30 d’oct. 2009

No hay que morir dos veces

¡Tremendo libro! ¡Tremendo! Me ha enganchado hasta el punto de que en alguna ocasión he estado a punto de pasarme mi parada de metro. Claro que esto me pasa a menudo...
Resulta que hace unos días me apunté a un club de lectura. No tengo mucho tiempo, pero se reúnen solamente una vez al mes y me dije a mí misma que a eso sí que podía llegar (veremos). Entre las actividades culturales del barrio van a traer a Ledesma a una biblioteca y en cada club de lectura de la zona se está leyendo una de sus novelas; esta es la que nos ha tocado a nosotros y con la que me estreno en el grupo.
Ledesma es un importante representante de la literatura negra de este país. Cuando empecé el libro, de hecho, me llamó la atención la sequedad de la narración, directa y descarnada, que no deja un momento de respiro (recordemos que todo mi contacto con el género se reduce prácticamente a las gracietas de Petra Delicado). Sin embargo, al cabo de unas pocas páginas no solo me había acostumbrado, sino que estaba sumergida de lleno en la trama y en el estilo. Mi personaje favorito es sin duda el protagonista, Méndez, un policía duro, de los que han pateado la calle y saben más que las ratas viejas, venido a menos en el cuerpo policial quizá por sus métodos poco ortodoxos. Detrás de toda esa fachada Méndez tiene un corazón que no le cabe en el pecho y por eso se ha ganado mis favores.
Por lo demás, la trama estremece, engancha y no es facilona, aparte de que me tuvo al borde de la silla en más de una escena. Cuando hoy lo he terminado en el metro casi me he echado a llorar. No me diréis que con todo esto no os vais a animar a leer esta novela...
Título: No hay que morir dos veces Autor: Francisco González Ledesma
Fecha inicio: 22.10.2009 Fecha fin: 30.10.2009

Halcombe, 30 de octubre de 2009

21 d’oct. 2009

Detectives en la guantera, 14: Méndez

El policía más procaz de España y Jerez vive en el Barrio Chino (ahora dicho Raval) de Barcelona. Su territorio linda con el Paralelo y las Ramblas. En su hábitat el aire es tufo y los alimentos llevan en su interior la legionela, la salmonella y otros nombres que podrían ser apodos de fulanas. Es Méndez, el intratable. El tipo que pasea con un pistolón de antes de la guerra y que utiliza tan de cuando en cuando que precisaría de una buena limpieza al inicio de cada novela.

Amó a todas las putas de la calle Mayor de las Ramblas, y alrededores. Se codea con lo más granado de la aristocracia del barrio. Pero el más canalla de la policía tiene corazón. Y halitosis, fijo. Méndez es un espécimen que mezcla lo rancio de la policía franquista con el desengaño de los ochenta, el pasmo de los noventa y un romanticismo premoderno, en sus postreras aventuras, que le convierte en un ser tierno por dentro, duro por fuera, y no es una adivinanza.

Nació de los mejores delirios literarios del enorme Francisco González Ledesma. Al principio como un secundario de lujo, y luego (a codazos con una copa de orujo barato en la mano), se hizo con serie fija. Desde su aparición estelar de starring en Las calles de nuestros padres, y su asentamiento en la planetaria premiada Crónica sentimental en rojo, nos ha concedido la gracia de su presencia en cinco historias subsiguientes y una serie de relatos cortos.

Francisco González Ledesma es una de las joyas de larga duración de la literatura española. Fajado en las novelas del Oeste, aquellas de intercambio en los quioscos cuando el libro era una materia de reciclaje de los sueños vital, y bruñido en el periodismo, forma parte principal de la nómina de autores negros barceloneses. Hombre versátil, une a las profesiones dichas la de abogado. Con Vázquez Montalbán y Eduardo Mendoza establece el triunvirato de la Barcelona de las realidades, la de un esperpento con regusto a pasodoble (aunque pudiese compartir un segundo triunvirato con Andreu Martín y Giménez Barlett). Carvalho, hombre mucho más serio haría el papel del Aramis de este trío. Al Innombrado de Mendoza no le cabría otro papel que el del juerguista y pendenciero Porthos. A Méndez, inexorablemente, le queda el papel de Athos, viejo curtido, herido por el amor imposible, pero ¿y qué?

