido, lo meten en un coche y se lo llevan.


Crimen y misterio

Con este sorprendente comienzo, González Ledesma descubre dos claves de la novela, una habitual en el género criminal al que pertenece, el misterio, y otra infrecuente, un atractivo tono esperpéntico. Poco después de ese suceso nos llega noticia de un horrible crimen cometido con sadismo. Ya tenemos el otro factor fundamental del libro, la violencia. Y a partir de aquí, según los cánones del relato criminal, avanza la historia hasta su desenlace con el esclarecimiento de los hechos y el castigo de los criminales. Y utilizo el plural porque varias son las tramas que componen el complejo diseño de corrupción y pasiones que dispone el autor para ilustrar su negativa visión de la naturaleza humana.
El barcelonés Francisco González Ledesma (1927) es un narrador veterano y solvente que pone en juego su pericia narrativa y su destreza en el género policiaco en esta nueva novela suya. En ella retoma al policía Méndez, un personaje que responde al patrón del tonto-listo, pero al que traza con rasgos verdaderamente atractivos. Lo lleva y lo trae por varios escenarios (Madrid, Barcelona y París), lo coloca frente a situaciones delictivas muy complicadas y juega bien con sus cualidades de sabueso triste, discreto, honrado y recto para desvelar los motivos nada simples del comportamiento de los varios criminales que desfilan por la novela.

Materialismo endémico

En la bien trazada y convincente personalidad de Méndez, mezcla de escepticismo y pundonor, reside uno de los atractivos de El pecado o algo parecido. Con la cual, además, se despliega una crítica muy ácida de las relaciones humanas en la sociedad actual. Y esa crítica adquiere dimensiones de alegato social de extrema dureza por medio del rosario de delitos de toda clase cometidos en la obra. El resultado es desolador: el materialismo más craso, los instintos más primitivos, la inmoralidad más absoluta dominan la sociedad finisecular.
Estos componentes y ese sentido no constituyen novedad sobresaliente en el género al que pertenece la novela de González Ledesma. Pero deben subrayarse los aciertos singulares del presente caso: un ambiente de corrupción descrito con plasticidad y eficacia, a pesar de que los diálogos entre Méndez y el principal de los criminales, un poderoso financiero, rocen la inverosimilitud; un nutrido grupo de personajes, algunos sólo entrevistos, pero otros dotados de profundidad psicológica.
A estos materiales que conforman la trama hay que añadir algo más. Un punto de vista irónico que subraya los equívocos y la miseria moral dominantes en el mundo moderno. Y una facilidad para la lengua conversacional que produce momentos muy divertidos gracias a una buena mezcla del sarcasmo, el equívoco y el uso generoso de la escatología.

Gran trayectoria

González Ledesma, a pesar de su obra amplia y de sus cualidades de narrador, no ha obtenido el reconocimiento que alcanzan escritores con menos sustancia. Merece la pena leer El pecado o algo parecido. Tiene un frente débil: el argumento se enreda demasiado y, aunque el enigma de los crímenes se resuelva bien, con lógica y sin cabos sueltos, resulta algo complicado y en el tercio final del libro un poquito pesado. Pero este reparo se compensa con el desarrollo de una historia que pone en evidencia, por si alguien no se ha enterado, que vivimos en una sociedad sin valores superiores. El autor procura que se sepa, pero, por si algún despistado lee su novela por puro entretenimiento, se lo dice bien claro en las páginas finales: el sexo y el dinero son los príncipes de nuestro mundo.


El Mundo
, 10 de agosto de 2003

12 de jul. 2003

González Ledesma, premio Hammett de novela negra

L.F.Z.

Francisco González Ledesma, por “El pecado o algo parecido”, y José Latour, por “Mundos sucios”, comparten este año el premio internacional Dashiell Hammett a la mejor novela policiaca, que fue fallado ayer en la Semana Negra de Gijón. El premio Rodolfo Walsh a la mejor obra de no ficción sobre tema criminal fue para “Desde las tinieblas”, del periodista valenciano Juan M. Oleaque.

La Vanguardia
, 12 de julio de 2003

La Semana Negra premia a Latour y González Ledesma

Javier Cuartas

Las novelas Mundos sucios, del escritor cubano José Latour, y El pecado o algo parecido, del español Francisco González Ledesma, obtuvieron ayer de forma compartida el Premio Dashiel Hammett de la Semana Negra de Gijón a la mejor novela negra publicada en español en 2002.
El Premio Rodolfo Walsh para obras de no ficción publicadas en español fue concedido a Desde las tinieblas, en la que el valenciano Juan M. Oleaque trata el asesinato de las niñas de Alcàsser.
El galardón Memorial Silverio Cañada a la mejor primera novela negra lo obtuvo el argentino Carlos Balmaceda con La plegaria del vidente. Rosa Elvira Peláez logró el premio de relatos con su obra El aviso.

