4 de març 2015

Se ha ido González Ledesma


Una enfermedad muy larga se ha llevado a Francisco González Ledesma. Un maestro nos ha dejado. Las calles del Barrio Chino de Barcelona se han quedado en silencio y el inspector Méndez, husmeador de sombras y defensor de causas perdidas, ha cerrado su último caso y se ha jubilado para siempre. Méndez pertenece a la galería de los más grandes personajes de la novela negra: seguidor minucioso de su propia ley escrita en las servilletas de la barra de un bar,  merodeador incansable de la trastienda de Barcelona, de los barrios bajos donde la gente bien de las tarjetas black y las cuentas opacas en Andorra y en Suiza lava sus trapos sucios y tiende los felpudos donde los que pisan fuerte se limpian los zapatos.

González Ledesma nos hacía trampas. Pero a los lectores de siempre no conseguía engañarnos: él fingía escribir novelas policiacas o novelas sociales… pero lo que de verdad escribía eran poemas. Poemas en prosa, a pie de calle, sin otra rima que el vaivén de las vidas, de una belleza que no excluía el desgaste ni las mezquindades que todos cometemos a diario ni el peso de las decepciones.

Para no olvidar la Barcelona que nunca aparece en los folletos del patronato de turismo, hay que seguir leyendo a González Ledesma. Él nos lleva a sus malas calles que, a veces, son las buenas. Como suele pasar, estaba mejor considerado en Francia que en España. Aunque en los últimos años un puñado de fieles, encabezados por el megáfono del comisario Paco Camarasa de la librería Negra y Criminal, reivindicaron para él el lugar de maestro que merece. González Ledesma se ha ido, pero Méndez se quedará aquí para que no olvidemos su máxima: lo importante en un crimen nunca es quién es el asesino sino quién es la víctima.
Librújula, marzo de 2015