Esas barcelonas paridas en los libros de esta terna tienen en común el paisaje retorcido y en desbandada de los barrios antiguos: sea Raval o Poble Sec. Lindan con el Exaimple de la burguesía melosa y sin humor y el restaurante exótico regentado por pijos que se dan ínfulas. Tienen siempre por delante, y por detrás, un antes y un después del año 92, y conservan el amor por los cuchitriles donde sirven callos, por el vino en porrón y los orines que mantienen en pie los vetustos edificios. A esas barcelonas se unen, sin remedio y para siempre los escenarios de Marsé. Inolvidables.

Méndez, entre Aramis-Carvalho y Porthos-Innombrado, goza de uno y otro carácter. La canción cheli española debería rendirle pleitesía. En los textos de Ledesma rezuman retahílas, de la misma leche poética que ha chupado Joaquín Sabina. Porque Madrid es también, en los tres casos nombrados, un referente esencial para un polaco. Ricardo Méndez es el tipo que vimos girar la esquina del barrio, el policía que debió atender a Puig Antich, el padrino que todo ángel con cara sucia debería tener.

La lista de secundarios sería interminable: como esos créditos que nunca acaban al final de una película y que nos impulsa a abandonar el cine aunque seamos capaces de aguantar hasta el cartelito de “second unit”. La Superioridad, el jefe de turno (han sido muchos los jefes que ha tenido Méndez, y todos terminaron por enviarlo a investigar los tocamientos masculinos en los urinarios públicos) varía y desvaría. Burgueses y advenedizos, chorizos recién salidos de la Modelo, padres justicieros que amamantan una venganza. Los periodistas son personajes inevitables (de casta le viene al autor) y entre ellos destaca Amores, quizá el personaje con más mala suerte del firmamento literario. Mala suerte que se adereza habitualmente con el hallazgo de un cadáver cuando a punto está de mojar la minga por lo baratuno.

En escena, personajes desdichados -casi todos ellos-, asesinos a sueldo con remilgos, contratantes inductores con mucho dinero y pocos escrúpulos, niñas asesinadas cuando deberían estar jugando a la comba, mujeres con un pasado enraizado en el maquis o un futuro a la sombra de Wad-Ras. Y casas de putas que ya no lo son y meublés que fueron, inmigrantes sustitutos del cañí maleante, chavales descarriados antes de pasar el sarampión, cafés-bodegas abiertos veinte y tantas horas al día y todas las de la noche.

Méndez vive, si puede aplicarse verbo tan dinámico, en la trastienda de un bar. Sufre alergia al aire limpio de la parte alta de la ciudad. Aún desconocemos como pudo sobrevivir a París y Egipto –sí, como Poirot, tuvo su crucero por el Nilo. Olfatea el terreno podrido donde debió transcurrir su infancia, si acaso Méndez fue niño alguna vez, en solitario: los compañeros de Méndez reniegan del viejo perro sarnoso que consideran más un aparador en comisaría que un camarada. Un tipo con clase, baja, pero clase: "sospechoso para los franquistas porque cuidaba de los rojos en la cárcel, sospechoso para los demócratas porque había sido policía franquista, sospechoso para sus jefes porque siempre actuaba por su cuenta, sospechoso para los jueces porque no creía en la ley, sospechoso para los macarras porque protegía a las putas, sospechoso para las putas porque éstas no acababan de creer en lo de su impotencia y temían que se presentase hecho un tigre."