El País
, 12 de julio de 2003

3 de jul. 2003

González Ledesma

Título: El pecado o algo parecido
Editorial: Planeta
Precio: 18 euros Páginas: 423


Santos Sanz Villanueva

La Semana Negra de Gijón de este año ha concedido su ya prestigioso premio Hammett a El pecado o algo parecido, una buena novela criminal con la que se reconoce, por fin, el mérito de uno de los cultivadores españoles más veteranos e importantes del género, Francisco González Ledesma.
El argumento, denso, tiene un comienzo muy original: un caballero honorable muere en una casa de citas y para evitar complicaciones lo bajan a la calle y lo sientan en un banco de la plaza. Aparecen dos curas, toman al difunto como si estuviera dormido, lo meten en un coche y se lo llevan. Luego, se encadenan las actividades delictivas, se intensifica el suspense, y el autor, por medio de un policía un poco excéntrico, Méndez, resuelve un puñado de casos complicados con una voluntad testimonial: el dinero, el poder y el sexo tienen la culpa de los males de una sociedad como la nuestra, bárbara e inmoral. De este modo, esta novela comprometida alcanza el valor de un alegato social muy duro.Lectura interesante por su fondo y entretenida por su anécdota.

El Mundo
, 3 de julio de 2003

12 d’abr. 2003

Los márgenes invisibles

EL PECADO O ALGO PARECIDO
Francisco González Ledesma
Planeta. Barcelona, 2003
423 páginas. 18 euros


J. Ernesto Ayala-Dip

El pecado o algo parecido es una novela negra respetuosa con el canon y fiel al sentido del ritmo. En ella, Francisco González Ledesma aporta un grado de familiaridad sociológica de la mano, de nuevo, del detective Méndez, que ahora debe camuflar un crimen en Madrid.
En su necesaria La novela policiaca española, José F. Colmeiro encabeza uno de sus capítulos con dos citas. Una es de Juan del Arco y dice: "El detective no puede llamarse Fernández". Eso se afirma en 1948. La segunda cita es de Francisco González Ledesma: "Entre las muchas características más o menos discutibles de la ‘novela negra’ hay una que es indiscutible: describe una sociedad urbana concreta en un momento concreto, generalmente a través de ambientes que son muy conocidos por el autor". Respecto a la sentencia primera, no hay ninguna duda de que los pactos tácitos entre lector y autor excluían cualquier posibilidad de llamar a los detectives de ficción Fernández. Hubieran excluido también que se llamaran Petra Delicado, Carvalho o Méndez. Actualmente ningún lector ve peligrar las exigencias de verosimilitud sólo porque un policía acampe en una novela policiaca escrita en nuestro país llamándose Méndez, que es como se llama el detective de González Ledesma. Quien haya leído Crónica sentimental en rojo, conoce ya al célebre funcionario. Y sabe que su radio de movimiento incluye la sociedad urbana de hoy, una sociedad reconocible. No dudo que dos experiencias, la de periodista y la de conocedor profundo de las ciudades que plasma en sus libros, aporten a éstos ese grado de familiaridad sociológica que poseen sus novelas. Pero esas experiencias no bastarían si el autor barcelonés no aportara su instinto novelístico, el buen hacer del artesano inspirado, del escritor de historias punzantes, retratista de la nobleza humana y lamiserabilidad moral.
El pecado o algo parecido vuelve a poner en circulación al policía Méndez, ese "policía moderado
por la Constitución pero en el fondo del viejo estilo". Su itinerario detectivesco, como sucede con los mejores detectives de ficción, es una exploración por las entrañas de la ciudad.A Méndez se le encarga que camufle un crimen cometido en Madrid. Hay que esconder nombres comprometidos. Pero surgen más cadáveres, más indicios de impunidad. González Ledesma trama bien. Sus personajes desgranan historias secundarias que sintonizan con el hecho crucial de la novela. Esas historias hacen emerger psicologías retorcidas, impregnan de cinismo y escepticismo los pensamientos, ayudan a definir los márgenes invisibles de las ciudades que se dan cita aquí: Madrid, Barcelona y París. Una frase como "hay que desear a una mujer mientras escribes una novela", puede que no tengan nada que ver ni con el deseo ni con el arte de la ficción, pero sí con el compromiso vital y con esa necesidad de genuino y árido lirismo que la novela negra se impone para resultar creíble y humana.

