29 de març 2014

Memoria del olvido

Félix Angel Moreno Ruiz


González Ledesma (Barcelona, 1927), uno de los grandes cultivadores del género negro en España, ha vuelto. Y lo hace con una novela breve, casi un relato, que ya había aparecido hace unos años en una colección que promocionaba una revista y que ahora publica la editorial Menoscuarto en una cuidada edición. El protagonista de esta historia es Montero, un joven poeta que, en los primeros y terribles años de la posguerra, escribe versos y conspira contra el régimen franquista. Un día, cuando asiste a una reunión clandestina, la policía irrumpe en el local. Montero consigue escapar de la redada, pero recibe un tiro en la cadera. Sangrando, casi arrastrándose, tropieza con un coche en el que viaja una mujer misteriosa que lo recoge y lo traslada a un piso. Allí, además de curarse de las heridas, descubre que Ana, su benefactora, es la esposa de uno de los jefes de la policía encargada de la represión política. Ponce, que así se llama el marido, es un hombre cruel y un fiel servidor de la dictadura, que está dispuesta a utilizar todos los mecanismos represivos para acallar cualquier atisbo de rebeldía. Hastiada de ese mundo y, a la vez, atrapada en él, Ana utiliza el apartamento como un oasis en el que poder escribir y refugiarse de tanta miseria. Allí permanece el poeta mientras sana la herida, oculto, sin poder ver siquiera la calle por temor a ser descubierto. Durante los meses de convalecencia, se inicia entre los dos jóvenes una historia de amor imposible, que se desmorona brutalmente cuando Ponce irrumpe en el piso y viola a Ana mientras Montero está oculto bajo una pila de ropa sucia. El poeta logra huir a Estados Unidos y, años después, con la llegada de la democracia, regresa a Barcelona para reencontrarse con la mujer. Sin embargo, los únicos recuerdos que tiene del piso en el que vivió su historia de amor son un adoquín pintado de azul por una niña, una fachada decorada con estatuas y el sonido del tranvía. Durante varios años, aprovechando las vacaciones, recorre la ciudad con un plano intentado localizar el edificio, que se convierte en una obsesión, en un rayo de luna becqueriano e ilusorio mientras, inexorablemente, va envejeciendo y perdiendo la memoria y el sentido de la realidad. Cuando, por azares del destino, encuentra a la mujer, ya es demasiado tarde para los dos. Un adoquín azul es una historia de decepciones, de sueños truncados por la más amarga realidad en la que la verdadera protagonista es la Barcelona "caótica, convulsa, sucia, viciosa y, por lo tanto, fascinante" de la posguerra. Y es también una novela bien escrita, con momentos líricos de gran intensidad y escenas de extremada crudeza y realismo, llevados con temple por la sabia mano de un maestro curtido en mil y una batallas literarias.
'El adoquín azul'. Autor: Francisco González Ledesma. Edita: Menoscuarto. Palencia, 2014
Córdoba, 29 de marzo de 2014

20 de març 2014

'Pulp': animal de compañía

'El adoquín azul': El periodista y escritor Francisco González Ledesma publica su última novela, un 'thriller' de bella factura que desarrolla una apasionante historia de amor frustrado