Ledesma conserva una formidable pluma con más de ochenta años. Látigo del poder, cirujano de la podredumbre y la injusticia, segador de la ambición inmobiliaria, de la negra araña de la Iglesia y taladrador de la costra capital con dosis de acracia. Méndez es el personaje modelo de esa novela negra que bucea en la crítica social, con desparpajo, mala leche y mucho dolor. Si atravesó el desierto del franquismo, ése que le inscribió en una lista negra –como un Dalton Trumbo a la española- de la censura y la prohibición, fue para llegar hasta aquí, para legarnos a un personaje imperecedero. En Francia lo veneran. En España, muchos quisiéramos ser sus hijos. O sus nietos.

Las novelas de Méndez:

Expediente Barcelona, como personaje incidental. 1983
Las calles de nuestros padres. 1984
Crónica sentimental en rojo. 1984
La Dama de Cachemira. 1986
Historia de Dios en una esquina. 1991
El pecado o algo parecido. 2002
Méndez. Serie de relatos, 2006
Una novela de barrio. 2007
No hay que morir dos veces. 2009

Cuadernos de Alfonso Salazar, 21 de octubre de 2009

20 d’oct. 2009

“Desde los cinco años quise ser periodista”

Francisco González Ledesma, escritor

Cualquiera de nosotros necesitaría vivir varias vidas para igualar en intensidad, éxitos y variedad la de Francisco González Ledesma (Barcelona, 1927), un hombre de gesto adusto y espíritu afable que ahora, tras ejercer como autor de cómics, novelas del Oeste, abogado y periodista, recibe los reconocimientos literarios que la censura franquista le impidió obtener mucho antes. “Todavía pienso que al día siguiente lo haré mejor”, afirma el creador del comisario Méndez, que fue galardonado con el Premio Internacional de Novela Negra RBA cuando ya había cumplido los 80.

¿Cuál fue su primer empleo?
El primer dinero lo gané cuando tenía unos doce años. Me llevaba a casa recibos de una mutua de accidentes y rellenaba los datos de los abonados. Después, con 14 ó 15 años, escribí cuentos infantiles para un editor de Zaragoza que me pagó cinco duros. La tercera fase de esa primera etapa sucedió con mi entrada en una compañía de seguros. Acababa de empezar la carrera y me contrataron como escribiente. Durante un mes rellené recibos con letra de molde por 40 pesetas. Mi madre me animó a que lo dejara para que me centrara en mis estudios de Derecho.
Y sólo le hizo caso a medias…
Sí, porque empecé a escribir cómics para la editorial Bruguera y me hice un profesional. Incluso creé un personaje, el inspector Dan, que ha pasado a las antologías. Ese trabajo me hacía feliz.
Tras acabar la carrera, ejerció de abogado.
Sí. Fui abogado de la buena sociedad catalana y gané mucho dinero. Sin embargo, no era feliz, porque el abogado muchas veces no defiende su verdad, sino la del cliente. Yo sufría muchísimo cuando hacía de abogado defensor, porque era consciente de que bastantes personas de las que sacaba a la calle eran culpables, y eso me planteaba problemas morales.
¿Por eso decidió pasarse al periodismo?
No sólo por eso. Yo, desde que tenía cinco años, quise ser periodista. Tenía un tío, periodista de La Vanguardia, que me sacaba de la cama para ver la rotativa. Ese mundo de la noche me fascinaba… Si no ejercí antes fue por la censura, no quería ser un funcionario franquista.
Metido ya en un periódico, ¿le decepcionó la profesión?
No, gané poco dinero, pero fui tremendamente feliz. Esta profesión me ha permitido vivir dos vidas: la mía y la de la gente que conocía en la calle. Puede parecer una tontería, pero yo sentía que formaba parte de la historia de este país. Con Vázquez Montalbán y otros colegas creamos, en la clandestinidad, el Grupo de Periodistas Democráticos. Desde el principio, tuve muchas suerte: en el examen de grado saqué el número uno de mi promoción. Luego, llegué a ser redactor jefe en El Correo Catalán y en La Vanguardia.
¿Qué le enseñó su ‘alter ego’ literario, Silver Kane, el pseudónimo con que escribía novelas del Oeste?
Mi primera novela, «Sombras viejas» recibió el Premio Internacional de Novela, cuyo jurado presidía Somerset Maugham. Pero la censura la prohibió y me advirtieron de que, hasta que no muriera el Caudillo, no volvería a publicar. Fue entonces cuando Bruguera me propuso hacer novelas del Oeste, y así nacio Silver Kane, que me enseñó humildad y técnica. Al final, lo que empezó como una broma me llevó diez años. En aquella época estudiaba Derecho, escribía las aventuras del Oeste y, por las noches, me dedicaba a escribir para mí.

