29 d’ag. 2008

“Lo único que he hecho es seguir mi vida auténtica”

Israel Punzano

¿Qué pasaría si Jesucristo se presentara a las elecciones de Estados Unidos? La respuesta la da Francisco González Ledesma en su nueva novela, El candidato de
Dios (Destino), una obra de intriga política en la que el autor recupera el seudónimo de Enrique Moriel, reservado para aquellos libros que se escapan de su gran especialidad: la literatura policíaca. No obstante, el escritor juega con todas las convenciones del género y, además, ajusta cuentas con la hipocresía que viste hábito.
Pregunta. ¿Qué hace un rojo escribiendo una novela de tema tan religioso?
Respuesta. Como persona de izquierdas nacida en un barrio popular —es verdad que se me puede llamar rojo—, poseo unas creencias religiosas limitadas. Sin embargo, hay personajes de esta novela que me han llegado a conmover, como la madre del protagonista, Mary. Me he dado cuenta de que la Virgen es la única que despierta en la religión un amor humano. En España y en Europa, la gente quiere tenerla cerca, tocarla, la encuentran guapa. Si se pudiera, se casarían con ella.
P. Pero de la Virgen al oropel de la Iglesia hay gran distancia...
R. La Iglesia es sobre todo una institución sentimental donde se han dado Teresas de Calcuta, curas obreros, gente que luchaba por la hermandad social. Pero éstos se han olvidado y han sido entronizados los mártires de la Guerra Civil, los curas que mató la izquierda, aunque no se dice nada de los que mató la derecha.
P. ¿La gran humanidad de sus personajes es una herencia de su época de periodista?
R. Eso me viene de tres cosas. Primero, de la calle. Fui un chaval de familia muy pobre que se crió en la calle. Con el tiempo he llegado a conocer a gente de toda clase tal y como es. También me viene de la abogacía. Durante años fui un abogado rico (ríe), aunque no soportaba la profesión. Sin embargo, me ayudó a conocer los procedimientos policiales y la hipocresía humana. Y por último, del periodismo, la gran escuela.
P. Todo muy vivido, ¿no?
R. Siempre empiezo a crear las novelas a partir de un personaje que me interesa. Por ejemplo, de una mujer que veo asomada a la ventana y trato de imaginarme su vida. Quizá sea una tontería, pero a mí me parece que mucha gente de mi barrio, del Poble Sec de mi infancia, todavía no ha muerto. Eran personas que habían construido su vida día a día y aunque su portal esté vacío, aún me parece verlas allí. Pienso que vale la pena explicar lo que han sido. No merecen morir del todo.
P. Algunas voces critican la novela negra por su gusto enfermizo por lo marginal.
R. No he recibido esa crítica, pero si me llegara no le haría ningún caso. Lo único que he hecho es seguir mi vida auténtica. La vida de mi infancia está llena de marginalidad y de sufrimiento; mi vida de estudiante pobre está llena de marginalidad y de sufrimiento; la vida del joven que fui y que entró a trabajar en una editorial para escribir guiones a 10 pesetas está llena de marginalidad y de sufrimiento... No es que me guste, es que ha sido mi vida. Que me haya ido de esa pobreza no significa que ya no exista. Para mí es totalmente genuina. En ese
mundo he visto, sobre todo en las épocas duras de la guerra y de la posguerra, ejemplos de heroísmo, de gente con tanta dignidad que merece vivir en una novela.

El País, 29 de agosto de 2008

27 d’ag. 2008

Reseña: "Cinco mujeres y media", de Francisco González Ledesma

Título: Cinco mujeres y media
Autor: Francisco González Ledesma
Género: ficción, hibridación de novela policíaca y novela social.

Resumen de la trama:

En la Barcelona post-Forum aparece el cadáver violado y torturado de Palmira Canadell una joven de armas tomar del barrio de Sant Antoni. Aunque no se le pone a cargo del caso, el inspector Ricardo Méndez indaga en el asesinato de Palmira, a raíz de la muerte de uno de sus violadores y asesinos, Antonio Escolar, al tiempo que sigue la pista de un sicario, Reglan, reaparecido en la ciudad. La aparición del cadáver de Antonio Escolar, uno de los asesinos de Palmira, en el rellano de la casa de su hermana gemela, Emma, lleva a Méndez a conocer la historia de una mujer fusilada por un escuadrón falangista 60 años atrás, al tiempo que descubre una posible conexión en la zona alta de la ciudad: Antonio Escolar fue guardaespaldas de un adinerado constructor, Conrado Pino. La hermana de Pino, Marta, pone a Méndez en la pista de los otros dos asesinos de Palmira, que son arrestados.