Autor recolzat a una bicicleta


Tanto monta, monta tanto, Silver Kane como Enrique Moriel. Sendos seudónimos son los que utilizó el periodista y escritor Francisco González Ledesma para firmar más de 300 novelas de lo más cercano al 'pulp' que hemos tenido en España. González Ledesma (Barcelona, 1927), además, fue uno de los impulsores, junto a Manuel Vázquez Montalbán, de la novela negra de corte social en España. Una parada en su página de wikipedia augura más de una sorpresa acerca de un escritor al que, por desgracia, y como suele ocurrir por estos pagos, no hemos considerado en su justa medida. Pero siempre estamos a tiempo de remediarlo. Y este 'El adoquín azul', su última novela, publicada por la gente de Menoscuarto, aparece en las librerías como la excusa perfecta para adentrarse en un escritor de los de raza.
Conocida es la anécdota de que, en 1948, con tan sólo 21 primaveras, un jovencísimo González Ledesma se alzaba con elPremio Internacional de Novela por su obra 'Sombras viejas', en cuyo jurado se encontraban Somerset Maugham y Walter Starkie. No obstante, al parecer, los censores del franquismo prohibieron su publicación, tildando a su autor de "rojo" y "pornográfico", lo que le sumió en el silencio como novelista durante un buen número de años. Aunque, por fortuna, volvió a la máquina de escribir con la fuerza de un 'tsunami'.
"Rojo" y "pornográfico". No me digáis que no se puede tener mejor comienzo en el mundo de las letras. Y de ahí a las novelas del oeste que leían nuestros padres como si fuesen adictos de unos peculiares 'dealers' denominados 'quiosqueros'. Y, finalmente, a la novela negra con un personaje, el inspector Ricardo Méndez, que se encuentra a la altura de Pepe Carvalho o Plinio. Ahora, después de la última entrega de Méndez, 'Peores manera de morir' (2013), llega esta 'nouvelle' contundente y fresca, rescate de una publicación por entregas hecha en el verano de 2002 en la revista 'Interviú'. Y bienvenida sea esta novela breve -apenas roza las 70 páginas - en la que ni falta ni sobra una palabra y que sirve a su autor para lograr una perfecta metáfora del vacío existencial en que nos encontramos todos.
El argumento bien merece una pequeña parada: Montero, traductor y poeta en una Barcelona de posguerra, es herido en una redada, de la que logra escapar gracias a la ayuda de Ana, la mujer de un feroz jefe de policía. A partir de aquí lo que sigue es un 'thriller' de bella factura y una apasionante y enternecedora historia de amor frustrado. González Ledesma cien por cien, vamos. Uno de los grandes. Otro de los nuestros. Sobra decir que la novela es más que recomendable. Ahí va su arranque para que os hagáis una idea:
De acuerdo, Señor, pero yo no sé si Montero -a quien recuerdo en mi soledad- ha muerto. Yo conocí a Montero en mis años de niño, que, como tú sabes, fueron años de hambre, de muerte programada, de portales oscuros y luces verticales cayendo sobre los barrios de atrás en el barrio donde él y yo nacimos. Montero era algo mayor que yo; supongo que unos diez años. Su tiempo barcelonés también lo has conocido. En su niñez, oyó hablar de los sindicatos en lucha, conoció el somatén y hasta parece que se acordó de ti para rezarte la primera oración de su vida, cuando se encontró entre el fuego cruzado de dos bandas de pistoleros, unos del sindicato y otros de la patronal. De todos modos, a eso, no sé por qué, él lo llamaba el Gran Tiempo, o el Tiempo de las Intensidades.
Montero solía decir, es verdad, que aquella había sido una época irrepetible, y que él había tenido la oportunidad de vivir una Barcelona caótica, convulsa, sucia, viciosa y, por lo tanto, fascinante: fueron, siempre según Montero, tiempos de grandes iniciativas, desde la Mancomunitat al Institut d'Estudis Catalans, desde Puig iCadafalch a Pau Casals, desde la Sagrada Familia a Madame petit. No creas, sin embargo, que Montero fue un cínico, al unir cosas tan dispares. Él amaba aquella Barcelona en su infinita variedad, su lucha, su imaginación y su pestilencia. Hay que decir en su honor que a Montero le interesaban más la Biblioteca de Catalunya y los versos de Salvat Papasseit que todo lo demás, porque Montero, Señor, era un poeta. Quiero decir que al margen de trabajar casi diez horas al día como traductor, ir de vez en cuando al Ateneo (donde solía integrarse, con una devoción religiosa, al círculo de Pompeu Fabra), buscar documentación en las bibliotecas y amar con la mirada a las gentes de las calles, Montero escribía cosas que se iban con el aire de la ciudad, cosas dedicadas a la nada.
Supongo que tú no estás demasiado al corriente de la poesía, Señor, en especial la religiosa, que tiene efectos narcotizantes de suma gravedad, pero aun así Montero hubiese debido merecer tu atención, o tu lástima. Montero escribía sobre cosas tan perfectamente frágiles como las calles que cambian y las mujeres que envejecen, y supongo que eso hizo que no se le considerara nunca un poeta de valores permanentes, al revés de lo que ocurre con los sabios que te cantan a ti, Señor, a la patria o a la madre, inversiones espirituales siempre seguras y que Montero desdeñó. Yo no sé si fue un gran poeta, pero imagino que debió de serlo, porque no lo cita ninguna antología y porque alguna vez, sin embargo, he oído sus letrillas en la calle, en boca de alguna vieja que aún las recuerda. Montero interpretó la luz de los portales, la risa de los niños, el llanto de las mujeres y la mirada de los perros, es decir, hizo un trabajo perfectamente inútil sobre cosas pasajeras de las que ninguna historia se acuerda.
Marga Nelken, El Mundo, 20 de marzo de 201