Infoempleo.com, 20 de octubre de 2009

12 d’oct. 2009

La dama de Cachemira, de Francisco González Ledesma

Poco a poco me voy leyendo, mejor es decir disfrutando todos los casos del inspector Méndez. Este libro lo cogí de prestado en la Biblioteca Pública. Y me ha vuelto a fascinar. Ya conté por aquí mi admiración hacia este personaje que se acrecienta al haber disfrutado de esta novela. Buena trama, reencuentro con anteriores personajes que aparecen a lo largo de la serie, todo tratado con un finísimo humor negro, con una visión tan negativa como real (y deliciosa) de la vida misma. En este caso Méndez (ya definitivamente el mejor inspector de novela de la historia de literatura hispana) se inmiscuye en un crimen al que llega por el robo de una silla de ruedas. La trama te atrapa, te deja exhausto hasta el final, con un capítulo de cierre digno de mención. Y la temible historia de el fulmine, que es para reír un rato muy sanamente. Debo hacer lo posible e imposible por leerme toda la serie de este inspector y por este mi blog os la iré desgranando. Y el asesino es.....(leánse la novela y lo sabrán). Editada por RBA.

Kebran, 11 de octubre de 2009

11 d’oct. 2009

Ledesma, «chef de bande» du polar espagnol

Jean-Marc Le Scouarnec
Festival. Jusqu'à ce soir à Toulouse Basso-Cambo.

En Espagne, on l'appelle «le chef de la bande». Un patronyme qui ne plait pas spécialement à Francisco Gonzalez Ledesma, 82 ans, Barcelonais pur jus et auteur de nombreux grands livres, polars et fresques historiques réunis. Ce week-end, l'auteur des « Rues de Barcelone » et de « Los Napoleones » participe au 1er festival Polars du Sud, au Forum de la Renaissance à Toulouse.
Entre deux signatures, cet homme petit et trapu, souriant et volubile, répond avec enthousiasme à quelques questions, lui qui restera indéfiniment attaché à « La Dépêche », « seul journal qui défendait la République, dans mon pays, en 1936 ».

Vous avez exercé de nombreux métiers avant d'être publié…
Je suis né dans un quartier très pauvre de Barcelone, près du Barrio Chino. J'ai découvert le monde criminel quand je suis devenu avocat. C'était un travail très difficile sous le franquisme : il n'y avait pas de véritables lois, juste les caprices des tribunaux. J'ai été défenseur dans des procès politiques ; j'étais désespéré, je n'avais aucune garantie. Et puis, j'ai défendu des riches. Je gagnais beaucoup d'argent mais je perdais mon âme. J'ai décidé d'arrêter.

Au bout de 20 ans, vous devenez journaliste à « La Vanguardia ».
J'ai écrit sur à peu près tous les sujets, y compris les faits divers avant de devenir rédacteur en chef. J'ai connu beaucoup de policiers de quartiers populaires et ce sont eux qui m'ont inspiré le personnage de Mendez, flic incorruptible qui restera toute sa vie un modeste inspecteur méprisé par ses supérieurs.