Después de que los otros dos violadores y asesinos de Palmira, Pablo Corrales y Federico Lobo, sean detenidos, el caso parece resuelto, pero surge una nueva trama, de la que Méndez es testigo: cinco mujeres se reúnen periódicamente en un bar para discutir su participación en una suculenta campaña publicitaria relacionada con una urbanización de lujo en el Pirineo catalán. Una trama que se mantendrá a lo largo de la novela y que explica el título de la misma. Entre las mujeres implicadas está Patricia Cano, obligada a prostituirse en su infancia y juventud, y que cree que su ex-marido ha contratado un asesino para matarla; Elena Bustos, maltratada por su violento marido y que se suicida tras saber que perderá la custodia de su hija pequeña, a pesar del intento de Méndez por ayudarla; Eva Ferrer, viuda de un abogado y madre de un joven autista, y a quien Oscar Madero, un empresario sin escrúpulos, presiona para que le revenda unos terrenos aledaños a la urbanización de marras - cedidos en su momento al hijo de Eva -; Madero, al mismo tiempo, espera seducir a Eva para satisfacer sus más bajos instintos sexuales, como ha hecho con Patricia Cano; Anna Parra, una mujer mayor que se encarga del cuidado de las prostitutas del Raval, y que recibe una paliza de Corrales y Lobo, contratados para tal “misión”; y Sonia Vera, esposa de Madero y actriz que no acaba de despuntar en España.

Pero las cosas se complican aún más cuando Corrales y Lobo intentan asustar a Emma, testigo en el causa abierta contra ellos. La aparición in extremis de Pedro Anselmo Roca, nieto de la mujer fusilada en 1945, salva a una aturdida Emma de una posible violación. Méndez hace buenas migas con Pedro, que se declara dispuesto a casarse con Emma, como colofón de una promesa no cumplida en el pasado, y a vengarse de los dos criminales. Las indagaciones de Méndez acerca del ex-marido de la suicida Elena Bustos le llevan a descubrir quien contrató a Corrales y Lobo para darle una paliza a Anna Parras, y para conseguir que ambos puedan ser procesados.

Y desde entonces Méndez tratará de descubrir qué hay tras el asesinato de Palmira Canadell y las cinco mujeres (y media) de la reunión...

Valoración global: la novela parte de un caso por resolver, pero a partir de un momento determinado coge otro vuelo, siendo un reflejo de las miserias y grandezas humanas, todo bajo el prisma de cinco mujeres y, sobre todo, del inspector Méndez. Al final queda el desengaño y la nostalgia en el protagonista, y el suspense y la descarnada realidad para el lector

Sensación epidérmica: la novela, aunque engancha, deja al lector con mal cuerpo ante las injusticias de la realidad actual y con un cierto cansancio causado por la retórica cínica, deslenguada y nostálgica del inspector Méndez.

Páginas importantes:

  • La “historia social y violenta” de Barcelona en las décadas anteriores a la ciudad olímpica (páginas 97-98).
  • El soliloquio de Méndez en las páginas 243-245, alrededor de las mujeres del bar (las “cinco mujeres y media” del título), aclarando diversos elementos de la trama.
  • La reunión de las “cinco mujeres y media” en la que se explican el plan contra Óscar Madero (páginas 366-374).

Valoración literaria:

La novela de Francisco González Ledesma, para empezar, trasciende el género policiaco, ya desde el primer capítulo: es una colección de retazos sociales, de pequeñas historias personales, de grandes y pequeñas realidades. Y todo ello en una Barcelona poliédrica: la ciudad de acomodada de Avinguda del Tibidabo, la ciudad obrera del Poble Sec, la ciudad oscura del Raval, la ciudad maltratada de los suburbios, la ciudad del Fórum y, en definitiva, la ciudad que ya no existe para Méndez.

El tema es el clásico esclarecimiento de un crimen, un asesinato, que en esta ocasión se agrava con una violación. Ledesma, por boca de Méndez, muestra su repulsión por el doble crimen y tiñe de subjetividad muchas de las opiniones del protagonista, con una prosa descarnada, dura, en absoluto resignada pero sí desencantada, y con mucha ironía – cuando no sarcasmo – en sus juicios.