19 de març 2014

González Ledesma, un impostor muy legal

Antonio G. Iturbe

L'autor al llit, amb gavardina i barret a la mà

González Ledesma es un trilero. Agita las manos para que no sepamos dónde está la bolita. Pero a los lectores de siempre no consigue engañarnos: él finge que escribe novelas policíacas o novelas sociales… pero lo que de verdad escribe son poemas. Poemas en prosa, a pie de calle, sin otra rima que el vaivén de las vidas, de una belleza que no excluye ni la rabia ni el peso de las decepciones. Hay más poesía en un párrafo de cualquiera de sus libros cogido al azar que varias obras completas de poetas muy engolados y laureados.
En la oportuna reedición de El adoquín azul (Menoscuarto) muestra, una vez más, que estamos ante el gran cronista de la cara oculta de Barcelona, un escritor de la altura de Juan Marsé. Las comparaciones son odiosas (o simplemente bobas), es verdad, pero vale para situar la liga en la que juega. El partido de calle donde la vida no es un juego. Y es que el padre del detective Méndez es un merodeador incansable de la trastienda de Barcelona, de los barrios bajos donde la ciudad rutilante lava sus trapos sucios y tiende los felpudos donde los que pisan fuerte se limpian los zapatos.
Nos cuenta una historia de Montero, un poeta “que escribía sobre cosas tan perfectamente frágiles como las calles que cambian y las mujeres que envejecen”. Simpatiza con los izquierdosos y se ve envuelto en una redada ordenada desde la comisaría de Vía Layetana. Al tratar de escapar, recibe un disparo en la cadera que lo deja mal herido. Cuando está a punto de desmayarse en plena calle y quedar a merced de la policía, se le abre una puerta, la de un coche que lo hace subir y se lo lleva de allí. Despierta en el piso de su rescatador, que es rescatadora: una mujer bondadosa, que escribe en ese piso porque es escritora y que, encima, es la esposa del comisario Ponce que ha ordenado la redada. Le asquea lo que hace su marido y por eso ha querido ayudarlo, aun poniéndose en riesgo. Lo ayuda a escapar vendándole los ojos y haciéndolo pasar por ciego. No quiere que sepa dónde está ese piso para que nunca regrese a buscarla y ponga su vida en peligro. Lo deja en un tren con destino a Francia y desaparece. Montero pasará el resto de su vida tratando de encontrar a esa mujer que tanto le dio.
Un libro que te transmite esa serena decepción que probablemente tengan que tener todas las vidas decentes. Dentro de algunos años, únicamente podrá saberse a través de sus libros cómo era de verdad esa Barcelona de las malas calles, que a veces son las buenas.
Que Leer, 19 de marzo de 2014


El sabio vientre de la mujer

"Estamos hechos de una mujer y seguramente una mujer nos cerrará los ojos".