Le polar a-t-il été un moyen pour vous de parler de l'envers du décor sous le franquisme.
J'écris depuis l'âge de 17 ans mais je n'ai longtemps publié que des romans de gare sous pseudonyme. Pour le reste j'étais un auteur interdit dans un pays où le polar n'existait pas puisqu'officiellement, il n'y avait pas de crimes. A l'époque, on me considérait comme un « Rouge, catalaniste et pornographe » ! Ensuite, j'ai enfin pu m'exprimer, évoquer la Barcelone authentique, populaire, qui fait contrepoids face à une bourgeoisie très puissante.

Festival des littératures policières, jusqu'à ce soir au Forum de la Renaissance, métro Basso-Cambo. Tables rondes à 14h30 (polar français et histoire) et 16 heures (Montalban). Auteurs et signatures.

La Dépêche, 11 d'octobre 2009

2 d’oct. 2009

L'etern femení

Cinco mujeres y media
Francisco González Ledesma
Planeta, 2005

Francisco González Ledesma és un renegat. Nega i renega de la seua professió d'advocat per llançar-se en braços de la seua passió, l'escriptura. Aquesta, com una amant interessada i voluble, li concedí, a mans de ni més ni menys que de Somerset Maughan, la glòria del Premi Internacional de Novel·la de 1948, però la censura franquista, que el va titlar de "roig" i "pornògraf", va prohibir-la. És així com va accedir al més ínclit dels sacrificis per a un escriptor, la de renunciar a l'autoria. Sense nom, o amb el nom tapat de Silver Kane amb què escriuria una novel·la de l'oest per setmana per a l'editorial Molino, va signar guions per pel·lícules i còmics i va redactar cròniques periodístiques per als diaris de Barcelona.
A aquest fill de represaliat de Poble Sec li pot la literatura, des de ben menut, quan llegia els libres del seu oncle mentre l'aviació franquista bombardejava els barris humils de la Barcelona republicana i anticlerical. I això es nota a cada frase de cada novel·la de Ledesma, hi respirem la humitat que escorxa les parets de les fosques i estretes finques del Raval i que ha impregnat el caràcter ctònic dels habitants, sentim coure la cicatriu antiga de la injustícia que no coneix més perdó que la revenja, hi colpeja el batec de les dues Barcelones topant incessants una contra l'altra sense possibilitat de mescla ni síntesi, la Barcelona dels rics, Vallvidriera, Eixample, i la dels pobres, el Raval.
Hi ha però una connexió entre elles, oculta, clandestina: les dones que transiten entre els dos pols no sense deixar-s'hi trossos de la seua història i la seua dignitat. Vet ací el motor de la trama, el tema de la reflexió. Perquè hi ha en Cinco mujeres y media una profunda reflexió sobre l'essència femenina en termes de solidaritat, paciència, fe, intel·ligència, valor, compromís, un recurs natural renovable. Però compte amb qui les consideren un simple recurs que apropiar-se, dominar, tancar, assassinar, perquè aquests cauran destruïts per la seua poderosa capacitat per renàixer renovades de l'infortuni, de la seua privilegiada relació amb les forces de la natura i la història, de les veus dels morts que les manen d'acomplir la seua última voluntat de justícia, a elles, les dones, les úniques que escolten, que saben escoltar.
I testimoni d'aquest drama tan antic com el món, l'escèptic Méndez, el policia apartat de les tasques policials, un altre que ha renegat de tot menys de la tasca èpica que tota investigació comporta, el personatge negre més contundent de la novel·la criminal dels últims temps, una caracterització sublim, com podeu constatar en aquest retrat: "sospechoso para los franquistas porque cuidaba de los rojos en la cárcel, sospechoso para los demócratass porque había sido policía franquista, sospechoso para sus jefes porque siempre actuaba por su cuenta, sospechoso para los jueces porque no creía en la ley, sospechoso para los macarras porque protegía a las putas, sospechoso para las putas porque éstas no acababan de creer en lo de su impotencia y temían que se presentase hecho un tigre. Así, Méndez, así no puedes ascender".

Andrea Robles és molt negra i criminal, 1 d'octubre de 2009