La estructura es lineal, de principio a fin, siguiendo el patrón de inicio, nudo y desenlace. La novela consta de 42 capítulos que empiezan con un soliloquio de un personaje clave en la novela (Patricia Cano), de quien no descubriremos el nombre hasta bien avanzado el libro. El desencadenante es el asesinato de Palmira Canadell, aunque el caso pronto deja de ser el elemento central de la novela, que pasa, desde el capítulo XVII (página 107) en las cinco mujeres y media que dan título a la novela.

Aunque el asesinato de Palmira Canadell es el elemento que destapa la caja de los truenos, tal vez su desarrollo queda algo sesgado, así como sus causas: no sabemos realmente por qué Palmira es violada y asesinada, es un crimen más en la Barcelona de los contrastes. Pero la conexión de Antonio Escolar, uno de los asesinos, con Conrado Pino (páginas 64-70) crea en el lector una cierta expectativa que finalmente no se cumple: Pino no está relacionado con el caso.

El texto es fluido, aunque los hilos de unión de las diversas tramas en ocasiones son muy finos. Hay aspectos de la trama que no se llevan a las últimas consecuencias, como por ejemplo el caso de la nueva esposa de Alberto Criado, ex-marido de la suicida Elena Bustos (253-257). Y hay otros elementos que en sí no aportan nada, como el capítulo XXVII (páginas 197-202), el enamoramiento de Patricia por quien cree que va a asesinarla, Reglan.

Ledesma dosifica bien la tensión narrativa, adelantando a final de capítulo elementos del siguiente (páginas 183, 210, 220, 229, 233, 257), e incluso enlaza con una misma frase (“está buenísimo”) dos capítulos (XL y XLI), al final de la novela, poniendo fin a la trama al mismo tiempo.

La trama es verosímil, con pocos flecos sueltos y poco creíbles: por ejemplo, una mujer de la categoría social como Marta Pino, ¿qué hace en los pasadizos del metro de Can Vidalet, en Cornellà de Llobregat, sola y corriendo el riesgo de ser agredida? (página 81); que todo el mundo, hasta el camarero del bar donde se reúnen, esté al tanto de los tejemanejes urbanísticos de las cinco mujeres (páginas 181-182); o que en el año 2005 no haya elecciones importantes en España, como se desprende del texto (página 349). El comunismo de barra de bar de Méndez y Pedro Anselmo Roca (páginas 306-307, 330-331, 352-353) no desentona con el carácter hasta cierto punto amargado del inspector, aunque al lector del año 2005 le puede parecer fuera de lugar.

Hay numerosos cambios en la voz narrativa: los capítulos I, IV, XI, XIV, XVII, XXII (parcialmente), XXVII, XXIX, XXX (éstos últimos parcialmente) y XXXIII están en primera persona, en el presente, y con algunos vocativos y comentarios en segunda persona. El resto de capítulos alterna el narrador omnisciente en presente y pasado y los monólogos interiores. Estos cambios dotan al texto de una agilidad y de un ritmo que se añaden a la variedad de pequeñas tramas internas y que enriquecen la novela.

Los personajes, abundantes a lo largo del texto, son muy redondos: no sólo Méndez, en sí mismo un arquetipo muy atípico, sino también mujeres como Patricia Cano, Eva Ferrer y Marta Pino, o empresarios como Óscar Madero (de éste último, Ledesma hace un retrato implacable, páginas 210-211).

Respecto al estilo, Ledesma juega con múltiples elementos. Por un lado, diálogos chispeantes, la mayoría con Méndez de interlocutor (prácticamente todas sus intervenciones), creíbles, aunque con deslices: al lector quizá le pueda parece una impostura la conversación de Méndez con Elvira Roca (páginas 48-49) acerca de la mujer fusilada, Luisa Ríos, a raíz del pasado; e incluso que se hable de Esquilo y Prometeo en un bar de barrio (páginas 106), aunque tampoco debería sorprender demasiado. Con todo, abundan los diálogos de contrastada eficacia, como los de Méndez con la oficial de juzgado Olga Castilla (páginas 128-133 y el juez Simancas (páginas 137-145), y las largas conversaciones de Óscar Madero y Eva Ferrer (211-220 y 258-275).