Francisco González Ledesma en entrevista con Fernando Sánchez Dragó.

Esta nouvelle es esencia del talante literario de González Ledesma. Publicada por primera vez hace poco más de diez años, la historia de un voluntarioso joven poeta y traductor salvado por una misteriosa mujer en la Barcelona de posguerra tiene, me atrevo a decir, alcance de leyenda, o de alegoría. El libro formaba parte de una colección ideada por la revista Interviú y es un acierto que la editorial Mennoscuarto lo haya recuperado.   

Con el personaje de Montero, traductor y poeta perseguido por las fuerzas del orden -o por los triunfantes esbirros del régimen-, Francisco González Ledesma (Barcelona, 1927) descubre el velo de la indefensión, la de un hombre que puede ser salvado por una mujer, pero para que esto ocurra tiene que tener -hermosa imagen- los ojos vendados. No sabe en dónde está, y en parte ya no sabe quién es.

A Montero, en medio de una estampida, herido de bala y a punto de caer, una desconocida lo llama desde un coche y lo conmina a entrar en el interior. Poco después ella lo oculta en su estudio privado, un lugar en donde su marido -nada menos que un jefe de policía de los peores- no entra, porque ese el lugar en donde ella es quien es: una escritora con habitación propia, en tiempos en que, como describe aquí Ledesma con su dosis de sorna y mala leche, las mujeres carecían de tal privilegio, o escribían en la cárcel, porque tampoco podían hacerlo en la mesa de un bar; eso era de marxistas.

Esto es lo que se debe contar de la historia, cuyo prodigio consiste en la gran elipsis que se impone de principio a fin: los largos e interminables años venideros, sin sosiego ni retorno. La vida hacia adelante sin pistas ni señales (y a la larga sin memoria). En menos de ochenta páginas, las que abarcan aquel obligado cautiverio en el lugar más valioso que aquella mujer podía ofrecer -su más preciado yo interior-, está la acritud y la tristeza que habitan las páginas de la serie protagonizada por el viejo policía Méndez. Los tiempos de penuria (y la historia de este país) que marcan de por vida. Y la licencia poética de este señor que se permite hablar durante todo el relato en persuasiva segunda persona, hablándole a un especial dios sin religión. Si alguien viera un adoquín azul, no dude en quedarse con él y, sobre todo, no se le ocurra olvidarlo.

El adoquín azul
Francisco González Ledesma
Menoscuarto
74 páginas
11 Euros

Las damas conversan sobre el crimen, 19 de marzo de 2014


17 de març 2014

EL EXPEDIENTE BARCELONA (Francisco González Ledesma)

Coberta del llibre

EL AUTOR

Francisco González Ledesma (Barcelona, 17 de marzo de 1927), periodista, guionista de historietas y novelista español especializado en el género policiaco. Junto a Manuel Vázquez Montalbán y el pequeño grupo, reunido en torno a la Semana Negra de Gijón, está considerado como uno de los principales impulsores de la novela negra de corte social en España. Es padre del periodista y escritor Enric González.

Con cinco años ya contaba historias a cambio de merienda en el patio del colegio público donde acudía. Su madre era una modista de Poble Sec, barrio popular de Barcelona, y marchó a Zaragoza, a casa de una tía que también cosía, para estudiar en un colegio religioso de cuyas sórdidas relaciones curas-alumnos dejó constancia en su libro Tiempo de venganza.

