El autor publica ‘No hay que morir dos veces’, una trepidante aventura del veterano policía
Cree más en la ley de la calle que en la de los tribunales; piensa que todo delincuente tiene derecho a una segunda oportunidad; pero nunca perdona a un violador o a un asesino de niños. Sabe tanto de la compasión humana como grande es su ignorancia sobre ordenadores y tecnologías. Estos son los rasgos más marcados del inspector Méndez, el ya perro viejo de la policía barcelonesa que ahora cumple 25 años de la mano de Francisco González Ledesma (Barcelona, 1927). El escritor lo creó como personaje de reparto en la novela Expediente Barcelona, pero acabó de redondear su personalidad en Crónica sentimental en rojo, premio Planeta 1984. Como si los años no pasaran para él, ahora Méndez vive una nueva y trepidante aventura en No hay que morir dos veces, recién editada por Planeta.
“Es una trama con varias historias –explica el autor–. La de un asesino a sueldo a quien le encargan que mate a una persona en Poblenou (la personalidad de esta víctima, por cierto, es una de las principales sorpresas de la novela). Luego está la historia de una niña con síndrome de Down que vive con una mujer en una casa solitaria y que es víctima de pederastia. Hay una historia de acoso sexual, y otra muy tierna de una mujer que se resiste a abortar. También hay terroristas islámicos y grupos bancarios desaprensivos”.
El título de la novela, con ecos de James Bond, se refiere a la idea central del relato: “Mientras alguien te recuerda, tú no mueres”. “Muchos personajes –dice González Ledesma– viven atormentados pensando que cuando mueran desaparecerán con ellos sus afectos y recuerdos, la memoria de sus calles. Al final de la novela, Méndez lleva a la niña con síndrome de Down, a la que ha salvado de un atentado, junto a una mujer enferma de cáncer, y esta le pregunta: ‘¿Crees que me recordará cuando me muera?’ La desasosiega tener que morir dos veces: la desaparición física y la del recuerdo. La idea que intento transmitir es la de la permanencia de la vida a través de la memoria personal”. Méndez ha evolucionado en estos 25 años, “al ritmo de los cambios en la policía y la sociedad españolas. Cuando era joven, era un policía franquista. Y de entonces le ha quedado su odio hacia la delincuencia sexual, la pederastia, el terrorismo y el maltrato a los niños. Pero su carácter ya era como el de ahora: visitaba en la Modelo a los delincuentes de poca monta, les llevaba periódicos y recados de sus mujeres, y una vez adoptó al hijo de un preso. Pese a los años, sigue siendo un anarquista, que no cree en leyes ni autoridades, va por su cuenta”.
Méndez ha vivido sus aventuras en paralelo a las de su colega Pepe Carvalho. Y tiene aspectos comunes con el detective de Vázquez Montalbán. “Los dos viven en Barcelona, se mueven por los barrios bajos y hablan con la misma gente. Pero mientras Carvalho es un sibarita, tiene éxito con las mujeres y vive en Vallvidrera, Méndez come mal, ha renunciado a las mujeres y su hábitat es un barrio humilde”. El escritor no tiene intención de acabar con su personaje. “Pero cuando empiezo una nueva novela, me da miedo no tener tiempo de acabarla a causa de mi edad. Ahora trabajo en otra,y he destruido 50 páginas porque Méndez no me parecía lo bastante auténtico”.
La Vanguardia, 2 de mayo de 2009
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