Por otro lado, la ironía y el sarcasmo en algunas frases y locuciones, que ayudan a definir a un personaje como Méndez: por ejemplo, “yo sólo bebo estando de servicio” (página 22), la Loles y su “culo extraparlamentario” (página 238), “nombre y dirección, tía gorda” (atacando donde más duele, página, 257), “ahora no se mata, ahora se da pol saco” (página 356). Hay diversos registros en la novela, desde el coloquial y vulgar: “la próxima vez nos la afollaremos” (página 84), “- eh usté, caballero [...] que qué quié tomá” (página 95); a los extranjerismos: “menaje a tríos” (página 281), “a menear el body” (página 348), “periodista a fultain” (página 356), muy propios, por ejemplo, del personaje de Amores (y su acento caribeño, por ejemplo en las páginas 245-246). Quizá el autor abuse de la “gatunería” de Méndez: “lo seguí a distancia, amparándome en las sombras y con una habilidad gatuna” (página 27), “se le acercó gatunamente” (página 65), “su acostumbrado silencio gatuno” (página 177), “con silencio gatuno” (en este caso Amores, página 354); aunque es cierto que es como el lector quizá se imagine a Méndez: como un gato.

Ledesma muestra un conocimiento de la jerga judicial (páginas 265-276), e incluso de los resquicios del sistema legal (páginas 128-133), que permitirán la libertad de los asesinos de Palmira Canadell; no en balde el autor fue abogado. También se nutre Ledesma de las cuestiones inmobiliarias (páginas 171-176), de los barrios marginales (Roquetes, página 91) o del conocimiento de la Barcelona pre-Forum, que le permite escribir incluso sobre aquellos barrios antiguos de Barcelona muy cambiados en el presente: “la calle Sant Gil es lugar antiguo y pobre, de portales estrechos y ventanas pequeñas, donde antes los vecinos se llamaban Pepe y ahora se llaman Mohamed” (página 90). Elementos todos ellos, entre otros, que permiten vislumbrar la novela social que hay detrás de la novela policíaca que escribe Francisco González Ledesma.

Valoración comercial:

Siendo este autor de pluma consagrada y larga trayectoria, una novela como Cinco mujeres y media tiene un mercado potencialmente seguro. En relación con otras obras y autores, es inevitable observar las referencias e influencias de la novela negra norteamericana (Dashiell Hammett, Raymond Chandler) y europea (Georges Simenon) del período de los años 40 y 50.

Del mismo modo, ya a nivel español, el Méndez de Ledesma evoca al Pepe Carvalho de Vázquez Montalbán: aunque a Méndez le falta esa apasionante vida personal que en Carvalho desborda en cada novela. Lorenzo Silva (el inspector Bevilacqua) y Alicia Giménez-Bartlett (Petra Delicado) también están en la onda de Ledesma. Quizá su Méndez se distinga de estos autores (y sus detectives) por el hecho de que actúa sólo, mientras que en los otros casos hay más relaciones estilo buddy movie (“película de compañeros policiales”). Hay en Ledesma también ecos de las novelas de Andreu Martín en los años 80 y, sobre todo, de Juan Marsé (Si te dicen que caí, especialmente).

El éxito de la novela policíaca y/o social por toda Europa ayuda a que la novela de Ledesma encuentre acogida: lectores de novelas de Henning Mankell (Kurt y Linda Wallander), Batya Gur (Michael Ohayon), Elizabeth George (Thomas Lynley y Barbara Havers), Fred Vargas (Jean-Baptiste Adamsberg), Andrea Camilleri (Salvo Montalbano) y Petros Markaris (Costas Jaritos), sin duda leerán (cuando no devorarán) los libros del autor de Méndez. Obviamente, se recomienda su publicación.

Puntuación literaria: 8
Puntuación comercial: 8

Dificultad de traducción: aunque en ocasiones Ledesma usa ciertos vocablos, giros y localismos, la novela es perfectamente traducible a otros idiomas.

Público potencial: lectores de novela policíaca y novela negra, sobre todo aquellos que sean fieles al inspector Méndez (o a sagas de detectives).