El
País, 12 de abril de 2003

27 de març 2003

Negra i amarga

Jordi Cervera

'El pecado o algo parecido' és una mena d'elegia a tot allò que desapareix engolit per l'acceleració vertiginosa del temps

Francesc González Ledesma, El pecado o algo parecido. Planeta. Barcelona, 2002.

Per aquelles coincidències de la vida, la darrera novel·la de González Ledesma arriba compartint catàleg i lapse temporal amb les d'Alicia Giménez Barlett i Andreu Martín, tres autors habituals de l'univers negre que gràcies a aquesta conjunció astral podrien servir per evidenciar una salut pública que el gènere està lluny de posseir. Després de viure moments d'imparable ascensió i de conèixer la mel de la popularitat i de la difusió a tots els nivells, la novel·la negra ha perdut força i les lleis implacables del màrqueting l'han acabat barrejant amb la resta de gèneres en un potipoti general que li ha fet perdre exclusivitat i potser guanyar vendes a costa de renunciar a la identitat de gènere i a les etiquetes identificadores i diferenciadores. En qualsevol cas, i mentre Planeta va crear el seu premi de novel·la negra i Edicions 62 anuncia ara la recuperació de La Cua de Palla coincidint amb la celebració dels 40 anys de l'editorial, el cert és que El pecado o algo parecido arriba per reblar un clau que, com a mínim, torna a posar de manifest la qualitat indiscutible del seu autor.
González Ledesma és, de fet, un cas rar en les nostres lletres. Després de guanyar el premi Planeta del 1984, l'editorial francesa l'Atalante s'interessa per la seva obra. Els viatges a França el posen en contacte amb Gallimard, que des d'aleshores li publica els seus llibres abans que surtin a l'Estat espanyol. A Internet els cercadors ofereixen al voltant de 15.500 pàgines on apareix en nom de l'autor i, d'aquestes, només 10 en espanyol, un fet que permet treure totes les conclusions que es vulgui. En qualsevol cas, el que compta és que Le péché ou quelque chose d'approchant es va editar l'any passat a França en traducció d'Isabelle Gugnon dins la col·lecció Le Noire, que ja ha vist també les obres anteriors de l'autor barceloní.
Començant pel títol, el llibre és d'una solidesa i d'una bellesa fora de qualsevol dubte. González Ledesma ens acosta un comissari Méndez que creu menys que mai en la llei i que viu en un món que ha deixat de ser el seu, que l'angoixa i el desassossega, que li fa aflorar la part més amarga del seu caràcter i el porta a ser un observador encara més escèptic d'un espai que cada cop li va més gran i més costa amunt.
Una senyora de 75 anys que estudia anglès a Madrid veu com uns capellans s'enduen el cadàver d'un home que estava assegut en un banc de la plaça. Aquest és el detonant per entrar en una nova aventura, si és que d'això que fa el comissari barceloní se'n poden dir aventures, del sempre peculiar Méndez. Un cop deslligat el punt de sortida de la novel·la, l'investigador amb nom de funcionari que cobra poc ha de fer mans i mànigues per tal d'aconseguir treure algunes conclusions i d'anar lligant caps en tot el camí de retallar i enganxar que ha de dur a terme gràcies al fet que els seus superiors ja no li assignen cap cas mínimament important i que ho ha d'anar fent pel seu compte, i això no sempre el porta al lloc precís durant el moment oportú, com passa amb la majoria dels seus col·legues literaris i cinematogràfics.
De totes maneres, i mantenint una de les constants de la bona literatura de gènere, per sota de la trama ha de bullir un magma sòlid que ajudi a bastir el caràcter dels personatges i a presentarlos com un reflex de la societat en què viuen, convertint-los en una mena de joc de miralls des d'on sorgeixen crítiques socials i elements que van molt més enllà de la simple literatura d'evasió.
A El pecado o algo parecido ens hi apareix un inspector Méndez encara més envellit (l'autor diu que amb el ritme que porta per escriure, serà l'últim lliurament) i aquest fet no és gens banal, ja que el converteix en un ésser molt més àcid i dur que de costum, un home que veu com la vida es transforma al seu voltant de manera inexorable, que s'adona que tots els referents que han format part de la seva vida, tant sentimentals com físics, han desaparegut, són a punt de desaparèixer o s'han transformat de tal manera que resulta del tot impossible identificar-los i, gairebé, associar-los amb el seu passat. Un exemple podrien ser les ciutats, entitats vives que juguen un paper força important en la narració. Madrid i Barcelona i, sobretot, les seves places i els seus carrers ajuden a entendre una relació entre personatge i entorn que és un apèndix prolongat de la manera d'entendre la vida de Méndez. Acostumat a veure com els carrers eren llocs amb personalitat, amb una capacitat innata per convertir-se en aliats o en enemics i que tots tenien el seu tempo particular, la seva personalitat intransferible, assisteix amb sorpresa i amb una certa desesperació no sempre ben continguda al canvi que promouen els temps nous.
Els carrers comencen a ser només receptacles de persones, punts de pas de gent anònima que no es preocupa en absolut per perdre el temps cercant un punt d'humanitat, nexes de contacte, elements que els ajudin a crear vida.
El pecado o algo parecido és una mena d'elegia a tot allò que desapareix engolit per l'acceleració vertiginosa del temps. Els polítics i la societat fan que les ciutats es deshumanitzin i aquesta nova condició, si no és la culpable d'un nou ordre, sí que complica molt la possibilitat de resoldre els problemes de la manera tradicional, que és la que Méndez coneix i domina. Parlar serveix cada vegada menys i potser per això els diàlegs entre l'inspector i els seus interlocutors es van fent més aspres, més violents, més amargs. Potser per això el mal deixa de ser absolut i perd els límits, deixant entreveure que ni els bons ni els dolents poden assolir el grau màxim, que no existeix res absolut, tret potser d'aquesta mediocritat canviant que s'apodera de la societat, que destrueix els valors tradicionals i que proclama ordres nous que ningú no sap ben bé com s'han d'afrontar.
De totes maneres hi ha alguna cosa semblant al pecat, al mal, que obliga a rellegir amb atenció la novel·la de González Ledesma, que porta a buscar pels plecs de la història per descobrir-hi aquesta amargor profunda, un sentiment de decepció, de pèrdua de punts d'ancoratge que potser és encomanadís i que, per damunt de l'edat del receptor, es mostra com una veritat radical, com un fet inexorable del qual resultarà difícil escapar, per això, arribar al final vol dir no sortir-ne il·lès, vol dir rebre l'impacte profund i el regust d'una història negra i amarga com n'hi ha poques.

