Francisco González Ledesma habló, dentro del ciclo La Prensa en la Calle, de su última novela en la sede de la APC. "Siempre he sabido que pertenecía al bando de los perdedores", afirma
Las muchas letras sean probablemente señal de muchas vidas. González Ledesma es Silver Kane, y también es Enrique Moriel. Fue escritor de oficio, a novelita por semana en Bruguera, guionista, abogado, periodista, autor censurado, escritor de premios -Planeta, Hammet, Internacional de Novela Negra. Pocos cuentan con más historias. En la última de ellas, El candidato de Dios, desarrolla una fábula en la que mezcla iglesia, presidenciables, barras y estrellas.
-¿Cuándo empezó a escribir El candidato de Dios?
-Es una idea que tuve hace dos años, a raíz de haber escrito La ciudad sin tiempo. Como reacción, en Planeta me dijeron que les escribiera otra novela en un año. Y se me ocurrió esto, aunque era un tema difícil al que no sabía darle forma. Afortunadamente, conocía Estados Unidos y mi hijo, además, estaba allí como corresponsal de El País. Si no, hubiera sido muy difícil plantear una historia así, en la que se enfrentan el concepto de la Iglesia como estructura cerrada y reaccionaria y de Iglesia humanista.
-Una de las cosas que más se le repiten a Christian Earth, el personaje que intenta presentarse a presidente de EE.UU., es que es un predicador y no un político...
-Porque ser político es una profesión que exige estatus social, financiación, ingresos... y todo esto no lo tiene mi protagonista, que mantiene que la verdad es lo importante, diciendo cosas que son las que podría haber dicho Cristo en nuestros días... Parte un poco de la suposición de que las distintas personas de la Trinidad podrían ser muy diferentes. Como sucede entre el Dios violento y vengativo de la Biblia y el personaje conciliador que es el Cristo. En este caso, el Espíritu Santo está más preocupado por las estructuras y Cristo, por la verdad.
-Afirma: "La mentiras tienen que parecer verdad. Y ésa no es una frase cínica, pues con sólo un 40% de verdades ya se salva la moral".
-La experiencia de haber trabajado varios años como redactor jefe en La Vanguardia me sirve para decir que, si un político sólo me engaña un 60%, ya me parece respetabilísimo. Hay quien cree en política y quien cree en las personas. Yo creo en las personas, y eso se nota en el libro.
-Ejerció la abogacía...
-Ocurre que la realidad es gris y, como abogado, uno tiene que pintar siempre las cosas del color de su cliente. Hubo una ocasión... ¿puede contarte la historia?
-Sí, claro.
-Bueno, yo había sacado a la calle a muchos delincuentes pero hubo una vez en la que salvé a un claro culpable por un despiste del fiscal con las pruebas. Y el tipo me dijo que, bueno, que lo había puesto en una situación tremenda, porque en la cárcel tenía comida, techo seguro, y ahora no. Y a mí me dio cargo y le di dinero: 'Pero esto se lo devuelvo yo por niños', me aseguró. Y a los seis meses, increíblemente, me lo devolvió. 'Me alegro -le dije- porque eso quiere decir que estás trabajando'. 'No, qué va -contestó él-. Esto lo he robado'. Perfecto. Y encima yo no podía decir nada por secreto profesional. Una prueba más de que no podía seguir dedicándome a aquello... pero ya por entonces, había empezado a hacer Periodismo como alumno libre...
-Abogado y periodista. Habrá tenido ocasión de sobra de ver lo mejor de la fauna...
-Son profesiones que dan cierta riqueza mental y, además, a mí me ayudaron a salir de problemas muy graves. Yo tenía grado de capitán en el Ejército y, un día, me formaron Consejo de Guerra por hablar a mis soldados en catalán. Pero bueno, dijeron que era un "hombre de honor", qué tranquilidad...
-¿Qué tiene de predicador Barack Obama?
-Tiene mucho de predicador. En él, es muy curioso pensar de dónde ha salido, quién lo apoya. Es todo un misterio. No sé. Después supimos que Kennedy tenía tratos con la mafia, y probablemente por eso lo mataron. El atentado de Reagan pues también probablemente se debió a algún tipo de compromiso, ¿quién sabe los compromisos que tendrá Obama?
-¿Aquel a quien aman los dioses muere joven?
-Sí, los héroes suelen ser jóvenes para subrayar su leyenda. El general Burriel, al que fusilaron en Montjuic, pidió que le dejaran ir en zapatillas para quitárselas cuando lo fueran a ejecutar y poder sentir la tierra... Los jóvenes suelen ser, además, personas de gran generosidad. Ya ves, no tengo ya edad ni tiempo para ser un héroe.
-"Hay trabajos en los que vendes tu cuerpo, pero en otros vendes tu alma", ¿no es difícil separar?
-Hay diferencia. Mira, yo de joven trabajaba cargando maletas y me sentía liberado, porque sólo alquilaba mi fuerza. Pero después, como abogado y periodista, con mis pensamientos, era mucho más difícil...
-Ahí pesa el sentido de dignidad, si puedes o no mirarte al espejo...
-Sí, yo me hice la misma pregunta en una ocasión. Me miré al espejo y la persona que vi no me gustó. Cuando trabajaba en la editorial, les hacía contratos draconianos a escritores que eran mis amigos, y yo lo sabía -se emociona-. Y comprendí que no podía ser. Y pasé de abogado millonario a periodista precario. Con tres hijos.
-¿Cuándo supo que estaba del lado de los perdedores?
-Siempre lo he sabido, desde pequeño. Yo nací en un barrio humilde, donde la gente era pobre y la veías llorar. Para colmo, luego tuve todos esos problemas con la censura... yo mismo era un perdedor, y eso estaba muy claro.
-¿Hay mucha mitología en el oficio de escritor?
-Sí que la hay. Primero, empieza por ser mito uno mismo. Tienes que convencerte de que lo que piensas y dices es importante, aunque tengas la sensación de que no son más que tonterías... Si no tienes mitos, no escribes, y uno de ellos, tienes que ser tú. Y otros de esos mitos tienen que ser las cosas en las que crees. Eso, por supuesto, si quieres escribir de verdad. Si quieres hacer literatura comercial -y yo he hecho mucha, por ejemplo, como guionista- es otra cosa. Pero si no, tienes que creer en tus mitos.
Diario de Cádiz, 27 de enero de 2009
1 comentari:
totalmente de acuerdo en lo de creer en tus propios mitos para escribir de forma honesta.
Un saludo,
Sergi Álvarez
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