En 1941, ocuparon su lugar otros de sus hermanos y volvió a Barcelona, al barrio de Poble Sec. Cursó el Bachillerato en los duros Escolapios y en el instituto Balmes; en este último encontró profesores que le enseñaron y estimularon, como Guillermo Díaz-Plaja; la tía de Zaragoza sufragaba los estudios siempre y cuando no hubiera suspensos. Ya entonces comenzó a llevar originales a la Editorial Molino. Novelista precoz, se inició escribiendo guiones de historietas para la editorial Bruguera y novelas del Oeste que entrega a un ritmo de una a la semana, bajo el pseudónimo Silver Kane, lo que le proporciona oficio y recursos literarios, además de permitirle costearse la carrera de Derecho.

Obtuvo en 1948, con solo 21 años, el Premio Internacional de Novela, instituido por el editor Josep Janés por su novela Sombras viejas y en cuyo jurado se encontraba Somerset Maugham y Walter Starkie. Sin embargo, la censura franquista prohibió su publicación, tildando a su autor de "rojo" y "pornógrafo", lo que le sumió en el silencio como novelista y le llevó a dedicarse primero a la abogacía y, después, al periodismo, en el Correo Catalán y, durante 25 años, en La Vanguardia, donde llegó a ser redactor jefe. Ambas profesiones le proporcionaron un buen conocimiento de la sociedad, de las calles de Barcelona, de los políticos y del mundo de las finanzas, que utilizaría en sus futuras novelas.


Continuó, mientras tanto, con su producción historietística. En total, habría compuesto unos trescientos títulos bajo el seudónimo de Silver Kane (de los que "Grafito", publicación especializada en cultura popular, comprobó que la Biblioteca Nacional sólo conservaba tres en 1986).  En su tiempo libre, escribió Los napoleones (que también fue prohibida), Las calles de nuestros padres y Expediente Barcelona (finalista del Premio Ciutat de València, en 1983), que solo pudieron ser publicadas con la transición política a la democracia. En 1984 recibió el Premio Planeta por Crónica sentimental en rojo lo que le supuso notable popularidad y muchos ánimos para seguir escribiendo.
Su novela Expediente Barcelona fue traducida y publicada por la prestigiosa editorial francesa Gallimard, lo cual le proporcionó un prestigio y éxito editorial en Francia muy superior del que goza en España, hasta el punto de que sus nuevas novelas aparecen publicadas antes en el país vecino. El protagonista de sus novelas, el comisario Ricardo Méndez, mezcla de escepticismo y pundonor, sigue los cánones del relato criminal. Méndez aparece por vez primera precisamente en Expediente Barcelona e inaugura una serie novelística que, junto a la propia ciudad de Barcelona, constituye el nexo central de sus novelas. El 23 de julio de 2009 a las 19 horas, frente a su familia, admiradores y las autoridades locales, descubrió una placa que conmemora el nacimiento del brillante autor. En la calle Tapioles número 22 aprendió a vivir, a ser honesto y a empeñarse en su trabajo -González Ledesma dixit-. Agradecido y emocionado ha hecho gala de una gran sencillez y no poco compromiso con el complicado barrio de Poble Sec, el que recorre Méndez y que vio nacer al escritor. El 9/10/09 recibe La Medalla de Oro de la ciudad de Toulouse (Francia)y además participó en el 1r Festival des Littératures Policières organizado por Toulouse Polars du Sud, que preside el especialista francés Claude Mesplède. Ha sido objeto, por parte de Jordi Canal Artiga, de un dossier de prensa él y el 24 de noviembre asistió al encuentro con los lectores de los clubs de lectura de Novela Negra de la Bóbila en Hospitalet (Barcelona). Citado por su lucidez definitoria de los delitos por el Director de la Oficina Anticorrupción de Cataluña, y fiscal, David Martínez Madero el 4/2/2010 en una mesa de la BCN Negra 2010 sobre la corrupción. Al día siguiente él mismo participa reivindicando a Terenci Moix como escritor de dos novelas negras.