Avui, 27 de març de 2003

3 de març 2003

González Ledesma recuperará en Francia la novela censurada en 1948

El escritor catalán acaba de publicar ‘El pecado o algo parecido’

Isabel Obiols

Francisco González Ledesma (Barcelona, 1927) está de enhorabuena. Hace poco ha publicado una nueva entrega de las andanzas del policía Méndez, El pecado o algo parecido (Planeta), y escribe otra novela a pàrtir del personaje. Además, espera ver publicada pronto la novela con que debió darse a conocer en 1948. Esa novela, Sombras viejas, fue censurada, y el autor, tildado de "rojo" y "pornógrafo". El libro se editará el año que viene en Francia. Si la reacción de los lectores es buena, la traerá a España.
En El pecado o algo parecido, González Ledesma recupera en parte el título con que se presentó al Premio Planeta en 1984, que era La virtud o algo parecido y que fue cambiado cuando le concedieron el galardón por Crónica sentimental en rojo. "Consideraron que mi título era demasiado intelectual, pero a mí me gustaba mucho porque era equívoco", explica. "En esa novela la protagonista era una chica virtuosa, cuyas virtudes transgredía constantemente. En este caso, son personas que en vez de cultivar la virtud, cultivan el pecado. El protagonista es un banquero que presume de su cinismo y Méndez no cree absolutamente en nada. El juego de palabras salió porque nunca se sabe dónde está el pecado, dónde la necesidad y dónde está la corrupción moral del país".
El paisaje humano y moral con que se topa esta vez Méndez está acorde con el que González Ledesma, presidente del Consejo de la Información de Cataluña, precibe en el país: "España, en estos momentos, es un país de medias verdades, de considerable cinismo, y hay una desorientación moral muy fuerte".
Manuel Vázquez Montalbán le definió, hace años, como un "optimista de la operación de escribir". González Ledesma interpreta la frase: "Supongo que por un lado quería decir que no concibo la vida sin escribir. Yo fui rico, pero desgraciado, haciendo de abogado y pobre de ir tirando, pero rabiosamente feliz, en el periodismo. Si no escribiera novelas no encontraría un sentido a mi vida. Es que a mí hay muchas cosas que me han ido mal, como cuando por culpa de
la censura no pude publicar y para ganarme la vida tuve que escribir muchas novelas populares. A pesar de ello nunca perdí el optimismo y seguí pensando que eso se acabaría y que algún día podría publicar libremente".
Ha tenido que esperar, pero Sombras viejas, novela inédita durante largos años, aparecerá en 2004 en la editorial francesa L’Atalante. En el libro retrata la España del principio de la Guerra Civil a través de la historia de
una chica. "Era la historia de Los cipreses creen en Dios, de Gironella, pero desde el punto de vista de los obreros de la calle", recuerda. "La releí un par de veces y me pareció tan romántica y tan limpia que pensé que quizás ahora la gente no la entendería. Pero se la di a leer a un crítico francés, que me recomendó eliminar la parte política y conservar todo lo demás. Según sea la reacción de los lectores franceses, la publicaré aquí", concluye.

