A González Ledesma, con apenas veintiún años, le concedieron el Premio Internacional de Novela por “Sombras viejas”. Desgraciadamente, la censura franquista prohibió su publicación y tacharon al autor de rojo, subversivo y pornógrafo. Para sobrevivir, se inventó el nombre de Silver Kane y, a razón de cuatro novelas del Oeste al mes, parió más de cuatrocientos títulos. Mientras tanto, en sus ratos libres, siguió escribiendo novelas que no pudieron ser publicadas hasta la llegada de la democracia. Después se llevó el Planeta, un pequeño reconocimiento (mucho más a nivel internacional) y la confirmación de un gran escritor de novela negra: el padre de uno de los personajes más memorables de la literatura española: el deslenguado, el cínico, el cabrón de Méndez, un policía fracasado del todo, o sea, un policía-poeta, un nostálgico de las mujeres perdidas, un policía derrotado y viejo que solo ha llegado a ser un experto en soledad interior. “Cinco mujeres y media” narra la última aventura (hasta la fecha) de Méndez y nos sumerge de manera magistral e hipnótica en un mundo de negocios turbios, castings cinematográficos, matones, empresarios miserables, inmobiliarias, putas, mujeres de culos extraparlamentarios y antiguos boxeadores. Una novela en la que los recuerdos de las mujeres quedan pegados a las paredes de una Barcelona de dos cabezas: la obrera por un lado y la de la clase acomodada por otro. Dos Barcelonas con dos soles distintos: “porque la ciudad rica tiene contratado otro sol” (incluso los cementerios son distintos y al de los ricos llega el olor del mar y en él lloran por ti los gatos). Todo ello a través de la mirada mordaz, nostálgica y elegíaca, de Méndez, un policía anticuado que piensa que la raíz de los males se encuentra en el fondo de una voz humana y que cree en la ley de la calle y no en la de los jueces, que prefiere un buen interrogatorio (escuchar, observar, olfatear) antes que los fuegos artificiales del CSI de turno y que es sospechoso para los franquistas porque cuidaba a los rojos en la cárcel, sospechoso para los demócratas porque fue policía franquista, sospechoso para sus jefes porque siempre actúa por su cuenta, sospechoso para los jueces porque no cree en la ley, sospechoso para los macarras porque protege a las putas, sospechoso para las putas porque éstas no acaban de creer lo de su impotencia y temen que un día se les presente hecho un tigre. “Así, Méndez, así no puedes ascender”. Para rematar la faena, González Ledesma cuida la prosa como un orfebre y se permite el lujo de juguetear con distintas formas narrativas levantando un edificio literario brutalmente hermoso (mucho más sofisticado de lo que parece) que te hipnotiza desde la primera a la última página. Un folletín policíaco de 24 quilates: un libro ideal para todos aquellos que siguen renegando de la novela de género y una patada en los huevos a tantos críticos con pretensiones de trascendencia.
El Faro de Aqualung, 7 de agosto de 2007
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