Importancia del autor:

Autor de larga trayectoria, Francisco González Ledesma (1927) ha tocado muchas teclas: durante años se ganó la vida escribiendo novelas del Oeste (hasta 4 mensuales, más de 300 en total) con el sobrenombre de Silver Kane. Su ideología política, muy a la izquierda, le ocasionó que el régimen franquista censurara algunas de sus primeras novelas, pero con Crónica sentimental en rojo (1984) dio a conocer al inspector de policía Ricardo Méndez. Esta novela le supondría el Premio Planeta, al que seguirían, en las últimas dos décadas, los premios Dashiell Hammett y Pepe Carvalho, así como un reconocimiento de su obra en Francia. Las andanzas de Méndez continúan en novelas como Las calles de nuestros padres (1984, El pecado o algo parecido (2002) y Una novela de barrio (2007).

Redactor jefe de La Vanguardia durante varios años, el oficio de periodista se intuye en las novelas protagonizadas por Méndez: un conocimiento exhaustivo de las calles y de la vida nocturna, de los marginados (drogadictos y prostitutas), de los delincuentes de baja estofa y de los crímenes pasionales de barrio (muy habituales en las secciones de sucesos). Todo ello le sirve a Ledesma para contextualizar sus novelas. Unas novelas que no sólo son policíacas: para muestra La ciudad sin tiempo (2007), una novela histórica escrita bajo el sobrenombre de Enrique Moriel.

La frase reveladora:

“[Méndez] estaba infringiendo todas las leyes exteriores, pero a él sólo le importaba su ley interior” (página 257).

Res Pvblica Restitvta, 27 de agosto de 2008

22 d’ag. 2008

Libros devorados: Crónica sentimental en rojo de Francisco González Ledesma

Andrés Ramón Pérez Blanco

Cuando uno de los lectores de este blog me corrigió sobre la autoría de esta novela me "autocastigué" con su lectura. Hace ya algo de tiempo que lo hice, pero dimes y diretes y otros libros han ido pasando. Es un muy buen libro de novela negra, merecedora del Premio Planeta del año 1984. En este libro se nos presenta una truculenta trama sobre la que impera una terrible ambición de los posibles implicados en un asesinato de una joven a la cual cortan el pecho. Ambientada en Barcelona, como creo y si no corrígeme K, casi todas la serie Méndez, que es el apellido del comisario al cual de rebote se encarga de esta investigación y que aparece más libros de este prolífico autor. La novela está bien escrita, presentándonos cada vez más personajes implicados y ese "ovillo de lana" que cada vez se hace más grande. Y al final, pues como en toda novela policíaca el comisario Méndez (todo un personaje a descubrir) consigue descubrir al asesino. Un libro realmente entretenido. Existe una versión cinematográfica de esta novela, protagonizada por López Vázquez y que no se encuentra fácilmente. Aunque me temo, que las adaptaciones cinematográficas de libros no suelen ser muy fieles, en este caso lo desconozco. Esta peli nunca la vi, o no lo recuerdo. Para terminar este post agradecer a K, (así fue como firmaba su comentario) el haberme corregido. Gracias a él o ella descubrí una buena novela negra, a un escritor que domina el género a la perfección y a un comisario muy especial, en todos los sentidos, Méndez.