El País
, 3 de marzo de 2003

29 de gen. 2003

Banqueros y curas

Policiaco. González Ledesma vuelve a la palestra con una compleja e implacable trama en torno a las altas esferas de la España actual

Francisco González Ledesma
"El pecado o algo parecido"
PLANETA, 423 PÁGINAS, 18 EUROS


Lilian Newman

Francisco González Ledesma nació a pocos metros de Manuel Vázquez Montalbán. Es una muy buena coincidencia que el creador del detective Carvalho y el creador de Méndez –que empezó a escribir a los doce años– hayan tenido de primer escenario real el Poble Sec. Y también la Barcelona que llega a la Rambla,y que por partes se resiste a ser jubilada, como el viejo policía de apellido soso, escogido adrede, acorde a un individuo fácil de ser considerado trasto inútil: en el cuerpo ni siquiera se toman el trabajo burocrático de echarlo y enviarlo a la jubilación de una vez.
Ganador del premio Planeta 1984 con "Crónica sentimental en rojo", autor de otros libros como "El expediente Barcelona" y "La calles de nuestros padres", autor celebrado en Francia, hay algo impresionante en este texto, y de entrada: si bien la narrativa negra tiene como propio el lenguaje descarnado y la ironía, aquí la escritura es de una virulencia enardecida y la ironía es feroz. La edad biológica de un escritor no es señal segura –o mecánica– para determinar su talante. Lo cierto es que este libro muevea dedicar un aparte a la biografía del creador de Méndez.
Francisco González Ledesma nació en 1927, fue un niño que sobrevivió con su humilde familia a la Guerra Civil, un escritor prohibido por el franquismo. Ganador del premio Joven Literatura creado por José Janés, su problema fue que aquello sucedió en 1948 y "Sombras viejas" no pasó la censura. El libro contaba la historia de un estudiante de izquierdas. Su autor también lo era, y para costearse la carrera de Derecho –y para seguir escribiendo bajo un régimen político que no iba a dejarlo en paz– se dedicó a la narrativa popular, en la esplendorosa época de la editorial Bruguera: se convirtió en Silver Kane.
Hoy la virulencia de su escritura es, eminentemente, joven. En este texto bravucón y elaborado, Méndez está en las últimas, en el cuerpo policial no lo quiere nadie y la Barcelona que él conoció tiene que buscarla con el olfato: "Había nacido la nueva Barcelona, la nueva Rambla de ejecutivos, y había desaparecido la vieja Rambla de los camioneros, pero también la de los poetas". Sus tiempos de policía poco recomendable y sus amistades con prostitutas y gente tirada forman parte del pasado. Y aquí está él, un investigador de raza al que, pese a su obsesión por ir detrás de la verdad, no sólo no le encargan que descubra un caso de asesinato, sino que tiene que acudir inmediatamente a taparlo.
Un señor de casa buena de Madrid es asesinado en un burdel de alto nivel, con una lista de teléfonos ilustres, "incluido alguno de la Moncloa". Méndez llega a "tapar" el asunto, algo esperpéntico, porque hay testigos que han visto que el cadáver era transportado por dos clérigos. Además hay una viuda y una criada incomprensibles, y remotas relaciones que la agudeza de Méndez empieza a hilvanar. Esto es el principio de una serie de muertes. De Madrid a Barcelona, un poderoso banquero campea como un ego blindado detrás de una serie de asesinatos brutales y una red de viejos y nuevos engaños, con guardaespaldas ambiguos y prostitutas rehechas. El talante de la policía actual no hace más que insistir en que Méndez "tape", y Méndez, a costa de sus propios ahorros, y por libre, investiga más y más.
En esta novela que se fuga a los restos del pasado y describe espléndidamente el mundo de ciertos ricos actuales –y describe un mundo actual en donde el antiguo régimen reaparece disfrazado de modernidad–, no queda una sola institución en pie. Sería de lamentar que Méndez se retirase del todo, en lugar de que su autor –en tan buena forma de púgil peso pesado– le dé una nueva oportunidad.

La Vanguardia
, 29 de enero de 2003