EL LIBRO



  • Nº de páginas: 318 págs.
  • Encuadernación: Tapa blanda
  • Editoral: LA FACTORIA DE IDEAS
  • Lengua: CASTELLANO
  • ISBN: 9788498002843



  • Al despacho de un abogado de cuarta acuden a solicitar unas comprometedoras pruebas de paternidad, que implican a Ramón Masnou, hombre influyente de la burguesía catalana conectado con peligrosos revolucionarios. Abierto el tarro de las esencias, pasearemos por la Barcelona de los meublés, los antros, los cines de sesión doble, y por las cárceles... Todo ello para destapar una trama con la que recorreremos la historia de la Ciudad Condal desde la sufrida posguerra hasta una Transición que quizás ha sido asumida con cierta ingenuidad. Aquí podremos saborear el sexismo de Henry Miller, un cierto humor grotesco y, ante todo, una precisa recreación del ambiente de los barrios.

    Expediente Barcelona tiene el valor de la confesión sincera. 

    IMPRESION PERSONAL


    El expediente Barcelona, publicada originalmente por la editorial Júcar en 1983, supuso la primera aparición del personaje de Méndez, el policía ambiguo y escéptico creado por González Ledesma que protagonizaría gran parte de su obra policiaca posterior. En los escasos pasajes de la novela en los que aparece, ya aparecen trazados con intensidad los principales elementos que iría con el tiempo desarrollando su autor. Además de Méndez, en la obra ya está presente el otro gran elemento de las producciones de Ledesma: Barcelona. Las calles de la ciudad condal son el escenario en el que se desarrolla toda la novela, que introduce también el habitual gusto del autor por la creación de personajes de los ambientes periodístico y judicial, los que frecuentó el escritor en su actividad profesional.
    Bar Ibiza, en la Calle Tapioles, del Poble Sec, barrio popular de Barcelona
    Toda la novela presenta un tono desencantado análogo al que se puede encontrar en otros autores como Manuel Vázquez Montalbán, Andreu Martín o Juan Madrid. Con su carácter escéptico y crítico, la obra muestra la frustración de toda una generación ante las transformaciones sociales, políticas y económicas producidas después de la muerte del dictador y ante la constatación del fracaso de todo el idealismo utópico que rodeó los primeros años de cambio político, personificado en el tratamiento del personaje femenino principal. Junto a este desengaño, el libro aparece dominado por un continuo viraje hacia el pasado, como si sólo en la memoria (aunque no, evidentemente, en la memoria del franquismo, sino en la de la época en la que los ideales y las banderas aún tenían algún significado) encontrara el autor el consuelo ante el frustrante devenir de la sociedad española tras la muerte de Franco. La importancia de la memoria se vertebra a través de la constante conexión de los hechos novelescos tratados con un pasado que los explica y da sentido, poniendo así de manifiesto que toda novela policial y toda investigación son, casi siempre, una reconstrucción del pasado.
    Masía en Tossa de Mar, Costa Brava, similar a la que tenía la familia Masnou
    En El expediente Barcelona Ledesma nos llevará a los barrios de Barcelona que tan bien conoce, como no podía ser de otro modo, para descubrirnos las entretelas de un caso de terrorismo en el que aparecen vinculadas figuras de la burguesía catalana y los nuevos sindicalistas del posfranquismo en una historia hilvanada con una fina ironía, con el profundo desencanto de los que abandonaron sus ideales y con un amor interesado e inconstante.

    En la novela se palpa el conocimiento que tiene el autor sobre el mundo del periodismo, de la abogacía y del movimiento obrero en la Barcelona de la época (no hay que olvidar que este abogado, dedicado a la literatura desde su juventud a pesar de ser censurado por el franquismo, tuvo que trabajar para Bruguera como escritor de novelas populares y como abogado de la editorial, y que además llegó a ser redactor jefe de La Vanguardia), y constituye un fiel reflejo de la sociedad barcelonesa de aquel entonces; un ejemplo en toda regla de la novela negra de corte social en España que conviene no perder de vista.

    Nihil Obstat, 17 de marzo de 2014