Kebran, 22 de agosto de 2008

12 d’ag. 2008

Francisco González Ledesma - Soldados

Gianfranco Franchi

Soldados” è la trasfigurazione del destino tragico d’una generazione non sconfitta, ma scavalcata e irrimediabilmente superata: tre maturi personaggi – un avvocato di destra, un ex militante del partito comunista, un imprenditore in crisi economica – nati nell’acerba e fiduciosa Spagna pre-franchista, reduci dalle ombre e dai guasti del regime, invariabilmente fuori posto nella nazione nuova, incrociano i loro destini. Tessitore delle trame è González Ledesma, scrittore classe 1927, abile dialogista, narratore visivo e discretamente cinematografico: indagatore dei contrasti e delle ombre della psiche dei personaggi principali, sembra voler creare un’allegoria della Spagna nuova nel personaggio femminile: una figura comprimaria di lusso. È una suora che ha finito per prostituirsi, per combattere altre miserie; e ha difeso come ha potuto la sua verginità, negandosi a chi voleva possederla sin quando è stato possibile. È la figlia di Pepe Collar, l’imprenditore sessantenne che sta per chiudere baracca, e sprofondare forse nella povertà (come il vecchio regime…): rifiuta la sconfitta, e si batte per evitare il tracollo. Intanto, sente il tempo come una cosa liquida nelle sue mani, che va perdendo goccia a goccia (p. 53); e nemmeno sospetta quel che sta succedendo a sua figlia.
Come va la Spagna filtrata dalla giovane donna? È avvolta da una luce irreale e smorta, nelle prime battute. E la ragazza ha uno sguardo grigio e irreale. Infine, la luce diventa meschina. Questo è l’incipit del romanzo. La purezza è finita in un bordello, cerca di preservarsi a dispetto di tutto.
Forse a Ledesma serviva – come nella tragedia greca – il sacrificio di qualche figura simbolica per riequilibrare il destino dei suoi concittadini: un passaggio di consegne lineare e placido non poteva essere nelle cose. E naturalmente la realtà storica non è stata dissimile, soltanto più cruda e fredda. La povertà e la fame sono così difficili da raccontare: l’atrocità e la sofferenza non hanno parole adatte, solo immagini. Metafore. Il lessico non è mai abbastanza spoglio.
Così, pure volendo momentaneamente accantonare la congettura della ragazza come emblema della condizione e delle sorti della nazione (oppure: della sua compromessa innocenza) rimangono le oscure sorti dei personaggi, “Soldados” di una guerra che non combatte più nessuno: idealista l’uno, Marcos, senza più fede nel partito – il non più clandestino e omicida partito comunista – e morboso il secondo, Esteban l’avvocato, confuso dalla vicenda di violenza e morte in cui suo figlio (la Repubblica?) sta per cacciarsi, forse non del tutto volontariamente: vicenda che accidentalmente intercetta e decide lui stesso.
Esteban, Pepe e Marcos vivono nel passato e nelle memorie: il presente è una deviazione cupa. Questa deviazione cupa Ledesma narra, tra Madrid e Barcelona, senza escludere colpi di scena, fatalità, rivelazioni inattese e un paio di personaggi laterali interessanti (una giovane tossicodipendente, sboccata e lasciva, e l’ombra di uno scrittore: invitiamo gli psicanalisti e i biografi alla lettura del suo rapporto con il vecchio imprenditore). Si rimane in attesa di uno spiraglio di luce, ma l’unica luce sembra essere che la vita – per altri – è appena iniziata.
L’opera, pubblicata in Italia da Meridiano Zero nel 1999, torna in libreria a circa dieci anni di distanza: una buona occasione per apprezzare il respiro della narrazione di uno scrittore dal chiaro mestiere e dalle non adeguatamente esplorate ambizioni paradigmatiche; chi apprezza i noir si godrà un buon libro di genere, chi cerca una lettura atipica della Spagna degli anni Ottanta rimarrà sicuramente sedotto dalla potenza simbolica del romanzo. Piacevole conferma per i primi, piacevole sorpresa per i secondi.

***

A latere. La mia edizione è fregiata da una dedica d’eccezione, quella d’un maestro – uno degli ultimi – dell’editoria italiana. Quel maestro saluto e ringrazio: questa è una copia unica, come unico è stato il suo contributo alla mia formazione di lettore e di letterato. Danke.

EDIZIONE ESAMINATA e BREVI NOTE

Francisco González Ledesma (Barcelona, Spagna 1927), avvocato, giornalista e scrittore spagnolo.

Francisco González Ledesma, “Soldados”, Meridiano Zero, Padova 1999.
Traduzione di Carla Polettini. Collana Meridianonero, 4.

Prima edizione: “Soldados”, 1985.
Approfondimento in rete: Rassegna stampa italiana / Gangsterera / Dossier De Premsa /

Lankelot. Luglio-Agosto 2008.

10 d’ag. 2008

Méndez - Francisco González Ledesma

Título: Méndez
Autor: Francisco González Ledesma
Páginas: 176
Editorial: Almuzara
ISBN: 9788496710016
Año de edición: 2006


Helo aquí, caminado por las soledades y miserias de su ciudad, cazador de sueños perdidos y de heridas ocultas, al acecho de la tragicomedia escondida en las esquinas, con su mirada de vieja serpiente capaz de sondear las tardes muertas de una vida, los resortes íntimos de los delitos, la cara oculta de los poderosos (que siempre la hay) y la historia enterrada en la casa de una madame.
Me cae simpático este Méndez del escritor Francisco González Ledesma (Barcelona,1927), porque es uno de nuestros policías, un perdedor de esos que amamos, querido por el lector que huye de esos héroes mascachicles, musculitos, esqueletos cuadriculados, Ken de plástico, como de la peste. Méndez es ambiguo ante la ley, es todo lo opuesto al mundo maniqueo de la justicia, es, presupongo yo, un pequeño alter ego de González Ledesma, y huele a historia, a palos de censura franquista, a lucha infinita por sobrevivir, a aroma de las paradojas de la vida.
Ricardo Méndez es un viejo inspector, casi una pieza de museo, carrocho de los barrios bajos de Barcelona, hazmerreír de la comisaría, dedicado a la persecución de chorizos primerizos y a la búsqueda de bolsos de la compra desaparecidos, que cree en la verdad de las calles más que en la de los jueces cómodamente sentados en sus butacas mullidas. Perdedor nato, auténtico fracasado, policía de esquina, de esos que tantas horas de gloria han dado a la investigación española, ante esta avalancha de inodoros CSI´s y que cree que no hay método científico que supere la indagación ante la barra de un bar, hecha de cigarrillos, cafés, coñacs baratos y paciencia.
González Ledesma nos da buena cuenta de este, también devorador de libros, peculiar policía al que nunca le encargan delitos grandes, en un recorrido con 22 paradas, cada una de las cuales representa una jugosa aportación como relato corto, donde todos los olores son muy suigéneris: las tabernas huelen a fritanga de tiburón jubilado, las peluquerías a colonia de garrafa y las cloacas a un aroma fino: a pedo de alcalde. Pero también posa una mirada en los barrios altos, donde el aire huele a moqueta recién puesta y a software, a spray de piel de nena y a cafetería de lujo donde te sirven a la plancha un muslo de secretaria, y solo si la Bolsa sube, a ellos se les pone tiesa.
Todos los relatos son destacables, aunque merecedores de mención especial son La casa, de un sustancioso barroquismo; La rutina de la historia, donde el autor repasa la memoria histórica, tema recurrente en varios de los relatos, con trazos más gruesos o más finos en La estatua, y Los gemelos; sorprende con La voz de nuestros amos, alegato muy sensato sobre ese ménage à trois que forman hoy día las parejas con la televisión; destornillante resulta Las medallas, relato en forma epistolar, sarcasmo en estado puro contra los mandamás, o puro cine negro es El arte de mentir, un homenaje a esas mujeres fatales, y seductoras, mujeres que Méndez ya no puede amar, aunque se ilusione con ellas, porque sabe y admite que no tiene ninguna fuerza vertical en la cama. Impotencia, confiesa este viejo lobo, de la que se han hecho tesis doctorales.
Pero sobre todo de lo que este escritor, que una vez usó el seudónimo de Silver Kane, habla en todos estos jugosos cuentos, es de la soledad, la triste y gris soledad de todos sus personajes, (incluido Méndez), la soledad de los ricos, incluso de los animales, y sobremanera la de los pobres, los que inventaron los rincones y calles de las ciudades con su hambre de jornaleros, con su coño las putas, con sus trampas los dueños de las timbas, y con su esperanza los poetas y las niñas de las academias de baile.
Ficción que no es menos mentira que la que todos vivimos en esto que llamamos realidad, eso sí con arte, como pone en boca de Méndez el autor. La política, la religión, el amor, la fidelidad, el mismo concepto de nuestra vida se basan en una mentira inicial de la que hemos hecho una mentira persistente.
Virtuosismo, melancolía y verdades como puños, de parte del un gran maestro del género negro. Y apunto algo importante, estas historias las custodia un volumen práctico de la editorial Almuzara tapa negra, para el manoseo de los que no solo leemos, también subrayamos, doblamos, viajamos, retorcemos y casi casi nos comemos los libros.

Qué leo ahora, 10 de agosto de 2008

2 d’ag. 2008

El corazón de la madre eterna. 3. Todo por amor

Francesc González Ledesma

El Mundo / UVE, 2 de agosto de 2008

1 d’ag. 2008

El corazón de la madre eterna. 2. Una amarga venganza

Francesc González Ledesma

El Mundo / UVE, 1 de agosto de 2008

UVE. Dos relatos de González Ledesma

Santiago Sequeiros






Han sido seis ilustraciones, tres por cada relato. Me gusta la carectización del inspector Mendez, me ha quedado una cosa rara entre Bruce Willis y la calle Carretas. Están en orden inverso soy así de torpe. Y lo suficientemente perezoso para no corregirlo.

¡Viva mi dueño!, 1 de agosto de 2008